jueves, 20 de noviembre de 2008

Hannah y su corazón con freno y marcha atrás

Cuando vivir cuesta mucho más que morir, el amor de nuestros semejantes debería empujarnos a lo último que se pierde, a esa esperanza que hoy parece ser lo último que se cumple, como un valor anacrónico e inservible, como un estorbo en la carrera hacia el triunfo macabro del acabóse. No es razonable ni deseable ni lógico que la voluntad –más bien la falta de voluntad- de una niña cansada de vivir por el calvario de una vida sufrida se imponga incluso a las fuerzas imparables de unos padres y de toda una sociedad que está viva. Hannah Jones, la chica británica de 13 años que prefiere terminar definitivamente con su vida antes de probar con otro corazón trasplantado, ha vuelto a colocar en el tapete de la dolorosa actualidad el debate del llamado suicidio asistido, la eutanasia activa y otros horrores del game over vital.

El debate, en última instancia y como ocurre con los terceros en el caso de la pena de muerte, es si estamos legitimados para acabar con la vida de otros o incluso la propia. Y en este último supuesto, que parecería más aceptable, si está bien que los demás nos ayuden a dar ese salto. En rigor, hablamos de un delicado supuesto ético, pues más allá de los posicionamientos religiosos queda aún la dignidad humana, a merced de lo que en cada tiempo se considera un avance de la civilización.

¿Es realmente un avance de la civilización este suicidio asistido que defiende nuestro ministro Bernat Soria o esta aparente resignación que muestran los padres de la chica británica, Andrew y Kirsty Hannah Jones, ante la tajante decisión de la niña? Yo no estoy seguro, pues en nuestro sistema de valores se han entendido los saltos cualitativos de la civilización como las garantías de protección de los más débiles, desde los bíblicos huérfanos y viudas hasta los animales, pasando, evidentemente, por los menores y los enfermos. En el caso de Hannah nos encontramos precisamente con una menor enferma, lo que la sitúa en una posición personal doblemente susceptible de ser protegida. Y ello no me parece que consista en respetar su voluntad, como defienden sus padres y quienes apoyan sus ganas de tirar la toalla, pues su voluntad no puede estar en ningún caso liberada de su íntima subjetividad que arroja una mirada a través de un prisma doblemente desventajoso: es una menor de 13 años y padece una extraña forma de leucemia. En tal situación, por mucho que digan los psicólogos que han considerado su madurez, no podemos hablar de una decisión adulta y libre. ¿Por qué sus decisiones, entonces, no cuentan en otros órdenes de la vida? Si es adulta, debería serlo a todos los efectos y no solamente para decidir que ya no puede más. Este extremo es de suponer, después de toda una infancia luchando por su vida. Pero los demás, que no están enfermos ni son menores, deberían inculcarle hasta el último de los extremos la grandeza de la supervivencia aupada constantemente sobre la luz chiquita que nos conduce siempre hacia mañana, como un bucle de esperanza inexorable. Si los médicos han encontrado un atisbo de posibilidad salvadora en una operación de trasplante de corazón, no van a sugerirlo caprichosamente, sino porque están en su obligación moral de agotar todos los recursos que estén en sus manos.

Lo que pone de los nervios en esta historia humana, demasiado humana, no es precisamente la resignación a morir de la niña, sino el asentimiento de los adultos que la rodean, convertidos ya a esa nueva versión antiheroica del protagonista que triunfa finalmente si consigue morir pese a las trabas de la vida. Tal vez Ramón Sampedro no hiciera este análisis de su hazaña, pero la versión cinematográfica de Alejandro Amenábar se encargó de construirla. Y ese retorcido happy end sigue calando en la pusilanimidad de mucha gente. Sampedro al menos era un adulto, pero Hannah es una niña con toda una aventura por delante, la que le puede deparar un nuevo corazón que la está esperando, aunque ella no cuente con cirineos que le ayuden en el camino hacia una posible resurrección. La resignación desde el sofá de casa es hoy la podredumbre para todos nuestros niños.

  • Este artículo lo publico también en el número 1.930 del semanario Cambio16.

sábado, 15 de noviembre de 2008

El que ríe el último


Llegó el día señalaíto. Y Zapatero consiguió, tras el pataleo político internacional que ha protagonizado en las últimas semanas, su sillín en la Casa Blanca, para cenar con los grandes y decir su cosa de España. Viéndolo ahí, en esa foto que Asociated Press ha distribuido por los periódicos, parece que el que está en un aprieto es Bush, el anfitrión de hierro que no quería ni mirarlo a la cara por el desaire de Irak, y no él, que tiene facilidad para colocarse a su antojo esa sonrisa a medio camino entre la Máscara y Krasty el Payaso.

A Bush se le ve tensamente irritadillo, con la boca semiabierta como válvula de escape de todo lo que no puede articular con palabras, no sea que se la vuelva a cargar a un mes de su adiós definitivo. Así callado está mucho mejor. Da perfectamente el pego de mandatario de altura.

A Zapatero, por su parte, se le ve entrenado para el momento. Seguramente lo ha ensayado, aunque sea mentalmente. Y en ese instante repite lo que ya vio en su imaginación. La sonrisa exagerada le sirve para tensar los músculos de la cara, que son también de alguna forma los músculos del cerebro, en alerta. Su puño izquierdo cerrado, sin fuerza apenas y tímido tras su cuerpo, equilibra las fuerzas cósmicas del instante entre lo que siente y lo que tiene que aparentar.

Las manos estrechadas de ambos son un signo literal del numerito: más grande la de Bush, sirviendo de base anfitriona a la más pequeña de Zapatero, que se deja abrazar por la del yanqui.

Es la primera vez que Zapatero, que sacó las tropas de Irak y quedó fatal con la Casa Blanca, visita a Bush en su palacete. Y la última, pues George W. hará sus maletas nada más amanecer 2009. Zapatero, con crisis y levante, sigue en pie, como la mimbre, mecida por los huracanes y sin dejar de sonreír.

martes, 11 de noviembre de 2008

La letra pequeña del Cante


La casa Signatura Ediciones ha apostado en la última entrega de su colección Signatura de Flamenco por una recopilación de las letras flamencas del escritor sevillano nacido en Carmona José Luis Rodríguez Ojeda, veterano compositor de letras para el compás de los cabales. Se trata de un libro de 100 páginas cuyo continente se antoja tan denso como su contenido, dividido en palos del flamenco que van desde los que producen los sonidos negros que santificó Lorca –seguiriyas- hasta los llamados de ida y vuelta –guajiras, milongas y colombianas- pasando por todo un abanico de estilos flamenquísimos desde la vena culta y oculta de la escritura –alegrías, tangos, bulerías, fandangos e incluso nanas y saetas.

“Gustarme me gusta poco / este camino que llevo / pero ya no tengo otro”, reza Rodríguez Ojeda a compás por soleá al abrir el libro. Se trata de la misma estrofa con la que abre su Canción del camino, un poemario publicado en 2003, y que sintetiza a la perfección el perfil senequista, decadentista y exacto de la poesía de este autor, ganador, entre otros muchos galardones, del Premio de Letras Flamencas en la primera Bienal de Arte Flamenco de Sevilla, del Premio Nacional de Letras Mineras de La Unión (Murcia) e incluso del accésit del Luis Cernuda. Este último galardón se lo dieron en 2003 por un poemario que publica la editorial El Desembarco, la del notario de mi pueblo, bajo el título becqueriano Por una mirada. Poesía honda heredera de Gustavo Adolfo.

Mis letras para el Cante, que es el título del libro, recoge toda la sabiduría de quien, siendo también profesor de Literatura, ajusta sus metros al sentimiento del pueblo para decir por malagueñas: “En el queré que se sueña / no hay sueño sino desvelo, / como por ti, malagueña / desvelo tiene mi cuerpo / y el sueño nunca lo encuentra”; o para marcarse a compás de soleá por bulería un pensamiento extendido no sólo por todo el libro sino por toda su producción poética: “Cuántas palabritas saben… / Muchos son los que aconsejan. / Como dineros no valen, / consejos los da cualquiera. / Nadie venga a aconsejarme, / que ni lo intente siquiera; / que yo no le cuento a nadie / mis alegrías o penas”.

Las letras toman forma en estrofas y fondo en historias que maman directamente de los rincones flamencos de toda Andalucía y del Levante. Así, desde los tangos del Piyayo hasta los aires de rondeña que dedica a su paisano Miguel Vargas; desde los fandangos de Huelva hasta las cantiñas de La Isla. En las colombinas, aúna los corazones de ambos lados del Océano: “Verdes ramas de olivares / y rubias cañas de azúcar / se van cruzando en el aire, como orillas que se buscan; pa que se abracen sus mares / desde La Habana a Sanlúcar”.

Se trata de las letras a las que han puesto voz cantaores de la consagrada talla de Calixto Sánchez, Curro Malena, El Chozas o Manuel de Paula, además de otros de nueva savia como Rubito Hijo o Laura Vital. El sabio José María Velázquez-Gaztelu, que escribe el prólogo, afirma sin temblor: “Agua fresca, renovadora y clara es la poesía para ser cantada de José Luis Rodríguez Ojeda, buscando siempre el prodigio de encerrar en tres o cuatro versos –como un haiku de Matswo Basho- la sutileza que condense el vivir del mundo en una gota de sabiduría”.

domingo, 9 de noviembre de 2008

La perra resucitada


La historia, totalmente real, podría titularse la perra carne de camión (de la basura) y Candi la samaritana. Pero tal vez no se entendería. Esta perra de la foto, de raza boxer, estuvo hace una semana a punto de ser triturada en el interior de un camión de la limpieza de mi pueblo. Sus ladridos desde dentro de un contenedor de basuras, adonde algún desalmado la había arrojado, alertaron a una vecina y ésta alertó a Candi Valera, la presidenta de la asociación El Buen Amigo, encargada de las causas imposibles de los perros y otros animales desgraciados. Candi se plantó frente al contenedor, ya de noche, sacó a la perra y la llevó a su casa, tan sólo minutos antes de que pasara el camión devorador, que ya saben cómo se las gasta en el interior de su voraz y metálico estómago. Al día siguiente la llevó al refugio canino, donde más de 200 perros esperan ladrando que alguien se compadezca de ellos.

El pasado mes de agosto, con motivo de nuestra crítica al concurso de tiro de piedra con mulos, rozamos con nuestro sarcasmo a la asociación El Buen Amigo por no impedirlo, pero Candi y los suyos nos han puesto sobre la pista de siempre. No es que no hagan nada, sino que lo hacen con tanto disimulo y discreción que no se nota. Sin embargo, sí le han dicho a los responsables políticos del Ayuntamiento que el concurso de los palos a los mulos es una barbaridad y una canallada. Se lo han dicho a la cara, pero no pueden repetirlo muy a menudo por la pragmática razón de siempre.

Así que desde aquí aplaudimos la labor de esta asociación que tanto lucha por la dignidad animal, que es también una forma de luchar por la dignidad humana, pues el maltrato de aquellos nos animaliza a todos.

sábado, 8 de noviembre de 2008

El referéndum de Rouco


Tal vez le guste la palabra, en latín, pero dudo mucho de que el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela, le tenga especial aprecio a su significado. Después de una guerra abierta a la ley de matrimonio homosexual en España, desde que se aprobó hace tres años, ahora se descuelga el mandamás de la Iglesia en nuestro país con que tendría que haberse hecho un referéndum para conocer la opinión de la ciudadanía. Es para descojonarse o para ponerse serio como una alpargata y reflexionar.

La declaración de Rouco se derrumba por su propia inconsistencia irrisoria y ridícula. ¿Es que si un referéndum hubiera revelado que la mayoría de los españoles están de acuerdo con que los homosexuales se casen -como ya demuestran las encuestas- la Iglesia hubiera transigido? Está claro que no, pero en el supuesto de que la respuesta fuera sí, su propia negativa a la ley se tambalea, pues se demostraría en ese caso que la Verdad (única) que defiende no se ajusta a ningún conocimiento revelado por la Providencia sino a una pura cuestión de mayorías. La Iglesia hablando de democracia. Una institución jerárquica y por derecho divino viene ahora a proclamar que la ley de Zapatero ha sido una imposición gubernamental y a reclamar un referéndum entre todos los españoles. Repito que es para descojonarse o para ponerse serio como una alpargata.

El obispo de Madrid ha dicho lo que ha dicho contagiado por el referéndum que se ha celebrado en California a tal efecto, pero ha metido la pata, pues en el estado del Oeste americano no ha sido la Iglesia precisamente la que ha propiciado el referéndum. Allí la Iglesia se dedica a otras cosas. Y aquí, después de machacar el derecho de los homosexuales a convivir legalmente, viene a dar lecciones de democracia, después de seguir triturando la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Está claro que a Rouco no le gusta el pasaje evangélico en el que Jesús le espeta a los judíos: "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César". Pero el Evangelio no está para ser descuartizado, a gusto del consumidor. ¿O también vamos a someter la Palabra de Dios a referéndum?

  • Extracto del artículo que, con el mismo título, publico también en el número 1.929 del semanario Cambio16

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El presidente Obama


Lo decían las encuestas, pero como fallan más que el caballo del malo, ni Barak Obama se lo ha creído hasta hace un rato, cuando ha visto que casi doblaba en votos a su adversario, el republicano McCain.

Tras patearse un país de casi 400 millones de personas de todos los colores, desde los tiempos remotos de su Chicago adolescente, Obama ha conseguido ser el primer presidente negro de EEUU. Ahora empiezan los matices; no es negro del todo. No, chocolate con leche. Es posible que mañana, o dentro de un par de años, se le aclare aún más la piel. Pero el caso es que un negro preside ahora el país más poderoso de la Tierra, y no porque sea negro, sino porque se llama Obama, porque ha construido una marca personal que todos se pelean por colgarse en la solapa y porque sus adversarios (me refiero también al tito Bush) la han cagado tanto, tanto, que lo han erigido como única alternativa.

Al hilo de las críticas al racismo estadounidense, ese país multicolor, uno podría plantearse cuándo en España vamos a tener un presidente moro o chino o rumano. Algunos se echan a temblar de sólo pensarlo, pero todo llegará. Y será presidente de todos los españoles, incluso de los que se llenan la boca con la palabra patria y sus derivados.

En cualquier caso, el nuevo presidente norteamericano es un melón por abrir. No va a acabar con el hambre, la estupidez ni la crisis. Aunque ya ha insuflado un soplo de esperanza, que no es poco en los tiempos que corren. Ojalá que el predicado cambio sea para mejor y Obama no se convierta en el presidente que más defraude en la historia. Las expectativas están ya creadas. Ahora le toca a él. Tiene gracia que, en rigor, todavía no haya empezado.

martes, 4 de noviembre de 2008

El color de la Historia


Es la viñeta de Andrés Rábago (El Roto) para el día D. Bendita premonición.

domingo, 2 de noviembre de 2008

25 caballos, a las Marismas del Cielo


Recibieron tantos palos, tantas patadas y tal ajetreo en días enteros por las arenas y sin comer, que se han ido derechitos al Cielo, o a algún cementerio de cadáveres, quién sabe. El caso es que 25 equinos -21 caballos y 4 mulas- cayeron reventados en El Rocío la pasada primavera.

Lo ha contabilizado y denunciado la Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales (Asanda). Según la Consejería de Gobernación, 21 murieron en la propia Aldea, uno en el poblado de La Plancha, otro en el Palacio de las Marismillas, otro en el Cerro del Trigo y otro más en el casco urbano de Almonte. Es el reguero de muerte que dejan los señoritos por las arenas. Esta vez han sido cuatro más que el año pasado.

Tal vez en la próxima cita para ver a la Señora, habría que colocar por los senderos carteles con el lema "Él nunca lo haría", como los que sacaron para concienciar por los perros abandonados en las carreteras.

Otra cosa es que sean eficientes, pues los señoritos jinetes andan muy ajetreados con su fe y su afán por ver a la Virgen del Rocío, que es el desvelo de todas sus horas. Estos caballos muertos son víctimas colaterales, barridas el lunes por la mañana.

Un portavoz de Asanda ha calificado el asunto de "auténtica barbaridad", al señalar que "ninguno muere por viejo". Me imagino a los señoritos rocieros que cometen tales atrocidades riéndose de tanta solidaridad animal. Los que hacen esto no son señoritos, sino gentuza literal, basura con chaquetilla corta. O tal vez sin ella, sin chaqueta, sin medalla, sin conciencia.

Esto también es terrorismo, derivaciones del terror.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Regio anacronismo


Doña Sofía la ha liado. Y la Casa Real no sabe cómo salir del charco, una casa que nunca se encharca porque casi nunca se moja, acostumbrados como están sus regios inquilinos a lo políticamente correcto, que es el puñado de frases que sirven para todo aunque no signifiquen nada.

La cita del libro de conversaciones que firma la periodista Pilar Urbano con la reina española es, según he oído: "Los gays se pueden casar, pero que a eso no lo llamen matrimonio". Y la frase ha suscitado dos (o tres) polémicas insostenibles, tanto de ida como de vuelta:

La de ida.
¿Cómo puede alegar la Casa Real en defensa de la reina que aquellas declaraciones se hicieron en el "ámbito privado" si desde el principio sabían todos que aquellas conversaciones iban destinadas a un libro que se publicaría con todo el boato de una portada con la cara de su majestad? ¿Y quién se va a creer que la periodista ha sido "inexacta" en la trascripción de la declaración? La historia me recuerda, irritantemente, a otros casos en los que yo mismo he tenido broncas con personajes públicos tras haber publicado declaraciones suyas y luego recibir el comentario de que hicieron las declaraciones en el ámbito privado. Me revienta tal afirmación. Una maestra de mi hermana tenía un dardo perfecto para estos casos: "¿Usted cuándo ha comido en mi mesa?", con lo que quería poner de manifiesto que esa "privacidad" se la tomará una de las partes por su propia cuenta. Si yo voy a entrevistar a alguien, no lo hago en el ámbito de la prividad, sino en el ámbito preciso de mi pública profesionalidad. Es lo que ha hecho Pilar Urbano. Es de cajón.

La de vuelta.
La polémica ha sido suscitada por la segunda parte de la frase, no por la primera, que sería lo lógico. Lo noticioso es siempre lo asombroso, no lo previsible. Por lo tanto, creo mucho más asombroso que una reina por la gracia de Dios -recuérdese el anacronismo de una institución como la monarquía, de carácter hereditario y gracioso- diga que "los gays se pueden casar" a que diga que "esa unión no es un matrimonio". Sintácticamente, estamos ante una oración compuesta por dos proposiciones adversativas. Y perdonen el tecnicismo, pero es preciso aclarar técnicamente. La reina dice que los homosexuales se pueden casar. Pero también dice que esa unión no es "matrimonio". Bien, ¿qué es más asombroso? Yo creo que, a todas luces, lo primero, pues estamos ante la primera declaración institucional de nuestra Casa Real de que el matrimonio homosexual es lícito. Luego, está la segunda parte, muchísimo más previsible y de carácter léxico, en la más literal de las interpretaciones. La unión de dos personas del mismo sexo no puede ser matri-monio por la sencilla razón de que no hay "mater", o sea, madre, que es de donde procede la palabra latina. Yo mismo, que no me he alineado para nada con las posturas conservadoras desde que surgió la ley de matrimonio homosexual, he matizado siempre que estas uniones deberían tener otro nombre, pero simplemente por cuestión lingüística, no por utilizar la lengua como tapadera para la homofobia, como hacen los que ya sabemos.

Al margen de todo, que a finales de 2008 se forme una pelotera nacional porque una reina diga tal frase me parece ridículo por dos motivos: el primero, que sus declaraciones no son vinculantes, o sea, que nos traen al fresco. El segundo, que su propia condición profesional es ya anacrónica en una sociedad como la que vivimos; se trata de un papel simbólico que se extinguirá -espero- a la misma velocidad -lenta, supongo- que se diluirá nuestro agradecimiento como país a su marido, el Rey, por habernos sacado elegantemente del pozo del franquismo.

Lo demás, es papel cuché y palabrería, antónimos de papel real y palabra.


  • Extracto del artículo que, con otro título, publico también en el número 1.928 del semanario Cambio16.