martes, 22 de febrero de 2011

Estos días azules...

¡La realidad global ha cambiado tanto, que ya apenas recordamos aquel país arruinado que amanecía en 1939, con una guerra fratricida que no acababa de acabar! Tal día como hoy, 22 de febrero, de hace 72 años, Antonio Machado se nos moría en Colliure, en pleno Pirineo francés, sin que en España estuviéramos ya para versos...

A él le quedaba solo uno, alejandrino perfecto, apuntado en un papelito arrugado que se le encontró en el bosillo: "Estos días azules y este sol de la infancia".

¿Qué diría don Antonio si hoy levantara la cabeza? ¿Nos volvería a tachar de ser una España de charanga y pandereta?

¿O el panderetismo no es ya cosa exclusivamente nuestra, sino un mal globalizado?

Miro las fotos de Gadafi: el peor esperpento encarnado en un sangriento payaso.

Libia nos saca los colores

"Libia no es Túnez o Egipto", ha declarado con chulería el hijo de Gadafi, presunto heredero que está muy nervioso y amenaza en la tele con los dedos índices como cuchillos afilados.

Mientras, casi tres centenares de libios han sido aniquilados ya. La gente, atropelladamente entre las manifestaciones y las matanzas, pide auxilio y Europa saca a nuestra ministra Trini para hacer de portavoz con esa sonrisa hipócrita y esa declaración de que se abstienen de la injerencia en la construcción de la democracia en otro país. ¿A quién quieren engañar?


El sistema político que hoy conocemos en el mundo desarrollado está en profunda crisis por actuaciones como esta. Y eso nos pone los pelos de punta.

viernes, 18 de febrero de 2011

Torpe burocracia hasta en la ficción

La burocracia como arte del papeleo debería ser como la mejor poesía pura de Juan Ramón: desnuda y eficaz. En cambio, es absurdamente barroca hasta el sinsentido, como saben bien los maestros, por ejemplo, quienes, si por la santa burocracia fuera, estarían todo el santo día rellenando documentación en vez de enseñando a los niños. Así se entiende que no haya tiempo para leer, escribir y hacer cuentas en pro del desarrollo del niño, pues la búsqueda de los recursos psicopedagógicos más oportunos para el implemento cognitivo del alumnado termina por enredar al docente, al crío y a la madre que lo parió, y todo queda en mucho ordenador portátil a los que burlar los controles contra el tuenti y otras gracias del cachondeo digital. Y así nos luce el pelo, y el índice de fracaso escolar, por supuesto.

Pero a lo que iba, que es al odioso cáncer en el que se ha convertido esta burocracia que todo lo atasca y nos lleva al surrealismo más desesperante. Uno sospecha a veces que se trata de un instrumento deliberadamente entorpecedor de los inútiles, de los profesionales de la inutilidad para defenderse contra el destape al que temen ser sometidos por tanta gente capaz y capacitada como queda por aquí, la gente que llama al pan, pan y al vino, vino. Esta burocracia, y no ningún inútil burocratizado, claro, es la que tiene la culpa de que una mujer haya muerto en Málaga hace unos días -inaugurando, más o menos, la macabra lista de todos los años- a manos de su ex pareja, a quien había denunciado pero cuya denuncia no trascendió por defectos de forma. Han leído bien: de forma. Es decir, porque el dichoso papelito no estaba correctamente relleno. Faltaban algunas cosas, y claro, así no. No hay burócrata que pueda admitir un papelito con defectos de forma. Lo dirá la norma. Una de las normas que gotean desde la ley o decreto que salió no sé cuándo. En rigor, que cuando esta mujer interpuso la denuncia nadie la miró a los ojos para enterarse de lo que denunciaba, sino que alguien buscó fallos de forma en el impreso y aquella denuncia se perdió en el limbo. Se rechazó por fallos de forma. Al tiempo.

Al tiempo surgió el cadáver, con la cabeza abierta. Claro que no son formas de terminar una relación, pero así lo entendió el malnacido que la mató y contra su criterio no hay formas que valgan. La mató y punto. Y la burocracia, que sobrevuela allá arriba, por los altos corredores kafkianos del sinsentido, se lava las manos. La casa por barrer y la muerta al hoyo. La siguiente.

Por el contrario, la burocracia funciona a las mil maravillas en otros contextos menos reales. Tal vez porque no funciona en realidad, o en la realidad, se refugia en la ficción, en los mundos inventados y de mentira, para actuar eficazmente. Y así trasciende sin ningún problema una denuncia, sin ningún fallo de forma, contra un musical porque, en la trama, algunos personajes llegaron a fumar sobre el escenario. Imagínense al espectador aburrido entre las butacas al que se le iluminaron los ojillos cuando vio el humo del cigarro. Ay, se diría, esto es ilegal porque lo dice la nueva ley. Esto es un sitio cerrado y ese personaje está fumando, ¡rediós! Y a denunciar antes de que se eche el telón. El denunciante probablemente no esperó a aplaudir; pidió, por favor, que lo dejaran salir para rellenar el formulario. Sin fallos de forma.

Lo peor es que la denuncia llegó adonde tenía que llegar, sin problemas. Y los reponsables de la obra se han visto obligados a explicar que lo que fumaban no era exactamente tabaco, sino algún aliño de herboristería. Los burócratas estarán mirando qué dice la norma al respecto. Si la norma es competente en la realidad y también en la ficción o a Humphrey Bogart no hace falta multarlo por fumar en Casablanca.

Uno, que no fuma y gusta de saborear bien la comida, saludó con gusto la reforma de la ley antitabaco, pero vistas las declaraciones de Pajín con el numerito del musical y vistas las presiones que sufren los guionistas para eliminar pitillos y colillas de su imaginación, está pensando en hacerse fumador. A lo mejor más de uno o una necesita dar un par de caladitas para hacerse definitivamente mayor, como ocurría antes.

  • Este artículo se publica asimismo en el nº 2.048 del semanario Cambio16