miércoles, 31 de diciembre de 2008

Teatro de fin de año para comenzar otro nuevo

Da igual que el año haya sido verde o amarillo; al final, los discursos de la carísima oficialidad dicen siempre lo mismo, aunque no lo parezca porque utilicen palabras clave para un servicio de documentación sentimental que sirva de engarce entre el sufrimiento real de la calle y las caras de circunstancias de los mandamases. En rigor, se trata de afianzar una situación por la que las élites dispongan de un sillón aterciopelado y una cámara fija con la que comunicarse con las masas deseosas de soluciones. Groucho Marx dijo que la política es “el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Otras definiciones de la misma disciplina han apuntado, sin embargo, que es “el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros”. En cualquier caso, la oficialidad que va más allá de la política al uso para englobar a los privilegiados de siempre rezuma un odioso conservadurismo cuya prueba más descarada es la coincidencia formal y semántica de estos sermones televisados e inoportunos que nos dan la lata para nada en los instantes cruciales del festín. Ningún responsable público de probada demagogia es capaz de sustraerse al encanto de sus quince minutos de gloria plúmbea en estos días de ternura entre las audiencias.

Y así, desde el Rey de España hasta el último de los alcaldes, muchos han sido los que en estos días han pronunciado para la caja lista el rosario de palabras mágicas que mantenga cerrado el sésamo de sus distancias insalvables con el pueblo remendón: responsabilidad, esfuerzo, democracia y confianza son de los mejores vocablos. Palabras gastadas de tanto usarlas pero eficacísimas en los días señalaítos. La bicha de entre el vocabulario sociopolítico actual, la palabra “crisis”, ha sido la estrella de estos pregones del nuevo tiempo, aunque una vez pasada la catarsis de su autenticidad por todo el vecindario puede ser pronunciada hasta por Su Majestad, y ese trabajo fonético será evaluado con sobresaliente allende la Casa Real, máxime ahora que sus reales miembros comparten también las cuitas de la misma bicha aunque no sea en el sentido financiero.

Como este gran teatro del mundo no sólo interesa a Calderón, sino a toda la corte que vive de las instituciones, los partidos con aspiraciones reales de gobernar han aplaudido sin debatir una coma el discurso del Rey y, más papistas que el Papa, incluso se han atrevido a calificarlo de “concreto” y de aplaudir sus medidas “específicas” y hasta su espíritu “comprometido”. ¡Pardiez que no se haya visto un discurso más atinado en román paladino! De los tres puntos que abordó Don Juan Carlos, el último estuvo dedicado por entero a “la crisis financiera y económica generalizada”. Así tocaba la bicha pero no apuntaba a nadie. Sí, en cambio, mostraba su vena más humana al acordarse de los parados, e incluso aportaba concretísimas soluciones: “Me preocupan muy especialmente las numerosas personas que en nuestro país han perdido su empleo”, dijo y añadió como tres varitas mágicas: “Recuperar la confianza”, “respaldar la actividad diaria de nuestro tejido productivo” y “llegar a las familias y ciudadanos”. A ver quién da más. Lo mejor vino al final, cuando enarboló frases del pueblo que al pueblo mismo jamás se le habrían ocurrido para arreglar la situación: “Juntos podremos vencer problemas (…) anteponiendo el interés general sobre el particular” (con ello daba en la llaga), “tirando del carro en la misma dirección” (aplaudida frase que metía el dedo y que ni Manolo Escobar habría cantado mejor) y “aportando cada uno su granito de arena” (con lo que terminaba de sacar la pus infecciosa). Y todo arreglado, ¿no? No, hombre, el Rey es persona realista y conocedor de que la crisis no se arregla con ningún mester de juglaría. Por eso habló más concretamente aún del futuro al animarnos a “volver a la senda del crecimiento” y, más aún, a “abrir una perspectiva de pronta recuperación y un horizonte de adecuada seguridad”. E incluso tuvo arrestos para terminar con un eslogan inolvidable: “No es tiempo para el desánimo”. Un servidor, convencidísimo con la real fórmula, lo vio todo claro. Y ganas me dieron de aplaudir el gran entremés 2008-2009. No lo hice al advertir que venían muchos más y no quise interrumpir. Todavía no han terminado.
  • Este artículo lo publico también en el número 1.937 del semanario Cambio16.

Augusta Emérita y nuestra tourné extremeña


Debo de pecar cada día más de glotón, porque al repasar nuestro viaje navideño por la Vía de la Plata extremeña, con cuartel general en Mérida, me acuerdo antes que nada de las delicias gastronómicas del lugar; de su inigualable jamón de bellota, sus buenos salchichones y chorizos y hasta del melancólico tinto de la tierra. Si me pongo serio, ya me vienen imágenes del larguísimo puente romano de 792 m. de longitud, construido antes que la propia ciudad, en el 25 a. C.; del templo de Diana, dedicado en pleno centro urbano al culto imperial; del teatro romano, en el que se representaban clásicos que en la época de Cristo no lo eran todavía; del anfiteatro, donde aquellos primeros cristianos tomados por locos esquivaban zarpazos de las fieras venidas del África profunda hasta la dentellada final; de casas de envidiables patios y peristilos con columnas y mosaicos enormes y elegantes y pinturas indelebles en los salones... El Museo Nacional de Arte Romano nos sorprendió tanto por su contenido (de innumerables piezas de los siglos I al IV) como por su continente (un elegante y eficiente edificio de ladrillo visto obra de Rafael Moneo). Hemos paseado durante tres días por la Augusta Emérita que capitalizaba la Lusitania del Occidente romano y hemos conseguido recrearnos en aquella vida de calzadas piedra a piedra, de sarcófagos (columbarios) por los caminos y de gentíos tronadores que animaban a sus aurigas preferidos en las carreras de cuádrigas del circo romano. También hemos avanzado históricamente por indicios visigodos y por la Alcazaba que los árabes construyeron a la orilla del Guadiana.

De todo ello no quedan sino vestigios pétreos que los turistas pisan ahora, pero son más que suficientes para evocar un mundo imperial que campaba a sus anchas por los mismos suelos que dos milenios más tarde había de filmar Buñuel como ejemplo de la miseria harapienta en una España del supuesto siglo XX. No llegamos a Las Hurdes, aunque vimos retratos y videos de aquella tierra transformada (para bien) en Cáceres, la ciudad más grande de la comunidad extremeña que conserva un corazón urbano cosido con sillares verdes de la Baja Edad Media. Por un recoveco solitario de aquellos se nos apareció un señor con corbata y uñas demasiado largas. Llevaba chaqueta y pelo ensalivado, y manejaba una elocuencia tal que enseguida nos contó varias leyendas lugareñas para pedirme dinero a continuación. Cuando le fui a dar un euro, me lo rechazó enseñando sutil un amasijo de billetes aceitosos, como para echarme en cara que yo le diera una moneda cuando los otros turistas no bajaban de cierta tarifa mínima. Al hacer el amago de continuar nuestro paseo, me pidió el euro para no hacerme un feo, dijo, para no ser descortés, y mostró una sonrisa pícara que me abrió una puerta definitiva al Lazarillo de Tormes, cuyo río natal no andaba muy lejos de allí. Entonces pensé que la novela picaresca no ha cambiado de personajes, sino de indumentarias.



Desde el campanario de la concatedral de Santa María oteamos un mundo como conservado en formol de clorofila, con nieblas antiguas por los horizontes, lomas húmedas en las que se alimentaban milenarios cerdos y carreteras modernas que llegaban hasta él como superpuestas a los adoquines de César Augusto. Nos despertaron del ensimismamiento las campanadas del mediodía.

Por Villafranca de los Barros, que visitamos a la ida pero no a la vuelta, se ven pintadas de "No a la refinería" por todas partes, como una consigna juramentada por todo el pueblo. Tal vez no sea una protesta ecologista, sino un grito de la tierra.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El zapatazo 'surréaliste'


Ya hay quien pide un premio Pulitzer para el periodista iraquí Muntazer al Zaidi por haber representado la performance más revolucionaria de esta desgastada postmodernidad; incluso quien está dispuesto a pagar millones de dólares por el par de zapatos que tiró al casi extinto presidente de EEUU, George W. Bush, en su surrealista aparición en el Irak de sus últimas bombas. No son exagerados tales deseos si se considera que la hazaña del reportero no sólo ha sido el gesto más aglutinador del sentir de su país (y de muchos otros), sino la forma más pura de resucitar el atrofiado surrealismo de los años de André Breton. El happening que no se practicaba con tan verdadera honradez desde la época de Tristan Tzara ha encontrado digna continuación con manifestaciones en Bagdad en las que han participado miles de personas con zapatos en la mano. Las concentraciones zapateras se han multiplicado por otros muchos puntos de la geografía árabe. Y con ello se ha cerrado el círculo de una era en la que la debida respuesta a las locuras del nuevo imperator no han surgido del organismo competente (véase ONU), sino de la viva metáfora que supone un par de zapatazos a los hocicos del infractor.

No podía terminar de otra forma este episodio yanqui (ahora que se hunden Wall Street y Guantánamo) que arrancó del soberbio surréalisme de un presidente que se atragantaba con galletitas y que nos arrastró a todos a la etimología del término: sobre-realismo, es decir, por encima de la realidad, si bien el uso del fenómeno artístico nos ha llevado también a entenderlo como el pasaporte a territorios por debajo de la realidad consciente, al automatismo del loco pensamiento sin la intervención de la razón. En rigor, se trata del mismo surrealismo que ha empujado a Bush a intentar solucionar la crisis del libre mercado traicionando sus principios.

El célebre zapatazo, cual bofetada última, le ha supuesto al mandatario que ya se va un baño de algo más que realismo, a saber, surrealismo, el fenómeno que busca imágenes para expresar emociones sin corrección racional. Está claro que hemos encontrado una estampa perfecta que ahora internacionaliza el youtube.

Ya en 1925 apareció un periódico bajo la cabecera “El Surrealismo al servicio de la Revolución”; o sea, que el matrimonio entre ambos términos viene de antiguo. En 1938, ya internacionalizado el movimiento, Breton firmaría en México, junto a León Trotski y Diego Rivera, un “Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente”. Y una década después se aprobarían los Derechos Humanos que ahora cumplen 60 años y que, tras haber sido atropellados surrealistamente, se reinvindican tirando zapatos.

Al periodista iraquí que los lanzó, en un arrebato de coraje que no sólo lo representaba a él, le han dado una paliza. Dicen que pueden caerle dos años de ćarcel. No sería surrealista, sino justamente revolucionario, que el pregonado cambio de Obama comenzara por salvarlo.

  • Este artículo aparece también el nº 1.934 del semanario Cambio16.

sábado, 6 de diciembre de 2008

'La Pepa', la mamá grande de todas las constituciones


En 2012 se cumplirán dos siglos de la aprobación en Cádiz del primer texto constitucional, erigido en símbolo liberal por antonomasia. Aunque aquella Constitución nació en una España insular (la Isla de León), la ciudadanía no llegó a saborearla hasta 1820, cuando un teniente coronel se plantó frente al absolutismo monárquico desde Las Cabezas de San Juan. Desde este pueblo sevillano, cambió la Historia de España, ahora amparada en una nueva Constitución, ya treintañera.

La primera Constitución española, conocida como “La Pepa” por aprobarse en Cádiz el 19 de marzo de 1812 –festividad de San José-, no pudo aplicarse más allá de la Bahía porque en el resto del país mandaban los franceses de Napoleón y porque, una vez expulsados, el monarca Fernando VII restableció su régimen absolutista y declaró nulo aquel texto liberal. De modo que las esperanzas constitucionales se apagaron en poco más de un año. Será seis años después, el 1 de enero de 1820, cuando un teniente coronel rebelde contra la Corona rescate “la Pepa” para cambiar el curso del país. El teniente coronel era asturiano, se llamaba Rafael del Riego Núñez y debía embarcar hacia el Nuevo Mundo, que ya no era tan nuevo, para sofocar la sublevación de las colonias americanas. Riego se negó y arengó a su batallón reivindicando la Constitución de 1812. «Es de precisión para que España se salve que el rey Nuestro Señor jure la Ley constitucional de 1812”, dijo, y añadió: “¡Viva la Constitución!”. El grito retumbó en toda la marisma del Guadalquivir. El militar, que había hilvanado su discurso en Las Cabezas de San Juan, en el balcón de enfrente de su Consistorio, sembró la primera semilla de la democracia española y convirtió, sin percatarse apenas, a aquel pueblo sevillano en la plataforma “donde se amasó el triunfo definitivo de la primera Constitución Liberal española”, como reconoce ahora el equipo de gobierno del socialista Francisco José Toajas, el actual alcalde de Las Cabezas de San Juan.

El Ayuntamiento cabecense y otros muchos de la provincia de Cádiz, del entorno de La Isla, forman ahora parte del comité de honor de la comisión para la conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812, aprobada por Real Decreto el pasado 3 de febrero de 2006. Entre su veintena de miembros, se encuentran también Sus Majestades los Reyes de España, varios ministros, consejeros y presidentes de tribunales como el Constitucional. La comisión prepara un programa de actos que se ejecutarán hasta 2012.

Aquella Constitución establecía por vez primera en España el sufragio y la libertad de imprenta; abolía la inquisición, acordaba el reparto de tierras y la libertad de industria, entre otras medidas que por entonces sonaban más a milagros o fantasías que a derechos constitucionales propiamente dichos. Las demás constituciones que habrían de venir luego, herederas de la liberalidad de La Pepa, fueron matizando -a veces agrandando y otras veces recortando- el régimen de libertades que terminaría por consolidar la que ahora nos ampara, desde el 6 de diciembre de 1978, hace justo 30 años.

Para ello fue necesario el sacrificio de aquel teniente coronel liberal del que no hace tanto sonó su himno por error –o no-. Riego partió de Las Cabezas hacia Arcos de la Frontera, donde se le unió el batallón de Sevilla, y continuó en un itinerario andaluz por ciudades como Algeciras, Málaga, Córdoba o Antequera, en las que era aclamado al tiempo que cosechaba apoyos. Como claro signo de reconciliación, dejó en libertad a todos los realistas que encontró en su camino. Los frutos de su hazaña tuvieron una duración cortísima en primera instancia: apenas tres años, pues Fernando VII se encargó muy pronto de reclamar ayuda extranjera. La Santa Alianza pensó que una España liberal era un peligro para el equilibrio europeo de entonces, así que envió a los Cien Mil Hijos de San Luis, que terminaron con aquel sueño de libertades con un par de cañonazos. El 7 de noviembre de 1823, Rafael del Riego Núñez era ejecutado por alta traición en la plaza de la Cebada de Madrid. Los mismos madrileños que lo habían aclamado con tanto entusiasmo lo insultaban entonces. La historia triste y repetida de otros grandes de la Historia como el propio Jesús de Nazaret desde el ínterin de su llegada triunfal a Jerusalén y su soledad en la Cruz una semana más tarde; o la Mariana Pineda víctima también de la soberbia de nuestro peor monarca, abandonada al garrote vil de la Granada que la vio nacer y morir. Dicen que tras conocer la sentencia de muerte establecida por Fernando VII, en 1831, Mariana sentenció: “El recuerdo de mi suplicio hará más por nuestra causa que todas las banderas del mundo”. De Riego no se recuerda que dijera nada, pero su silencio fue igual de elocuente.


  • Este reportaje histórico aparece también en el número de diciembre de 2008 de la revista Cuadernos para el diálogo.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Crucifijos y educación


Los crucifijos revolucionan las aulas de vez en cuando, ahora mucho más que lo hacían los preservativos el día del sida o los caramelos el día del cumple de Manolito. Como ya los niños tienen todas esas golosinas al alcance de la mano, lo más revolucionario y polémico, entre algunos papás, es el crucifijo con Jesucristo clavado en él. Unos batallan por que se retire de las aulas mientras otros se empecinan en mantenerlos, como si la cruzada educativa dependiera aún de Santiago Matamoros o de algún otro héroe tan anacrónico como insustancial. Para la inmensa mayoría de los niños y los papás, el crucifijo o la ausencia del mismo en las aulas pasan desapercibidos, pues los unos atienden más al del rosario que llevan como collar por puro borreguismo kitsch y los otros soportan ya su cruz de cada día y no quieren ocuparse de otras que no sean las de la quiniela.


El caso es que Fernando Pastor, portavoz de la Asociación Escuela Laica, ha iniciado un rifirrafe judicial con el colegio público vallisoletano en el que estudia su hija porque las clases del centro están presididas por un crucifijo cristiano y ahora le están llegando todos los palos de la intolerancia cerril. Tras haber ganado el primer partido con una sentencia que le da la razón, los otros padres, el propio colegio y hasta el Gobierno de Castilla y León le han declarado una guerra total que ha empezado por insultarlo a él y a su niña y por barruntar un recurso. Ahora él se ha erigido en David asombrado frente a un Goliat colectivo, conservador y con más ganas de gresca, con lo que Pastor está pagando ya la sanción por el mayor atropello que puede cometerse en este país: levantar la mano para opinar libremente. Es cierto que nuestra Constitución, que ahora cumple 30 años, nos garantiza vivir en una España aconfesional y también es cierto que la presencia de símbolos religiosos ha originado más de una bronca socioeducativa en los últimos años, no sólo en nuestro país sino en algunos otros, vecinos y democráticos. Pero lo más cierto de todo es que una cosa es la teoría y otra la práctica y que, en este país, topar con la Iglesia Católica sigue siendo pecado capital. Aunque la Iglesia como institución es la primera que cacarea contra la ostentación de otros signos culturales y religiosos, habida cuenta de los nuevos colores y formas que trae consigo la inmigración, no soporta que se le prive de los antiguos privilegios que el Antiguo Régimen del Nacionalcatolicismo le dispensaba gustosamente. Uno de ellos es el omnipresente crucifijo, por encima del encerado y del profesor, y otro es la clase de religión católica, impartida no como una cosmovisión histórica, cultural y enriquecedora en un panorama globalizado y diversificado, nutrido por otras miradas, sino como pura catequesis con ínfulas de generalización, de modo que muchos obreros de la causa miran mal a quien no comulga con su credo, como si de un ser malévolo se tratara. Si surge de entre la masa alguien dispuesto a recordarle que la religión católica es mayoritaria en España pero ni exclusiva ni obligatoria ni mucho menos privilegiada, los adalides del conservadurismo enseñan raudos sus uñas más feroces contra el sentido crítico. De ahí su aversión a la inocua asignatura de Educación para la Ciudadanía, por ejemplo, pues se trata de una materia integradora y de un relativismo tal que enseguida es interpretado como laxo y peligroso.


El problema de la educación en España empieza por la letra misma, que falla en forma y en fondo, continúa por la palabra, desajustada entre los lenguajes y el pensamiento; por los números, abandonados a la vil dictadura de las tecnologías que favorecen alumnos sin capacidad de cálculo; y finaliza por la falta de sentido crítico en una juventud acomodada que hace manifestación como también hace botellón y picnic. Pero muy pocos, ni siquiera la Administración, se quieren dar cuenta de este verdadero cáncer que adopta careta en forma de cruzada antigua. El ser humano es un ser simbólico, pero demasiadas veces los símbolos sirven para hacer ruido y no para simbolizar el progreso humano.

lunes, 1 de diciembre de 2008

El último viaje de Carmen de Santacruz

Mucho antes de adoptar la rimbombante etiqueta de Carmen de Santacruz, esta anciana de 83 años llegó al mundo con el nombre sonoro y perfumado de Carmen Rosa Murube. Nació en Los Palacios y Villafranca (Sevilla), en el seno de la familia de los Murube, que por entonces quemaba los últimos cartuchos de su celebridad cortijera con el aroma solo de su apellido. En 1926, ser hija natural de una viuda se pagaba caro. Pero Carmen Rosa emprendió rápidamente el vuelo para viajar por los escenarios de todo el mundo. Ahora quiere volver para morir.

La próxima edición del festival flamenco de La Mistela que se celebra en su pueblo natal planea rendirle homenaje. El Ayuntamiento intenta traer a la anciana Carmen Rosa, que vive desde hace años en Madrid, para que protagonice una de las veladas flamencas, tal vez la primera, en la que se proyectará el documental sobre su vida elaborado por su propio hijo, de nombre griego y apellido palaciego: Dimitri Murube. El documental narra la vida y hazañas de una mujer que empezó siendo hija natural de una viuda en un pueblecito que orillaba las marismas del Guadalquivir, que partió hacia Sevilla con su madre clandestina, que aprendió el baile clásico en tres meses y que con 14 años debutó como bailarina solista en el Alcázar sevillano en el marco de un homenaje realizado al yerno de Mussolini. A partir de entonces, la niña se convertiría en Carmen de Santa Cruz. “Mi familia no permitió que yo me pusiese mi auténtico apellido, porque entonces tener una artista en la familia era un deshonor”, recuerda ahora esta reina de la danza española que fue embajadora nacional durante la época franquista por más de media Europa, América y hasta Oriente Medio, y cuyo nombre ahora no dice nada en España. “Después de 40 años, he vuelto a abrir mis baúles”, dice, y añade: “Yo había enterrado el baile como si fuera un muerto muy querido, pero muerto”.

La apertura del baúl de los recuerdos ha sido filmada por su hijo y en el documental resultante, de título Azuquíbiri. Las castañuelas de la libertad, puede contemplarse a una lozana bailarina que comparte cartel y escenario con una desconocida Lola Flores, que protagoniza el ballet de películas con Imperio Argentina, como en Goyescas (de Benito Perojo en 1942), con Estrellita Castro, como en La Patria Chica (de Fernando Delgado en 1943), o con otras muchas estrellas del panorama cinematográfico italiano, como ocurre en Balocchi e Profumi, de Natale Montillo en 1953, y que a la vuelta de muy pocos años se convierte no sólo en compañera de artistas como Vicente Escudero o Gila, sino en una figura imprescindible del music hall europeo, presentándose en locales míticos como el Open Gate romano, el Moulin Rouge parisino o el teatro Chatelet.
En el otoño de la década de los sesenta, Carmen de Santacruz, cada vez más Carmen Rosa de nuevo, llega a Estados Unidos para, retirada del espectáculo, dedicarle más tiempo a su hijo. Ahora recuerda aquel prodigio que la había marcado desde el embarazo de su propia madre, viuda, que para la época era igual de grave que ser soltera y con barriga: “El médico me dijo que estaba embarazada, y yo le contesté que era imposible, que sólo era una bailarina. Entonces él me cortó: ‘Pero también es usted una mujer”.

Aquel hijo surgido del vendaval mítico de su trayectoria, Dimitri, es el que ahora también ha contactado con Los Palacios y Villafranca, su primera raíz, para comprar un nicho en el cementerio en que descansará su madre cuando le llegue la hora del viaje definitivo.
  • Este reportaje, resumido, lo publico también en El Correo de Andalucía (1/12/2008).

jueves, 20 de noviembre de 2008

Hannah y su corazón con freno y marcha atrás

Cuando vivir cuesta mucho más que morir, el amor de nuestros semejantes debería empujarnos a lo último que se pierde, a esa esperanza que hoy parece ser lo último que se cumple, como un valor anacrónico e inservible, como un estorbo en la carrera hacia el triunfo macabro del acabóse. No es razonable ni deseable ni lógico que la voluntad –más bien la falta de voluntad- de una niña cansada de vivir por el calvario de una vida sufrida se imponga incluso a las fuerzas imparables de unos padres y de toda una sociedad que está viva. Hannah Jones, la chica británica de 13 años que prefiere terminar definitivamente con su vida antes de probar con otro corazón trasplantado, ha vuelto a colocar en el tapete de la dolorosa actualidad el debate del llamado suicidio asistido, la eutanasia activa y otros horrores del game over vital.

El debate, en última instancia y como ocurre con los terceros en el caso de la pena de muerte, es si estamos legitimados para acabar con la vida de otros o incluso la propia. Y en este último supuesto, que parecería más aceptable, si está bien que los demás nos ayuden a dar ese salto. En rigor, hablamos de un delicado supuesto ético, pues más allá de los posicionamientos religiosos queda aún la dignidad humana, a merced de lo que en cada tiempo se considera un avance de la civilización.

¿Es realmente un avance de la civilización este suicidio asistido que defiende nuestro ministro Bernat Soria o esta aparente resignación que muestran los padres de la chica británica, Andrew y Kirsty Hannah Jones, ante la tajante decisión de la niña? Yo no estoy seguro, pues en nuestro sistema de valores se han entendido los saltos cualitativos de la civilización como las garantías de protección de los más débiles, desde los bíblicos huérfanos y viudas hasta los animales, pasando, evidentemente, por los menores y los enfermos. En el caso de Hannah nos encontramos precisamente con una menor enferma, lo que la sitúa en una posición personal doblemente susceptible de ser protegida. Y ello no me parece que consista en respetar su voluntad, como defienden sus padres y quienes apoyan sus ganas de tirar la toalla, pues su voluntad no puede estar en ningún caso liberada de su íntima subjetividad que arroja una mirada a través de un prisma doblemente desventajoso: es una menor de 13 años y padece una extraña forma de leucemia. En tal situación, por mucho que digan los psicólogos que han considerado su madurez, no podemos hablar de una decisión adulta y libre. ¿Por qué sus decisiones, entonces, no cuentan en otros órdenes de la vida? Si es adulta, debería serlo a todos los efectos y no solamente para decidir que ya no puede más. Este extremo es de suponer, después de toda una infancia luchando por su vida. Pero los demás, que no están enfermos ni son menores, deberían inculcarle hasta el último de los extremos la grandeza de la supervivencia aupada constantemente sobre la luz chiquita que nos conduce siempre hacia mañana, como un bucle de esperanza inexorable. Si los médicos han encontrado un atisbo de posibilidad salvadora en una operación de trasplante de corazón, no van a sugerirlo caprichosamente, sino porque están en su obligación moral de agotar todos los recursos que estén en sus manos.

Lo que pone de los nervios en esta historia humana, demasiado humana, no es precisamente la resignación a morir de la niña, sino el asentimiento de los adultos que la rodean, convertidos ya a esa nueva versión antiheroica del protagonista que triunfa finalmente si consigue morir pese a las trabas de la vida. Tal vez Ramón Sampedro no hiciera este análisis de su hazaña, pero la versión cinematográfica de Alejandro Amenábar se encargó de construirla. Y ese retorcido happy end sigue calando en la pusilanimidad de mucha gente. Sampedro al menos era un adulto, pero Hannah es una niña con toda una aventura por delante, la que le puede deparar un nuevo corazón que la está esperando, aunque ella no cuente con cirineos que le ayuden en el camino hacia una posible resurrección. La resignación desde el sofá de casa es hoy la podredumbre para todos nuestros niños.

  • Este artículo lo publico también en el número 1.930 del semanario Cambio16.

sábado, 15 de noviembre de 2008

El que ríe el último


Llegó el día señalaíto. Y Zapatero consiguió, tras el pataleo político internacional que ha protagonizado en las últimas semanas, su sillín en la Casa Blanca, para cenar con los grandes y decir su cosa de España. Viéndolo ahí, en esa foto que Asociated Press ha distribuido por los periódicos, parece que el que está en un aprieto es Bush, el anfitrión de hierro que no quería ni mirarlo a la cara por el desaire de Irak, y no él, que tiene facilidad para colocarse a su antojo esa sonrisa a medio camino entre la Máscara y Krasty el Payaso.

A Bush se le ve tensamente irritadillo, con la boca semiabierta como válvula de escape de todo lo que no puede articular con palabras, no sea que se la vuelva a cargar a un mes de su adiós definitivo. Así callado está mucho mejor. Da perfectamente el pego de mandatario de altura.

A Zapatero, por su parte, se le ve entrenado para el momento. Seguramente lo ha ensayado, aunque sea mentalmente. Y en ese instante repite lo que ya vio en su imaginación. La sonrisa exagerada le sirve para tensar los músculos de la cara, que son también de alguna forma los músculos del cerebro, en alerta. Su puño izquierdo cerrado, sin fuerza apenas y tímido tras su cuerpo, equilibra las fuerzas cósmicas del instante entre lo que siente y lo que tiene que aparentar.

Las manos estrechadas de ambos son un signo literal del numerito: más grande la de Bush, sirviendo de base anfitriona a la más pequeña de Zapatero, que se deja abrazar por la del yanqui.

Es la primera vez que Zapatero, que sacó las tropas de Irak y quedó fatal con la Casa Blanca, visita a Bush en su palacete. Y la última, pues George W. hará sus maletas nada más amanecer 2009. Zapatero, con crisis y levante, sigue en pie, como la mimbre, mecida por los huracanes y sin dejar de sonreír.

martes, 11 de noviembre de 2008

La letra pequeña del Cante


La casa Signatura Ediciones ha apostado en la última entrega de su colección Signatura de Flamenco por una recopilación de las letras flamencas del escritor sevillano nacido en Carmona José Luis Rodríguez Ojeda, veterano compositor de letras para el compás de los cabales. Se trata de un libro de 100 páginas cuyo continente se antoja tan denso como su contenido, dividido en palos del flamenco que van desde los que producen los sonidos negros que santificó Lorca –seguiriyas- hasta los llamados de ida y vuelta –guajiras, milongas y colombianas- pasando por todo un abanico de estilos flamenquísimos desde la vena culta y oculta de la escritura –alegrías, tangos, bulerías, fandangos e incluso nanas y saetas.

“Gustarme me gusta poco / este camino que llevo / pero ya no tengo otro”, reza Rodríguez Ojeda a compás por soleá al abrir el libro. Se trata de la misma estrofa con la que abre su Canción del camino, un poemario publicado en 2003, y que sintetiza a la perfección el perfil senequista, decadentista y exacto de la poesía de este autor, ganador, entre otros muchos galardones, del Premio de Letras Flamencas en la primera Bienal de Arte Flamenco de Sevilla, del Premio Nacional de Letras Mineras de La Unión (Murcia) e incluso del accésit del Luis Cernuda. Este último galardón se lo dieron en 2003 por un poemario que publica la editorial El Desembarco, la del notario de mi pueblo, bajo el título becqueriano Por una mirada. Poesía honda heredera de Gustavo Adolfo.

Mis letras para el Cante, que es el título del libro, recoge toda la sabiduría de quien, siendo también profesor de Literatura, ajusta sus metros al sentimiento del pueblo para decir por malagueñas: “En el queré que se sueña / no hay sueño sino desvelo, / como por ti, malagueña / desvelo tiene mi cuerpo / y el sueño nunca lo encuentra”; o para marcarse a compás de soleá por bulería un pensamiento extendido no sólo por todo el libro sino por toda su producción poética: “Cuántas palabritas saben… / Muchos son los que aconsejan. / Como dineros no valen, / consejos los da cualquiera. / Nadie venga a aconsejarme, / que ni lo intente siquiera; / que yo no le cuento a nadie / mis alegrías o penas”.

Las letras toman forma en estrofas y fondo en historias que maman directamente de los rincones flamencos de toda Andalucía y del Levante. Así, desde los tangos del Piyayo hasta los aires de rondeña que dedica a su paisano Miguel Vargas; desde los fandangos de Huelva hasta las cantiñas de La Isla. En las colombinas, aúna los corazones de ambos lados del Océano: “Verdes ramas de olivares / y rubias cañas de azúcar / se van cruzando en el aire, como orillas que se buscan; pa que se abracen sus mares / desde La Habana a Sanlúcar”.

Se trata de las letras a las que han puesto voz cantaores de la consagrada talla de Calixto Sánchez, Curro Malena, El Chozas o Manuel de Paula, además de otros de nueva savia como Rubito Hijo o Laura Vital. El sabio José María Velázquez-Gaztelu, que escribe el prólogo, afirma sin temblor: “Agua fresca, renovadora y clara es la poesía para ser cantada de José Luis Rodríguez Ojeda, buscando siempre el prodigio de encerrar en tres o cuatro versos –como un haiku de Matswo Basho- la sutileza que condense el vivir del mundo en una gota de sabiduría”.

domingo, 9 de noviembre de 2008

La perra resucitada


La historia, totalmente real, podría titularse la perra carne de camión (de la basura) y Candi la samaritana. Pero tal vez no se entendería. Esta perra de la foto, de raza boxer, estuvo hace una semana a punto de ser triturada en el interior de un camión de la limpieza de mi pueblo. Sus ladridos desde dentro de un contenedor de basuras, adonde algún desalmado la había arrojado, alertaron a una vecina y ésta alertó a Candi Valera, la presidenta de la asociación El Buen Amigo, encargada de las causas imposibles de los perros y otros animales desgraciados. Candi se plantó frente al contenedor, ya de noche, sacó a la perra y la llevó a su casa, tan sólo minutos antes de que pasara el camión devorador, que ya saben cómo se las gasta en el interior de su voraz y metálico estómago. Al día siguiente la llevó al refugio canino, donde más de 200 perros esperan ladrando que alguien se compadezca de ellos.

El pasado mes de agosto, con motivo de nuestra crítica al concurso de tiro de piedra con mulos, rozamos con nuestro sarcasmo a la asociación El Buen Amigo por no impedirlo, pero Candi y los suyos nos han puesto sobre la pista de siempre. No es que no hagan nada, sino que lo hacen con tanto disimulo y discreción que no se nota. Sin embargo, sí le han dicho a los responsables políticos del Ayuntamiento que el concurso de los palos a los mulos es una barbaridad y una canallada. Se lo han dicho a la cara, pero no pueden repetirlo muy a menudo por la pragmática razón de siempre.

Así que desde aquí aplaudimos la labor de esta asociación que tanto lucha por la dignidad animal, que es también una forma de luchar por la dignidad humana, pues el maltrato de aquellos nos animaliza a todos.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El referéndum de Rouco


Tal vez le guste la palabra, en latín, pero dudo mucho de que el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, le tenga especial aprecio a su significado. Después de una guerra abierta a la ley de matrimonio homosexual en España, desde que se aprobó hace tres años, ahora se descuelga el mandamás de la Iglesia en nuestro país con que tendría que haberse hecho un referéndum para conocer la opinión de la ciudadanía. Es para descojonarse o para ponerse serio como una alpargata y reflexionar.

La declaración de Rouco se derrumba por su propia inconsistencia irrisoria y ridícula. ¿Es que si un referéndum hubiera revelado que la mayoría de los españoles están de acuerdo con que los homosexuales se casen -como ya demuestran las encuestas- la Iglesia hubiera transigido? Está claro que no, pero en el supuesto de que la respuesta fuera sí, su propia negativa a la ley se tambalea, pues se demostraría en ese caso que la Verdad (única) que defiende no se ajusta a ningún conocimiento revelado por la Providencia sino a una pura cuestión de mayorías. La Iglesia hablando de democracia. Una institución jerárquica y por derecho divino viene ahora a proclamar que la ley de Zapatero ha sido una imposición gubernamental y a reclamar un referéndum entre todos los españoles. Repito que es para descojonarse o para ponerse serio como una alpargata.

El obispo de Madrid ha dicho lo que ha dicho contagiado por el referéndum que se ha celebrado en California a tal efecto, pero ha metido la pata, pues en el estado del Oeste americano no ha sido la Iglesia precisamente la que ha propiciado el referéndum. Allí la Iglesia se dedica a otras cosas. Y aquí, después de machacar el derecho de los homosexuales a convivir legalmente, viene a dar lecciones de democracia, después de seguir triturando la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Está claro que a Rouco no le gusta el pasaje evangélico en el que Jesús le espeta a los judíos: "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". Pero el Evangelio no está para ser descuartizado, a gusto del consumidor. ¿O también vamos a someter la Palabra de Dios a referéndum?

  • Extracto del artículo que, con el mismo título, publico también en el número 1.929 del semanario Cambio16

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El presidente Obama


Lo decían las encuestas, pero como fallan más que el caballo del malo, ni Barak Obama se lo ha creído hasta hace un rato, cuando ha visto que casi doblaba en votos a su adversario, el republicano McCain.

Tras patearse un país de casi 400 millones de personas de todos los colores, desde los tiempos remotos de su Chicago adolescente, Obama ha conseguido ser el primer presidente negro de EEUU. Ahora empiezan los matices; no es negro del todo. No, chocolate con leche. Es posible que mañana, o dentro de un par de años, se le aclare aún más la piel. Pero el caso es que un negro preside ahora el país más poderoso de la Tierra, y no porque sea negro, sino porque se llama Obama, porque ha construido una marca personal que todos se pelean por colgarse en la solapa y porque sus adversarios (me refiero también al tito Bush) la han cagado tanto, tanto, que lo han erigido como única alternativa.

Al hilo de las críticas al racismo estadounidense, ese país multicolor, uno podría plantearse cuándo en España vamos a tener un presidente moro o chino o rumano. Algunos se echan a temblar de sólo pensarlo, pero todo llegará. Y será presidente de todos los españoles, incluso de los que se llenan la boca con la palabra patria y sus derivados.

En cualquier caso, el nuevo presidente norteamericano es un melón por abrir. No va a acabar con el hambre, la estupidez ni la crisis. Aunque ya ha insuflado un soplo de esperanza, que no es poco en los tiempos que corren. Ojalá que el predicado cambio sea para mejor y Obama no se convierta en el presidente que más defraude en la historia. Las expectativas están ya creadas. Ahora le toca a él. Tiene gracia que, en rigor, todavía no haya empezado.

martes, 4 de noviembre de 2008

El color de la Historia


Es la viñeta de Andrés Rábago (El Roto) para el día D. Bendita premonición.

domingo, 2 de noviembre de 2008

25 caballos, a las Marismas del Cielo


Recibieron tantos palos, tantas patadas y tal ajetreo en días enteros por las arenas y sin comer, que se han ido derechitos al Cielo, o a algún cementerio de cadáveres, quién sabe. El caso es que 25 equinos -21 caballos y 4 mulas- cayeron reventados en El Rocío la pasada primavera.

Lo ha contabilizado y denunciado la Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales (Asanda). Según la Consejería de Gobernación, 21 murieron en la propia Aldea, uno en el poblado de La Plancha, otro en el Palacio de las Marismillas, otro en el Cerro del Trigo y otro más en el casco urbano de Almonte. Es el reguero de muerte que dejan los señoritos por las arenas. Esta vez han sido cuatro más que el año pasado.

Tal vez en la próxima cita para ver a la Señora, habría que colocar por los senderos carteles con el lema "Él nunca lo haría", como los que sacaron para concienciar por los perros abandonados en las carreteras.

Otra cosa es que sean eficientes, pues los señoritos jinetes andan muy ajetreados con su fe y su afán por ver a la Virgen del Rocío, que es el desvelo de todas sus horas. Estos caballos muertos son víctimas colaterales, barridas el lunes por la mañana.

Un portavoz de Asanda ha calificado el asunto de "auténtica barbaridad", al señalar que "ninguno muere por viejo". Me imagino a los señoritos rocieros que cometen tales atrocidades riéndose de tanta solidaridad animal. Los que hacen esto no son señoritos, sino gentuza literal, basura con chaquetilla corta. O tal vez sin ella, sin chaqueta, sin medalla, sin conciencia.

Esto también es terrorismo, derivaciones del terror.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Regio anacronismo


Doña Sofía la ha liado. Y la Casa Real no sabe cómo salir del charco, una casa que nunca se encharca porque casi nunca se moja, acostumbrados como están sus regios inquilinos a lo políticamente correcto, que es el puñado de frases que sirven para todo aunque no signifiquen nada.

La cita del libro de conversaciones que firma la periodista Pilar Urbano con la reina española es, según he oído: "Los gays se pueden casar, pero que a eso no lo llamen matrimonio". Y la frase ha suscitado dos (o tres) polémicas insostenibles, tanto de ida como de vuelta:

La de ida.
¿Cómo puede alegar la Casa Real en defensa de la reina que aquellas declaraciones se hicieron en el "ámbito privado" si desde el principio sabían todos que aquellas conversaciones iban destinadas a un libro que se publicaría con todo el boato de una portada con la cara de su majestad? ¿Y quién se va a creer que la periodista ha sido "inexacta" en la trascripción de la declaración? La historia me recuerda, irritantemente, a otros casos en los que yo mismo he tenido broncas con personajes públicos tras haber publicado declaraciones suyas y luego recibir el comentario de que hicieron las declaraciones en el ámbito privado. Me revienta tal afirmación. Una maestra de mi hermana tenía un dardo perfecto para estos casos: "¿Usted cuándo ha comido en mi mesa?", con lo que quería poner de manifiesto que esa "privacidad" se la tomará una de las partes por su propia cuenta. Si yo voy a entrevistar a alguien, no lo hago en el ámbito de la prividad, sino en el ámbito preciso de mi pública profesionalidad. Es lo que ha hecho Pilar Urbano. Es de cajón.

La de vuelta.
La polémica ha sido suscitada por la segunda parte de la frase, no por la primera, que sería lo lógico. Lo noticioso es siempre lo asombroso, no lo previsible. Por lo tanto, creo mucho más asombroso que una reina por la gracia de Dios -recuérdese el anacronismo de una institución como la monarquía, de carácter hereditario y gracioso- diga que "los gays se pueden casar" a que diga que "esa unión no es un matrimonio". Sintácticamente, estamos ante una oración compuesta por dos proposiciones adversativas. Y perdonen el tecnicismo, pero es preciso aclarar técnicamente. La reina dice que los homosexuales se pueden casar. Pero también dice que esa unión no es "matrimonio". Bien, ¿qué es más asombroso? Yo creo que, a todas luces, lo primero, pues estamos ante la primera declaración institucional de nuestra Casa Real de que el matrimonio homosexual es lícito. Luego, está la segunda parte, muchísimo más previsible y de carácter léxico, en la más literal de las interpretaciones. La unión de dos personas del mismo sexo no puede ser matri-monio por la sencilla razón de que no hay "mater", o sea, madre, que es de donde procede la palabra latina. Yo mismo, que no me he alineado para nada con las posturas conservadoras desde que surgió la ley de matrimonio homosexual, he matizado siempre que estas uniones deberían tener otro nombre, pero simplemente por cuestión lingüística, no por utilizar la lengua como tapadera para la homofobia, como hacen los que ya sabemos.

Al margen de todo, que a finales de 2008 se forme una pelotera nacional porque una reina diga tal frase me parece ridículo por dos motivos: el primero, que sus declaraciones no son vinculantes, o sea, que nos traen al fresco. El segundo, que su propia condición profesional es ya anacrónica en una sociedad como la que vivimos; se trata de un papel simbólico que se extinguirá -espero- a la misma velocidad -lenta, supongo- que se diluirá nuestro agradecimiento como país a su marido, el Rey, por habernos sacado elegantemente del pozo del franquismo.

Lo demás, es papel cuché y palabrería, antónimos de papel real y palabra.


  • Extracto del artículo que, con otro título, publico también en el número 1.928 del semanario Cambio16.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Citizenship





La celebérrima asignatura Educación para la ciudadanía, que ha logrado desbancar a todas las demás áreas del conocimiento que se suponen protagonistas de los pupitres a diario, ha terminado por demostrar, con su esperpéntica aplicación en la Comunidad Valenciana, que es, en rigor, un documento más político que académico y que avala tanto el ínfimo nivel ciudadano alcanzado en los albores del siglo XXI como el altísimo grado de antiglobalización deseado por quienes no quieren vivir en una sociedad democrática e igualitaria, pues ello supondría el fin de sus costosos privilegios y sus trabajadas diferencias.

Es un hecho contrastable y contrastado que los sectores que se han opuesto a esta asignatura impulsada por los socialistas son los mismos conservadores que rehúyen siempre cualquier innovación que pueda hacer tambalear su sistema de valores, aun cuando éste se sostenga sobre una epistemología hipócrita de orden injusto. Me refiero, ya lo saben, al Partido Popular, la Iglesia Católica y los medios de comunicación e instituciones que les hacen de satélites perpetuos. De entrada, no. Y de salida, vale pero que se imparta en inglés, para que nadie se entere. Pura canallada. Se salvan inteligentemente los colegios católicos que han sabido retocar y adaptar el currículo de la materia a sus intereses particulares, lo cual no es ninguna proeza si se tiene en cuenta que los aspectos polémicos –susceptibles de debate moral- como la homosexualidad o el aborto no representan ni un 1% del contenido de la asignatura. El resto del currículo, tanto en Primaria como en Secundaria, gira en torno a valores que se suponen aceptados por todos, tanto por la izquierda como por la derecha, incluidas todas las posturas ideológicas intermedias. A la vista del circo montado, la suposición es una falacia.

El temario de Educación para la ciudadanía incluye, en Primaria, conceptos que giran en torno a los individuos y a sus relaciones interpersonales y sociales, como el respeto al otro, la igualdad entre hombres y mujeres y las responsabilidades; la vida en comunidad, con valores cívicos como la tolerancia, la solidaridad, la justicia, la ayuda mutua o la cooperación, así como identificar y rechazar las situaciones de marginación y discriminación; vivir en sociedad, con aterrizajes específicos en ideas como la de la convivencia o la de los servicios públicos. En Secundaria, los libros de texto de la polémica asignatura ofrecen una aproximación respetuosa a la diversidad, con temas como el diálogo y el debate, las relaciones humanas desde el respeto, la participación representativa desde el propio centro escolar o la interdependencia y los conflictos en el mundo actual.

Quién puede oponerse a que sus hijos estudien este temario. Mi madre, que no conocía los latinismos civis o civicus pero que había mamado profundamente sus significados, se llevó toda mi infancia quejándose de que en la escuela nos enseñaran sólo a leer, escribir y a hacer cuentas pero no a comportarnos como personas. Ahora que la escuela emprende el proyecto de apoyar a los padres en la difícil tarea de la educación verdadera, se encuentra con la frontal oposición de los padres que tienen tatas para ello. Esos padres ya saben la educación que quieren para sus hijos: yo soy tu papá, ésta es tu mamá y ésta es tu tata, tres personas distintas y un solo valor verdadero: el dinero, aunque la consigna siempre sea tácita y nunca expresa. Por encima de todo, la hipocresía, otra base socializadora y estructural de imprescindible aplicación.

Si uno se detiene a calibrar cada lección de la asignatura, apreciará el mismo peligro que sus opositores: ¿Cómo van a aceptar unos padres como Dios manda que el maestro enseñe a su hijito la igualdad entre hombre y mujer si en casa mamá es la señora y papá el alto ejecutivo y todo el mundo sabe, además, que mamá salió de una costilla de papá?; ¿Y cómo van a consentir unos padres de orden que el profesor enseñe a su hijito un valor tan peligroso como el de la tolerancia si ya sabemos que en este mundo y con este gobierno hay tantas cosas intolerables?; ¿Y cómo van a transigir unos padres en condiciones que a sus hijos les hablen en clase de convivencia y servicios públicos cuando en casa les advierten a diario contra el vecino moro o latino y ellos, gracias a Dios, van al cole y al doctor de pago? Por la Santísima Virgen, qué cosas plantea esta loca asignatura.

Ese sentimiento de solidaridad con los sufridos padres ha debido de emanar del corazón institucional de la Generalitat Valenciana, que ha decidido impartir la asignatura no en el español de todos los españoles ni en el valencià de todos los valencianos, sino en inglés, el idioma internacional que nuestros chicos no aprenden a menos que se les pueda pagar unas larguísimas vacaciones en el extranjero. Unos lo aprenderán porque sus papás pueden. Los otros –la mayoría-, que ya odian la asignatura del English, terminarán por odiar también la del Citizenship, ese coñazo con traductor. De eso se trata.

Y eso se llama irresponsabilidad institucional y educadora. Al gobierno valenciano, del PP, no le importa que por una de sus batallas políticas contra Zapatero, miles de alumnos de su comunidad autónoma terminen por tomarle asco a dos asignaturas imprescindibles con la misma broma, la de impartir en un idioma extranjero una materia que desprecian por no creer en la globalización democratizadora. Tarde o temprano, lo pagarán. En cualquier idioma.
  • Este artículo lo publico también en el número 1.927 del semanario Cambio16.

sábado, 18 de octubre de 2008

Jorge Manrique nos mintió

Las Coplas a la muerte de su padre se han hecho célebres porque resumían magistralmente el sentir de los nobles de su época y la cosmivisión medieval, pero Manrique y los suyos no murieron nunca del todo. No hay más que abrir un libro de texto o una antología de la poesía culta del siglo XV. Otros muertos sí se murieron para siempre, como casi todos los muertos de la tierra. El fascismo que nos infectó a todos en esta España nuestra durante medio siglo XX nos quiso hacer creer que unos y otros eran como perros y gatos y que la cosa terminó como el rosario de la aurora. Luego, todavía hoy, muchos insisten en que es un tema para olvidar. Pero no es así. Olvida sólo quien puede. Luis García Montero reflexiona de la siguiente guisa, muy didáctico el hombre, para quien no se entere o no se haya querido enterar todavía:
"No es verdad que la muerte lo iguale todo, ni que la violencia se pueda repartir por igual entre los dos bandos de la guerra civil. El Gobierno republicano nunca ordenó perseguir a un sacerdote por sus creencias religiosas. Los representantes de la Iglesia fueron víctimas de personas o grupos que actuaron en una situación descontrolada por culpa de un golpe de Estado y de un enfrentamiento bélico. Los generales golpistas, sin embargo, utilizaron el terror de forma premeditada para imponer su Régimen y ordenaron la ejecución de miles de ciudadanos, víctimas de la impunidad de los amaneceres o de unos juicios caracterizados por la mentira y por la falta de garantías. Tuvieron la desgracia de vivir un tiempo que declaró en rebeldía a los individuos partidarios de respetar las leyes. Después sufrieron el silencio y la humillación. Los familiares de los vencidos debieron someterse a un Estado que mantuvo la crueldad más allá de cualquier frontera inimaginable. Las víctimas de la paz negra del franquismo duelen más que los muertos de la guerra. Mientras se celebraban funerales y homenajes en recuerdo de los mártires golpistas, se cubrió de olvido y de terror la memoria de los demócratas".

jueves, 16 de octubre de 2008

El barco de la muerte

Cuando un servidor contaba tres añitos y pululaba por la primera guardería del barrio, lloraba como un condenado por nostalgia inmediata de su mamá. Más de una vez, una niña algo mayor que yo y sobre todo mucho más espabilada llegó a abrirme la cancela de aquel garaje más apañado para la industria que para la puericultura, pero yo no me atreví nunca a salir corriendo de allí, tal vez porque ya entonces tenía la madurez suficiente para calibrar las consecuencias de mi fuga. La niña me veía llorar, me miraba con cara de pícara justina y abría de un cerrojazo, esperando morbosamente a que yo saliera. Pero entonces yo dejaba de llorar.

El episodio no se me ha olvidado en la vida. Y me acuerdo de él cada vez que contemplo un esquema psicosocial parecido por el que alguien invita a un infeliz a escapar abrupta e incluso ilegalmente de su infelicidad, como si la fuga de este páramo existencial condujera irremisiblemente al paraíso garantizado. Ya sabemos que no, pero la historia se repite a menudo. La he percibido claramente al entararme de que un barco abortista ha atracado, con polémica, en Valencia. Se trata de un barquito de 15 metros de eslora que pertenece a una ONG (?), según se autocalifican sus patrones, llamada Women on waves, que significa "Mujeres sobre las olas" y que se dedica a facilitar abortos farmacológicos (mediante pastillas) de puerto en puerto, como el marinero novelesco del Tatuaje de doña Concha Piquer, que vino en un barco de nombre extranjero... Este barquito holandés llega con sus píldoras abortivas para matar a quien ofrezca su premamá. Si ésta no puede quitarse al feto de encima porque las leyes se lo impiden, se esperanza en la llegada del barquito, un héroe sobre las olas que arriba a la costa y hace posibles los sueños carniceros de algunas mujeres que demandan poca sangre y mucha elegancia farmacéutica. Una pastillita y a mirar el ocaso.

Después de haber hecho un crucero mortífero por los litorales de varios países, algunos colectivos españoles le han dado la bienvenida, como los aldeanos decimonónicos celebraban la llegada de ciertos bandoleros cuando el poder establecido era tan adverso. Otros colectivos, llamados provida y etiquetados de fachas y derechones, quieren echarlo. Y a uno, que no se considera exactamente de ningún bando político pese a las habladurías que oye por ahí, le provoca náuseas toda esta historia.

Nunca me han gustado las pastillas. Hasta hace poco, las machacaba y me las tomaba con azúcar. Un capricho que mamá me permitía. A otros, por desgracia, no les permitirán ninguno. Ni el caprichito de nacer.

lunes, 13 de octubre de 2008

Definición de la dignidad


Lo ha dicho Manuel Ángel Vázquez Medel, uno de los profesores -catedrático de Literatura y Comunicación- que más entusiasmo por la literatura inyectó en mi persona durante los años de la Facultad, en Sevilla.

"Dignidad es calidad (humana, profesional, etc.), es responsabilidad y decencia, es fidelidad a valores e ideales nobles pero concretos y, para mí, es servicio a los demás. Sobre todo, es mantenerse íntegros e insobornables ante nuestras convicciones más profundas".

La definición, inmejorable, deberíamos llevarla siempre en el bolsillo.

viernes, 10 de octubre de 2008

Jean-Marie Gustave Le Clézio


No lo había oído en mi vida, pero las informaciones que me llegan me invitan a leerlo. El Premio Nobel de Literatura 2008, Jean-Marie Gustave Le Clézio, que al parecer firma siempre con la forma abreviada J.M.G. Le Clézio, es un escritor que se confiesa a secas, sin ligazones a corrientes literarias o clubes artísticos, si bien es una tendencia bastante generalizada entre los profesionales de la pluma considerarse seres al margen de la vida, que pasa lenta ante sus miradas. Tal vez sea un defecto profesional derivado de la condición de dioses creadores de mundos posibles y personajes, pero es así. Lo mismo le ocurría a todos los que hoy incluimos en la llamada Generación del 98, excepto a Azorín, que se inventó la etiqueta. Pío Baroja, que escribía a ratos largos en la panadería que había heredado, renegaba de las generaciones; y don Miguel de Unamuno, que era considerado el maestro de todos, se quedaba un poco perplejo mientras pensaba en la trascendencia del ser humano y quizá en su abundante prole. El caso es que las tendencias, las etiquetas y los cuadros sinópticos les sirven más a los profesores y a los estudiantes que a los que tienen la pasión y el vicio de escribir. Casi toda la palabrería etiquetadora es póstuma.

De Le Clézio, en cualquier caso, como de otros autores galardonados por la Academia sueca en los últimos años, me llama la atención su capacidad de despuntar de la noche a la mañana en nuestro ridículo círculo vital y el etnocentrismo que genera en las gentes, donde me incluyo, claro, al decir de viva voz que a este o a aquel autor no lo conocían en su casa a la hora de comer. Cuando oigo tal cosa (y yo mismo la he dicho alguna vez, que conste), me da una risa empachosa de cansado del catetismo ombliguista. ¡Claro que no lo conocíamos! Cómo pretendemos conocer a los autores de máxima calidad si este mundo saturadísimo nos presenta en primera línea a tanto inútil televisivo y a tanta lagarta mediática. Simplemente, no hay espacios para los otros, que son muchísimos e interesantísimos. Siempre están los mismos dando la lata, incluido el mundo cultural, por supuesto.

Y nosotros, que todavía vivimos anclados en el anacrónico siglo XX, conocemos una nómina de escritores de andar por casa, no la agenda variada que nos sería propia como seres digitalizantes y digitalizados. No culpemos a esos autores y ni siquiera a los suecos que dan el premio, sino a nuestra propia incapacidad de observación y conocimiento en un mundo que cada día se nos escapa más.

El francés Le Clézio, nacido en Niza en 1940, se considera de la isla Mauricio, en pleno Índico, desde donde emigraron su madre y su abuela a una Europa destruida por el odio bélico. Luego, ha viajado por el mundo entero y ha construido un concepto de la extranjería que roza la quintaesencia de la propia humanidad como tal. "La condición de extranjero hoy nos define como humanos, pese a que vivimos en sociedades en las que el hogar, las fronteras y las leyes sociales son importantes", señalaba en una reciente entrevista. "Lo que se llama mundialización", continuaba, "es el invento de un ser humano nuevo que supera las fronteras y se comunica de diversas maneras nuevas. Un extranjero es alguien que puede imaginar los otros mundos y puede trasladarse a otras civilizaciones".

Ya ven, bonita forma de hacer del extranjero un atractivo cosmopolita. Qué diría Albert Camus.

Le Clézio es un extranjero que ha escrito casi 50 novelas porque se desvive por los mundos ajenos. Nosotros, que no lo conocíamos a pesar de estrenarse en 1963 con El atestado y de continuar escribiendo hasta su Ballaciner de hace sólo unos meses, deberíamos hacernos un poco extranjeros también. Soy consciente de que los premios literarios, incluido el Nobel, guardan en sus recámaras intenciones y criterios distintos de los puramente literarios. Y qué. La propia literatura se mueve por más intereses que el de la palabra sola. En nuestro globalizado mundo, que convoca extranjeros a base de tambores mediáticos, un premio de este calibre es una divina excusa para seguir aprendiendo.

jueves, 9 de octubre de 2008

Responsabilidad: de los mandamases a los matasanos

Responsabilidad viene de responsable y éste, a su vez, de responsum, supino de respondere, que en latín significaba responder y en sentido común, dar la cara. Es decir, que quien tiene responsabilidad ha de responder ante sus actos y no esconderse como un cobarde. Cuanta más sea la responsabilidad pública (de la res pública), mayor ha de ser la valentía. Esto, que a ustedes puede producirles un galimatías, no es más que pura teoría, porque los usos y costumbres van por la otra orilla.

Es posible que alguno piense en políticos en general o en particular. Y hace bien, porque en esta tropa puede hacerse una tesis bien ejemplificada de lo que digo, pero hay más tropas. Está también el bando sanitario y las noticias últimas sobre el comercio de enfermedades; laboratorios que crean males y soluciones para que el negocio no decaiga, como de toda la vida el que ha hecho la ley ha hecho también la trampa, o eso decían. Las industrias farmacéuticas se gastan algo más del 25% de sus presupuestos en la promoción de genéricos con nombres que, a veces, incluso se vinculan a determinadas universidades. Esto de la promoción, de la promoción positiva, puede ser ya la peste del nuevo siglo; también el cine se gasta más en promoción de sus películas que en la factura de las mismas y hasta determinadas administraciones (politizadas al máximo, claro) se gastan más en imagen de lo que invierten en la ciudadanía.

Llegará el momento en que la saturación de tanta promoción positiva genere el efecto que los promocionados no hubieran deseado nunca: el rechazo o la sospecha. Ya mi padre decía que lo que anuncian tanto en la tele es lo más malo del género, pues el que pregona mucho vende poco y perro ladrador, poco mordedor. Ya sé que exagero y que mi padre es un bruto, pero no crean que todo el monte es orégano. Llegará el día en que si un alcalde, y es un poné, predica sus virtudes y sus proyectos con una matraca que no admite críticas y sin que nadie le pregunte, uno tenderá a pensar que algo raro le mueve. O que si un laboratorio anuncia a bombo y platillo que tal pastillita es buenísima para algún mal cifrado en deslumbrante tecnicismo, también sospechemos. De momento, parece que el truco funciona, pero hay más días que olla.

A un amigo le duele un pie y un médico de la concertada se empeña, a la primera, en que entre en quirófano, del tirón. Otro lo envía rápidamente a que se haga cinco radiografías. Luego, me entero de que en una conversación telefónica, el primero le dice al segundo: "A finales de mes, quedamos para darnos una fiestecita, que tengo ya concertadas varias operaciones". El segundo le responde: "Acabo de enviar a un chico a tu mujer, para que le haga cinco nada menos. No os quejaréis". Esto no es ciencia ficción. Lo que sí parece mentira es que los mendicamentos cuesten su peso en oro y que haya un mundo (el tercero o el cuarto) al que se le niega sistemáticamente. O pagan o mueren. Y mueren como moscas, por supuesto.


sábado, 4 de octubre de 2008

Chivos, borregos y cabronazos



El caso Mari Luz no sólo ha dado para rellenar informativos, magazines y páginas de periódicos durante años, sino macabras inspiraciones para películas de toda calaña y guión. Tiene gustosos condimentos: una familia gitana, un barrio andaluz y decadente, un pederasta con carita televisiva, una niña muy guapa, un abuelo en su papel, una madre desmayada, un padre guerrillero y un sistema judicial como el de las novelas de corruptela cutre. Por encima de todo, está la tragedia -hay una niña que baila en un vídeo y que sonríe en una foto, pero que no volverá jamás, aunque cueste escribirlo. Y más por encima aún, está el público.


El público, la gente, nosotros, los que vemos pasar el noticiario y nos emocionamos o cabreamos más o menos, necesitamos un culpable de todo esto, un chivo (o chiva) expiatorio que nos sirva en nuestra conciencia colectiva como cremita suavizante. Por eso nuestro sistema de tres poderes ilegalmente interconectados llevan meses intentado satisfacernos. Pero cada vez que van a dar con la tecla meten la pata bien metida.


En el fondo del asunto, el juez Rafael Tirado que debió haber encarcelado al presunto pederasta y asesino Santiago del Valle por abusos a su propia hija, se rebela ahora contra la multa impuesta por el Consejo General del Poder Judicial de 1.502 euros. Tiene gracia el pico de dos euritos. Tirado fue negligente en el incumplimiento de su propia sentencia (dos años y nueve meses de cárcel) y Del Valle se paseó por media España como Pedro por su casa. Pero el juez se defiende como gato panza arriba y dice no tener la culpa de nada. Sus colegas, que sienten la furia popular en sus cogotes con toga y sin ella, han impuesto una cantidad de risa hasta para los mileuristas, pero el juez no puede aceptarla porque sería reconocer su mala diligencia y su miseria al soltar la pasta y correr. Así que tiene que seguir sosteniendo su carita (durita) de no haber roto un plato.


El Gobierno, por otro lado, que no debe inmiscuirse en asuntos judiciales pero estaba deseando poner una vela en el entierro para que el pueblo viera su campechanería de políticos sufridores a pie de calle, ha pedido penas contundentes para el juez Tirado, pero ha sido como tirar chinitas en el lago. De modo que cuando ha tenido la oportunidad de castigar a alguien de su obra, de su Ministerio de Justicia, donde sí pone velas (aunque no dinero ni soluciones), ha ido a por todas. Me refiero, claro está, a la secretaria de Justicia, una funcionaria, para la que el fiscal pedía en todo caso seis meses de suspensión de empleo y sueldo. Al Gobierno, patrón feroz, le ha parecido poco y le ha echado dos años. Con el juez no podremos, porque depende del Poder Judicial, pero con esta secretaria nos vamos a hartar. Para que la gente vea.


Y lo que la gente ve es que la división de poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) está vigente en casos de dar el pego como éste, para aplacar la sed de sangre de tanto borrego suelto, pero no en los casos fundamentales de trascendentes nombramientos. Ahí está el cándido Carlos Dívar presidiendo el Consejo General del Poder Judicial -que ha sido tan benévolo con Tirado- y el Tribunal Supremo, por consenso entre los principales partidos políticos -o más bien entre sus principales líderes. Ahí sí se pacta bajo cuerda y en sumarísimo y sacrosanto secreto.


Comprendemos que a la secretaria le hayan caído dos años de suspensión de empleo y sueldo y al juez tan sólo un pellizquito de su monumental salario porque tienen patrones distintos, y en el segundo caso valen todavía las bulas. Y ya se sabe que hay jefes muy cabrones. Pero es que en este caso el juego del jefe se ha convertido en el juego de Wally, de dónde está Wally, ¿se acuerdan?
  • Con distinto título, este artículo lo publico también en el número 1.925 del semanario Cambio16.



jueves, 2 de octubre de 2008

Qué risa, maría luisa

Un portal de anuncios clasificados en Internet que se llama LoQUo.com ha organizado por los madriles una sesión de risoterapia en la calle, una técnica de relajación y felicidad forzada que venden como antídoto a la generalizada crisis que sufre el ciudadano de a pie y que va in crescendo, según los entendidos más pesimistas o mejor informados. Uno ve las imágenes de la gente riéndose de la hipoteca, de la subida de los precios y de los políticos y siente pena. No la pena negra que poetizó Lorca, sino una pena grisácea de día ramplón y sin festejos a la vista.

Si no puedes con tus problemas, ríete. Tiene gracia, pero una gracia tristona de borracho incompetente. La risoterapia, de la que hacen cursos en mi pueblo y he oído hablar en los últimos tiempos, tiene nombre de ciencia cachonda para tiempos revueltos. Tal vez hemos llegado a la resignación precisa para la rendición. Pese a lo divertido de la medida, uno piensa todavía que la risa no arregla los problemas, y menos estos problemas concretos y monetarios. En todo caso, los amortigua. Pero me imagino la risa desacelerada de los participantes carcajeantes cuando vuelven a casa y se agachan en el zaguán o en el rellano para recoger cartas del banco, de Telefónica, de Endesa, de su queridísima Diputación provincial... ninguna de ellas para regalar un viaje al Caribe, claro. Vivimos tiempos difíciles, tal vez no como los de Dickens, pero que precisan medidas más activas que la risa floja.
Reír por no llorar.

domingo, 28 de septiembre de 2008

El crónico gran hermano


Ni Orson Welles ni George Orwell (cuya combinación nominal parece un trabalenguas o una onomatopeya literaria) imaginaron nunca que el big brother de sus utópicos pensamientos llegaría a infestar la programación televisiva del siglo XXI hasta el punto que ya estamos viendo y sufriendo. Hoy, no existe cadena que se precie que no haga gala de su particular gran hermano. No sólo Telecinco, que se atrevió primero con el título y el formato más descarado y literal, sino todas las demás, especialmente la cadena de Prisa que salió al mercado con todo su boato de letra infantiloide y parrilla intelectualoide. Me refiero a Cuatro, la cadena par (simpar) que va de guay y reproduce, sin embargo, lo peor de las otras. No hay más que sintonizarla para darse uno de bruces con mentecatos mensajes de listillos que predican constantemente las rarezas de nuestra época como paradigmas de estilo de vida. Yo estoy harto, y eso que no veo nada, de los "coach" que teledirigen a un montón de gente, dentro y fuera de la pantalla, sobre la educación de sus hijos o el deporte que han de practicar. Es un coñazo insufrible. Pero la cosa parece que funciona desde el punto de vista de las audiencias, que hoy es lo que importa en este negocio de las pantallas.

Lo último, después de tanto callejero falsamente intrépido y tanto baile de academia donde lo de menos es el baile y lo de más es el moquerío en primer plano, es el programa que se anuncia con el título impactantemente ridículo de "Madres adolescentes". Otro puchero con los mismos ingredientes pero en distinta olla. Lo de siempre. Encerramos a cuatro (o seis) desgraciadas durante unas semanas (o meses), previa selección explosiva de personalidades chispeantemente chocantes, y a grabar, que seguro que surge el drama. Se trata, sibilinamente, de jugar con los más bajos instintos del ser humano para hacer televisión. La receta es la misma del Gran Hermano (T5), el Operación Triunfo (TVE) o el A bailar (Cuatro), por citar algunos ejemplos. Salvo en el primer caso, donde la receta es simple como el agua clara puesta a hervir, en el resto de los programas (?) se parte de un leit motiv que deja de serlo para dar paso al lagrimeo fácil, al enamoramiento barato y a la pose de cartón.

Ahora la cadena de Prisa ha descubierto el filón de la supuesta vida en vivo y lo va a desgastar hasta el final. Por eso apuesta por estas madres que deberían estar en el instituto, por los granjeros tristes que buscan hembra y por otros especímenes humanos que no encuentran su lugar en el mundo y lo buscan frente a la cámara. Es doloroso comprobar que hay cerebritos de la tele que aprovechan estas circunstancias sociales para sacar rendimiento económico. Y lo más triste es que no se paren a reflexionar sobre las consecuencias psicosociales que producen en los más débiles: jovenzuelos y gentes sin formación. Seguramente pensarán, con frío criterio capitalista, que si no se aprovechan ellos, lo harán otros.

Es la malvada excusa de toda la vida para hacer el mal. La excusa de los narcos y de los chuloputas. La histórica excusa del ser humano para salvar su conciencia.

La única salida es la constante educación, la machacona insistencia en el juicio crítico. Pero tampoco los currículos educativos, saturados de chucherías, ayudan a conseguirlo. Por eso uno encuentra difícil convencer a los alumnos de que las tías con tetas de plástico, los condes con cerebro de mosquito y los líderes de esas casas donde se bosteza en la cama frente a la cámara del rincón son escoria de esta sociedad transitoria. Pero, ¿qué cuenta le van a echar uno si cuando salen van derechitos a la lechuga mustia del McDonald?

A lo mejor la crisis del ladrillo termina por purificarlo todo. Quién sabe.

domingo, 21 de septiembre de 2008

El futuro


Yo sueño con un futuro en el que vayan desapareciendo las tradiciones bárbaras y el arte de los trogloditas; los chistes sin gracia de los cuernos y los héroes sin razón de la ridícula muleta y el disfraz de matarife. Yo sueño con un mañana en el que se respeten las joyas arquitectónicas y se erradique la cornuda peste de la carnicería con ínfulas de artesanía.

Pocas imágenes como ésta sirven en la España del siglo XXI para tocar el futuro con las puntas de los dedos.

¿Desde cuándo no se llenaba así Las Ventas? No comment. Pero comenten lo que quieran.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Lorca y su tumba comunitaria


La familia de Federico García Lorca, o su sobrina Laura, que es la que pincha y corta, ha accedido finalmente a que se abra la fosa común en la que presuntamente descansan los restos del poeta granadino. La familia del autor de Romancero gitano se ha negado históricamente a la exhumación, de modo que por su negativa han permanecido en la incertidumbre histórica otras víctimas que corrieron la misma mala suerte que él. Los más famosos, el maestro y el banderillero al que pasearon junto a Lorca. Ahora, tras el revuelo armado por el intento investigador del juez Garzón y las presiones de la prensa y otras presiones, Laura va a permitir que se remueva la fosa y se investigue lo que sea.

Parecía egoísmo (o caciquismo, habían llegado a decir) que la familia Lorca se negara a reabrir la fosa del barranco de Víznar, pero después de leer la entrevista que le hace Jesús Ruiz Mantilla en El País a la sobrina del poeta yo mismo me he sorprendido por la salida torera con la que se deja caer: no quieren reabrir la fosa porque si se descubrieran los huesos de Lorca los otros miles de cadáveres podrían caer verdaderamente en el olvido dada la trascendencia del gran poeta. No lo creo, pero admiro la tesis. Y admiro también la determinación de, en cualquier caso, dejar a Federico allí mismo. Me parece bien que se quede allí, donde lo enterraron como a un perro aquellos fascistas granadinos, no sea que un ejercicio de memoria histórica termine, después de muchos años, confundiendo a nuestros hijos. No sea que alguno en el futuro dude de Víznar y de la brisa triste por los olivos. No sea que finalmente olvidemos, pasados muchos años, la barbarie del golpe de estado franquista y sus pavorosas consecuencias.

Otra cosa son los demás, los que no son célebres cadáveres, los restos anónimos a los que no pudieron velar siquiera tantas familias injustamente avergonzadas. Para ellos podría haber, aunque tarde, una sepultura más digna. La de Federico, en cambio, está bien como está -como defiende la familia-, en el barranco de Víznar y cerca de la Fuente Grande, acompañado por otros muchos de la otra mitad, toda esa gente indefensa que acabó, contemporáneamente a él y después, frustrada contra el muro del escarnio. Está bien que su sepultura sea comunitaria, porque constituye una metáfora de ultratumba de aquel Lorca sonriente y jovial que iba con su Barraca y otras parrandas por las sonoras sendas de esta vida cuando él vivía, cuando él respiraba versos. Está bien que ahora siga viviendo en ellos con su cuerpo sin mortaja entre una inmensa mayoría.

Así olvidaremos menos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Triscaidecafobia



Ni siquiera conocía la palabra. Pero hoy la he aprendido gracias a mi incipiente afición al ciclismo. Se trata del horror al número 13, impar tan temido por los clásicos de la superstición. Como los griegos tienen o inventan palabras para todo, pues ahí brilla el vocablo con fonética propia: triscaidecafobia.

Mis supersticiones siempre han sido muy personales y nada han tenido que ver con los gatos negros, los números malditos o las escaleras abiertas o cerradas, sino más bien con decir cosas en un determinado instante o callármelas para siempre o con pisar ciertas hendiduras de las baldosas de este o del otro color. En cualquier caso, cada día les he ido perdiendo más el respeto hasta que prácticamente las ignoro. Dicen que Nadal, el tenista número uno del mundo, tiene unas cuantas. Pero imagino que ni él mismo les atribuirá sus continuados éxitos deportivos.

Alberto Contador, por su parte, un ciclista aparentemente endeblito -desde que lo vi me recordó a un primo de Marina, también ciclista- no tiene superstición relacionada con el número 13, sino tal vez una suerte portentosa. Hoy, 13-S, en la 13º etapa de la Vuelta a España, ha conseguido colocarse en el número uno. El ascenso en la tabla no ha sido fácil. Ha necesitado 13 etapas para ser el líder precisamente en la etapa reina, la del alto de Angliru, un puerto de montaña asturiano que antes del ciclismo mediático sólo era conocido por ganaderos locales y excursionistas locos y rumbosos. Con 1.570 metros de altitud, es uno de los puertos más difíciles del ciclismo mundial. De modo que la proeza del ciclista de Pinto (Madrid) tiene un significado muy especial. Después de ganar el Tour de Francia, ha vencido en el Giro de Italia. Y ahora viene a llevarse la vuelta ciclista en su país. Sin tonterías ni poses, sino dándole a los pedales con una voluntad inquietante.

Tiene Contador algo de David frente a los pelotones imposibles que en su multicolor envergadura se asemejan a un inabarcable Goliat. Empezó el número 55 y avanzó por el 41, el 37 y el 24 antes de colocarse en los primeros puestos. Se mantuvo durante seis o siete etapas consecutivas entre los tres o cuatro primeros puestos. Y al final ha vencido en la etapa más difícil -el mito Induráin corría más cuanto más calor hacía-, dejando en la cuneta a muchos de los grandes y favoritos. Ahora es mi favorito.

Ojalá nos dé una lección a todos de cómo pedalear con esperanzas en esta vida.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Pobres hartos de pan


Lo decían mis mayores: no hay nada peor en este mundo que un pobre harto de pan. Era una forma de referirse a los que ahora llamamos nuevos ricos, esos insoportables hermanos nuestros, semejantes, que llevan toda la riqueza de sus personas repartida entre la ropa, los empastes y el coche en la puerta. Son, en su mayoría, ignorantes hasta el soponcio, hablan demasiado e, inoportunamente, intentan clavar en la conversación algún indicio de su riqueza repentina.

Los hay en todos los estratos sociales, desde el más ínfimo del barrio obrero hasta el que llega a subastar obras de arte que no entiende en la Europa más distinguida. Pasarán muchos de este tipo por la exposición de 223 obras del raro Damien Hirst y que posan para esta gente en Sothebys. Los objetos de los que más ha cacareado la prensa son animales salvajes muertos y conservados en formol, como un toro (con cuernos y pezuñas de oro), un tiburón y una cebra. Cada pieza puede alcanzar desorbitantes precios en torno a los 30 millones de euro. Los pagarán estos nuevos ricos cuya riqueza es un misterio.

El célebre señor Roca, el del caso Malaya, miraba (o no) mientras se enjabonaba en uno de sus baños un Miró que no entendía en absoluto. Pero se sentía orgulloso de que los demás supiesen que lo tenía. Supongo que llegaban invitados a casa y pedían ir al servicio y al volver, con una sonrisa de pálido asombro gilipollas, preguntarían: "¿Eso que tienes en el servicio es un Miró?"

La historia del arte es un apasionado relato acerca de la relativa belleza que el entendimiento humano ha ido encontrando desde sus primeros balbuceos en este planeta. Pero tal vez nunca como en la posmodernidad (?) se han dado tantos casos de gente a la que no le basta llenar el buche para sentir satisfacción. Tal vez nunca hemos visto tanto y mirado tan poco. En las últimas décadas, nos interesa más cómo nos miran que lo que nosotros miramos. Y esa costumbre desembocará en vidas disecadas. Vanidad de vanidades, que decía la voz sabia de Qohelet. Pero quién se acuerda ya del Eclesiastés, una cosa tan bíblica y tan pasada de moda.

Pues las modas siempre vuelven.


lunes, 8 de septiembre de 2008

El suicidio y otros horrores del nuevo socialismo


Dice el científico Bernat Soria, a la sazón ministro español de Sanidad, que el suicidio asistido es una imperiosa reflexión que está sobre la mesa y que el lema "tu cuerpo es tuyo" es socialista. Miente en ambos casos. Y a mí, ante tal cúmulo de cuentos, se me queda el cuerpo de piedra.

Cuando alguien se suicida, todos perdemos una infinitésima parte de nosotros mismos. Tal vez todos tuvimos una infinitésima parte de culpa de que esa persona no se hubiera sentido en este mundo de todos como en casa. Tal vez interiorizó tanto sus prosaicos problemas que dejó de mirar afuera y se refugió en una oscura cueva de negros remordimientos. Hasta que cogió decididamente la soga o la cuchilla o... Suicidarse, palabra maldita donde las haya, es acabar no sólo con la vida, sino con el principio mismo de su concepto. Cuando alguien se suicida no sólo acaba con su vida, insisto, sino con una parte, aunque sea pequeña, de la vida de todos los demás. Y el socialismo, que tanto ha predicado sobre la vida de todos, de la gran comuna de la sociedad, no tiene derecho ahora a hablar con tanta alegría de suicidio, eutanasia, aborto y otros horrores domésticos de este siglo XXI que empezamos. Pero es probable que los llamados nuevos socialistas no tengan demasiado que ver con el clásico socialismo que yo conozco: el que defiende a los más débiles, a saber, a los moribundos, a quienes han perdido la esperanza de seguir viviendo, a quienes están a punto de nacer y se sienten indefensos. Ser socialista, para mí, no es decir "mi cuerpo es mío", sino poner mi cuerpo y mi vida a disposición de quienes lo necesiten.

Un ministro de Sanidad, como su propio nombre indica, no puede ser un agente gubernamental de la muerte asistida, sino un señor del gobierno que piense en cómo sanar incluso a quienes han dejado de confiar en la vida. Lo contrario es plantear que a quien no esté a gusto en el barco, le demos el empujón definitivo. Y eso se parece más al maquiavélico neoliberalismo que busca siempre la rapidez en los asuntos comunes para rentabilizar la individualidad. Eso no se parece en nada a la solidaridad ni al amor. Tampoco al socialismo al margen de estos pseudoprogres que se empeñan en gobernarnos y que levantan tétricos debates en vez de encarar la crisis económica de una puñetera vez.

La Sanidad está para sanar, no para matar mirando sonriente hacia otro lado.