sábado, 26 de noviembre de 2011

El papel del periódico. Retos para la tinta y el pescado

Todavía en el argot periodístico, baja el ala de tantos profesionales en la cuerda floja de la validez profesional merced a sus edades y a la miopía de un mercado comunicativo que prima la imagen huera antes que la sesuda reflexión y el relato riguroso, se oyen esos deliciosos tópicos como el gusto por mancharse de tinta al amanecer para estar informado y o el de envolver el pescado con el periódico pasado. Ya nadie hace una cosa ni la otra, entre otras razones porque los lectores de periódicos se confeccionan por la mañana su propia ración informativa en un barrido por las ediciones digitales de las principales cabeceras sin necesidad de ir hasta el kiosko y porque ni siquiera en la época en que se decía era verdad que nadie envolviese el pescado con un trozo de periódico. Sin embargo, ambos tópicos, más verosímiles que verdaderos, nos retrotraen al tiempo en que la prensa era la hermana más lenta pero más completa del orbe periodístico, en comparación con las otras alternativas audiovisuales.


Leer el periódico era la fórmula más acertada de profundizar en la realidad, tras los flashes radiofónicos y el espectáculo televisivo.
La irrupción de Internet ha sido tan decisiva en la última década que ha influido más de lo que se esperaba en los mass media, y no sólo tecnológicamente, que también, sino deontológica y pragmáticamente, pues hoy todos somos periodistas gracias a un teléfono móvil que nos permite grabar sonidos, captar imágenes y enviarlos en una fracción de segundo al confín del mundo. El periódico diario, en vez de profundizar en su distinción frente a otros medios como la televisión, se ha desvivido por parecérsele más. Cuando hemos tenido a la posibilidad de confeccionar un periódico en la red, las funciones primordiales han sido el vídeo anecdótico y la imagen impactante, de modo que se ha ido restando, paulatinamente, espacio a la razón sosegada y a la argumentación. La participación activa del público, en una realización palpable de la teoría del feed-back, ha terminado por concebir un producto multimedia a la medida y al gusto de la incosistente y borrosa cosmovisión de la masa. Y ha sido precisamente este denominador común adoptado por todos los medios de comunicación, en preocupación acuciante por la audiencia, la que le ha permitido a semanarios como Cambio16 abundar en ese sosiego informativo que le da su lugar al gran reportaje y al análisis oportuno.

Existe cierto paralelismo entre este afán periodístico por la rapidez y el espectáculo -por la frivolidad de la imagen frente a la concienzuda apuesta por el logos- y el boom del mercado inmobiliario. Ambos fenómenos empiezan a desarrollarse desorbitadamente en las mismas fechas, es decir, hace una década. Y la consecuencia más directa ha venido entrelazada de manera funesta para ambos: la creación de una inmensa bolsa de viviendas sin vender -y por tanto sin futuro-, la fuga de los anunciantes más golosos de las páginas de los periódicos, que ahora sufren una crisis grave de financiación y rentabilidad, y la penosa constatación de que ni las casas se construían realmente porque hubiera demanda ciudadana, sino especuladora, ni los productos periodísticos perseguían realmente informar o formar, sino exclusivamente entretener. Casas que no eran para vivir y periódicos que no eran para informar. Doble prostitución de instrumentos tan básicos de la civilización.


El imperio de la frivolidad sin escrúpulos ha desembocado en esta crisis global cuyos estragos más evidentes se aprecian en la economía pero cuyas consecuencias más dolorosas se proyectan sobre el futuro de una sociedad democrática madura con la que todos soñábamos y en la que han irrumpido determinados vacíos y vicios axiológicos antes de verla cosolidarse. El verdadero reto del humanismo posmoderno consiste nada menos que en conseguir reconducir esa senda de la madurez social antes de que sea definitivamente tarde. Y en esta tarea juega un papel esencial el Periodismo, pero en un ejercicio que no persista en el mero espectáculo y entretenimiento adormecedor sino en la información rigurosa y la interpretación honesta desde todos los posibles puntos de vista, a fin de fomentar una ciudadanía con el juicio crítico suficiente como para obligar al propio mercado mediático a renovarse y mejorarse incesantamente, en un interminable bucle de integración social como motor intelectual y ético.
Del mismo modo que, aunque lo pareciera, no era rentable ni siquiera a medio plazo la fuga de jóvenes del sistema educativo al absorbente sector de la construcción, tampoco lo es, aunque lo parezca, la conversión de lectores críticos en simples mirones pasivos que, a medio plazo, dejarán de serlo para acabar convertidos en mero público de alternativas espectaculares más simples aún. Y ahí la tecnología punta de las pantallas nos ganará a la prensa la partida.

El cuarto poder, como se ha llamado tradicionalmente al Periodismo serio, no debería consentir una asimilación tan infructuosa por parte de un viciado sistema político-económico que nunca estuvo convencido de veras de la conveniencia de la influencia periodística en la salud democrática y de que la Democracia nunca gozaría de auténtica salud de no ser por el concurso periodístico que actúa como fertilizante órgano fiscalizador en un entramado social basado en la igualdad. Incluso ese periodismo de resistencia que nos queda, el que se dedica cotidianamente a reflejar la realidad sin especial ánimo de sacar frívola tajada de la misma, debe reconsiderar -y de hecho lo está haciendo, empujado por la necesidad de un mercado publicitario que se le tambalea- su papel y su praxis para no terminar convertido en una extensión de los poderes político y económico, bien parapetados en sus gabinetes de comunicación que inundan cada segundo las redacciones con comunicados y textos que, aprovechando los recortes de reporteros por la crisis económica, intentan construir el relato diario de cada medio convertido literalmente en mediación entre tales poderes y una ciudadanía a la que apenas le queda aliento ni agallas para reivindicar órganos independientes que sometan los hechos a la selección crítica, la narración ordenada y la valoración sopesada que jamás se conseguirá desde el maremágnum de información caótica que generan las nuevas tecnologías en manos de todos, creadoras justamente de la incomunicación que tanto interesa al otro lado del periodismo comprometido.

Algunos rotativos norteamericanos han apostado ya por una reconversión mediática a la luz de esta nueva realidad de democracia tecnológica y sólo publicarán noticias y comunicados urgentes en su web, mientras que reservarán el papel para los grandes reportajes, las crónicas literarias y los sesudos análisis y artículos de opinión, precisamente lo que el lector cultivado y deseado para el futuro inmediato demanda para hacerle frente, con los ojos bien abiertos, al sistema que trata de sembrar la alienación.

Después de 40 años, y superadas las épocas de una dictadura que nos privó del derecho a la información y de una democracia recién cocinada que nos permitió gozar ante la encrucijada de consolidarla o viciarla para siempre, Cambio16 se postula como un medio de comunicación con evidente futuro porque trata a todos sus lectores como mayores de edad con los que entablar un fructífero diálogo.


  • Este artículo se publica asimisimo en el Especial de CAMBIO16 con motivo de su 40º aniversario, que se distribuye por tal efeméride durante el mes de diciembre de 2011.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Nuestro Parnaso, iluminado por la luna de Don Juan

Pese al frío, el cambio de hora, el noviembre y otras propuestas culturales que coincidieron a la misma hora en el mismo pueblo, nuestro Patio del Parnaso estuvo a rebosar de propuestas y público ayer, en la IV velada que celebrábamos, esta vez sin Victoriano, convaleciente por una reciente operación y al que no le hubiera importado asistir por videoconferencia. Pero las tecnologías no dan para tanto. Al menos conseguimos el micrófono que se nos resistía. Y sonó todo como don Juan merecía: con el piano en su punto, el aire en el suyo y la fuente en el centro.

Eduardo Ponce me contó minutos antes de empezar que el mármol que íbamos a colocar en la pared para darle nombre a nuestro Patio no lo convencía por completo, entre otras cosas porque ha habido un exceso de propuestas y una falta de concreción y él, artista perfeccionista, prefiere grabar la inscripción griego-española con más ahínco e incluso la piedra permanentemente en el muro. Con lo cual, tiempo habrá de hacer las cosas con buena letra. Y así lo expliqué, después de que Juan Manuel Begines, sustituto de Victoriano para abrir boca en boca de Don Juan, recitara aquello de "¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla...?" y continuara, más allá de lo pactado, por pura pasión y apego al irresistible texto, por las contestaciones de la ingenua doña Inés.

Yo intenté justificar el título de la noche, esos "Amores y desamores bajo la luna de Don Juan" que se me ocurrió en los albores del pasado verano y que luego hemos ido conformando con propuestas de lo más variopintas, las que disfrutamos anoche con verdadera fruición. Es increíble cómo una frase puede rellenarse con un contenido tan excepcional salido de una porción de gente de mi pueblo. Mis amigos Manolo y Sara, cordobeses apasionados, me soltaron nada más terminar: "¡Cuánto arte hay en tu pueblo!". Me dieron ganas de decirles que también hay mucho malage y mucho metepata, pero sólo les contesté que lo que veían no era ni la cuarta parte. Pero era lógica su sorpresa sólo con haber oído la destreza pianística de Paco Benítez Acosta en su obertura del Don Giovanni de Mozart, que fue la música que llenó de categoría y romanticismo aquel patio que cada vez siente más cada vez más gente como un ágora de la cultura palpitante desde este rinconcito marismeño que ha tanto fue romano y luego tantas otras cosas.

Mi tocayo Álvaro Benavides, con su planta de pintor que todo lo interioriza, incluso un fino sentido del humor que no todos conocen, nos hizo un recorrido por las caras de Don Juan, sobre todo las cinematográficas, pues el cine ha sido, según contó, otro entusiasta más de este rostro fugaz de un mito tan permanente. A continuación declamó "Renovación de amor" nuestro amigo Manolo González, con su habitual desgarro en el corazón, que pone a disposición del respetable cada vez que suelta su palabra al aire que todos respiramos. Era un poema de su admirado Benítez Carrasco sobre la necesidad de renovar el amor de veras, el profundo, una vez que la rutina lo ha convertido en gestos domesticados y cuasifalsos. Al finalizar, Manolo nos contó que a la mañana siguiente iba a poner en práctica aquellos versos y que salía de viaje con su mujer. Por eso se esfumó sin tomarse siquiera una copa.

Luego salió al atril de nuestro patio nocturno mi amigo José Arahal, coach de profesión y hechizado por la magia de la comunicación, empeñado en hechizar con esta misma magia a los demás. José ha hecho periodismo con la misma pasión que teatro y publicidad, y ahora que es un profesional del coaching aprovecha cualquier encuentro para hacer propaganda de su filosofía. Lo hizo muy bien, con dos círculos imaginarios que a todos nos sirvieron para reflexionar sobre en cuál queríamos estar, o bien en el del miedo que nos coharta a base de controles y culpas, o bien en el del amor, en el que terminamos por perdonar al mundo y a nosotros mismos para vivir plenamente.

Mi amigo Juan José, el carpintero y belenista que se desvive por encontrar versos donde nadie mira, nos hizo tres poemas de factura personalísima: uno dedicado a su niña casi adolescente que se le escapa de entre los dedos; otro al amor de verdadero don Juan redimido que él mismo experimentó de joven y está siempre dispuesto a reexperimentar; y otro más sobre esa Sevilla en la que eternamente habrá que buscar al burlador y seductor que protagonizaba la noche.

A continuación salió un hombre que conmocionó al Patio con su memoria de elefante y su finura de caballero antiguo: Juan Antonio Rodríguez, el de la Curá, que se sabe el Don Juan Tenorio de Zorrilla no porque él lo diga sino porque lo recitó casi entero para un público que no pudo cerrar la boca, de admiración. Muchos lo sabrían ya de antes, pero yo lo descubrí cuando fui a hacerle un reportaje a propósito de su sobresaliente caligrafía y su ferviente labor de Cyrano de Bergerac en una posguerra que yo no viví y que él vivió multiplicadamente gracias a las parejas tímidas que consiguió unir para siempre merced a sus cartas de amor. Anoche miró al vacío y se metió en la piel de Don Juan, de doña Inés, de Brígida y del escultor que convirtió el palacio de Don Diego en un panteón donde transcurrre el curso último de este clásico imperecedero del que Juan Antonio no consigue sustraerse y del que confesó está prendado desde pequeño. Prendados nos dejó a nosotros.

El pintor Pepe Perea, amigo al que presenté hace varias semanas en la inauguración de su última exposición, nos trajo el cuadro que le sirvió de cartel anunciador y en el que aparece una pareja de enamorados, de espaldas, fuera de otro marco surrealista a continuación del cual parece advertirse la calle Sacristanes de Los Palacios, con la Torre al fondo, pero inundada de coches que impiden el paso ingenuo de ambos. Pepe explicó que aquellos chavales eran para él Don Juan y Doña Inés modernos, juntos para siempre, y que no había puesto la luna a la que hacíamos referencia en el lema de nuestra noche porque había preferido la luminosidad del mediodía. Pepe siempre está sembrado cuando termina sus intervenciones como un flamenco que se levanta de la silla y se da la vuelta, con media pataíta. Es tan exageradamente generoso, que el cuadro ya adorna la biblioteca de mi casa.

Luego les tocó el turno a mis amigos Julio Mayo y Emilio Gavira, comprometidísimos con la historia local, y que nos regalaron al alimón el rescate de una novelita legendaria que nadie conocía: La collera de avutardas, de nuestro paisano Felipe Cortines Murube. Tras su intervención, le tocó el turno a mi amigo de toda la vida José Manuel Begines, que nos dio una lección magistral sobre la evolución del personaje de Don Juan, desde el engañador que pinta Tirso de Molina en su El burlador de Sevilla, en el barroco siglo XVII, hasta el seductor que reconstruye románticamente José de Zorrilla dos siglos después. Begines incluso fue más allá, en un ejercicio de síntesis extraordinaria, y nos deleitó a todos con una reflexión sobre la figura femenina que ha emergido más tardíamente como el contrapunto del donjuán: la mujer fatal. Para rematar, nos leyó un poema suyo, de otros tantos como tiene, sobre pieles enamoradas que a mí me recordó gratamente a la concepción poética de mi admiradísimo Pedro Salinas.

Manuel de Fora, uno de los mejores poetas que tenemos en el pueblo, no quería leer. Pero entre Julio y yo lo convencimos y salió a hacernos unos de sus versos, tímido en la lectura pero grandísimo en lo que encerraba de vida auténtica cada verso.

Luego nos cantó una deliciosa canción de amor nuestro amigo Manuel Núñez Amador, que encanta cada día más con su guitarra acústica y su pefil de Patxi Andion.

Nuestro amigo Claudio Maestre, ex concejal de Cultura y tal vez el más permanente reivindicador de Joaquín Romero Murube, no necesitó citar su nombre para darle su sitio en la noche, con unos fragmentos de Sevilla en los labios (1938) en los que hablaba de una sevillana enamorada de Lord Byron y que terminaba divagando sobre la figura de Don Juan y Sevilla, un tema recurrente que recuperará en sus últimos años de articulista divagador por una ciudad tan llena de gracia. Cuando sus palabras de fino ensayista en la prensa nos resonaban aún, con interpretaciones luminosas de un don Juan con próstata por la calle Sierpes, el gran Paco Benítez Acosta nos regaló la paráfrasis de la ópera de Mozart, basada en el don Juan de Tirso, que había comenzado al principio... Sólo entonces la terminamos de degustar, con tantas notas dinámicas, jocosas... que suplían mágicamente el gorgoteo del agua que de la fuente no salía, por estar apagada. Don Giovanni nos arrastró suavemente por el agua refrescante de su música y nos condujo por los callejones más profundos del alma de cada cual, por esos vericuetos que pocas veces transitamos. Ayer pudimos sobradamente porque aquella música en el Parnaso nos arrancó a todos, de golpe, todas las prisas inútiles.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Mentiras piadosas para una Generación, la del 27

Un ensayo de Manuel Bernal, publicado por Berenice (Almuzara), desvela
las ficciones sobre las que Gerardo Diego y otros ‘colaboradores’ sustentaron el grupo literario más famoso del siglo XX

El último libro del profesor e investigador Manuel Bernal, sevillano
nacido en Los Palacios en 1962 y residente en Jerez (Cádiz), ilumina
con rigor y sin complejos la génesis del grupo literario más
trascendente del siglo XX, la llamada Generación de 1927, henchida de
mitos y medias verdades que se hicieron oficiales en los libros de
texto que han estudiado ya tantas generaciones. Sin negar la
importancia de tal grupo de poetas, una nómina nunca cerrada del todo,
Bernal escudriña en el origen del invento y finalmente demuestra
claros indicios de que ni todos los famosos poetas estaban convencidos
del homenaje a Góngora que supuestamente los aglutinó ni los actos de
Madrid o Sevilla tuvieron tanta trascendencia como se cuenta y ni
siquiera la famosa foto de la generación se tomó como se ha contado.
De ahí la razón de ser de La invención de la Generación del 27,
subtitulado “La verdadera historia del nacimiento del grupo literario
de 1927”, convencido únicamente de su necesidad "de existir".

El libro se lee de un tirón porque desde el principio engancha con la
prehistoria folletinesca del torero mecenas de la generación, el
sevillano Ignacio Sánchez Mejías, que en 1920 mata el toro que acabó
con Joselito, su cuñado, y acoge en su casa a la novia viuda, la
bailaora La Argentinita. Sánchez Mejías, que con su cogida y muerte 14
años después, facilita la creación de la elegía en español más famosa
del siglo XX, la que le escribe García Lorca, inicia por aquellos días
la urdimbre lírico-taurina que acabará atrapando en la misma red al
poeta de Granada, a Rafael Alberti, a José María de Cossío, a Manuel
de Falla y a otros nombres fundamentales del 27. Precisamente este
año, cuando Sánchez Mejías preparaba unos actos de homenaje
por el séptimo aniversario de la muerte de su cuñado, ‘secuestró’ a
Alberti en el hotel París de la sevillana plaza de la Magdalena y le
advirtió: “Ni comerás ni beberás hasta que escribas un poema dedicado
a José”. Y así fue como Alberti tuvo que escribir “Joselito en su
gloria”. El compromiso sirvió, no obstante, para que los actos sobre
Góngora celebrados dos meses antes en Madrid y que se saldaron, según
el propio Alberti, como “un gran fracaso”, tuviesen una segunda
oportunidad en Sevilla días antes de Navidad, a expensas de Sánchez
Mejías, y con el entusiasmo de los jóvenes sevillanos de la revista
Mediodía de Joaquín Romero Murube, Alejandro Collantes de Terán y
Adriano del Valle.

Si el dinero del torero tuvo su importancia logística, la imaginación
del poeta santanderino Gerardo Diego, el único volcado desde el
principio con Góngora, hizo el resto. El trabajo de Bernal insiste en
el interés de Diego por magnificar unos actos en torno a Góngora en el
que pocos creían, hasta el punto de que la revista más influyente del
momento, ‘La Gaceta Literaria’, dirigida por Ernesto Giménez
Caballero, se niega a publicar una crónica del autor de Manual de
espumas con más dosis de inventiva que de realidad. Antes de los
actos, Diego no encuentra el apoyo de casi nadie; Unamuno, Juan Ramón
y Valle-Inclán, por ejemplo, echan pestes del poeta cordobés. Antonio
Machado pone una excusa diplomática. Lorca ni contesta. Sólo Alberti
parece acompañarlo. Pero justamente por ser nombrado secretario de la
comisión del homenaje y ninguneado luego por Ortega y Gasset, que
ofrece su “Revista de Occidente” para la publicación de trabajos en
torno a la efeméride, el de El Puerto exagera el desprecio de todos,
incluido del filósofo.

En su soledad frente a la organización, Alberti no duda en
falsificar las firmas de Jorge Guillén, Pedro Salinas, Dámaso Alonso y
Federico García Lorca en una circular destinada a invitar a todos los
literatos para que participen en el homenaje a Góngora. Pero comete el
desliz de remitir una de estas misivas al propio Lorca, que
evidentemente no sabía nada ni de su firma ni casi del homenaje.
Incluso publica en ‘La Gaceta Literaria’, para comprometer al
granadino, un romance contrahecho titulado “Romance apócrifo de Don
Luis a caballo” con la firma de Lorca que durante años se tendría como
tal.
El libro de Bernal, que indaga asimismo en la participación de
algunas mujeres en una generación masculina como la sevillana Amantina
Cobos, aclara la autoría de la famosa foto inmortalizadora, que fue
una sino dos: una con menos calidad de Serrano, para los periódicos El
Noticiero sevillano y El Liberal, y otra, mejor, de Dubois, para La
Unión, que la historia, sin embargo, había silenciado. En este
capítulo, por cierto, se echa por tierra otra mentirijilla, la de
Pepín Bello cuando cuenta que fue él quien pidió la cámara a un
fotógrafo que pasaba por la calle.

  • Esta reseña la publica también el semanario Cambio16 en su número 2.084.

domingo, 6 de noviembre de 2011

'33 lugares evangélicos. De Belén a Emaús'


Mi libro sobre la geografía de los cuatro Evangelios canónicos ya está en la calle. Yo creo que el repaso por lugares de nombres tan sonoros y sugerentes como Jericó, Gerasa, Betsaida, Corozaín, Caná, Sicar, Betania, Betfagé o Emaús da ganas de convertir sus huellas literarias en pisadas de verdad. Ya hay quien me propone hacer una ruta mágica por la Tierra Santa para secundar este aperitivo libresco con un postre andariego. Todo se andará, pero de momento los libreros me dicen que la obra camina con paso firme, y eso que acaba de nacer.

martes, 1 de noviembre de 2011

Mi libro sobre geografía evangélica


Estáis todos invitados al acto de la primera presentación de este libro que llevaba en la recámara casi un año. Será en la casa hermandad de El Rocío de Los Palacios y Vfca. (Sevilla). Este jueves, a las 21.30 horas.

Intervendrán, además de un servidor, el amigo que me presenta, Eduardo Ponce, excelente pintor y vecino de toda la vida; el editor, Salvador de la Barrera Lora (Ediciones AE, de Jerez de la Frontera, Cádiz), que en 2009 apostó por mi edición crítica y didáctica de El Lazarillo de Tormes; y la hermana mayor de los rocieros, María José Tirado, como anfitriona de un ciclo cultural nada habitual en contextos religiosos locales.

Sinceramente, espero que el trabajo les interese a todos, sean creyentes o no. El trozo de mundo del que hablo está en el ADN de nuestra ética.