sábado, 29 de agosto de 2009

El Quijote de los autónomos

Del pasado 8 de agosto, tenéis ahí abajo una entrada en la que me hice eco de la reivindicación de un autónomo constructor de Chiclana de la Frontera (Cádiz) llamado Manuel Romero porque emprendía la hazaña de ir andando hasta el palacio de La Moncloa y hablar con Zapatero de la crítica situación de su sector, el de los autónomos. Sólo así podía llamar la atención de los medios de comunicación y, por ende, de los políticos para que al llegar a Madrid tuviera un nombre y no le dieran con las puertas en las narices. Hablé con él y publiqué su historia en El Correo de Andalucía cuando pasaba por aquí, por la provincia de Sevilla. Una semana más tarde lo llamé por teléfono y andaba por La Carlota, un pueblo de Córdoba. Hoy mismo ha dictado una carta desde un pueblo de Ciudad Real para que alguien se la escribiese en los comentarios de aquella entrada. La subo aquí por su valor reivindicativo. La copio literalmente:

"Soy Manuel Romero, algunos medios me han bautizado como el chiclanero o el quijote de los autónomos. Salí de Chiclana el 5 de agosto hacia Madrid, me encuentro ahora mismo a la altura de Valdepeñas. Escribo esta carta para todo aquel que le interese y en especial para el colectivo de autónomos. Anoche vi en un telediario que en la primera quincena de septiembre se vuelve a reunir el gobierno, patronal y el sindicato; como siempre el colectivo de autónmos se queda fuera de toda negociación. Nos regimos por las leyes de los años 70 y para colmo nuestro gobierno subirá los impuestos, supongo que será para derrivar a los pocos que quedan en pie. Por eso desde aquí os pido que en cada pueblo, ciudad o rincón de España os manifestéis pacíficamente, por nuestros derechos.

Un saludo.

Manuel Romero Gómez

Valdepeñas, 29 de Agosto de 2009

carta redactada por telefono".

viernes, 28 de agosto de 2009

política con minúsculas

Alejadísimos del concepto Política que emana de aquella polis griega en la que este ejercicio público se emparentaba con la res de todos, la res-pública, ahora vemos a los políticos de andar por casa como profesionales de lo que son, como otros señores valen para cirujanos, mecánicos o peluqueros. El antiguo concepto se nos antoja no ya como el resabío nostálgico de aquella carga de responsabilidad de lo común, sino como el retrato carca de algo imposible de recuperar, acostumbrados como estamos a esta pérdida de valores en cuya cúspide asoma la reflexión de que quien anda con miel y no se chupa los dedos es rematadamente tonto. De este estadío del político como profesional que tanto chirría con el noble principio que impulsa el oficio hemos llegado incluso al de profesional incompetente, pues al menos un profesional en condiciones resolvería problemas y no marearía la perdiz a diario con el exclusivo propósito de mantenerse firme en el sillón de mando. Y esta crítica a los políticos es general, pues no podemos focalizar sólo a los irresponsables que ostentan el poder, sino también a los que aspiran a ostentarlo, es decir, a la oposición, tan sólo preocupada por conseguir la vara de mando.

Cualquier sociedad mínimamente responsable y preocupada seriamente por la galopante crisis que nos acecha tendría en sus políticos (tanto los que gobiernan como los que aspiran a hacerlo) a unos creativos de riqueza para la imprescindible recuperación, y no a un grupo de madamases sin preparación que se obstinan cada día en inventar ayudas sine die para las personas que han tenido la desgracia de caer en paro. Si ahora damos 420 euros a los que perdieron su paro y dentro de seis meses volvemos a hacerlo, como ya se hizo, por cierto, hace un año, la rueda de la fortuna del Estado se convertirá en un bucle sin sentido capaz de arruinar al Arca de Noé. Eso que nos enseñaban con respecto a los negritos de África de que era mejor enseñarles a pescar que darles un pez podríamos aplicárnoslo ahora a nosotros mismos, en nuestro país y con nuestros parados. Un gobierno responsable (y una oposición que aspire a gobernar) no pueden limitarse a discutir sobre la cantidad que se va a dar a quienes hayan perdido su prestación por desempleo, sino a idear fórmulas productivas para que la maquinaria del capitalismo (la única que conocemos con capacidad generativa) no se atasque. Tantos técnicos que pululan por las administraciones... ¿a ninguno se les ha ocurrido otro plan que el de las obras pueblo por pueblo? Todos hemos visto obras innecesarias, cuyo objetivo es sólo el de dar trabajo durante diez, veinte días al parado de turno, que lo agradecerá evidentemente como agua de mayo pero que se preguntará con la misma evidencia: ¿y luego qué? Pan para hoy y hambre para mañana.

La Política con mayúsculas debería delegar muchísimo más en la aristocracia profesional, es decir, en los expertos de veras para que éstos buscasen salidas alternativas, fórmulas distintas que no sean otra vez la del ladrillo, para sacarnos de esta crisis en espiral. Como siempre, habrá que bucear en la demanda del mercado para encontrar qué podemos ofrecer. Si no hay demandas, habrá que inventarlas. El mercado publicitario hace tiempo que lo aprendió.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Soflama de tanto cuerno a estas alturas


Cada verano, tan cíclico como los cuarenta grados de los que siempre nos sorprendemos, aparece el rojo sangre que derraman los cuernos de toros y cabestros por toda esta geografía que a algunos nos duele de diferente manera. La España roja ha de ser entendida bajo distintos prismas de ideología, y hay daltónicos incluso del alma que ni eso. Esta sangre derramada, hasta por menores de edad, sacrificados para mayor gloria de estas fiestas rancias de la España más granate, exasperan a cualquiera que aspire a una España que no embista. Pero es lo que hay, lo que muge o lo que nos echan por la tele. Tal vez porque la imagen manda y no la palabra.

Desde las carreras bárbaras de San Fermín que TVE se ha encargado de vender tan modernamente con sus cuchifletas publicitarias hasta los últimos astados negros del veranillo de San Miguel, nuestro tórrido verano se encharca de sangre de despistados, resbalados, deslizados, caídos y atolondrados a los que la masa embiste antes que la fiera. La reacción de cada tragedia de usar y tirar es de chiste macabro: consternación momentánea, pena penita pena y otra vez a las faenas. Que cada muerto aguante su entierro. Como mucho, algún político curándose en salud al declarar a los cuatro vientos que todos los dispositivos de seguridad funcionaban como dios mandaba. Los toros pinchan, desgarran y matan pero aquí no pasa nada. El negocio es el negocio y la tradición, la tradición. Abajo la cultura y la evolución.

¿Quién puede explicarse que en un país de los más desarrollados del mundo mundial, en pleno siglo XXI, siga existiendo un vacío legal en cuanto a la asistencia de menores a estos espectáculos que Goya volvería a pintar como caprichos de la negritud y Belmonte contemplaría con bobalicona sonrisa de sorprendido por el permanente apego a la cornamenta de sus paisanos? Al parecer, cualquiera de nuestros gobernantes, que no dicen nunca esta boca es mía, temerosos de molestar a esa masa que corre sobre la barbarie porque es la misma masa que vota. La clase política no sabe aún que nuestra masa es ya una masa fragmentada y que hay gente pa tó, como dijo el torero. Y si lo sabe, hace como que no, para no perder un voto por el camino, ahora que la abstención hace tanto de las suyas y el modelo pide a gritos un cambio sustancial.

Sólo en una sociedad que continúa equiparando al matador con el héroe se entienden estos usos de muertes inútiles sin que ocurra nada ni nadie salga con una pancarta. El arte de pasarse al toro por el forro de la chaqueta, o de la muleta, es un arte de gran prestigio entre quienes entienden todavía el concepto de arte no sólo como creación, sino también como destrucción; entre quienes viven de tal cuento falsamente romántico; y entre quienes, sin entender nada de nada, se disfrazan de torerillos silvestres con ropa de marca para subir por su estrecha escala social lo que no pueden subir de otros modos arribistas. El humanismo queda tan lejos...

Más allá de que la ley de protección de animales debería abandonar sus hipócritas excepciones, incluidos los tratos que todo bicho cornudo recibe en lo más oscuro de los pueblos y ciudades a los que, a su pesar, hace tiempo que llega el wifi, el escándalo de estas muertes sucesivas sin consecuencia penal necesita de una revolución educativa sin paliativos, que doblegue a tanto resentido envalentonado contra el toro lo que no puede contra el jefe. Sólo una mirada ecológica en el más amplio sentido podrá liberarnos de estos charcos de sangre veraniegos.

  • Este artículo lo publico también en el nº 1.970 del semanario Cambio16.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Morenatti


Me enteré de la noticia esta mañana en la SER y me quedé frío, congelado con el pijama aún y la tostada en la mano. Emilio Morenatti ha sido alcanzado por una bomba en Afganistán junto a otro colega indonesio mientras trabajaba empotrado con un contingente de soldados estadounidenses. Morenatti trabaja para la agencia AP desde que pidió en 2003 una excedencia en EFE de Sevilla para ampliar el panorama que recoge tan certera y artísticamente el objetivo de su cámara. Maño de nacimiento, hijo de un policía, se ha criado de toda la vida en Jerez de la Frontera (Cádiz), ha trabajado primero en medios más modestos y luego en grandes agencias de fotografía, oficio en el que se volcó apasionadamente desde que se iniciara en él de forma autodidacta a los 19 años. Llegó a Sevilla para la Expo'92 y ya se quedó durante muchos años. Yo lo conocí en una rueda de prensa de no recuerdo qué. Me llamaron la atención sus movimientos imposibles delante del gachó que daba la charla. Como yo era un novato total (estoy hablando del año 2000 o 1999 como mucho), me quedaba parapetado en mi silla escuchando y me parecía de una valentía inimaginable moverme como pez en el agua en aquella sala mientras hablaba el presidente de no sé qué o cualquier político de turno. Todavía no me había sentenciado Nicolás García Becerra con aquella fórmula que no se me ha olvidado ya: "Acuérdate de que cuando pase cierto tiempo, tú ya no estarás ahí, pero yo seguiré haciendo mi trabajo". Era la frase-bala que Nico tenía preparada para cuando los politiquillos daban mucho la vara.

El caso es que relaciono a Morenatti con esas primeras imágenes que guardo en mi memoria de ruedas de prensa de aquella época. El tipo era simpático y guapo, y hablaba con todo el mundo. Se notaba que ya era popular entre la canallesca. Cuando me enteré en 2006 de que había sido secuestrado en Gaza me dio un salto el corazón. Como esta mañana.

Luego me ha dado una rabia enorme saber que ha perdido un pie, según dicen los medios de comunicación. Hay una foto de cuando fue liberado de aquel secuestro y llegó a Jerez en la que su madre (que es la Morenatti; su padre es Fernández y él ha asumido el apellido materno como apelativo artístico) le da un beso bajo un paraguas. La instantánea se me repite ahora imaginando el futuro inmediato de este héroe del periodismo actual, que se juega el pellejo cada minuto para que nosotros nos asombremos con fotos como éstas, que me permito enseñar aquí como prueba de su grandeza. Viva Morenatti.



sábado, 8 de agosto de 2009

Autónomo y peregrino


Se llama Manolo Romero, tiene 49 años, una mujer, una hija y un negocio de la construcción muerto pero insepulto desde hace más de un año. Debe 73.000 euros pero a él le deben 88.000. Esta última cifra da igual. La importante es la primera, que se reproduce sin piedad cada día que pasa, fertilizada por los recargos que, como a todo autónomo, no dejan que la criatura (ni Manolo ni su empresa) tengan un rato de desahogo.

El caso sería uno más de entre los miles que asolan este país desde que esta crisis galopante empezara a dar sus terribles coletazos. Pero ha saltado a los medios de comunicación, y yo lo saco dentro de unas horas en El Correo de Andalucía por la inusitada hazaña que Manolo ha emprendido: ir andando desde Chiclana de la Frontera (Cádiz) hasta el palacio de La Moncloa, en Madrid, para hablar cara a cara con Zapatero y pedirle soluciones para el sector. El de los autónomos es un sector especialmente maltratado, más aún en los tiempos que corren: no tienen derecho a paro, apenas reciben subvenciones y, lo peor, no están en la preocupada retina del Gobierno para alcanzar el afamado diálogo social, que es cosa exclusiva de empresarios fuertes y sindicatos, fuertes también.

Esta tarde entrevisté a Manolo en la venta El Paisano, a medio camino entre El Cuervo y Los Palacios (Sevilla). Concertamos la cita en un kilómetro concreto de la Nacional IV, por cuyo arcén me lo encontré luego como un peregrino antiguo o como un maleante de la actualidad: barba, sombrero, mochila, bastón. Creo que no hubiera frenado si me llega a hacer auto-stop en otras circunstancias. Después, en la conversación, descubrí a un tipo valiente, que de perdido al río, con gran dosis de sentido común. Le quedan casi 600 kilómetros para llegar a la capital del reino, pero tiene la esperanza intacta. Lo que más me sorprende es que los tres millones de autónomos que hay en nuestro país no salgan a acompañarlo, contrariados contra el Gobierno por un sistema que los condena a un laberinto sin solución en crisis como ésta.

Manolo quiere hablar con José Luis de hombre a hombre. Y con Mariano. A ver con qué cara lo reciben.