viernes, 24 de diciembre de 2010

¿De qué libertad de expresión están hablando?

Está claro que la crisis feroz que sufrimos no es sólo cuestión de dinero. Si así fuera, esto no sería tan grave. Lo peor es que la crisis nos está volviendo locos. Me refiero a la crisis profunda y verdadera, ésa que está poniendo nuestro mundo patas arriba, relativizándolo absolutamente todo y llamando a las cosas por los nombres que no son; en una palabra, engañándonos. ¿Cómo se explica, si no, que una serie de tragabollos sin oficio y con mucho beneficio que se autocalifican como internautas (como si usted o yo mismo no lo fuéramos también) defienda la libertad caótica para las descargas de todo tipo de productos culturales en Internet apelando a la libertad de expresión? ¿Pero de qué libertad de expresión están hablando? Esta gente subida al carro de las libertades cuando ya rodaba no sabe porque no le interesa saber. Definir libertad de expresión es simple: se trata de no encontrar mordazas para que la gente se exprese libremente, es decir, diga lo que su conciencia le dicte.

Gracias a ello, yo tengo un blog o escribo este artículo, por ejemplo, y usted me lee; los medios de comunicación de cualquier tendencia emiten o publican cada día sin mayor problema y esperan que una serie de ciudadanos los sigan; y en el bar de mi esquina la gente pone a parir a Zapatero o a Rajoy, y no pasa nada. Eso es libertad de expresión. Ahora bien, si yo me descargo una película por internet y la veo de balde en mi sofá, me podré sentir orgulloso de habérsela colado al director, al productor, a los actores, a los distribuidores, etcétera, que esperaban comer de su oficio, sin que a mí me cueste un duro, pero no de expresarme libremente. Lo mismo ocurre si me descargo una canción o un disco entero, una novela o un poemario... Este último es mal ejemplo porque a la mayoría de la gente no le interesa la poesía y ya sabemos que ningún poeta vive de serlo.

Pero volvamos al asunto: ¿qué tiene que ver la libertad de expresión con el todo vale en Internet? Les voy a dar la respuesta: lo mismo que el presunto derecho a los libros gratis para todo quisque, incluidos aquellos que tienen de sobra para comprarlos o aquellos a los que les da ocho que ochenta tener o no tener el libro porque no piensan ni echarle un vistazo. Todos, sin embargo, enarbolarán su derecho a que el sistema educativo los surta de libros gratuitamente, porque tienen derecho.

Existe en lo más hondo de nuestra cultura española un temible desprecio por la cultura. Decía Millán Astray, lumbrera fundador de la Legión, que cuando oía hablar de cultura sacaba la pistola. Ahí se resume buena parte de lo que hoy sufrimos los que sí nos interesamos por la cultura y los que no consideramos que deba ser gratis, como no lo es el pan ni la casa ni el agua ni la electricidad. Tenemos derecho a todo eso, pero no a que nos lo den gratis. Lo que no cuesta absolutamente nada no se valora nada.

Para una cosa que iba a hacer sensatamente este alicaído gobierno que se nos muere lentamente, lo quiere hacer cuando está más en cuesta abajo y cuando sus adversarios están deseando ver cómo se estrella. Por eso la ministra González-Sinde se ha quedado sola frente a unos grupos políticos que, en otras circunstancias, tal vez hubieran votado en otro sentido. ¿Quién nos hubiera dicho, por ejemplo, que el conservador PP les iba a echar un cable a los piratas? Los piratas, los bucaneros y los cuatreros no han contribuido jamás al progreso de una civilización; acaso indirectamente, por obligar al fortalecimiento de las estructuras proteccionistas y las garantías en los procesos creativos que sí lo han dado todo por que el mundo mejore.

"Que inventen ellos...", resumía Unamuno el sentir español con respecto a la innovación europea. "...Que nosotros nos lo descagaremos", dirán ahora estos ciberamigos de lo ajeno. Si ahora prostituimos el lenguaje y a los piratas de la red -que es como decir los ladrones de un mundo virtual que cada día funciona más como real- los llamamos internautas en pro de la libertad de expresión, mañana nos arrepentiremos, cuando a los creadores -verdaderos motores del mundo- no les interese seguir creando y nuestro universo se convierta en un cambalache rancio de productos manoseados.

  • Este artículo se publica asimismo en el nº 2.042 del semanario Cambio16.

martes, 14 de diciembre de 2010

Morente fugit. Se nos van todos los grandes

Conforme me hago mayor, se me aprieta más el nudo en la garganta cada vez que se va uno de estos maestros insustituibles para el arte y que la vida volandera, sin embargo, tan pronto sustituye, con un par de titulares y a otra cosa. Nada puede ser lo mismo ya en el flamenco sin Enrique Morente, ese granaíno concentrado con camisetas heavys cuyo acento de andaluz oriental tanto me acariciaba el oído. Tampoco pudo ser lo mismo el flamenco una vez que murieron La Niña de los Peines, Caracol, La Perla de Cádiz, Camarón o Chocolate, por citar sólo unos cuantos ejemplos evidentes, y ya ven que aquí seguimos, siendo testigos de cómo la Unesco se ha dado cuenta por fin de lo grande que es este quejío universal con eco andaluz. Y ahora que el Flamenco es reconocido, tan tarde, como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, va Morente y nos deja desde lo más alto de su carrera, cuando seguía conversando mano a mano con Picasso y otros genios de similar talla. Nadie esperaba que Morente se nos fuera, así, de súbito, salvo él mismo, que ya ironizaba sobre la Parca. Haber cantado desde siempre a los mejores de nuestros poetas, desde San Juan de la Cruz a José Hierro, pasando por Lorca, Alberti o Miguel Hernández, ha debido de facilitarle el tránsito de esta vida a la otra, en la alta confianza de que no hay separación entre estas vidas para quienes han respirado siempre en el hábitat transversal de la palabra, capaz, como nos ha dicho Vargas Llosa, de convertir lo imposible en posible, y de hacerse sonora incluso en los entresijos de la más absoluta soledad, como bien saben los flamencos y no precisamente porque la convirtiera en verso el distinguido Juan Ramón, sino porque del verso han hecho jirones de vida estos cantaores que, como Morente, llegaron a Madrid para encontrarla.

Descanse en paz Enrique Morente, y que sobrevuele de nuevo el aire mágico de su Albaicín natal, a compás por cualquiera de los 49 palos y medio que su genio supo incluir en la gran enciclopedia del cante que era él mismo, inquieto mimbre de una impagable tradición del conocimiento, que pasión no quita.

martes, 7 de diciembre de 2010

Al arzobispo no le gusta la tele

En su última carta pastoral, en cuyo nombre de la misiva continúa latiendo toda la carga ovejuna que les encanta a estos pastores de báculo dorado, Juan José Asenjo, a la sazón arzobispo de Sevilla, ha recomendado a los cristianos que apaguen la televisión cuando sea preciso porque los medios muestran actitudes que van “en contra de los preceptos de la Iglesia” y porque “difunden modos de pensar y actuar que nada tienen que ver con los auténticos valores cristianos”. Es decir, que si por la pantalla no sale Jesús ni los apóstoles ni algún cura predicando el Evangelio, que se utilice el mando a distancia, que para eso está, pero no para hacer zapping, que debe de parecerle al prelado profana metáfora de promiscuidad digital, sino para apagarlo y san se acabó. El consejo arzobispal es simple y, a mi humilde entender, demasiado burdo, máxime en unos tiempos críticos como los que corren en los que los cristianos deberíamos ser más que nunca luz del mundo y sal de la tierra, tal y como nos encomendó el mismísimo Jesucristo, que una vez aquí abajo supo darle bien a Dios y al César lo que correspondía a cada cual.

Como a muchos otros clérigos, también al arzobispo sevillano le debe de parecer aún que los medios de comunicación están para comunicar sólo lo que ellos estarían dispuestos a santificar. Lo demás, al infierno. O a la oscuridad eterna del apagón repentino. Es lo que deberían hacer los cristianos, por ejemplo, cuando informan sobre los desmanes de determinados sacerdotes pederastas. Botón del off.

A estas alturas, la estrategia de apagar la tele no funciona, no sólo porque la fuerza discursiva de los mass media se nos cuela por la red, el móvil o la pda si no hay televisor en el salón familiar, sino porque las ovejas han crecido y, aparte de las que ostentan ornamenta especialmente retorcida, la mayoría se ha rebelado contra cualquier pastor que dicte qué ver y qué no. A muchas ovejas les encantaría apagar al cura de turno que dice disparates en su sermón, pero son ovejas civilizadas que optan, mejor, por poner el piloto automático de su imaginación y pensar en otra cosa mientras llueven anacronismos, estupideces y radicalismos xenófobos desde lo más alto del altar. Ninguna se sale del templo, aunque a veces más les valdría.

Apagar la televisión es darle la espalda al mundo. Apretar el botón del off es la actitud más cobarde y aburguesada que un cristiano puede adoptar desde el cómodo sillón de casita. Es lo que apetece también cuando salen los niños famélicos del tercer mundo, los desgraciados con miembros amputados víctimas de cualquier guerra, las mujeres reducidas a una cámara con ventilación facial en lo más oscuro de Afganistán. Pero no por apagar la tele la realidad, cruda o patética, deja de existir. Ni siquiera esa realidad basura de los programas-estercoleros dejan de ser reales porque un cristiano apague el aparato, pues se encontrará lamentables referencias a los mismos antes de salir del portal de su domicilio.

Los cristianos de hoy, los de verdad –no los conventuales o sectarios o los disfrazados de piadosos–, saben que apagar la tele no sirve de nada, aunque lo diga el arzobispo. Y el arzobispo debería saber que ese tipo de dogmas asustaviejas son ineficaces y ridículos en una sociedad que, si aspira al conocimiento, no es censurando lo que a la Iglesia no le guste, sino analizándolo todo de frente y eligiendo el botón que más se ajuste a los intereses que dicte el libre albedrío. El arzobispo debería desempolvar a San Agustín y a Voltaire, y darse cuenta de que esta sociedad no puede darse el capricho de volver a la minoría de edad. Aunque eso le facilite el camino a la Iglesia.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Se fue Berlanga, pero queda su mirada


Ha muerto Luis García Berlanga, tal vez el director español que mejor supo captar el ser de los españoles en la pantalla del cine, al modo en que lo hizo Antonio Machado en sus versos más descarnados, y un tanto parecido a como nos veía con su mirada ácida el loco de Valle-Inclán. España siempre ha necesitado de estos visionarios para verse a sí misma retratada, como colectivo de gente impulsiva que necesita hablar a voces, todos a la vez, para escucharse en lo más hondo y lo más íntimo. Al contraluz, un verdugo pese a sí mismo, un alcalde desde el balcón, un pobre en la mesa... y un variopinto coro disfrazado de falsa sevillanía para burlar la censura de un país atontado en el duermevela de una dictadura inacabable. Remirar el cine de este valenciano al que tanto debemos es hacer un ejercicio de autoconocimiento ahora que la crisis nos está dejando como nuestras madres nos trajeron a este mundo, a este circo al que sólo se puede comprender casi definitivamente desde el esperpento.

Metáfora, Matilde, Andalucía

Decía el filósofo Ortega y Gasset que la metáfora era una forma de aprehender el mundo, las ideas, y que había metáforas tan gastadas que ya no nos dábamos cuenta de estarlas utilizando. Es verdad. Ahí están las frases hechas y los imitadores de Manrique con todos sus ríos desembocando en la mar. Pero hay una actitud vital –del mismo vitalismo que hablara Ortega, me da igual– que genera metáforas conforme se vive, y y eso ocurre mucho en Andalucía, en los pliegues a la sombra de esta tierra nuestra que a veces conocemos poco, deslumbrados por los focos malitencionados del oficialismo ramplón. En una conversación que hoy publica El Correo de Andalucía entre Miguel Poveda y Matilde Coral, ésta suelta perlas como las siguientes:
[Refiriéndose a determinadas innovaciones demasiado innovadoras en el baile flamenco]: "También hace falta un poquito de limpieza. Hay mucho enchufado. Lo siento mucho, pero soy una espectadora y veo muchas cosas que, yo que soy bailaora hasta que me muera, creo que están fuera de lugar. Cosas que no las entiende ni el Espíritu Santo. De pronto ves el mascarón de proa de un barco vikingo en la escena y dices ¿esto qué es? O ves al Ku Klux Klan".
[O sobre el tópico de que el franquismo denigró el flamenco y a sus artistas]: "Todo dependía de quién hiciera la fiesta y de los elementos que fueran. Porque los artistas hemos buscado siempre lo mejor. Lo que no podemos es achacarlo todo al mismo costillar. Claro que el franquismo hizo daño, porque era su misión. Pero yo he vivido la época franquista y he pasado por el fango sin mancharme".
¡Ole, ole y ole! Eso es vivir en la metáfora. No me digan que no estamos ante Bernarda Alba resucitada.

viernes, 29 de octubre de 2010

100 años de Miguel Hernández


Tal día como mañana, 30 de octubre, de hace justo un siglo, nació en Orihuela (Alicante) un niño cualquiera en una familia cualquiera. Se llamaba Miguel Hernández Gilabert, pero la historia de la literatura y el desamparo lo habrían de convertir en muy poco tiempo, teniendo en cuenta que murió con sólo 31 años, en uno de los más grandes poetas en castellano de todos los tiempos. Tal vez el más comprometido, tal vez el que peor suerte destiló para salvar su pellejo. Pagó su valentía contra el Fascismo al precio de su sangre. Y todo, increíblemente de prisa.

Hablar hoy de Miguel Hernández es hablar de poesía y vida entreveradas con palabras que, al tiempo que son palabras, no son palabras que se lleve el viento, porque el Viento es del Pueblo, ese pueblo del que Miguel Hernández levanta su persona y su poesía, ese pueblo nutrido de jornaleros y de niños desarrapados y explotados por la avaricia, ese pueblo que se levanta y clama contra el Cielo y contra el rico, pero que también es capaz de amar y llorar profundamente, por una idea, por una mujer, por un niño que se muere o por otro que sólo como cebollas.

Miguel Hernández sigue descolocado hoy en los libros porque es un poeta sin generación. Nació tarde para incorporarse a la Generación del 27 y murió temprano para pertenecer a esa otra Generación que llamaron del 36. Sin embargo, su verso, que es a la postre lo trascendente y lo que importa, está perfectamente colocado en nuestros corazones y en la memoria de un pueblo que lo invoca. Miguel Hernández es un poeta del pueblo pero no popular en el sentido que se le da a esta palabra, porque su poesía nace de una auténtica vocación de cultura, de un hambre insaciable de la lectura de los grandes, del dominio de la sintaxis, del acierto de la palabra precisa, del ansia de conseguir lo que el pueblo siempre quiso decir pero que sólo Miguel supo decir como nadie.

Un ejemplo:

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.


Mañana contaré lo que sé de él en El Casino de Los Palacios y Villafranca. Luego, lo resucitaremos leyendo su palabra.

viernes, 22 de octubre de 2010

Jornadas sobre la profesión periodística

El próximo miércoles 27 de octubre de 2010 tendrá lugar en la Facultad de Comunicación de Sevilla la Jornada sobre Periodismo Global: Crisis, Oportunidades, Desafíos y Fronteras, organizada por el Sindicato de Periodistas de Andalucía (SPA), la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) y mi Grupo de Investigación, Influencias de los Géneros Periodísticos y las Tecnologías en la Comunicación Social de la Facultad de Comunicación de Sevilla.

Es la III Jornada sobre la profesión periodística promovida por el SPA y constará de cuatro mesas temáticas que se desarrollarán en sesiones de mañana y tarde en la misma facultad sevillana.

Programa
10.00 h. Inauguración
Intervienen:
• Antonio Checa, Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla.
• Lola Fernández, Secretaria General del Sindicato de Periodistas de Andalucía
• Dardo Gómez, Dardo Gómez, Secretario General de la FeSP
• Antonio López Hidalgo, Responsable del Grupo Investigación Influencias de los géneros periodísticos y las tecnologías en la comunicación social

10.30 h. Mesa 1. Periodismo global y periodismo ciudadano
Intervienen:
• Luis Rodríguez Pí, Director Adjunto de la Cadena SER
• Antonio López Hidalgo, Periodista y Profesor Titular en la Facultad de Comunicación de Sevilla
• Victoria Cabrera. Periodista y directora de CIBERSUR
• Dardo Gómez, Secretario General de la FeSP
Modera: Isaac López Redondo, Periodista

12.30 h. Mesa 2. Nuevos periodistas para un nuevo periodismo
Intervienen:
• Antonio Ramos Espejo, Profesor de la Facultad de Comunicación de Sevilla
• Lola Fernández, Secretaria General del SPA
• Mabel Moya, Coordinadora de la Digitalización de los Servicios Informativos de CSTV
• Manu Mediavilla. miembro de la Ejecutiva del Sindicato de Periodistas de Madrid.
Modera: Álvaro Romero Bernal, Periodista

16.00 h. Mesa 3. Empresas de comunicación y crisis
Intervienen:
• Agustín Yanel, Secretario General Sindicato de Periodistas de Madrid y Presidente del Comité de Empresa de El Mundo
• Manuel Gómez Cardeña. Periodista y Presidente de SumaySigue Comunicación.
• María Ángeles Fernández, Periodista y Profesora en la Facultad de Comunicación de Sevilla
• Francisco Terrón. Secretario de Acción Sindical del Sindicato de Periodistas de Andalucía.
Modera: Javier Vidal Vega, Periodista

18.00 Mesa 4. Nuevos planes de estudios en las facultades de comunicación
Intervienen:
• Antonio Checa, Decano de la Facultad de Comunicación de Sevilla
• Juan Antonio García Galindo, Decano de la Facultad de Comunicación de Málaga
• Xabier Arkotxa, Federación de Sindicatos de Periodistas
• Antonio Manfredi. Director de Medios Interactivos de la RTVA
• Javier Guzmán Romero. Delegado de alumnos de la FF.com
Modera: José Romero Portillo, Periodista

19.30 Clausura

viernes, 15 de octubre de 2010

Cultura cornuda

Ahora que el toreo está tan en entredicho –con el auge del movimiento ecologista y proteccionista de los animales y la prohibición de las corridas en Cataluña– que incluso los taurinos han sustituido su Fiesta Nacional por el término Fiesta de los toros, ahora, digo, ahora que el Senado ha tenido la vergüenza torera de no calificar a este espectáculo sangriento como Bien Cultural, dejando aislado a un PP que quiere ver poesía en cada lance y que nos fuerza la vista para identificar la mantanza en el coso con el ser de los españoles, ahora, insisto, va el Gobierno –con Rubalcaba dando la cara– y accede a incluir en el Ministerio de Cultura a esta panda de matadores, como si fueran artistas, creadores o intelectuales del montón siquiera. Por vez primera en nuestra Historia, un Gobierno que se dice progresista da el brazo a torcer para que le retuerzan el sentido común de que una cosa es la creación pura y otra la destrucción impura, o sea, mezclada con ínfulas baratas de artesanía carnicera.

¡Esto sí que es grave! ¡Esto sí que es para recoger firmas y armar la marimorena! ¡Esto sí que es una vergüenza nacional!

En el cajón de la Cultura Nacional se mezclarán ahora los pintores, los escritores, los músicos, los cantaores y cantantes, los escultores, los arquitectos, los científicos, los cineastas y los académicos de condición varia con estos especialistas en pasarse el toro por el forro y los hierros para darle muerte entre aplausos de la caverna del mustio albero... ¡Los toreros podrán decir que se codean con los poetas, con los bioquímicos, con los guionistas de cine! Como si tirarse al campo para torear a una becerra, encerrarse en esas oscuras corralas de la vieja España para entrenarse en el ejercicio de matador fuese comparable a encerrarse durante años en una biblioteca o en un laboratorio. ¡Comenzamos el tercer milenio con la razón por los suelos, con nuestro mundo al revés, tirando la Ilustración y sus postulados a la basura!

No quiero imaginar lo que dirían no ya Unamuno, Pío Baroja o Ángel Ganivet, sino el mismísimo Lorca si levantara la cabeza en un siglo, se supone, mucho más depurado artística y humanamente que el que terminó dándole un tiro.

Y todo porque estos torerillos, simplemente, no caben ya en ningún sitio. Porque el Ministerio del Interior está ya para otras cosas, porque el de Folklore no existe y porque el de Cultura rebaja tanto su nivel o tiene una titular con tan poco mando que no se atreve a contradecir, con la Cultura en la mano, a quien tiene la vara del poder verdadero en el Gobierno para mandar a quién le envía el marrón de los toreros. Ahora que se va Corbacho, el ministro del marrón, como él mismo se ha autocalificado, el marrón de estos matadores que peregrinan con corbatas de seda por los madriles en busca de algún amparo se pone negro negrísimo, color de negro toro de pena. ¿Y nos vamos a tragar semejante puyazo?

  • Este artículo lo publico también, bajo el título 'Los cuernos de la cultura', en el nº 2.030 del semanario Cambio16

jueves, 7 de octubre de 2010

Enhorabuena a Mario


No cinco, sino muchísimas más horas me gustaría charlar con Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936), brillantísimo novelista al que acaban de conceder el Premio Nobel de Literatura. Llevaba décadas postulándose, casi desde que se lo concedieron a su colega Gabriel García Márquez, allá por 1982. Pero el Nobel, como la suerte, va y viene, culebrea por el tiempo y, a veces, queda muy lejos cuando a los artistas de la Palabra le llega la Parca, casi siempre por sorpresa. Con Mario, el Nobel ha llegado a tiempo de que él, que ya no lo esperaba, lo pueda disfrutar.

Antes que algunas de sus novelas, leía artículos de prensa de los que lleva años publicando en El País, los domingos sobre todo, y siempre me fascinó cómo un liberal convencido como Mario era capaz de engatusar al mismo tiempo a conservadores rancios y a comunistas más o menos razonables. Hombre político desde siempre, mantuvo sus diferencias, diatribas y hasta puñetazos con el Nobel colombiano; aspiró a la presidencia del Gobierno de su país, donde acabó derrotado (qué paradoja) por el luego prófugo Fujimori; integró la fundación FAES de Aznar, que ya se sabe que no significa Falange Española, pero de donde se salió rápidamente porque nada de lo que se cocinaba allí dentro parecía olerle bien.

Recuerdo que comencé a leer, y la dejé inconclusa hasta hoy, La casa verde, justo en los días ya tan remotos en que estudiaba para Selectividad. Hace ya tanto... Luego hojeé Pantaleón y las visitadoras, y más tarde leí con agrado la violenta La ciudad y los perros, su primera novela, de 1962, y últimamente, Travesuras de la niña mala, una obra maestra sobre el amor incondicional, obsesivo, en una trama cosmopolita que nos va enseñando ciudades como si viajáramos al pasar de un capítulo a otro. Me consta que La Fiesta del Chivo, en torno al asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, es probablemente su mejor novela, pero la tengo en una estantería de casa, intacta desde que la leyó Marina y me la recomendó. Ahora le hincaré el diente. Por eso son buenos estos premios tan globales, porque nos aguijonean para leer cosas que jamás hubiéramos debido abandonar.

Como la patria en la que creo son mis propios zapatos y mi lengua, en la que pienso y me comunico, siento este Premio Nobel de Mario como un galardón más al español, este idioma nuestro, cada día más planetario e imprescindible.

Gracias, Mario.

jueves, 30 de septiembre de 2010

30-S, y paso libre en la S-30

El día después, sindicalistas y gobernantes se dan la manita en las tertulias, como el día anterior con los servicios pactados para el picnic. Hoy por ti, mañana por mí. "La huelga no es para derribar a Zapatero, sino a su política", dice Méndez. ¿Quién es Zapatero sino su política?

Los sindicatos echaron ayer a la calle a sus lobos informativos para asustar a quien quisiera levantar la cancela, descargar el camión. Hoy, se reparan escaparates y se arreglan pinchazos. El miedo ha pasado.

Y Forges dixit:


viernes, 24 de septiembre de 2010

Horrores

Mientras ETA anuncia o hace amagos de anunciar su enésima tregua, sumida en la más ridícula indiferencia dispensada por los demás (ya era hora), algunos Estados que no son terroristas (en teoría oficialista, claro, porque eso no significa que no practiquen el terror) protagonizan la actualidad con horrores que no acabo de digerir cuando aún no he desayunado en condiciones.

Primero: el estado de Virginia (EEUU) asesina con una inyección letal a Teresa Lewis, cuarentona casi deficiente que encargó, a su vez, el asesinato de su ex marido y el hijo de éste. Diente por diente. Los Estados Unidos del Antiguo Testamento y la inclemencia para los que deben ir al infierno, que siempre son los infelices sin posibilidad alguna de redención.

Segundo: Colombia asesina al líder militar de las FARC, y enseña el cadáver, impúdicamente, entre sonrisas de sus gobernantes. Otra vez el Viejo Oeste, pero en el Caribe.

La quemazón de estas muertes me ronda la cabeza desde el amanecer, sobre todo porque no me quito el peso de una conversación futura: la de cuando mi hijo me pregunte por estos horrores que, legalmente, no son errores. Seguramente, erraré en el intento de explicárselo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Don Luis, el cura de todos

Aunque no corren buenos tiempos para la curia, Luis, el cura, no tiene un enemigo en Los Palacios y Villafranca (Sevilla). Ni siquiera un vecino al que ni fu ni fa, pues desde que aterrizó en los poblados de colonización en 1973 no ha cesado de trabajar por los demás. El Ayuntamiento le ha concedido el título de Hijo Adoptivo por su “permanente defensa de la solidaridad, la tolerancia y la amistad”. Un sacerdote así lo querrán en todas partes.

Mucho antes de ser don Luis en el altar (o san Luis, como le dijo un crío, con los nervios, en su Primera Comunión) y Luis, el cura, en plena calle, el joven Luis Merello decía su misa dominical en el poblado de colonización de Maribáñez, adonde llegó desde el seminario un frío enero de 1973. Por aquel entonces, Maribáñez y el resto de colonias agrícolas de Los Palacios y Villafranca (Chapatales, El Trobal…) llevaban apenas cuatro años de funcionamiento y el cura aterrizó en ellas como un torbellino de vida que iba más allá de la evangelización. O era más bien que él quiso arrojar las semillas del Evangelio en plena tierra marismeña, literalmente, con la camisa arremangada y entre las cuadrillas de algodoneros, como uno más.

La gente se le acercó primero porque él se dejó querer en el terrón, porque fundó un club ciclista entre las destartaladas bicicletas de los muchachos, porque organizó una caseta para la feria y un coro de campanilleros que acabaría rulando por media España, y porque hablaba fuerte, mirando a los ojos, y no se vestía como los curas porque, sencillamente, todo el mundo sabía ya quién era Luis el cura. Luego, la gente se dejó caer por la iglesia, y la parroquia se convirtió en el eje vertebrador del poblado. La parroquia era la sede de todo: de la incipiente cooperativa de los hombres del campo, de la asociación de padres y del equipo de fútbol que el propio cura entrenaba.


Luis Merello Govantes había nacido en 1947 en El Puerto de Santa María, había estudiado en los Salesianos de Utrera y se había forjado como cura en el seminario sevillano, pero fue en Los Palacios y Villafranca donde comenzó su andadura como cura del pueblo, sobre todo desde que en 1985 dejó Maribáñez para ser destinado a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. El templo era tan pequeño, con una sacristía en la que había que revestirse encogiendo la barriga, que tres años después comenzó la aventura para la construcción de la magnífica iglesia actual. Todo se hizo en cuatro años, pues don Luis era ya por entonces un personaje influyente que consiguió la cesión del terreno por parte del Ayuntamiento y el vuelco de todo el pueblo para que aquella obra faraónica avanzara a un ritmo frenético. Se organizaron mil y una rifas, se consiguieron mil y un donativos, se inauguró la verbena que todavía pervive, después de más de 20 años, y algunas familias pudientes arrimaron el hombro para que la parroquia se inaugurara a la par que la Expo del 92.


En estas últimas décadas, el pueblo ha crecido tanto que los 20.000 feligreses sobrepasaban con mucho las posibilidades administrativas de una sola parroquia, por lo que ha vuelto a ser don Luis el verdadero impulsor de la creación de la tercera parroquia del municipio, la de El Buen Pastor, en el populoso barrio de La Nana, cuya primera piedra fue puesta la pasada primavera.


El consejo parroquial y el Ayuntamiento gobernado por el PSOE preparan una serie de actos en octubre para la concesión del título de Hijo Adoptivo a Luis el cura. Pero él le resta importancia a todo, como al hecho de que su nombre haya sonado en los círculos eclesiásticos para ser nombrado vicario. A pesar de su mano derecha de pontífice entrañable y de su mano izquierda de político capaz, no le gusta ser el centro de atención. “No soy más que un obrero de Cristo”, dice.


  • Este texto, algo resumido, lo publico también hoy en El Correo de Andalucía.

martes, 31 de agosto de 2010

Chilenos en el corazón de la Tierra


La historia de los mineros chilenos a 700 metros de profundidad da para que unos guionistas anden elaborando ya la correspondiente película. Si no colgaran de un hilo 33 vidas humanas, lo que está a un tris de convertirse en tragedia sería simplemente una aventura maravillosa digna de Julio Verne. Pero hay seres humanos de por medio. Seres humanos de verdad. Aun así, he quedado fascinado estos días con los detalles que nos llegan a través de los corresponsales, que cuentan que los mineros necesitan principalmente entretenimiento. He pensado que si fueran animales prescindirían de ello para centrar sus necesidades sólo en alimento y abrigo. Pero los seres humanos necesitamos un plus que nada tiene que ver con lo que comúnmente llamamos necesidades básicas. Hacen falta naipes, videojuegos, champús especiales, videocámaras... y alcohol. A algunos, o a todos, les parecerá tres meses un tiempo desproporcionadamente largo para estar solos en el corazón de la Tierra.

No están solos, sin embargo. Son 33, y asisten al drama individual de cada uno, porque el relato que hacen a los medios y a los videos que mandan arriba, a la superficie de sus familiares y conocidos, los entretienen mutuamente. Son 33 relatos con 33 espectadores que probablemente no los conocían, a pesar de vivir y trabajar juntos. En las situaciones extremas, uno descubre que no sabe nada de lo fundamental, ni siquiera de sí mismo, y a veces hace falta hilvanar un relato que nos lo cuente, aunque esa narración sea proferida por uno mismo y dirigida a uno mismo. Uno tiene que llegar a entenderse a sí mismo para sobrevivir 3 meses en las profundidades de la Tierra. Y además, tomarse una copa, darse una ducha o echarse un partidita en la consola.

Lo que me maravilla de esta aventura terráquea chilena es que conseguirán, finalmente, construir una vida cotidiana. En esa cueva que vemos por la pantallita del móvil que ha aparecido en el telediario; en ese agujero caliente del corazón de la Tierra, allí, tan lejos. Vida doméstica, diaria, pura rutina.

Yo nunca he estado en Chile, y dada su lejanía no me extrañaría que nunca lo pisara. Pero siento el pálpito de mis semejantes como si el drama de esa fantástica cueva de Montesinos ocurriera a sólo unos kilómetros de aquí. Tal vez porque algunos chilenos enormes se encargaron de susurrarnos al oído las cosas fundamentales de la vida humana desde su origen, tan semejantes en todas partes.

"Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega. / Mi cuerpo de labriego te socava / y hace saltar el hijo del fondo de la tierra"

Son los primeros versos de un iluminado poemario titulado Veinte poemas de amor y una canción desesperada, firmado en 1924 por un tal Pablo Neruda. Del fondo de la tierra resurgirá la vida. 33 hijos desde el fondo de la Tierra.

sábado, 21 de agosto de 2010

Ole por Miguel Ortega


Se me llena la boca y el corazón cuando se me pone por delante un paisano que consigue hacerse grande desde las calles de mi pueblo natal. Miguel Ortega es un cantaor de una pieza, flamenco de verdad, no flamenquito; enamorado de los clásicos y respetuoso con el peso mayúsculo que recibe del compás de los mejores. Su único disco se titula Una mirada atrás, y dice mucho de lo que pretende expresar este cantaor de 35 años deseoso de cantar para alante. Acaba de ganar el mayor premio flamenco del mundo: la Lámpara Minera del Festival de Cantes de Las Minas en La Unión (Murcia).

Yo conocí a Miguel Ortega cuando éramos unos críos en El Círculo de mi pueblo. Creo que se llamaba El Círculo Cultural o algo así, aunque en realidad era un bar en la planta baja y unos locales arriba que servían para la protocultura o el entretenimiento que mi pueblo podía ofrecer a los chavales en la remota década de los 80. Más tarde fueron ocupados aquellos locales por los atletas y por los ajedrecistas. Cuando yo conocí a Ortega asistíamos sin saberlo siquiera a unas catequesis de evangelistas que habían aterrizado por allí, cantándonos la canción de un barco del que Cristo era el capitán. Nosotros íbamos porque jugábamos a lo que no podíamos en la calle. Un día desaparecieron aquellos misioneros del juego creativo y Ortega y yo dejamos de vernos para siempre. A lo mejor él se acuerda todavía, como yo.

Da la casualidad de que este disco que ha sacado al mercado unos meses antes de ganar la Lámpara Minera, financiado por él mismo y grabado en su pueblo y el mío, está repleto de letras escritas por un compañero en la tarea docente: José Luis Rodríguez Ojeda, al que conocí hace un par de años en el instituto de Las Cabezas de San Juan y con el que mantengo una amistad fraterna.

Estoy contento por que un conocido de mi infancia y un amigo del presente hayan hecho posible que mi pueblo, Los Palacios y Villafranca (Sevilla), salga en los papeles con letras grandes. Espero que el Ayuntamiento reciba a Ortega con los honores que merece. Aunque me temo que para ello no habría estado de más que hubiera salido en un programa-basura de la tele, como aquellas gemelas del Gran Hermano de tan aciago recuerdo, a las que recibieron por todo lo alto. La elegancia y el arte verdaderos no tienen tanto caché. Ya veremos.

lunes, 16 de agosto de 2010

Escaparate de muñecas en serie


Andando el tiempo, dicen, decimos, que la igualdad de géneros es un hecho casi irreversible en esta sociedad avanzada del siglo XXI, en la que ser mujer o ser hombre no impide desarrollar un proyecto vital enriquecido con humanistas visiones de futuro. Sin embargo, a estas alturas de la Historia, con un Ministerio de Igualdad que no logra frenar el drama del maltrato y el asesinato domésticos, la profunda desigualdad de ser macho o hembra se nos trasluce en estampas como ésta de las Miss Universo, en las que las muchachas que se postulan como han de postularse las muchachas para el mercado que las reivindica siguen soportando lo de siempre: una imagen de barbies en serie para el negocio antiestético que controlan ellos. Se afanan por aparecer guapas y diferentes, pero ya ven, terminan por engrosar la ristra de carne rosácea como la partida de perdices en las fotos triunfalistas de cualquier cazador mediocre.

sábado, 7 de agosto de 2010

Negro toro de pena


La tauromaquia, siendo un vicio casposo y bárbaro con ínfulas de arte como es, nos ha dejado un puñado de cosas positivas que es justo valorar: una silueta que empezó siendo cartel publicitario y que acabó recortándose en los horizontes bravíos de media España, para regocijo del viajero; un vocabulario riquísimo en torno a la bestia y sus derivados; y algunas de las mejores páginas literarias que se han escrito jamás. Que el toreo no sea un arte (sino una artesanía malévola de engañar al bicho con un trapo para terminar acuchillándolo) no significa que no pueda suscitar otros textos artísticos, apuntalados históricamente por genios de la pluma o el pincel. Algo parecido ha ocurrido con la mafia o los grandes psicópatas, repudiables en toda regla pero no por ello no aprovechables por los maestros de la literatura o el cine. Llamar maestro a un torero siempre me pareció una broma de mal gusto, y la defensa de la mal llamada Fiesta Nacional con el argumento de que innumerables artistas la respaldan porque han creado sobre ella, una falacia despreciable, no sólo porque también existen numerosos artistas que la rechazan, sino porque el simple hecho de inspirarse en una barbaridad para crear una obra de arte no significa en absoluto que la barbaridad deje de serlo. Creo que el mejor ejemplo para ilustrarlo es cualquiera de las estampas de Goya, que durante cierto tiempo fueron tenidas como pruebas de su afición al toreo y que más tarde, tras una mirada más sosegada, se han entendido como antitaurinas, propias del espíritu ilustrado del que no tuvo más remedio que acabar convencido el pintor; y antitaurinas no por conmiseración por el toro sino por el torero, símbolo del español brutal que acaba confundiéndose en el peligro innecesario, empujado por el instinto animal de la masa sorda que acudía a los lamentables espectáculos carniceros. Y esa mirada de lástima no hacia el toro sino hacia el ser humano que se degrada empañado en la violencia de un rito tan primitivo como miserable es la mirada europea y moderna que se arroja sobre el presunto españolismo de pacotilla que ostentan quienes se empeñan aún en defender una fiesta que nada tiene de festiva.

En España, último bastión serio de la tauromaquia –Francia, México o Colombia son sucedáneos alimentados por la Hispania de grana y oro–, existe hoy un claro conflicto entre quienes defienden la fiesta de los toros y quienes sienten que el espectáculo es horripilante e indigno de una sociedad civilizada. Y ese desajuste ético vivo entre la ciudadanía no se corresponde en absoluto con ese demagogo enfrentamiento entre la vieja España y la Cataluña independentista, como los protaurinos pretenden hacer ver, sino entre ciudadanos de todo signo y hábitat. Recuérdese, por favor, que también las Islas Canarias abolió el toreo, y nadie en España se rajó la camisa. Hay protaurinos y antitaurinos en Sabadell y en Cádiz, en Barcelona y en Sevilla, en Madrid y en Málaga. No se trata de una cuestión geográfica, sino de escalafones cualitativos propios de una sociedad madura y plural en cualquier rincón del país. Es un debate que forma parte de los dilemas morales de la modernidad. Y quienes no lo ven así, o no quieren verlo, esconden intereses de tipo pseudosentimental o claramente económicos. La España de los tópicos federalistas es una España que pasó hace ya décadas. El ciudadano de hoy, viva en Córdoba, en Vigo o en París, ha incorporado a su moral individual una dosis de compasión que antes no tenía, por haber heredado un falso concepto de antropocentrismo no entendido como ser el máximo responsable del Planeta, sino como el máximo explotador de sus recursos, sin miramiento ético para con las otras especies animales.

El proceso de prohibición de las corridas en Cataluña ha sido intachable desde el punto de vista democrático. Y sin embargo surgen voces demagogas hablando de prohibición, reivindicando la libertad y comparando todo esto con el Santo Oficio. Precisamente porque hay libertad se ha podido llevar a cabo esta tramitación en el Parlamento catalán, que representa a todos los ciudadanos de aquella comunidad autónoma. Precisamente porque ya no existe la Inquisición han podido ser los casi 200.000 ciudadanos que han firmado para elevar esa petición de debate los principales artífices de una decisión comunitaria, sin imposiciones por parte de una minoría que se crea en la posesión de la verdad. Y precisamente porque el resultado deriva de un amplio debate en el que han podido esgrimir sus razones todas las partes en conflicto, sin excepción, para luego pasar a una votación estrictamente libre y personal, no cabe aquí hablar de prohibición o decretazo, sino de decisión madura, sana y democrática. Ojalá otros procesos en la política que nos afecta a diario se desarrollaran de manera similar, sin amaneramientos dictatoriales dentro de las estructuras de los propios partidos políticos teóricamente democráticos.


Todas las Españas que intentaron dar un giro revolucionario hacia la definitiva civilización, desde el comienzo de la modernidad, han tachado los toros por su carácter bárbaro, desde el ilustre Jovellanos al noventayochista Baroja, pasando por tantos intelectuales que intentaron ver en el raciocinio una exclusiva veta de humanismo y no sólo el cauce instrumental de todas las posibilidades humanas desde el positivismo. La España espiritualista que encontraba Unamuno, como una reserva, decía él, estaba destinada, sin embargo, a preservar ese raro afán de hacer del rito y el símbolo una práctica doméstica contemplada por los demás primero como curiosidad, luego como souvenir y últimamente como indicio del atraso. Pero los aficionados –amantes– de los toros idealizan tanto sus liturgias que sienten como un ataque radical cualquier cuestionamiento de la lidia. No están por el debate ni por la reflexión ni por la discusión, porque parten del axioma de que el toreo es el culmen de lo artístico. Yo quiero pensar que lo creen verdaderamente. Y desde esa convicción, me gustaría que se abriera un coloquio social sopesado lo suficientemente amplio como para que nos llegáramos a entender todos. Los protaurinos deberían tratar de comprender lo que sienten los antitaurinos, y viceversa. Porque sólo desde la comprensión mutua se puede llegar en este país a un punto de equilibrio equidistante entre la indiferencia y el fanatismo. Hay familias que viven, y han vivido durante generaciones, del negocio del toreo. Pero también hay que reconocer que el montante total del dinero que mueve la lidia del toro en este país es similar a lo que cuestan un par de futbolistas de la talla de Cristiano Ronaldo. Y otros desmantelamientos se han llevado a cabo en España con mayor costo.

El punto artístico que puede tener la lidia radica fundamentalmente en la suspensión religiosa que llega a producirse en el instante fugaz en que las fuerzas de lo bruto y lo telúrico, de la bestia cornuda, se mide con la potencia de la sutilidad con el capote. Esos segundos que puede durar una verónica, un pase de pecho, una conexión de miradas lúcidas entre toro y torero en la infinitud del redondel pueden contener el peso de lo artístico en esta práctica. Yo, que me considero antitaurino, puedo llegar a entenderlo. El problema es que esa fugacidad se ve empañada enseguida por el peso muchísimo más contundente de la carnicería, la sangre, el sufrimiento, la saña, las voces, la lucha y el maltrato que es al fin y a la postre la corrida en su conjunto. Son absurdos los argumentos de defensa de los toros que echan mano del sacrificio de otros animales (vacas, cerdos o palomos) para el consumo humano, con más o menos sufrimiento para el animal. Y me parecen absurdos de la misma manera que los argumentos de los ecologistas vegetarianos para no consumir carne de ningún tipo, principal fuente de proteínas. Porque la motivación fundamental para que la práctica del toreo se ponga en cuestión no es que un animal es sacrificado, sino su modo y finalidad, la burla intrínseca que supone, el espectáculo, el escarnio al que se somete al toro para divertimento de una masa que en su inmensa mayoría ni siquiera va a la plaza para asistir a ninguna liturgia trascendente, sino para codearse con otros fulanos por diversos intereses o para salir fotografiada en determinadas publicaciones. La civilización del siglo XXI, creo yo, no puede consentirlo. Por supuesto que hay otras muchas cosas que tampoco podemos consentir. Por supuesto. Pero el toreo es una de ellas, y está bien que comencemos eliminando algunas.

Los Verdes de Andalucía van a emprender su particular cruzada contra el toreo en esta comunidad autónoma a partir de 2012, una vez que la ilegalidad de esta práctica tenga carta de naturaleza en Cataluña. Si reúnen 75.000 firmas –cosa facilísima–, tendrá que tramitarse en el Parlamento andaluz, aunque previsiblemente los partidos mayoritarios voten lo que crean que es políticamente correcto en esta tierra del toro bravo bravísimo, tan bravo que sólo sobrevive gracias a las subvenciones públicas. Al menos podrá abrirse el debate, y eso es ya comenzar a construir la Historia de Andalucía desde presupuestos civilizados.

  • Este trabajo se publica asimismo, como reportaje, en el nº 2.023 del semanario Cambio16.

viernes, 30 de julio de 2010

Profecías


Miquel Barceló, con su primitivismo rupestre a flor de pincel, vaticinó hace dos años desde su Barcelona espiritual la estocada definitiva para esta barbaridad que los ahora magnánimos defensores de la libertad siguen empeñándose en llamar arte. Le encargaron el cartel para la feria de Sevilla e hizo este pinchito negro con los colores de la Nación. Como era esperable, los que entonces tragaron con la obra ya están cacareando lo del nacionalismo separatista catalán, etcétera, etcétera. Cuando una parte de la humanidad da un salto cualitativo hacia su coherente humanización, el resto cacarea por lo común porque la querencia de la costumbre es fortísima.

domingo, 18 de julio de 2010

Los cochazos ya no molan

Uno entiende que, hasta cierto punto, sea decisivo para la clase política –para mantenerse como tal, quiero decir– prodigar gestos de austeridad cuando al pueblo llano no le llega ya ni para pipas. Al fin y al cabo, la democracia es un sistema que hace germinar a sus dirigentes del mismo pueblo, aunque a ellos y a nosotros se nos olvide a cada rato, dadas las consolidaciones en los sillones de mando y el profesionalismo en que se ha convertido eso de meterse a administrar el dinero de todos. Pero hay extremos que rozan la inteligencia provocándonos la risa, una risa contagiosa de esas que se van amortiguando hasta que uno se queda completamente serio, rayano con lo triste.

Uno de esos colmos colmados ha sido la supresión de turismos de alta gama del Catálogo de Vehículos Homologados que contiene la relación de coches autorizados para su adquisición y uso en la administración de la Junta de Andalucía. A partir de ahora, los mandamases del Gobierno andaluz no podrán ir de un sitio para otro en coches de lujo, así que en los próximos días podrán ver ustedes al presidente y a sus consejeros bajándose de un Seat Ibiza o de un Ford Fiesta para inaugurar algunas de las ferias estivales que han quedado por los pueblos, de esas que no han suprimido todavía pero cuya baja potencia en alumbrado quizás haga posible disimular el cochecito cañí del que se baje el menda o la menda.

Se acabaron, pues, los Audis y los Mercedes de cuya puerta trasera se han venido bajando los consejeros, los viceconsejeros, los delegados, los subdelegados, los diputados y los alcaldes de tronío medio abrochándose la chaqueta mientras el guardaespaldas sostiene marcialmente la puerta del cochazo. Todo eso era un gasto insostenible a estas alturas. Además, con la supresión de estos carros de alta gama sería incongruente desde el punto de vista estético que se mantuvieran los chóferes y guardaespaldas. Imaginénse ustedes la misma escena pero con un Peugeot 205. Indico marcas para engrasarles la imaginación. Con la nueva flota de vehículos antilujo debería ser el propio político el que condujera el coche, el que aparcara cerca del acto y el que se bajara dando un portazo campechano. La campechanería se lleva muy bien con estas épocas de recesión.

Hasta aquí todo parece muy gracioso, pero a uno le asalta también la tristeza cuando encuentra cierto paralelismo en la trayectoria que parecen seguir los políticos y la que no han tenido más remedio que seguir también en los últimos años toda esa tropa de jovenzuelos del taco en el bolsillo y el BMW derrapador. La diferencia estriba, claro está, en que los chavales que chuleaban con esos cochazos por las esquinas fueron engañados por el sistema laboral, por el banco y por los políticos, mientras que estos últimos dejan sus carros de alta gama a la sombra del garaje hasta que soplen mejores vientos y nada más.

El juego es el mismo que el que practican ciertos políticos de pueblo de cara a la galería demagógica de la gente que sólo ve un segmento de sus andanzas, cuando frecuentan bares populacheros de precios bajos después de venir en AVE desde Madrid porque la niña quería una faldita del Mango de la capital, que por aquí abajo no la traen. AVES de ida y vuelta en la misma tarde y cena grasientilla entre el populacho que observa la sencillez. Hasta a Obama le sale de maravilla cuando devora su hamburguesa preferida frente a las cámaras.

Y uno, que creía que aquellos cochazos de lujo no respondían a las vanidades del pueblo sino a concienzudos criterios de seguridad de los altos cargos, se queda ahora anonadado, con sonrisilla de estúpido mientras mira a los políticos anunciando tantas medidas de ajuste, ajustando hasta su propia seguridad en favor del pueblo.

  • Este artículo se publica también en el nº 2.022 del semanario Cambio16, así como en el nº de septiembre de la revista Cambio Financiero.

jueves, 15 de julio de 2010

Lapidación

Ojalá la lapidación fuera sólo un ejemplo curioso de paronomasia con depilación, como a mí siempre me ha parecido. Paradójicamente, cabe pensar que en esos lugares horrendos donde se practica esta condena cruelísima podrían lapidar a una mujer por depilarse, pues los caminos de estos extremistas del machismo exacerbado son verdaderamente inescrutables. La lapidación, consistente en arrojar piedras contra la víctima enterrada hasta por encima de los senos para conseguir su muerte, nos llega a la mayoría de los occidentales por el texto evangélico de Juan, en cuyo capítulo octavo se cuenta cómo presentan a una mujer adúltera a Jesús para preguntarle qué debían hacer con ella y así sorprenderlo en un renuncio, pues todos sabían lo que decía la Ley. La sorprendente respuesta de Cristo lo convierte en un auténtico revolucionario no sólo por su promoción del perdón, sino del sentido común: "El que no tenga pecados, que tire la primera piedra". La sentencia cristiana queda grabada en nuestra cosmovisión de occidentales razonables, seamos o no cristianos, pues todo el mundo entiende que no debe erigirse en juez de nadie si no quiere ser juzgado, máxime cuando el juicio se establece tan hipócritamente.

La lapidación se podría haber extinguido con aquella máxima de Cristo, pero no fue así, y cada cierto tiempo nos desayunamos la noticia de que en determinado país oriental han lapidado o van a lapidar a alguien, normalmente a una mujer. Téngase en cuenta que en países como Irán o Somalia, que encabezan el dudoso honor de poner en práctica esta condena más que otros, todos los jueces, por definición, son hombres; que el valor de un testigo es mucho mayor que el de una testigo; y que en muchos casos la mujer ha llegado a ser lapidada por el delito de haber sido violada. Aunque uno entienda esta última frase en pasiva, es decir, con sujeto paciente, violado, el corporativismo masculino llega por esos lares a tal punto, que cuando la mujer denuncia a los violadores, la confabulación autoproteccionista de los machos desemboca en la acusación de adulterio, que es un delito inapelable. De ahí a la consiguiente lapidación hay solo un paso.

Sakineh Mohammadi Ashtiani, una iraní de 43 años y madre de dos hijos, ha sido acusada de adúltera y de cómplice en el asesinato de su marido. Como es de suponer, nada queda claro ni en contra ni a favor de dichas acusaciones, pero sí queda clarísimo que pretenden lapidarla. La página freesakineh.org ha conseguido ya casi 90.000 firmas en apoyo a su rescate, pero nada le garantiza la salvación. Como ella, otras seis mujeres y tres hombres esperan la misma suerte en esta república islámica que gobierna Mahmud Ahmadineyad. Mientras transcurren acuáticas las vacaciones en este mes de julio de 2010 para tantos billones de occidentales, la lapidación sigue siendo una práctica común de andar por casa en esta Persia milenaria que tan sólo ha cambiado de nombre.

Desde Occidente, y desde nuestro país particularmente, se movilizan grandes masas y grandes esfuerzos porque un equipo de fútbol ha ganado el Mundial; e incluso se recupera la bandera de España, tan vilipendiada por los fascitas, para que la enarbolen todos los españolitos de bien que tengan ahora fe en la Roja -de un bermellón que ya nada tiene que ver que los rojos, claro. Desde Occidente, y desde nuestro país particularmente, se revoluciona la red de redes por un beso esperable entre el mejor portero del mundo y la re-portera más sexy del país, que dicen que son novios. Desde Occidente, y desde nuestro país particularmente, no se hacen grandes esfuerzos, ni gubernamentales ni ciudadanos, para evitar que estas mujeres atrapadas en el hoyo de un país tan lejano de la Democracia en el que vinieron a nacer, por casualidad, se desangren una vez que le partan el cráneo a pedradas, lentamente. Diremos que cada país es soberano y toda esa sarta de gilipolleces. Que esto no es como la Bolsa o el fútbol, que nos compete a todos, claro.

  • Este artículo se publica asimismo en el nº 2.017 del semanario Cambio16.

viernes, 18 de junio de 2010

Saramago, saudade


Ha muerto José, el premio Nobel portugués de la Literatura que siempre se trazó con carboncillo ético, comprometido. Ha muerto Saramago, el escritor tardío que explotó de creacionismo cuando todavía no era tarde para elaborar una magistral obra ética y estéticamente admirable e interesadísima por el Humanismo con mayúscula, por ese afán de conocer al ser humano que le ha llevado a enseñarnos desde la Caverna de Platón hasta la última ráfaga de ese Caín que nuestra cultura maldice y él ha redescubierto como nuestro semejante, nuestro hermano, que dijo hace ya tanto Baudelaire. Este literato lusitano, antes de elaborar un quinto Evangelio según Jesucristo y su enésima novela sobre la ceguera humana, tan tristemente recurrente, había imaginado una Europa empapada de iberismo en naufragio continuo, y tal vez por eso su pensamiento conecta tan bien con nosotros los españoles, porque en su cosmovisión, a pesar de tanta saudade, no existe ningún abismo entre los hermanos que habitamos la Península, o las Islas Afortunadas, en cuyo epicentro espiritual llamado Lanzarote –celda marina y privilegiadamente retirada– ha tanto que gusta de vivir con una sevillana, periodista como él, ahora ya viuda y traductora no sólo de sus palabras.

Descanse en paz.

lunes, 14 de junio de 2010

El asqueroso circo de los niños en la tele

Hay cosas que no tienen gracia, aunque haya quien se ría y quien aplauda. Colocar a un niño en un plató televisivo, que es la cocina fundamental de tanto despropósito social, es un acto malvado que requeriría una justa reprimenda no sólo por parte de las instituciones pertinentes, sino de la sociedad civilizada en su conjunto. Lo que ocurre es que la saturación de tanto mal gusto y la relativización absoluta de la vida en torno a la caja tonta, que todo lo bendice y sacraliza, acaba narcotizándonos hasta límites nunca sospechados. Hay familias que hacen negocio con el chiquillo porque toca el tambor, canta como la Jurado o se tira pedos, y quiero pensar que no las empuja un afán puramente lucrativo, sino una confusa nube de vanidad, irresponsabilidad e inconsciencia. Hay niños que salen en televisiones públicas (insisto en que no son privadas) haciendo los payasos, muchos de ellos sin maldita la gracia y todos sin voluntad para decidir nada, ante las estúpidas carcajadas de la audiencia, incluidos sus progenitores. Qué grande y qué paradójico se hace este sustantivo en tal circunstancia: progenitor. Hace tiempo que todo el mundo sabe que la crisis que sufrimos no es sólo económica. Y no quiero con esto hacer moralina barata, sino denunciar una afrenta contra nuestra sociedad adulta en ciernes, contra lo más valioso, indefenso y tierno que tenemos.


"Me duele este niño hambriento / como una grandiosa espina", dijo Miguel Hernández de aquel chiquillo yuntero que le valió como metáfora universal de la explotación infantil. Hoy podríamos quitar o metaforizar el adjetivo hambriento para seguir actualizando el poema como sentimiento denunciador. En el Tercer Mundo, los niños no conducen yuntas sobre el indomable terrón, sino que apuntan con armas o arman zapatillas para críos pijos de las antípodas. En nuestro Primer Mundo, a nadie parece empacharle que rellenen morbosamente la parrilla de manera insufriblemente rentable. La tele, ese gran invento maquiavélicamente utilizado por los poderosos que consiguen manipularlo a su antojo, se convierte a ratos, cada vez más a menudo, más casi siempre, en un mundo virtual de los adultos desconsolados, frustrados, que cambian lo que podrían hacer en sus vidas por lo que hacen los personajes de la pantalla, sobre todo los esperpénticos prototipos que viven de serlo. Y nadie les enseña a los niños y niñas que el esperpento es el tope al que el ser humano no debería llegar jamás, aunque ello sirva para ganar dinero. Nadie les enseña a los niños que el vil metal, como se llama hipócritamente al dinero, no sirve para doblegar la alta esencia y alta estima en que debe tenerse al género humano. Esto parecen cursilerías, y así nos va.

La Fiscalía Superior de Andalucía, al hilo del caso Marta del Castillo que tantos menores ha llevado y traído, entre chicas de 14 años que se quedan embarazadas o no de asesinos y chavales que cuentan cómo violar lo que haga falta, incluida la ley, ha dicho alto y claro que es "ilegal" la difusión de imágenes en que aparecen menores, voluntariamente o apoyados por sus padres, hablando de hechos delictivos en los que han participado o aportando información suplementaria sobre los mismos. La intervención de la Fiscalía se debe a las apariciones en televisión, y en horario protegido, de dos niñas de 14 años hablando de Marta y motivadas para alimentar el morbo que producen estos hechos. Las menores tuvieron que contestar a preguntas como “si estaba embarazada como consecuencia de las relaciones sentimentales que mantenía con el asesino confeso”, “si le constaba que su ex novio 'le fue infiel' con otras menores”, “si se sentía avergonzada por haber mantenido relaciones con un presunto asesino” y un largo etcétera propio de un cuestionario con alguna zarrapastrosa habitual de los indeseables programas que giran como periodismo sin que entren en la rueda o noria de lo que mínimamente se entiende, académica, creativa y responsablemente, por ello.

La Fiscalía andaluza da un severo toque de atención a los medios de comunicación cuando se llega a los extremos, pero no ataca la semilla, y la regañina me parece infructuosa a la luz de tanta contaminación social, educativa, cultural y por supuesto económica en ese vector indestructible que parece existir entre la televisión y la realidad. Mientras se siga idolantrando absurdamente a personajes por el mero hecho de salir a ese otro lado de la pantalla, sin más, será difícil que la sociedad recrimine estos comportamientos y ampare convenientemente a los niños, incluidos éstos en su transición a la madurez. ¿Qué demonios significará madurez?
  • Este artículo, con el título de "El circo de la tele pide niños", aparece también como apertura de la sección de Sociedad del nº 2.013 del semanario Cambio16.

jueves, 10 de junio de 2010

Una ballena gris


Últimamente, porque me leí no hace mucho Moby Dick y porque me intereso por la literatura bíblica, la ballena como concepto, como forma, como tema literario me está apasionando mucho. Y heme aquí que encuentro por la prensa la noticia fascinante de una ballena gris avistada en las costas de Barcelona, después de que hace 20 días fuera vista en el litoral israelí. Las dos costas en las que han visto a esta ballena solitaria del Mediterráneo no pueden ser más míticas. Barcelona como espigón occidental e Israel como extremo simbólico de Oriente Medio. Entre ambos puntos, un cetáceo, tan mitológico desde Jonás, aparantemente perdido en aguas cálidas. Los expertos dicen que es probable que la ballena entrara por el Norte, por mor del deshielo del Ártico, al Atlántico, y de aquí, por el Estrecho, a los confines del Mediterráneo. Y que ahora esté haciendo el viaje inverso. Sobrecoge imaginar cómo un ser vivo tan impresionante recorre el globo en cuestión de días o meses, submarina y silenciosamente, mientras nosotros, en superficie, hablamos de la crisis y la reforma laboral. También dicen que este tipo de ballena se extinguió a comienzos del siglo XVIII. ¿Y si la ballena no fuera atlántica, sino pacífica (del Pacífico, quiero decir) y estuviera pasando revista por las antípodas?

jueves, 27 de mayo de 2010

Mimar a la banca

Cuentan los viejos, de cuando eran churumbeles de familias numerosas, numerosas de las de antes, o sea, de las de verdad, que siempre había uno en casa más débil, más delgadito, con carnes más flacas y peores pelos al que no sólo la mamá le tenía reservado el mejor bocado. "Esto, para mi José, que es el más endeblito". Y aquel crío al que la naturaleza había marginado, de momento -porque luego daba el estirón y al chiquillo ya no lo conocía ni la madre que lo parió-, se llevaba el trocito más magro de carne, la fruta más en su punto y hasta la onza de chocolate que no había para los demás. Y todo eso porque las mamás y los papás del mundo están para contravenir la ley natural, o sea, la ley del más fuerte, que dijo Darwin.

Los gobiernos en Democracia, especialmente los socialdemócratas, adquirieron gustosos el sobrenombre metafórico de Papá Estado, tal vez porque su proceder se aproximaba al de los papás que mimaban especialmente al que más lo necesitaba. Pero está claro que eso ha sido en tiempos de bonanza, que es cuando es más fácil ser solidario, comprensivo y generoso. Ahora que la crisis sigue deparándonos latigazos insospechados; ahora que la lista del paro tiende a más infinito; ahora que hay millones de parados sin esperanza y de empresarios con la cabeza bajo el ala; ahora, digo, se mima a la banca. ¡El mundo al revés! Tal vez porque la dichosa crisis lo ha puesto todo boca abajo, en vez de primar más que nunca la lógica de la protección, priman aquellas enigmáticas palabras evangélicas que rezaban: "Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene...".

El gobierno da palos de ciego, decíamos hace semanas, pero es que esto clama al cielo de los ciegos que no quieren ver. ¿Cómo es posible que el Gobierno -el nuestro, y no ha sido el único- inyectara a la banca hace poco más de un año casi 100.000 millones de euros con la ingenua intención -sin compromiso por escrito- de que el dinero pudiera volver a fluir en una sociedad aletargada y ahora prohíba a los ayuntamientos pedir crédito a esa banca que el Ejecutivo rescató? Hace tan sólo unos meses se criticaba a los bancos porque no daban crédito -para hipotecas, para que miles de empresas pudieran funcionar- a pesar del rescate público del que habían gozado después de que ellos habían iniciado precisamente esta crisis galopante. Esa crítica pululaba no sólo por los bares sino por el Congreso de los Diputados.

Pues bien, en medio de la tormenta deficitaria a la que el Gobierno no sabe ya cómo hacer frente sino cargándose toda su política socialista de la A a la Z, aprovechando incluso el dinero de los viejecitos que lo cotizaron con el sudor de su frente tanto tiempo ha, se deja caer ahora con un decretazo que puso en jaque a los consistorios de todo el país: la prohibición de pedir crédito a los bancos hasta 2012, es decir, durante el período que se sigue previendo más angustioso de la crisis que no nos quitamos de encima. Los ayuntamientos se pusieron de urgencia a pedir crédito antes de que el decreto entrara en vigor. Al amanecer, este Gobierno del donde dije digo digo diego rectificó para empeorarlo todo aún ḿas y sentenció que su decreto no entraría en vigor al día siguiente, como la bajada del sueldo de los funcionarios -por ejemplo-, sino el año que viene, o sea, que tienen los ayuntamientos todavía siete meses para endeudarse hasta las cejas, para prevenir la época de las vacas flacas del crédito.

¿Qué sentido tiene todo esto? Ninguno. Es el laberinto sintomático de la desesperación. Hay ayuntamientos, muchos ayuntamientos, que dependen del crédito no ya para sus escasas inversiones u obras y servicios, sino para pagar las nóminas de sus trabajadores. Si se les prohíbe por decreto depender de tales créditos se les condenará a condenar a su vez a la desidia a sus municipios. Si ahora se retira la medida para anunciar que entrará en vigor el primero de enero, se está incitando claramente a que pidan ahora todo lo que puedan, con cuyo exagerado alegato y cuya exagerada necesidad se estará ahondando en una de las claves de la crisis actual: el ansia financiera por encima de las posibilidades reales.

Y, por encima de todo, se les está haciendo un gran favor a los bancos, pues, después de haberles ayudado a salir de la crisis -son los únicos que ya están recuperados-, se les está barriendo gratuitamente a quienes sus responsables consideran limosneros de crédito. Es como si el Gobierno dijera: "Hemos salvado a los bancos; pues a partir de ahora, que ningún ayuntamiento vaya a molestarlos". ¿Quién puede entender esto?

  • Este artículo lo publica también el semanario Cambio16 en su nº 2.009

miércoles, 19 de mayo de 2010

Robot casamentero


Siempre me apenaron profundamente aquellas películas americanas en las que una pareja se casaba en Las Vegas por quince pavos, con cirios eléctricos y flores de plástico. Me pareció siempre el colmo de la fragilidad sentimental, el culmen del compromiso de usar y tirar. La tristeza tiene una versión en esa estampa parodiada de una pareja saliendo del garito con bombillas de colores... Peor aún me sabe el casamiento que ahora sale en la prensa presidido por un robot. Un cura robot, o un ministro de la ceremonia robotizada. Ha ocurrido en Japón, el extremo oriente de la tecnocracia para seguir desorientándonos.

Decir sí a un robot es como decir sí frente al microodas, frente a la plancha, en la soledad doméstica que a veces nos insufla la inspiración precisa para nuestros sueños más allá del umbral de casa. Más valdría un espejo, para sernos testigos de lo que decimos. Pero en este terraplén hacia el cyborg la huella digital tiene más mérito que el churrete de un niño.

viernes, 14 de mayo de 2010

Se acabó el talante

Quienes me conocen de sobra saben que terminé totalmente mi casa en la primavera de 2007, es decir, aproximadamente cuando surgieron los primeros indicios de que la borrachera del último pelotazo en la rumbosa economía española empezaba a pasarse, a diluirse al son de los primeros parados que caían como gotas aquí y allá, mientras los no afectados miraban aún de reojo. La obra me costó un sacrificio bárbaro de casi un lustro y me dejó extenuado pero feliz, pues veía el magnífico resultado y la perspectiva halagüeña de mi boda con Marina. Así que tampoco me escocieron demasiado determinados abusos que me cobraron insultantemente por los últimos detalles... remates, decían ellos. Era la burbuja en estado puro y había que tragar.

Tan sólo unos meses después, cuando el verano de 2007 iba languideciendo, coincidí en un bar con algunos de los trabajadores que habían paseado su permanente alegría hotelera de weekend por mi trabajosa vivienda. Los noté apagados. Y enseguida hablaron del tema. Del cambio que había dado la cosa, de lo floja que estaba la cosa, de lo mal que estaba el patio. Enseguida tuve la certidumbre de que la crisis de la que todavía se hablaba con indulgencia había llegado para quedarse una gran temporada. Mis conocidos se empeñaban en apelar al nuevo año, es decir, a enero de 2008, como si el cambio anual no fuera una fiesta y un orden convencionales que nada tienen que ver con los mercados, más hechos al salvajismo natural, al darwinismo de que el grande se come al chico y punto. Pero en fin, las Navidades tampoco son para aguarle la fiesta a nadie. Por aquella época creé este blog. La gente me preguntaba por qué le había puesto ese título, y muchos interpretaron que captaba mi indolencia, que no mi anticipación.

El año 2008 fue el de la crecida bestial del desempleo, mientras el Gobierno se negaba a aceptar que crisis definiera lo que estaba ocurriendo. Desaceleración económica gustaba más.

Pasó el año y llegó 2009, después de unas Navidades más esperanzadas aún, mucho más, pues ya no había familia que no contara en sus filas con un desempleado. Muchísimas no contaban ni siquiera con un empleado. Entonces aparecieron reportajes, análisis, crónicas de mesa camilla en las que estas familias con todos sus miembros parados ganaban protagonismo. Yo mismo hice uno para El Correo de Andalucía. El año fue avanzando conforme avanzaba la lista del paro. Pero existía la prestación por desempleo. Luego vinieron los 420 euros. Y luego el replay de los 420 euros... Yo escribí entonces un artículo en este mismo blog, y que publicó Cambio16, titulado "política con minúsculas", en el que criticaba las medidas del Ejecutivo (420 euros, PlanE consistente en romper bordillos y hacerlos de nuevo, insistencia en una política social más de escaparate que eficaz...) porque me parecían pan manido para entonces y hambre para más tarde.

Ahora se ha acabado el pan, y los hambrientos tienen hecho el estómago al hambre, a esa hambre minúscula que comienza por restar caprichos y continúa, cuesta abajo, por el taperware de la suegra.

Hemos llegado al ecuador de 2010 –¡quién lo hubiera dicho en 2007!– y estamos peor que nunca. Ya sé lo de la teórica salida de la recesión y todo eso, pero atiendan al título de este blog, cuya interpretación ni siquiera usted duda, a estas alturas. Y a estas alturas nos bajan un 5% el sueldo a los funcionarios, a los trabajadores que un país tiene para que funcione, como nos ha definidio Griñán, el presidente andaluz. Escuece, claro.

Pero escuece más ver a los representantes de los sindicatos, de luna de miel hasta ahora con Zapatero, sobre el oleaje insoportable de más de 4,5 millones de parados, más parias que nunca, con las ayudas agotadas o agotándose... Estos sindicatos de los que se esparaba una protesta contundente para hacerles ver al Gobierno que la ruta era incorrecta no se han quitado la sonrisita hasta ayer. Se han puesto serios por un 5% de menos en la nómina de los funcionarios. Y que conste que yo soy uno. Y ahora sí, ahora sí vamos a la huelga porque esto es lo verdaderamente grave. Es tan grave que no vamos a una huelga general, sino a una huelga de la función pública, porque nosotros los funcionarios públicos somos los verdaderamente afectados.

El problema es tan gordo que al Gobierno no le queda más remedio que recortar por donde sabe que la tijera no yerra. El corte es más exacto que nunca; ya no valen ni los decimales, tan típicos en las míseras subidas. Un 5 es un 5.

Ya no queda talante ni en el Gobierno ni en los sindicatos. Y de la oposición mejor no hablamos, por supuesto. Esto es para tragar saliva.


sábado, 8 de mayo de 2010

Gracias, Paco


Felicidades, Paco:

Yo también fui uno de los millones de aficionados al flamenco que asomó la cabeza a esa cueva deslumbrante del ritmo y el duende a través de tu guitarra.

También yo me apasioné con el flamenco gracias a tu manera eléctrica de entender la bulería, la rumba y el tango; a tu forma candenciosa y aplastantemente humana de realizar la soleá, el taranto y el fandango.

Un servidor, como muchos, se deslizó por ti hacia la maravillosa y melodiosa senda de la música española y descubrí a don Manuel de Falla, al Niño Ricardo, a doña Marifé de Triana y a tantos genios que no lo hubieran sido para mí sin tu mano milagrosa.

Contigo descubrí a Camarón, y luego, con el tiempo, me seguí quedando contigo, escondido contigo tantas veces detrás de tu corazón malherido por seis espadas, en los días lluviosos, en las noches con música de fondo, en lo hondo.

Ahora te hacen Doctor Honoris Causa de la Música en el Berklee College of Music de Boston al considerar aquellos maestros allende el océano que tu música y tu visión artística "han influido a varias generaciones de músicos y han contribuido a difundir el flamenco entre un público internacional". Evidentemente, se quedan cortos. Cortísimos para tu toque tan largo... Qué hubieran dicho tu padre, Antonio Sánchez, y tu madre, Lucía Gomes 'la Portuguesa'...

Tu toque encierra el flamenco como arte trino y mucho más. Tu toque es la música española, concentrada como en un frasco de perfume carísimo, de valor incalculable. Tal vez porque lo que has hecho no se puede pagar, tu corazón rezuma humildad, que es la única forma de afrontar tanta grandeza, y así sueltas perlas como ésta: "Nunca hubiera venido hasta aquí para mi orgullo personal, pero es que detrás de todo esto se abre una nueva puerta al flamenco. Que una Universidad como ésta reconozca así nuestra música es una maravilla, porque llevo muchos años luchando para que cosas así ocurran”.

Tu sueño se ha cumplido, y el de muchos de los que amamos profundamente el flamenco, aunque ya hemos visto cuál ha sido tu mejor premio. Natural: “El mejor premio que me ha concedido la vida es darme una guitarra y un padre que me la pusiera en las manos, porque me ha ofrecido la capacidad de poder expresarme con el resto del mundo sin utilizar la palabra”.

¡Ole!

miércoles, 5 de mayo de 2010

32 órganos inútiles o demasiado útiles

Nuestro Gobierno lleva dos años dando palos de ciego. Decir esto no es una crítica, sino una objetiva descripción de la situación institucional del Ejecutivo de Zapatero a la luz de sus actuaciones estériles en este campo de minas creciente que es la lista del paro, a la sazón la lista que más interesa en la España de hoy, más que la de los 40 principales o la de la Liga del Fútbol, que ya es decir. Cuando escasean los bocados que echarse a la boca, después de agotadas las ayudas y las limosnas, no hay gol ni canción que cantar, porque la boca se agria y el corazón enmudece.

Ahora mismo andarán despidiéndose Zapatero y Rajoy en una reunión que debió producirse mucho antes y que, a estas alturas, resultará inservible. Ojalá me equivoque. La cita es un intento a la desesperada no de sacarnos a todos de la crisis sino de aparentar cierta preocupación institucional por el pozo profundo en que España se está metiendo conforme se acerca a esa barrera psicológica que son los cinco millones de gente sin nada que traer a casa, salvo su tristeza por no poder dar un palo al agua. No hay palos ni agua.

Como la crisis aprieta y la opinión pública se forma su propia opinión, que es siempre un poco secreta aunque las encuestas la adivinen y los políticos la intuyan, el Gobierno tomó la pasada semana la determinación de cargarse 32 órganos oficiales que en primera instancia eran imprescindibles. Los cargos, junto a 29 empresas públicas que también han desaparecido, costaban 16 millones de euros. Pero había que tenerlos. Desde hace una semana, sobran. Y todo por la crisis.

Este episodio del recorte de cargos cuando la olla económica está a puntito de reventar ejemplifica muy bien la falta de rigor de unas instituciones públicas (y no me refiero sólo a este Gobierno nuestro) que no piensan en su estructura y funcionamiento con criterios inteligentes, sino con el criterio chulesco de quien tira con pólvora ajena. De 14 ministerios y de la Presidencia gubernamental se han suprimido direcciones generales, secretarías y departamentos que uno hubiera considerado en tiempos de vacas gordas fundamentales para garantizar no sé qué en el Estado de Derecho. Ya me entienden. Menos mal que el recorte ha sido masivo y así cada institución suprimida no ha acaparado un titular escandaloso por sí sola. Imaginen el siguiente titular, a secas: "El Gobierno destruye de un plumazo la Dirección General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información". El titular es cierto, o sea, que no hay que imaginarlo, pero adquiere dimensiones más escandalosas por sí solo que acompañado de 31 titulares similares.

La pregunta trascendente es: ¿eran tan importantes estas direcciones como para pagar 16 millones de euros por ellas o es que realmente son perfectamente suprimibles para ahorrar 16 millones de euros? Cuando uno anda mal de dinero, suprime las comidas en los restaurantes, los caprichos en el supermercado y las salidas de casa en general. Cuando nuestro Gobierno anda mal, es decir, fatal, suprime la Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional, del Ministerio de Justicia; la Dirección General del Instituto para la Vivienda de las Fuerzas Armadas, del Ministerio de Defensa; o la Dirección General de la Biblioteca Nacional, del Ministerio de Cultura, por poner sólo tres ejemplos. Precisamente este último ha hecho que su directora, Milagros del Corral, haya amenazado con irse a su casa por vergüenza torera, es decir, por avergonzarse de ocupar una de las decenas de cargos que el Gobierno considera hoy inútiles.

Tal vez ninguno de los órganos era inútil, y más bien los inútiles hayan sido los gestores incapaces de rentabilizarlos cuando la cosa iba bien, empezando por aplicar una colocación lógica por ministerios y terminando por agrupar con sapiencia sinérgica los que mejor hubieran funcionado juntos. Ejemplifico lo que digo. ¿Qué hacían en Presidencia del Gobierno direcciones generales como la de Política Económica, que hubiera quedado mejor en el Ministerio de Economía y Hacienda, o la de Educación y Cultura, que huelga decir donde hubiera encajado perfectamente? ¿Cómo es posible que ahora exista una Dirección General por la Igualdad y el Empleo y contra la Discriminación y hasta hace una semana existiera una Dirección General para la Igualdad en el Empleo y, por otro lado, una Dirección General contra la Discriminación?

¿Quiénes son los inútiles: los órganos suprimidos o los gestores que los organizaron? Ahora pagan la irresponsabilidad supina quienes seguramente han trabajado algo en el lugar que les encomendaron.

  • Este artículo aparece asimismo en el nº 2.007 del semanario Cambio16

miércoles, 28 de abril de 2010

Garzón

El mediático juez Baltasar Garzón se ha convertido en los últimos meses en el gran perseguido por el rigor jurídico en España, por el superviviente fascismo y por la envidia insana de muchos de sus colegas. Por haber accedido a las peticiones de las víctimas del Franquismo, ha sido acusado, interesadamente, de prevaricación. Prevaricar es, según el diccionario, "dictar a sabiendas una resolución injusta". La definición debería hacernos caer en la cuenta de que, en este caso, Garzón no ha podido prevaricar porque no ha dictado resolución alguna, ni justa ni injusta. Lo único que ha hecho es admitir a trámite una denuncia por parte de las víctimas del Franquismo que, en última instancia, no busca sino el reconocimiento de tales víctimas. De modo que acusar de prevaricación a quien no ha dictado resolución alguna; hacerlo porque se presupone la resolución que dictará, en arriesgado futurible, se parece más al verbo prevaricar que las acciones que, hasta el momento, ha emprendido Garzón.

En cualquier caso, si se considera que la presunta prevaricación no responde a la ausencia de resolución sino al mero hecho de tocar el tema del Franquismo se estará dando por sentado que el Franquismo es intocable. Así parece deducirse de quienes esgrimen ahora contra este juez la Ley de Amnistía que nos dimos (se dieron quienes vivían y decidían entonces) en la Transición. De este razonamiento se desprende fácilmente no sólo que el Franquismo, gracias a la Ley de Amnistía que empezaron por impulsar los comunistas, es intocable, sino que la única persona que le ha hecho frente desde la Justicia, y desde la distancia de casi cuatro décadas después, lo puede pagar carísimo. Tanto, como ser expulsado de la carrera judicial. Y eso, de cara a la imagen internacional de la Justicia Española, donde se integra como magistrado el único juez por el que ésta es conocida y admirada en el mundo entero, el único juez que ha perseguido con el aplauso global a dictadores como el chileno Pinochet, es inadmisible.

Si continuamos reflexionando en clave internacional, que en el mundo global de hoy es lo más razonable, podríamos calificar de auténtica chapuza nuestra Ley de Amnistía, que no fue sino un lavado de cara urgente para salir del atolladero del Franquismo muerto una vez que nos vimos en la tesitura de alargar su sombra o empezar un régimen nuevo, democrático e innovador. Aquella prisa por mirar para otro lado, por hacer borrón y cuenta nueva, pudo estar muy bien en el Congreso, pero ni los millones de víctimas reales pudieron olvidar tan fácilmente, pues eran seres humanos y no máquinas, ni los múltiples tratados internacionales referidos a genocidios varios pudieron admitirla, de modo que desde entonces hay víctimas -cada vez menos porque van muriendo- y juristas internacionales con tales tratados en la mano que reclaman una revisión de dicha Ley de Aministía y una corrección ahora que los franquistas ya no están de cuerpo presente, ahora que sobreviven víctimas y herederos esperanzados en la democracia y ahora que, consolidada y madura ésta, podemos calibrar más fríamente lo que supuso aquel golpe de estado de 1936 y sus funestas consecuencias. En denitiva, ahora que ya somos mayores de edad.

Contra este criterio, de perspectiva internacional, pues, y no de miope españolismo interesado, se han rebelado dos minorías que deberían avergonzarnos a la mayoría de demócratas en este país: el partido Falange Española (con unos 14.000 votos en las últimas elecciones) y el sindicato Manos Limpias (supuesto sindicato de funcionarios que a nadie le suena si no es por estas querellas surrealistas que enarbola su único dirigente conocido, Miguel Bernard, militante ultraderechista y responsable de la organización Frente Nacional). Estos dos colectivos son los que han interpuesto una denuncia contra el juez Baltasar Garzón no porque éste haya admitido a trámite la demanda de las víctimas del Franquismo, dicen (lo cual no se lo cree casi nadie), sino por puro delito de prevaricación. ¿Y qué es lo que ha hecho el juez Luciano Varela, del Tribunal Supremo? La respuesta que nos hubiera dictado el sentido común hubiera sido, en román paladino: no echarles cuenta, pasar olímpicamente. Pero no. No sólo las ha tenido en consideración para mirar inquisitivamente a Garzón sino que, y ahora se descubre para sorpresa más insoportable, les ayudó a rehacer la denuncia para que tuviera fundamento jurídico y no pecara de panfleto político y rastrero. O sea, que el juez Varela no ha actuado de objetivo instructor, sino de subjetivo asesor de estos fascistas redomados. ¿Quién es, entonces, el prevaricador?