domingo, 7 de junio de 2015

Accidentes de gobierno

Creo que se llaman gobiernos accidentales, pero son la prueba más dolorosa de que la ciudadanía sigue adelante sin gobierno, o con un gobierno accidental, que es como un gobierno accidentado. Desde pequeños aprendemos cuán plurisignificativa es la palabra 'accidente'. En Gramática nos daban el coñazo con los accidentes de todas las palabras: que si el grado, que si el género, que si el modo verbal... En Sociales, lo mismo. En vez de hablar de montañas, valles o ríos, todo aquello se llamaba accidente. Accidentes geográficos. Uno empezaba a comprender, así de golpe, y a base de asignaturas y años, que la vida es puro accidente. 

Pero a lo que iba: el gobierno accidental. Es un gobierno en suspenso, entre paréntesis, como que está pero no se nota, o se nota pero es como si no estuviera, que la mayoría de las veces es lo que les ocurre a los gobiernos, incluso a los no accidentales. Un gobierno accidental tuvieron en Bélgica durante año y medio y no pasó nada. Algunos lo recordarán. Casi nunca pasa nada, con gobierno y sin gobierno. Y precisamente los accidentes, los de verdad, son los que marcan la pauta dinámica de la vida.



En Andalucía tenemos un gobierno accidental que ya dura demasiado. Es posible que mañana o pasado mañana deje de serlo, porque la presidenta, también accidental -no me refiero a su llegada al gobierno, que ya fue votada-, seguramente encontrará algún apoyo por ahí. El que sea. Ya da igual. El intercambio de cromos es lo que importa. 

Si los cromos fallaran, la accidentalidad del gobierno duraría todo el verano, como si el verano no tuviera ya sus propios accidentes, y gordos. 

Esperemos que la accidentalidad del gobierno andaluz se solucione de urgencia, como sea, de aquí al martes. Porque no me imagino un verano con accidentes desde lo gubernamental. Es lo que nos faltaba. Y yo quiero ir a la playa, y olvidarme de los gobiernos.