jueves, 27 de marzo de 2008

La increíble y triste historia de la niña Mari Luz y su asesino desalmado


Azcona ha muerto, pero sus historias siguen vivas e incluso los informativos se encargan de superarlas a cada rato.


A Rafael Azcona no se le hubiese ocurrido una historia así, porque los relatos de Azcona eran tristes pero llevaban la semilla de los antihéroes que somos todos. Pero hay excepciones, seres excepcionalmente miserables de los que todos somos capaces de sorprendernos y de los que luego hay quien saca frases azconianas: "¡Que lo cuelguen de una farola para que se seque como un bacalao!", le ha deseado una mujer anónima al asesino de la pequeña gitanita de Huelva Mari Luz Cortés.


El tipo, cuyo nombre ni otras trazas vamos a publicitar aquí, no merece siquiera el tratamiento de "presunto", pues él mismo ha confesado aunque con el rocambolesco matiz de que no la mató con sus manos, sino que se cayó por las escaleras. O sea, que Mari Luz se mató sola, al caer por las escaleras porque él la llamaba. Incluso en ese hipotético caso, ¿por qué correría tanto aquel angelito? ¿Tal vez porque vio en sus ojos la malicia libidinosa que también apreció su propia hija cuando la violó?


Luego hemos asistido a sus más que esperpénticas declaraciones, con todo eso de que él abusa de su mujer y viceversa y que antes de abusar de su hija abusaría de cualquier otra niña que no le tocase nada, etc., etc. y uno acaba a puntito de asomarse a la taza para vomitar tanta inmundicia. Qué asco.


El caso es que la historia, además de tristísima, parece increíble, pues el tipo estaba en busca y captura al tiempo que reclamaba a la Administración una casa o mientras acudía casi a diario a la consulta del médico. ¿Qué pasó? ¿Era tan listo como El Solitario o la Administración sigue siendo tan tonta o tan negligente como la que nos contaba Larra hace siglo y medio? A ver si nos contestan.


Más allá del argumento, nos quedan las formas: un tío asqueroso que viaja por toda España para encontrar su lugar en el mundo sin darse cuenta de que ese lugar estaba en la cárcel. Y un padre de familia, "ciudadano ejemplar", como lo ha calificado el delegado del Gobierno en Andalucía, su tocayo Juan José López Garzón, que es gitano y anda entre gitanos. El gitano, puro como una varita de mimbre y con una sintaxis que ya quisieran para sí los políticos de esta España nuestra, ha dicho a una nube de periodistas: "No le deseo al asesino de mi hija ni uno solo de los 54 días que yo he pasado sin saber de ella, fíjense". Eso, fíjense bien. He ahí una historia que rompe tópicos y que nos cuenta crudamente la vida, con sus grises tan insoportables.


Lástima que haya muerto Azcona. ¿Quién escribirá ahora este guión descarnado y en bandeja?

martes, 25 de marzo de 2008

Muere Rafael Azcona, nuestro mejor guionista


Se ha ido sin decir adiós. Cuando nos hemos enterado, ya estaba incinerado. Rafael Azcona Fernández ha muerto a los 81 años con una muerte tan tímida y escurridiza como su vida. Lo más fascinante de todo él, sus guiones cinematográficos, siguen aquí. Desde El pisito que dirigiera Marco Ferreri a finales de los 50 con un guión suyo, los diálogos esperpénticos de Azcona han sido una constante de calidad y españolismo verdadero en la gran pantalla de nuestro país, o al menos en lo que esas pantallas hayan tenido de grande. Títulos como El cochecito (Marco Ferreri, 1960), El verdugo (Luis García Berlanga, 1963), La vaquilla (Luis García Berlanga, 1985), El bosque animado (José Luis Cuerda, 1987), Belle époque (Fernando Trueba, 1992) o La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), por citar sólo los títulos que me parecen más destacados, colocan a este logroñés de nacimiento en el Olimpo de nuestro cine, si lo hubiera. Tampoco él, de una humildad desconcertante, lo pretendía, pues ya declaró alguna vez, en su tono prosaico y campechano, que el cine había sido para él solamente "una extraordinaria manera de ganarse la vida". Esa frase lo emparenta dialécticamente con quienes ya lo estaba espiritualmente: con la generación descreída de Miguel Mihura o Álvaro de la Iglesia, aquellos artistas del triste humor españolito que escribían por ganarse el pan, según decían, aunque hubieran preferido, en el fondo, escribir su gracia de cada día antes que tragar el pan duro de aquellos tiempos. Azcona, a través del cine, intentó hacer lo mismo que hicieron Cervantes o Valle-Inclán desde la literatura: reflejar la variopinta gama de grises de que se compone la vida, con sus antihéroes vagabundos, con sus miserables personajes en busca de un poco de sosiego, a veces con una sonrisa vaga en sus bocas sin dientes. Azcona, tan al contrario de tanto bobo y tanto comepán como triunfan hoy en pantallas más pequeñas, comprendió las esencias de la vida real y las plasmó en sus papeles de bohemio, en aquellos papeles que luego harían enormes a actores modelados por sus conversaciones imaginadas y, sin embargo, tan a ras de tierra. Azcona entendió la vida de veras, ésa que ahora se le ha ido en un suspiro en esta España nuestra que tropieza tantas veces con la misma piedra.

domingo, 23 de marzo de 2008

Lo fundamental


"El primer día de la semana, al rayar el alba, volvieron al sepulcro llevando los aromas preparados. Y se encontraron con que la piedra había sido rodada del sepulcro. Entraron y no encontraron el cuerpo de Jesús, el Señor. Mientras ellas estaban desconcertadas por esto, se presentaron dos varones con vestidos deslumbrantes. Ellas se asustaron y bajaron los ojos; ellos les dijeron: '¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que os dijo estando aún en Galilea, que el hijo del hombre debía ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y resucitar al tercer día'. Ellas se acordaron de estas palabras. Regresaron del sepulcro y contaron todo a los once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas las que decían estas cosas a los apóstoles".

SAN LUCAS, 24, 1-11



"Pasado el sábado, al rayar el alba, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. De pronto hubo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella. Su aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve. Los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: 'No temáis; sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid, ved el sitio donde estaba. Id en seguida a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí le veréis. Ya os lo he dicho".

SAN MATEO, 28, 1-7



"Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamarlo. El primer día de la semana, muy de madrugada, al salir el sol, fueron al sepulcro. Iban diciéndose: '¿Quién nos rodará la losa de la puerta del sepulcro?'. Levantaron los ojos, y vieron que la losa estaba removida; era muy grande. Entraron en el sepulcro y, al ver a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, se asustaron. Pero él les dijo: 'No os asustéis. Buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. Ha resucitado. No esta aquí. Ved el sitio donde lo pusieron. Id, decid a sus discípulos y a Pedro que él irá delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como él os dijo'. Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo".

SAN MARCOS, 16, 1-8



"El primer día de la semana, al rayar el alba, antes de salir el sol, María Magdalena fue al sepulcro y vio la piedra quitada. Entonces fue corriendo a decírselo a Simón Pedro y al otro discípulo preferido de Jesús; les dijo: 'Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto'. Pedro y el otro discípulo salieron corriendo hacia el sepulcro los dos juntos. El otro discípulo corrió más que Pedro, y llegó antes al sepulcro; se asomó y vio los lienzos por el suelo, pero no entró. En seguida llegó Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos por el suelo; el sudario con que le había envuelto la cabeza no estaba en el suelo con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó; pues no había entendido aún la Escritura según la cual Jesús tenía que resucitar de entre los muertos. Los discípulos volvieron a su casa".

SAN JUAN, 20, 1-10




Cuatro miradas sobre lo sucedido. Cuatro registros del milagro decisivo. Cuatro versiones del acontecimiento fundamental. La Resurrección que nuestra Semana Santa no tiene tiempo ni lugar de predicar, tan ajetreada con polémicas cofrades, estrenos, marchas, costales, saetas, carreras oficiales, revirás, varas y cirios al cuadril.



Los pregones deberían usar del feed-back y comenzar por aquí. Lo demás sólo es folclore vacío.


miércoles, 19 de marzo de 2008

Fiestas y festejos


La luna y el calendario nos traen este año el chorreón de jaranas primaverales acumuladísimas. Del carnaval cada vez más fugitivo hemos dado el salto a una cuaresma ya sin sentido para vernos envueltos, de súbito, en el aroma de incienso cofrade y la lágrima devota por un rato. Y todavía andamos a mediados de marzo. El almanaque festero nos organiza la vida desde hace mucho, pero hoy me he parado a pensar en el carácter cada vez más volátil de los antiguos significados, de los sentidos telúricos y ancestrales que hoy se convierten en mercadotecnia apresurada. No sé si será exactamente por la edad, pero el tiempo se hace más veloz y las pautas que lo entretejen, más insustanciales. Las fiestas eran antes foros de intercomunicación y consolidación de afectos personales y familiares. Digo bien, aunque la frase me haya salido ripipi. Eran ocasiones en las que recordar y recordarse los vínculos entre las personas, porque el trabajo y la rutina se empeñaban en emborronarlos. Pero la posmodernidad de los últimos días, las agencias de viajes y la resignación de que ahorrar no sirve para nada han contribuido a banalizar las fiestas y a meterlas todas en el mismo saco. Yo escucho con cada vez más frecuencia la cantinela de gente guay que se va de fin de semana. Da lo mismo adónde. A la playa, a las Fallas, a la montaña, a Roma, a Tierra Santa, al Caribe, a Chiclana. La gente se va y vuelve. Consume. Bebe, traga, ríe y sueña cuando el calendario se lo permite. Pero mejor no piensa en por qué, pues la razón parece ser siempre la misma: desconectar de su propia vida. Por eso tal vez no caben los significados antiguos que dieron origen a las fiestas, porque han sido usurpados por ese sentido evasor que precisa la vida urbanita de los currantes.


Tal vez por ello las rebeldías personales se van apagando y uno contempla atónito cómo el personal responde a los estímulos que la industria del entretenimiento globalizado le va demandando. La gente no se complica, salvo donde el hambre aprieta mucho, y hace lo que las cámaras esperan que haga: grita, carcajea y maldice en el estadio futbolero; traga saliva, pone caras y se sacude el flequillo en los reality shows; se abraza seriamente cuando terminan las procesiones... Las fiestas y los festejos no sirven ya para volver a fundir a fuego fatuo los afectos, sino para liberarse más de ellos y reencontrarse en el televisor como uno se soñaba a sí mismo.


Todo eso nos empobrece porque nos hace borregos del porvenir.


A ver.

martes, 18 de marzo de 2008

Aznar, forever

El PP, partido que gobernó España durante ocho años en dos legislaturas desiguales -la primera, con apoyo minoritario, sirvió para sanear el país en muchos sentidos, mientras que la segunda le sirvió al presi José María Aznar para consolidar su imagen de estúpido con falsas ínfulas internacionales-, tiene la mala suerte o la mala gestión interna de no haberse sacudido aún la herencia de las Azores. A mucha gente se le aparece todavía la imagen surrealista de Aznar en aquella isla portuguesa nada más oír las siglas que también dieron de sí al padre putativo que hoy es nombre corriente. Quien parecía acogido candorosa e imbécilmente bajo la sombra todopoderosa de un padre, putativo o no, pero sí yanqui y altanero, era Aznar, en aquella foto que dio la vuelta al mundo y en la que era todo un pelota a punto de derretirse con el brazo de George sobre su hombro. Su risita era patética, y lo sigue siendo en la memoria colectiva. Por haberse callado putativamente, los irakíes se vieron sorprendidos por un chorreón de bombas al día siguiente. Y así durante muchos días...
George W. Bush, presidente de los EEUU; Tony Blair, primer ministro británico; y José María Aznar, presidente del gobierno español, decidieron, contra la ONU y contra el clamor popular -sólo en España se manifestó contra aquella guerra el 91% de la población-, que había que invadir Irak para derrocar al dictador Sadam Husein, que tenía armas de destrucción masiva. Por supuesto, todo el mundo sabía que Husein era un dictador; pero nadie tenía claro que poseyese más armas que su carácter dictatorial y todo lo que ello conllevaba. El trío, en cambio, más visionario que la gente de a pie, claro, tenía la "convicción moral" de que aquello era así, según el profeta Aznar. La Iglesia, por cierto, no dijo entonces esta boca es mía; tal vez por no contradecir a los profetas, ya se sabe su antigua amistad. El caso es que la profecía falló, pero es que nadie es perfecto.
A pesar de demostrarse por activa y por pasiva que Sadam no tenía más que rifles mohosos, la guerra continuó, murieron miles y miles de inocentes, ahorcaron al dictador y todavía hoy, cinco años después, el reguero de sangre sigue goteando día a día. Nadie pidió perdón.
Bush consiguió distraer la atención, que era su objetivo tras la vergüenza mundial de no capturar ni vivo ni muerto al forajido más buscado del Western: Osama Bin Laden, el autor del atentado contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001. Blair, apéndice histórico de los americanos, cumplió con la tradición. Y Aznar, trepa monumental del catetismo hispano y bigotudo, hizo el ridículo internacionalmente. Luego, a los dos países colaboradores de EEUU, les regaló Al Qaeda sendos puñados de muertos en un atentado a lo grande. Pero ya se sabe que establecer relaciones de causa-efecto no es políticamente correcto. Así que no hemos dicho nada al respecto.
Cuando se cumplen cinco años de aquella película de neosurrealismo global, Aznar sigue aferrado a lo que en todos los foros internacionales prefieren pasar por alto. Ha dicho el dinosaurio pepero que tuvo el dedo fino de señalar a Rajoy como heredero que el de las Azores "fue un momento difícil", pero que "mi convicción, mi conciencia y mi mente están claras". Es decir, acorde con el lema propagandístico de su partido antes de la derrota del 9-M -"Las ideas claras"- Aznar ha corroborado, pasado tanto tiempo, que no conoce el escrúpulo y que su estómago está hecho a prueba de bomba y sangre ajena. Él parlotea su inglés de club de la comedia en Georgetown.
Ha tenido el descaro además de señalar que "sin ser idílica", la situación de Irak es ahora "muy buena". Supongo que habrá pensado que "muy buena" para estos irakíes de mierda, que ya les vale, qué quieren, ya no hay tantos muertos diarios como en 2004 y eso... O sea, que no se quejen, que para como empezó la cosa, ya no están tan mal. ¿No entienden ustedes lo mismo? Corríjanme, por favor.
Nuestro feliz ex presidente ha declarado: "Estábamos convencidos de que nos asistía la razón y de que actuábamos además en interés de mucha gente".
La época del racionalismo ilustrado pasó hace tanto tiempo que el mundo detesta hoy a los héroes. ¡Que no nos salven, que nos dejen como estamos! Los únicos héroes que me gustan son los de las tiras cómicas de antaño.

miércoles, 12 de marzo de 2008

Democracia rebajada y jajá

No he discutido nunca que el democrático no sea el mejor de los sitemas políticos, aunque ello no quiere decir que sea un sistema impecable. En cualquier caso, siempre que no salgamos de la esfera competencial de la polis, hablar de democracia es oportuno. Otra cosa muy distinta es que apliquemos la demo-cracia, como concepto rebajado y generalizado, a otros contextos que no son propiamente ni el poder ni el pueblo.

Todo el mundo sabe que entre las joyas de lo políticamente correcto se encuentra el aplicar el adjetivo democrático a todo: la familia ha de ser democrática, la escuela ha de ser democrática y hasta los candidatos para el festival de Eurovisión han de elegirse democráticamente. Dicho así, como la palabra está connotada muy positivamente, parece incuestionable. Pero la democracia como idea desgastada, alejada ya de la cracia del demo del origen, contiene en su aplicación generalizada consecuencias funestas. Para empezar, aplicar democracia en el sentido que hoy se toma a todos los foros supone eliminar las jerarquías, el conocimiento y hasta el bien y el mal; es decir, cortarlo todo con las mismas tijeras y a la misma altura, o sea, siempre por lo más bajo, con lo que se fulmina la excelencia. En una familia (que nadie venga a discutirme el tipo, que para eso están los Roucos o los Zerolos) no es posible aplicar la pretendida dosis democrática porque el padre (y la madre) debe saber y decidir más que los hijos; en el aula, el maestro (o la maestra) debe saber y decidir más que los alumnos; y en cualquier parcela, los expertos deberían saber y decidir más que la masa. Y esto no es falta de sentido democrático, sino sentido común, cuyo quiasmo es tan hartamente conocido como cierto.

En los últimos tiempos, cuando la democracia como sistema político se ha consolidado, afortunadamente, han surgido los gurús de la democratización integral para dar un riego de democracia enlatada a todo lo que ven. Hablo de la familia y de la escuela porque son dos de las instituciones socializadoras más decisivas y, por ende, más perniciosas en el caso de que se conviertan en víctimas de engañosas ideologías.

Con la democratización de la familia ha podido conseguirse la rebelión de los hijos cada vez a más temprana edad, aunque no su mayoría de edad en el sentido kantiano y, por tanto, tampoco su esperable responsabilidad. Esto quiere decir que los adolescentes se han visto en la posibilidad de exigir derechos a los padres, más allá de los tradicionalmente aceptados, pero no de demostrar deberes, pues la democratización va siempre unida, conceptualmente, a la consecución de derechos, pero pocas veces al cumplimiento de deberes. Se acepta que un niño tenga muchos derechos, pero no la misma cantidad de deberes. En cambio, en un adulto la balanza se equilibra mucho más. En las clases pasa tres cuartos de lo mismo; de modo que junto a esta tendencia falsamente democratizadora se ha asentado una cultura del no esfuerzo, y así nos encontramos con bachilleres que, directa, sincera y empíricamente, no saben leer. Han leído bien: que no saben leer. Pero que nadie ose decir que han mermado sus derechos, por dios y por la Logse, qué va.

Esta reflexión me ha germinado nada más comprobar que es cierto que nuestro candidato para Eurovisión es quien es. Un tal chiquilicuatre o algo así. ¿Cuál ha sido el proceso de su elección? La democracia en la era Internet. Los internautas votan amparándose en el anonimato, lo que nos viene como anillo al dedo para recordar nuestra tesis antes expuesta del desequilibrio entre derechos y deberes, o sea, entre posibilidades de actuación y responsabilidades. Si alguien vota y no da su nombre, se fomenta su derecho y su irresponsabilidad, ¿o no? Además, nos estamos cargando, por este camino, la excelencia del experto en las diversas artes. La música es una de ellas, y una de las más vilipendiadas, por cierto. Desde Operación Triunfo hasta la última cagada televisiva que siempre acaba convirtiéndose en un GH alternativo, los pseudoexpertos de estos formatos son parte del espectáculo, pero quien tiene la vara de mando o el telemando es el público sentadito en su sofá. Hoy no hay que saber solfeo para dictaminar desde el sofá, y parece ser que tampoco se considera a esta situación una dictadura de la ignorancia generalizada, sino otra versión de la democracia. ¿Quién se va a creer esto? Parece que la mayoría de la gente. Yo no, desde luego. Por encima de esta dictadura verbenera de sofá existen otros dictadores de las audiencias, que son los verdaderos cerebros de esta sociedad descerebrada y antigenial. Y en el fondo de todas las explicaciones, siempre aparece el dinero a corto plazo.

Hay quien afirma que si nunca tenemos posibilidades de ganar en Eurovisión, esta vez tenemos muchas de perder, y también quedar el último es una manera de ocupar el primer puesto. Cuestión de perspectivas. También habrá quien diga que lo importante es participar.

Vuelta a empezar. Es la canción de moda.

lunes, 10 de marzo de 2008

Ha ganado Zapatero; pierde la niña de Rajoy

La repelente niña de Rajoy, la pequeña Victoria cuyo nombre gritaba desquiciada Rita Barberá desde su feudo valenciano, no fue alumbrada el domingo, y como el feto no aguanta cuatro años en el vientre de nadie, el aborto involuntario causó tristeza en Génova. Habrá que hacerse la idea de concebir a otra niña, tal vez con amor y no con tanto odio. Predican patria y recogen cuervos.
Aunque la victoria en minúscula de Zapatero no le da para gobernar con mayoría absoluta, lo cierto es que se trata de un triunfo desahogado que el PP no se esperaba. Sus radiopredicadores, pese a los evidentes resultados, se acordaban ayer de la mayoría de Aznar, hace ya tanto. Alguno de ellos, de cuyo nombre no quiero acordarme, llegó a afirmar que la derecha es madrugadora para votar y que la izquierda va a última hora a cargarse las elecciones. El telepredicador ha amanecido el lunes como si nada.
Llamazares, coherente, ha dimitido. Rajoy estuvo digno en su aparecida a medianoche, aunque no tanto el rescoldo fascista que lo jaleaba desde abajo. No todo el PP es así, afortunadamente.
Ahora se abre un período nuevo que se avecina con menos crispación por no sobrevolar sobre la legislatura la sombra del 11-M, que tantas mentiras y especulaciones generó entre los profesionales del engaño. Hablando de Roma, Pedro Jota salió ayer nervioso por la tele intentado montar un titular que abre hoy su periódico: "España encarga a Zapatero que la saque de la crisis". El país siempre está en crisis cuando gobierna el adversario. Claro.
Zapatero habló de errores, aunque no los especificó. Todo el mundo los intuye: ingenuidad, principalmente. El triunfo de CiU desde Cataluña hace previsible un intento escalador de esta coalición de nacionalismo moderado en Madrid. Esperable, pero también sorprendente; como ha dicho Juan Luis Cebrián, el mandamás de Prisa, no es normal que los partidos que propugnan la independencia de España tengan que jugar un papel tan decisivo en el gobierno de ésta. Pero ocurre. Ocurrió con Felipe, con Aznar y ha seguido ocurriendo. Habrá que intentar cambiar la ley electoral, aunque, mientras, es conveniente seguir manteniendo esos equilibrios civilizados, tan lejos del catastrofismo sísmico que le gusta profetizar a la derecha.
Y hablando de profetas, ¿qué dirá la Iglesia ahora, después del marcado posicionamiento junto a Rajoy y los suyos? ¿Seguirá martirizando a sus fieles desde el púlpito? ¿Habrá broncas por no haberle hecho caso? Rouco Varela tendrá que suavizar su lenguaje cuando se siente con Zapatero, porque lo hará, claro. Y volverá a intentar arrancarle otro pellizco de dinero al Bamby. El presidente del Gobierno, espero, no es ya el que era; ha crecido. Y es posible que esta vez se acuerde de sus puntos sobre la íes, esos que no le gustan a algunos periódicos pro-Rajoy pero que le está exigiendo desde hace mucho su electorado laicista. Todo se andará.
La única nota triste de estas elecciones ha sido el marcado bipartidismo, aunque me lo esperaba por pura necesidad. Nada importaba tanto como no volver a ver a Acebes sonreír con su cara de radical bien peinado.
La vida sigue.





viernes, 7 de marzo de 2008

Al final de la campaña

La campaña política en la que los políticos se arañaban dialécticamente para llegar desollados y jadeantes al 9-M ha terminado de la peor manera posible: quienes han acabado muertos no son políticos ni tienen escolta. Uno, Isaías Carrasco, renunció a ella porque ya no era concejal; la otra, la guapa niña Mariluz, la gitanita de Huelva que ha sonreído durante los dos últimos meses desde las ventanillas de muchas furgonetas, no tenía ni ángel de la guarda.
Al primero se lo ha cargado ETA y a la segunda, algún malnacido, no se sabe... todavía.
Y cuando uno malpasa las últimas horas de este viernes de crespón con un nudo en la garganta, los políticos cantan ahora la melodía de la paz: vamos a luchar juntos contra los terroristas, debemos mantener la unidad de los demócratas y las polladas de siempre.
Ha muerto un hombre libre y una niña con ángel despistado. Han muerto para siempre como todos los muertos de la tierra, que dijo Lorca, y los políticos continúan su espectáculo hacia el domingo, al son de los informativos. No hay otra; tampoco sirve de nada echarnos a llorar o no ir a votar de desesperación, rabia y desconsuelo. Eso es peor aún. Hay días en los que uno estaría mejor evadido. Pero huir es de cobardes, claro. Y sin embargo... Quedan hombres malvados para los que amanecerá mañana y una repelente niña que no existe, pese a Rajoy.

miércoles, 5 de marzo de 2008

La evasión


Cuando uno explica que los poetas modernistas se evadían de la realidad lo hace muchas veces con esa palanca rutinaria que se activa cuando el cuerpo siente que está en clase, pero haría falta insistirle a los chavales mucho más (para así entenderlo uno mismo también) en qué significa realmente eso de evadirse de la realidad. Tal vez evadirse uno mismo es dificilísimo, mientras que es mucho más fácil que lo evadan otros. Quiero decir que al camino del ensueño o de la confusión pueden llevarnos los otros mejor que uno mismo; las cosas del mundo más que las cosas que uno siente por dentro... Uno vive rodeado de ruidos, voces y monsergas que se encargan precisamente, a diario, de mantenerlo en esa realidad que es más evadida y evasora que la realidad real. La realidad real o personal queda muy al fondo, muy escondida tal vez en las tripas intactas que una vez fueron casi transparentes, en la lejana infancia (y en aquellos días azules)... En la gruesa superficie de nuestras vidas, se superpone el collage de las 24 horas sucesivas y no hay tiempo (ni lugar) para nada más. Vivimos, pues, evadidos en esta realidad que, mirada con recelo y de cerca, nos resulta tan ajena. Y si uno empezara a quitarse capas y trozos de esa realidad ajena, ¿con qué se quedaría? ¿Con qué?

Mi estancia en Lisboa durante el último puente me sirvió, entre otras cosas, para mirar con distancia la realidad española y andaluza, etc., etc., que me envuelve. Las cosas de aquí se veían ridículas, no porque lo sean en sí mismas, sino porque todo se relativiza en la tozuda distancia que hace imposibles las alternativas; todo pierde importancia, incluso las obsesiones personales que se antojan sagradas... Estuve en Lisboa cuatro días de este invierno que no lo parece y logré evadirme de mi otra realidad; me evadieron realmente las cosas que allí había: el océano inmenso, los tranvías decimonónicos, los edificios putrefactos pero enteros, el monasterio de Los Jerónimos, la saudade de la gente... Mi abuela siempre decía que en todos lados hay lo mismo: gente que quiere pan. La sentencia no puede ser más cierta, pero yo no había llegado a pensar que quienes variamos somos nosotros de un lado a otro, pues cuando, trasladados de un lugar habitual a otro distante, dejamos de querer pan, nos encontramos con el yo antiguo y olvidado, aquel yo que no pensaba en el pan nuestro de cada día y al que no lo evadían los acostumbrados y periódicos ruidos. Entonces uno puede escuchar los sonidos imperceptibles de su corazón. Y los oye con nostalgia sonriente...

martes, 4 de marzo de 2008

Política y TV

Anoche se reunieron en torno a la tele casi 12 millones de espectadores para tragarse el debate (o algo parecido) entre Zapatero y Rajoy previo al 9 de marzo, cita electoral que se avecina caliente por el interés desmedido de unos en continuar su mandato y la rabia de otros por seguir otros cuatro años en la desesperante oposición del erre que erre. El debate televisivo ha perdido más de un millón en su audiencia con respecto a la otra vez, probablemente porque en la primera cita defraudaron mucho los candidatos y el formato, y el personal se sabía ya la copla de cada cual. Esta vez, sin embargo, a mí me ha parecido que la cosa mejoró. Hubo más debate real, más interrupciones y más acaloramiento, aunque el encorsetamiento del plató y sus dirigentes no daban para mucho.
Las principales encuestas dan a Zapatero como ganador contundente. A mí también me lo pareció. Y ello me ha hecho reflexionar sobre los conceptos que titulan la entrada de hoy. Hubo un tiempo en que la política se cocía a cuerpo limpio, en el ágora o en la abarrotada plaza de toros. Ya no; hoy para ser político de éxito hay que conseguir también ser un buen animal televisivo. Y Zapatero lo es; al menos mucho más que Rajoy. Política y televisión son cada vez más artes y, por tanto, dependen al cabo de la estética y la emoción; de la apariencia y la empatía. Los contenidos son lo de menos. Los asesores de cada político, que mandan mucho, habrán estado dándoles la vara toda la semana. A Zapatero le dijeron que fuese más firme en sus afirmaciones, que sonriese más y que interrumpiese cuando fuese necesario. Y lo hizo y le salió bien. A Rajoy le dirían también que no sacase su lengua de trapo, que no desviase sus ojos ni los desencajase a cada rato y que no despreciara con tan mal gusto a su contrincante. Pero no lo hizo porque no quiso o porque no supo. ¿El resultado? Un Zapatero con la diatriba de siempre pero más simpático y cercano y un Rajoy con la matraca de ETA y los precios pero antipático y fatiga. Y a su niña se la han tomado a cachondeo. En televisión, esa diferencia es decisiva. La gente no lee programas; sólo escucha, mira y se hace una idea superficialísima que le sirve para depositar su sobre. Eso es lo que hay. La democracia no es un sistema político sólo para eruditos, sino para todos, incluida la gran plebe. Es por ello incompatible con pedantes y prepotentes. La televisión, aliada con la política democrática de hoy, catapulta al candidato que tenga y demuestre tener esas nociones básicas. Así que el resultado está cada vez más claro. Dios (o Alá) quiera que ninguna bomba cambie el curso esperable de las elecciones. Por el bien de España, que diría Rajoy, el patriota incomprendido.

lunes, 3 de marzo de 2008

El debate remate


Esta noche toca otra vez debate. La vuelta de la ida, que promete ser más de lo mismo. El espectáculo de la política que logra audiencias de 13 millones de televidentes. Ya lo comentaremos. De momento, dejo aquí esta inteligente (y lamentable, por verdadera, y no sólo por Zapatero) viñeta de Manel Fontdevila.