domingo, 11 de noviembre de 2012

Los colmos

Cuando se cabreaba de veras, cuando la poníamos negra, como ella decía, mi madre siempre salía con que aquello era el colmo de los colmos. A mí la frasecita nunca se me ha ido de la cabeza, aunque no la utilizo nunca, seguramente porque se trata de una de esas fórmulas del enfado profundo que uno reserva en las profundidades de la intimidad histórica. Pero ya digo que aunque no la verbalizo me resuena a menudo por las interioridades del corazón. En estos días me ha vuelto a resonar su eco al hilo de estos colmos sociales que vemos más o menos desde la barrera; quiero decir que unos los ven a aquel lado poque le han quitado ya la casa, otros a este porque aún la conservamos y otros tantos tienen una pierna a cada lado, de modo que sienten la clásica incomodidad de los genitales desorientados sobre la baranda, lo cual suele ser lo peor de lo peor, o sea, el colmo de los colmos también. 

Además de los dramas concatenados con que nos desayunamos a diario -lo del desayuno depende, claro, si es literal o metáfora-, lo dramático sigue siendo la falta de luz al final del túnel, como les gusta decir a ese tipo de políticos -casi todos- que a falta de ideas preclaras para salir de la crisis acostumbra a concatenar frases estúpidas de este tipo, metáforas desgastadas, como diría Ortega y Gasset, verbigracia: la que está cayendo, los brotes verdes, atisbar el final de la recesión, los primeros síntomas de la recuperación económica, los primeros frutos de la necesaria política de austeridad o el esfuerzo de todos para remar en la misma dirección, por citar tan sólo algunas de las gilipolleces más habituales que uno escucha a diario. Bueno, pues para no caer en ellas, insisto, lo más dramático es tomar conciencia de que esto tiene difícil arreglo mientras que la sociedad enferma a pasos agigantados, falsamente liderada por una clase política que cada día demuestra más su ineptitud y su anacronismo sinvergüenza, en otra dimensión distinta del resto de los ciudadanos.

La muerte de dos mujeres en Astorga (León), una madre de 82 años que cuidaba de su  hija, ciega y discapacitada, de 40, en el más decimonónico de los desamparos, no deja de ser un símbolo cruel de este retroceso a pasos agigantados que estamos sufriendo. La madre murió primero. Y cuatro días después, en una oscuridad doble de casa húmeda y familia en el limbo, lo hizo la hija, ahogada en el abandono. Y todo ello mientras el intermitente presidente del Gobierno que tenemos, al que vemos mucho menos que a Mourinho, venía asegurando desde que entró por Moncloa que el servicio de Dependencia "no es viable". Tampoco lo son la educación o la sanidad públicas, meros mimos de pobres acostumbrados a lo bueno. Sí lo son, en cambio, este sistema de asesores y arrimados bien pagados que tiene cualquiera de los cientos de miles de políticos que en España han sido y siguen siendo, los cuales tienen derecho a una pensión vitalicia a los siete años de ejercer; la barbaridad de la tauromaquia que sigue subvencionándose a cuerno partido; o el verdadero y gran fraude fiscal que afecta a las empresas que en nuestro país merece la pena llamar empresas. Todo esto sí es viable. A la vista está. 

Después de casi cinco años de crisis creciente y atolondrada, ya muy poca gente culpa a los curritos del montón por haber gastado más de lo que ganaban, porque aquellos inconscientes consumidores abducidos pagaron su penitencia antes de 2010, y ahora resulta que la lista del paro y de los desahucios y de la miseria más absoluta la están engrosando también quienes no ganaron ni gastaron tanto, sino quienes sencillamente dejaron de trabajar y de salir y de comer tres veces al día, paulatinamente. Gente como usted y como yo, que un mal día se levantaron con el pie derecho y la vida se lo torció, porque sí, sin saber cómo. Algunos de ellos han terminado ahorcándose o arrojándose al vacío cuando la policía se ha presentado en su casa para echarlos como a perros. Y cuando esto se ha convertido en el mendrugo nuestro de cada día, después de que miles de ciudadanos se hayan movilizado durante los últimos años para defender a criaturas inocentes y de haber reclamado la dación en pago como quien clama en el desierto, ahora los principales partidos se sienten tocados por un clamor popular al que se ha sumado el clamor de los jueces y el clamor de los policías y hasta el clamor de los muertos, que se revuelven porque no terminaron de pagar la hipoteca antes de abandonar este mundo, frente a unos bancos que, falsamente victimizados por no querer más ladrillo sino el dinero que malévolamente prestaron en su maquiavélico día, han recibido ya el ciento por uno pero no se sacian, más del 90% del dinero público que los últimos Gobiernos han soltado por el incosciente grifo de los parches contra una crisis contumaz. Dentro de un rato se reúnen Rajoy y Rubalcaba para construir entre ambos otro parche contra la sangría de votantes que se apuntan ya a ese mal tan temido de la desafectación política. Esto sí que es grave, y por eso tienen que solucionarlo. Pues a ver si así, en el colmo de los colmos.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Colonizados por nuestro Parnaso

Anoche acabamos a las tantas la VII edición de nuestro Patio del Parnaso, ese movimiento cultural independiente que hemos iniciado en mi pueblo, Los Palacios y Villafranca, no sólo con vocación de continuidad sino de aperturismo y aglutinación de todas las manifestaciones culturales que se tercien y quieran ser compartidas. Por eso nos reunimos: porque nos da la gana poner en común los hallazgos, las investigaciones, las preocupaciones o las inquietudes culturales de muchos amigos o conocidos que se convierten en amigos y que, más allá de la parálisis local que afecta a muchos rincones de esta España nuestra, y más ahora con la bicha que mejor no mentar pero que está en la boca de todos, tenemos la voluntad de pensarnos y repensarnos a través del prisma multidisciplinar que ofrece el humanismo, con la esperanza de conocernos mejor y mejorar. Nos reunimos bajo el lema "Colonizadores y colonizados. Luces y sombras", y una vez más el personal apareció por la Casa de la Cultura con sus deberes y devociones muy bien hechos, con el firme propósito de contribuir desde su parcela de conocimiento y entusiasmo a arrojar un rayito de luz sobre tan general temática. Lo de las luces y las sombras se entendió muy bien, e incluso se expresó más bien aún, como demostró Juan José, el carpintero y belenista amigo de todos que no perdona una cita, y eso que anoche hicimos del Patio una metáfora pura y nos reunimos, para protegernos de la luvia que caía sobre la fuente, en el salón de actos. Juan José insistió en que la colonización hay que entenderla siempre como invasión, sin disimular este término, porque es el indispensable en todas las conquistas que terminan masacrando al colonizado. Lo matizó el historiador Carlos Font, que intervino con una brillante ponencia sobre nuestra última colonia en pleno siglo XX, la Guinea Ecuatorial, recordándole que hubo colonizaciones más o menos por las buenas y que incluso el vocablo "colonización" no se empieza a utilizar hasta el siglo XIX. Cuento esto porque, además de intervenciones interesantísimas desde el atril, también hubo debate entre el respetable, que al menos durante la primera mitad era muy numeroso. Otra cosa fue ya cuatro horas después, porque el Patio de anoche nos arrastró a los que quedábamos, desde las ocho de la tarde, hasta la madrugada. Mi querido Victoriano Rosal relativiza la exageración de la quedada en que son dos veces al año. Tiene razón. Aunque es cierto que estamos barajando otras fórmulas para que las próximas citas no duren cuatro horas, sobre todo porque el personal municipal no está para que le den allí las uvas por culpa de unos locos a los que nos apasiona tanto el Parnaso y las musas que parió. No es que quieran cobrar horas extras, es que quieren cobrar su nómina, sin más, y todos sabemos cómo está el patio. 


Tras el saludo que se ha convertido en institucional de Victoriano, que glosó y leyó a Bartolomé de las Casas, el defensor de los indios, nuestro pianista de cabecera, Paco Benítez Acosta, le sacó a su piano toda la emoción y la solemnidad de la banda sonora "1492. La conquista del Paraíso", de Vangelis; y un servidor hizo una introducción de las que le gusta hilvanar al hilo de lo que sea. Los presentes dijeron que les gustó. A mí me gustaron mucho más las intervenciones que vinieron después, como por ejemplo la de Antonio Romero Agüero, basada en el hechizo que los bosques desempeñaron sobre el hombre primitivo y el hombre romano en su ansia expansionista e incluso en las lecturas ecológicas que se desprenden de ahí. A continuación tomó la palabra Cristina Gámez, que nos ilustró sabiamente sobre los espartanos y sus diferencias con otras culturas paralelas, como la griega. Cristina entendió muy bien lo del binomio luces y sombras y, aunque mostró su admiración por una cultura que no arrinconaba a la mujer, que era lo habitual en la época, tampoco dejó de reconocer que eran unos asesinos, entrenados para matar.
Carlos Fierro -hermano de la flamante Joven del Año nombrada por el Ayuntamiento palaciego, Inma Fierro-, que ya otras veces nos ha deleitado con versos de su propia cosecha, se subió ayer al atril para hablarnos de la visión que determinados cronistas de las Indias, como el Inca Garcilaso, tenían del proceso conquistador y del relato que otros cronistas, como Álvar Núñez Cabeza de Vaca, habían construido. Carlos es un enamorado de la literatura y sus relaciones con otros ámbitos de la cultura, como yo. Y como mi compañero y amigo José Manuel Begines, que nos dio una lección magistral de los estudios de literaturas coloniales a nive internacional, con nombres como el de Edward Said, el crítico literario nacido en Jerusalén y fallecido en New York en 2003 que no sólo nos legó gestos admirables de integración como la fundación, junto al músico judío Daniel Baremboim, de la West-East Divan Orchestra, sino que, según nos contó Begines, ha sido una de las voces que nos ha llamado a situarnos "en medio" en esos extremos del colonizador y el colonizado.
Mi amigo Marco Amuedo Valderas reflexionó sobre un antiguo artículo de Fernando Savater, El puñal del gurka, de 1983, que leyó, sobre la visión políticamente incorrecta hacia los hermanos menores de la colonización española o yanki. A continuación, el cantautor Manuel Núñez Amador nos habló de México, de algunas escritoras de allá e hizo una excelente introducción a una canción que llevaba por estribillo "Yo soy revolucionaria". Con el soniquete de su guitarra nos quedamos todos encantados, y algunos pensando que revolucionaria era también una noche como aquella, porque, tarde o temprano, terminaremos pensando en que qué noche la de aquel día, un 8 de noviembre de 2012 en el que atravesamos la frontera del día siguiente no porque hubiera fútbol o toros o borracheras sino porque hablábamos de cómo las colonizaciones eran el germen de nosotros mismos, para bien y para mal. 

El archivero municipal Julio Mayo nos habló de las expediciones al Nuevo Mundo y su paso por nuestro pueblo y Utrera. Es uno de sus temas preferidos, y lo domina y le apasiona, y así lo demostró en una exposición larga en que nos sacó grabados, mapas, datos y vírgenes a partes iguales, para desmotrarnos la importancia del Bajo Guadalquivir y de los pueblos de la margen izquiera del río en aquella época de los siglos XVI y XVII en que la América de nuestro Imperio era una provincia más regida desde Sevilla. Antes de intervenir él, presentó a nuestro amigo común Antonio Cabrera, una bellísima persona y un utrerano que se interesa absolutamente por todo, incluso por nuestro Patio del Parnaso, adonde no dudó en acudir, a pesar de la carretera, la noche y la lluvia, para regalarnos una de las ponencias más originales de la noche, sobre la preeminencia que tienen las cofradías y el arte suntuario sevillano no sólo en España, sino en toda América. Fue curioso ver tantas Macarenas y tantos Nazarenos y tanta pasión lo mismo en Miami que en Quito.

Federico Ponce, al que se le nota su mente de arquitecto, nos enseñó muchas cosas sobre la manera de edificar en Lationamérica y otros rincones del mundo y de la historia, y Fran Amador, otro joven palaciego con mente de periodista, demostró que este oficio que tanto amamos lo que amamos escribir y contar el mundo también tiene sus buenos o malos negocios, sus buenas o malas artes en eso que llamamos globalmente la colonización, incluso informativa, con ejemplos cercanos u orientales. 

El concejal del PA Pedro Amalio Moguer fue quien atravesó ya la madrugada exponiendo la tesis del catedrático González Ferrín sobre las dudas en torno a que los árabes trajeran el Islam a España en el año 711. González Ferrín y otros estudiosos del tema niegan la fecha tan temprana y que fueran musulmanes quienes llegaran tan raudamente a una península que, según ellos, siguió en manos visigodas algún siglo más. Con las doce en el reloj, nos volvimos a emocionar con el piano de Paco Benítez con su último mohicano.

Cuando salí a la llovizna agradable de la calle Real, me acordé de esa bronca absurda a propósito de cierto programa de la tele, de esos de usar y tirar. Y entonces pensé: "Este es mi pueblo. También".