Cada verano, tan cíclico como los cuarenta grados de los que siempre nos sorprendemos, aparece el rojo sangre que derraman los cuernos de toros y cabestros por toda esta geografía que a algunos nos duele de diferente manera. La España roja ha de ser entendida bajo distintos prismas de ideología, y hay daltónicos incluso del alma que ni eso. Esta sangre derramada, hasta por menores de edad, sacrificados para mayor gloria de estas fiestas rancias de la España más granate, exasperan a cualquiera que aspire a una España que no embista. Pero es lo que hay, lo que muge o lo que nos echan por la tele. Tal vez porque la imagen manda y no la palabra.
Desde las carreras bárbaras de San Fermín que TVE se ha encargado de vender tan modernamente con sus cuchifletas publicitarias hasta los últimos astados negros del veranillo de San Miguel, nuestro tórrido verano se encharca de sangre de despistados, resbalados, deslizados, caídos y atolondrados a los que la masa embiste antes que la fiera. La reacción de cada tragedia de usar y tirar es de chiste macabro: consternación momentánea, pena penita pena y otra vez a las faenas. Que cada muerto aguante su entierro. Como mucho, algún político curándose en salud al declarar a los cuatro vientos que todos los dispositivos de seguridad funcionaban como dios mandaba. Los toros pinchan, desgarran y matan pero aquí no pasa nada. El negocio es el negocio y la tradición, la tradición. Abajo la cultura y la evolución.
¿Quién puede explicarse que en un país de los más desarrollados del mundo mundial, en pleno siglo XXI, siga existiendo un vacío legal en cuanto a la asistencia de menores a estos espectáculos que Goya volvería a pintar como caprichos de la negritud y Belmonte contemplaría con bobalicona sonrisa de sorprendido por el permanente apego a la cornamenta de sus paisanos? Al parecer, cualquiera de nuestros gobernantes, que no dicen nunca esta boca es mía, temerosos de molestar a esa masa que corre sobre la barbarie porque es la misma masa que vota. La clase política no sabe aún que nuestra masa es ya una masa fragmentada y que hay gente pa tó, como dijo el torero. Y si lo sabe, hace como que no, para no perder un voto por el camino, ahora que la abstención hace tanto de las suyas y el modelo pide a gritos un cambio sustancial.
Sólo en una sociedad que continúa equiparando al matador con el héroe se entienden estos usos de muertes inútiles sin que ocurra nada ni nadie salga con una pancarta. El arte de pasarse al toro por el forro de la chaqueta, o de la muleta, es un arte de gran prestigio entre quienes entienden todavía el concepto de arte no sólo como creación, sino también como destrucción; entre quienes viven de tal cuento falsamente romántico; y entre quienes, sin entender nada de nada, se disfrazan de torerillos silvestres con ropa de marca para subir por su estrecha escala social lo que no pueden subir de otros modos arribistas. El humanismo queda tan lejos...
Más allá de que la ley de protección de animales debería abandonar sus hipócritas excepciones, incluidos los tratos que todo bicho cornudo recibe en lo más oscuro de los pueblos y ciudades a los que, a su pesar, hace tiempo que llega el wifi, el escándalo de estas muertes sucesivas sin consecuencia penal necesita de una revolución educativa sin paliativos, que doblegue a tanto resentido envalentonado contra el toro lo que no puede contra el jefe. Sólo una mirada ecológica en el más amplio sentido podrá liberarnos de estos charcos de sangre veraniegos.
Desde las carreras bárbaras de San Fermín que TVE se ha encargado de vender tan modernamente con sus cuchifletas publicitarias hasta los últimos astados negros del veranillo de San Miguel, nuestro tórrido verano se encharca de sangre de despistados, resbalados, deslizados, caídos y atolondrados a los que la masa embiste antes que la fiera. La reacción de cada tragedia de usar y tirar es de chiste macabro: consternación momentánea, pena penita pena y otra vez a las faenas. Que cada muerto aguante su entierro. Como mucho, algún político curándose en salud al declarar a los cuatro vientos que todos los dispositivos de seguridad funcionaban como dios mandaba. Los toros pinchan, desgarran y matan pero aquí no pasa nada. El negocio es el negocio y la tradición, la tradición. Abajo la cultura y la evolución.
¿Quién puede explicarse que en un país de los más desarrollados del mundo mundial, en pleno siglo XXI, siga existiendo un vacío legal en cuanto a la asistencia de menores a estos espectáculos que Goya volvería a pintar como caprichos de la negritud y Belmonte contemplaría con bobalicona sonrisa de sorprendido por el permanente apego a la cornamenta de sus paisanos? Al parecer, cualquiera de nuestros gobernantes, que no dicen nunca esta boca es mía, temerosos de molestar a esa masa que corre sobre la barbarie porque es la misma masa que vota. La clase política no sabe aún que nuestra masa es ya una masa fragmentada y que hay gente pa tó, como dijo el torero. Y si lo sabe, hace como que no, para no perder un voto por el camino, ahora que la abstención hace tanto de las suyas y el modelo pide a gritos un cambio sustancial.
Sólo en una sociedad que continúa equiparando al matador con el héroe se entienden estos usos de muertes inútiles sin que ocurra nada ni nadie salga con una pancarta. El arte de pasarse al toro por el forro de la chaqueta, o de la muleta, es un arte de gran prestigio entre quienes entienden todavía el concepto de arte no sólo como creación, sino también como destrucción; entre quienes viven de tal cuento falsamente romántico; y entre quienes, sin entender nada de nada, se disfrazan de torerillos silvestres con ropa de marca para subir por su estrecha escala social lo que no pueden subir de otros modos arribistas. El humanismo queda tan lejos...
Más allá de que la ley de protección de animales debería abandonar sus hipócritas excepciones, incluidos los tratos que todo bicho cornudo recibe en lo más oscuro de los pueblos y ciudades a los que, a su pesar, hace tiempo que llega el wifi, el escándalo de estas muertes sucesivas sin consecuencia penal necesita de una revolución educativa sin paliativos, que doblegue a tanto resentido envalentonado contra el toro lo que no puede contra el jefe. Sólo una mirada ecológica en el más amplio sentido podrá liberarnos de estos charcos de sangre veraniegos.
- Este artículo lo publico también en el nº 1.970 del semanario Cambio16.
11 comentarios:
Chapó. Sin comentarios.
Me adhiero a la causa "antitaurina" y, sobre todo, a la denuncia de estos espectáculos bochornosos que, para muchos, aún siguen siendo bandera no se sabe bien qué. Mira este artículo de Mendicutti, publicado cuando cayó el "héroe" de Pamplona (http://www.elmundo.es/2009/07/13/uve/17383844.html)
Saludos. A ver si nos vemos pronto y con babero!
Gracias, compañeros, por el apoyo. Ojalá todo el mundo lo viese igual de claro. A esto sólo le queda la barbarie y los intereses, que es lo peor.
Un abrazo.
Peassssso de entrada, de oreja y vuelta al ruedo... ¡TORERO!
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Como aficionado a los toros nunca estaré de acuerdo con la tan de moda causa antitaurina, pero la verdad es que se hacen verdaderos disparates con animales en pueblos perdidos y no tan perdidos escudándose siempre en la tradición. Hay pueblos que tienen peñas que viven todo el año hablando del toro de cuerda, del toro de fuego...etc.
Pero creo que para hablar de cualquier tema hay que conocerlo en profundidad y a veces llegamos a infravalorar ciertas fiestas en las cuales hay mucho bueno y por supuesto que da muchísimo dinero a personas que viven de ello.
Caer en la trampa de ".....en San Fermin lo que hay son unos pocos corriendo delante de un toro..." sería muy injusto.Habría que distinguir los espectáculos desagradables.
Saludos y que todo vaya muy bien, oye leíste la tesis?
Querido Rafaporsoleá: Está claro que lo peor en casos como éstos es hablar desde la ignorancia. Pero no creo que un servidor, andaluz a gala y leído en las mejores fuentes lorquianas, con bibliografía suficiente de Ortega y Cossío, además de gustoso de las más mágicas aventuras belmontinas, hable con ignorancia de un tema que toca la fibra sensible de nuestra ética y estética andaluza y aun nacional. Sí hablo desde el hartazgo de tanto cuerno suelto, el empacho de una lectura tan febril como falsa de la tauromaquia como cultura con valores cuando no es observada cultamente ni tras el prisma de una cosmosivisón concreta de un par de siglos (finales del XVIII-principios del XX) en los que la figura del torero era la quintaesencia del romanticismo que impulsaba a un hombre desde la nada a la gloria del redondel ni tras el prisma nostálgico y serio de un remake de todo ello, con sus garantías profesionales de por medio, sino, más bien al contrario, como una payasada cruel de quienes admiran un espectáculo que ya es degradante y extemporáneo en el siglo XXI o, peor aún, como el maximum de la barbarie oficialmente permitida para esa masa que siempre quiso pan y circo y para que la que estos gobernantes, como todos los de la historia, se muestran solícitos a satisfacer.
Por eso sueño con otro país que se mire más en el espejo de la ilustración europea y menos en el tamtam africano de la bestia y el gladiador, por muchas lecturas metafóricas con las que podamos revestir a la lidia de ritual atávico entre el arte y la muerte o la belleza de la muerte y otras bellezas que me suenan más a cuento chino que a la pureza del arte verdadero.
En fin, huyo de defender la causa antitaurina porque "esté de moda" y prefiero pensar que es una necesidad histórica a estas alturas.
Si he acertado con el nombre, estáte tranquilo para lo de la tesis que te aviso. Creo que es el primer viernes de octubre.
Enhorabuena, de nuevo, por tu artículo. Yo también lo comparto cien por cien. A mí me avergüenza vivir en un país que trata de esa manera al toro en particular, y a los animales en general. Viendo el programa que dedicó "Comando actualidad" a las fiestas taurinas toro me faltó muy poquito para llorar. ¿Lo viste tú? ¡Era vergonzoso! Yo incluso propondía una cosa: muchos pueblos mantienen sus fiestas taurinas (no me refiero a las corridas, que también...) como reclamo turístico. Paralelamente a ello, alguien debería elaborar un listado con todos esos pueblos porque yo, por ejemplo, estoy dispuesto a no visitar ninguno de ellos. Y empiezo por Tordesillas... ¿Qué te parece?
Comparto tu rabia, Manuel, aunque no vi el reportaje que dices, ni falta que hace. De esas lágrimas me libré. En cuanto a tu propuesta, me temo que habría que llenar de puntos negros nuestra geografía y sería muy difícil viajar por esta España nuestra sin pisar una "mina". Lamentablemente.
Jamás quise caer en llamarte ignorante, todo lo contrario
De todas formas, yo también creo en otro pais más europeo, más moderno y sobretodo más maduro.....pero para eso lo primero que hay que hacer es votar al que lo haga bien, no al partido de "su religión" haga lo que haga y por supuesto superar el complejo de las dos Españas y de la guerra civil y todas esas historias que yo no y la mayoría de nosotros no conocimos.
vuelvo a firmar con casetaporsoleá porque sino sale anónimo, no sé como se hace.
Saludos
http://www.youtube.com/watch?v=ucpsEXBTdGQ
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