jueves, 30 de junio de 2011

El Parnaso anda ya solo

Me alegro enormemente de que haya muchísima gente que quiera quedar más veces, que el Patio del Parnaso se convierta de verdad en un enorme foro de la Cultura, ese gran ágora que ha faltado siempre en este pueblo mío. Y me alegro porque considero que una chispita de paternidad he tenido en esta recuperación de aquel Patio de 1999 que había nacido al amparo de la revista Vesilda, cuyo progenitor, a su vez, Manuel María Rosal Núñez, envía recaditos de amor como excusa por no asistir. Berlín está muy lejos. Su padre, Victoriano, ha sido heredero de ese proyecto inconcluso que Manuel María prendió en su momento y luego dejó reposar, como los buenos vinos. De modo que un padre es heredero de su hijo, y he aquí una de esas grandes paradojas literarias que sustentan todo este milagro de que en la Casa de la Cultura, como por arte de birlibirlioque, se reúnan más de un centenar de personas porque sí, porque les da la gana, porque funciona el boca a boca y el entusiasmo de escuchar y que te escuchen.

Digo que me alegro de que haya gente dispuesta a quedar más veces, muchas más veces, aunque yo mantenga mi criterio de que sería mejor quedar dos o tres veces al año nada más. Poquito y excelente. Si hay gente mucho más entusiasmada que yo es que la semilla está sembrada, que había ansias de hacer algo parecido aunque ninguna institución oficial la hubiera propuesto siquiera, y que, ya que esto ha comenzado a andar, hay que dejarlo rodar solito, madurar según los soles de cada instante, según el azar mágico de quienes tienen cosas dentro que le arden. Sé de buena fe, y se lo he dicho, que Victoriano no va a dormir esta noche. Ni mañana. Y tiene sus razones de peso para no hacerlo.

La de esta noche ha sido una velada antológica. Yo me inventé aquello del negro y los demonios como semillas creadoras y, ni por la más remota casualidad, imaginé no sólo que iba a tener tanta aceptación sino que iba a generar tanta creación, en efecto, como se ha demostrado cuando a medianoche, desde las nueve, hemos salido extasiados a la calle Real.

Victoriano leyó el Viaje definitivo de Juan Ramón, y mientras lo leía subía, subíamos a esos cielos perdidos y recuperados que la palabra, esa gran protagonista que reivindica el sabio Manolo Carmona -¡ay, Manolo, menos mal que existe la televisión local!- no puede desterrar nunca de su misma esencia, porque en la palabra misma, en el logos, en la razón consciente de que nos tenemos que ir y que la vida sigue, radica la Creación con mayúsculas, al mismo tiempo que la inevitable destrucción de la que también versaba la noche.

A continuación yo intenté explicar el sentido del tema que daba coherencia a la velada, echando mano de los demonios de Lorca, de los monstruos que aniquilan la razón de Goya, del infierno de Baudelaire, de los diablos hispanos y seguiriyeros que luego todos sentimos por la piel, erizándonosla, cuando el gran Miguel Ortega se sentó para darnos una lección magistral a todos por ese palo tan negro. Juan García Bodi, uno de los que más sabe de flamenco del mundo, nos había dado cuatro pinceladas sobre la seguiriya.

A Miguel Ortega, flamante ganador de la Lámpara Minera del Festival de Cante de las Minas de La Unión (Murcia) lo llamé el sábado pasado desde Dos Hermanas para explicarle de qué iba esto del Parnaso. Antes le había escrito un correo electrónico, pero Miguel es hombre de palabra y de decir las cosas a la cara, como buen flamenco. Por eso quedamos el domingo, en el pueblo. Mientras me tomaba la cerveza a la que me invitó descubrí que era un tipo locuaz, que no sólo le salía la palabra a compás sobre el escenario, sino también sobre la barra de un bar. Miguel es un tío grandísimo porque sabe perfectamente que es un artista pero tal condición no le impide seguir viviendo, como si tal cosa. A Miguel lo había reivindicado yo cuando ganó la Lámpara, el otoño pasado, y me indignó sobremanera que mi Ayuntamiento no lo recibiera con todos los honores, y lo dije, y por eso tenía yo un interés descompasado en que esta noche acudiera a cantar allí por seguiriyas, como lo ha hecho, trayendo a Cagancho a la calle Real, para demostrarle a todo el que no lo supiera o no lo quisiera saber que tenemos aquí más cerca que nadie a uno de los grandes valores del Flamenco de hoy sobre la tierra. Que no exagero lo saben el centenar y pico de gente que se quedó con la boca abierta cuando remató por soleares, acompañado por el exquisito guitarrista Manolo Herrera, que no es el nuestro, el de la peña y la Bienal, sino otro jovencito de San José de la Rinconada que alcanza las estrellas cuando acaricia su sonanta. El público no se atrevía a decir ole porque era consciente de que ante tales figuras había que saber decirlo.

Después de Miguel, salió Manolo González para declamar dos poemas, uno de ellos de su apreciado Manuel Benítez Carrasco, ese "Mira si soy desprendido" con el que Manolo se siente a gusto resucitando voces que le salen de lo más adentro. Manolo se transforma cuando recita y hasta ese momento suda hasta sangre, porque pone sus seis o siete sentidos en el poema que mama.

A continuación salió Inma Fierro, una pintora que se ha volcado últimamente en el expresionismo abstracto, después de sus idas y venidas por Europa y Barcelona pero que promete muchos más trazos mágicos. Anoche, además de explicar como una maestra los significados del negro, desde Kandiski, presentó a su hermano, Carlos, al que yo tuve la suerte de enseñarle sintaxis en una academia privada hace ya tanto. Me alegró lo que ustedes no pueden imaginar verlo allí con su rostro de retrato (tal y como lo ha pintado su hermana, con sus brazos alrededor de la cabeza, como raíces atrevidas) haciendo de poeta tímido, y cumpliendo sobradamente.

Begines, mi amigo de toda la vida, mi compañero de pupitre en aquellos años fundamentales en que uno se hace un hombre aunque no se dé cuenta, nos explicó muy didácticamente el proceso histórico, desde Platón hasta la actualidad, por el que el artista se ha endemoniado y desendemoniado hasta el punto de no tomarse en serio al demonio. Se notaba que es profesor en la Universidad. Habla como un profesor, y yo lo imaginaba, mientras, en su bicicleta hace lo menos doce o trece años, cuando ninguno de los dos imaginaba que íbamos a estar sentados entre toda aquella gente ávida de Cultura, despreciadora del Sálvame, aunque fuera deluxe, como me ha recordado mi buen amigo Antonio Jiménez, el de las cortinas, cuando ha terminado el acto y me ha confesado su emoción sin tapujos.

Luego nos ha cantado Manuel Núñez Amador, que es cantautor y poeta inexorable, y tiene esa planta de intelectual ilustrado con la que puede llegar a todos los sitios, incluso a presidir o integrar una asociación de madres y padres sin tener hijos en el instituto, como va a hacer a partir del año próximo. Su Luna que vas caminando no sólo nos embelesó a todos en el compasito dulzón de su melodía seductora, sino que nos descubrió ese potente símbolo nocturno de significación inagotable incluso en estos tiempos que corren, cuando la luna nos pilla tan lejos.

Manuela Moguer, cantautora también, y que este año va a pregonar la feria de mi pueblo, es artista en cuanto habla. Tiene tanto entusiasmo en los ojos que es imposible no entusiasmarse al escucharla. Hoy me emocioné cuando le oí decir que Santa Teresa la volvía loca. Así lo dijo: "Santa Teresa de Jesús me vuelve loca", y se puso a recitarla, como una mística demasiado guapa para serlo. Luego leyó un poema suyo en el que miraba a la muerte al trasluz, para quitarle hierro.

El saxo de Juan Manuel Busto, director de tantas cosas -entre ellas de la banda municipal de música Fernando Guerrero y de la Escolanía que le ha dejado en herencia el exquisito Enrique Cabello- fue, para mi gusto, una de las nanas grandes que la noche merecía. Hizo un Aria acompañado del piano de Pilar Expósito Moya, profesora de la Escuela Municipal de Música y Danza de nuestro pueblo, y a todos nos transportó a otra dimensión donde no había prisa, ni dolores por la vida.

Tendría que haber repartido yo la manzanilla, vasito por vasito, para que el personal no se desmadrarara, pero también fue necesario como tertulia anticipada, pues después no hubo tiempo. Cuando conseguimos sentar a todos de nuevo, salió a leer uno de los mayores poetas que tenemos en Los Palacios y Villafranca: Manuel de Fora, otra joya para recuperar de la injusta indiferencia. Todo se andará.

Después leyeron Juan José Domínguez, carpintero y artista del belenismo que vino a mi casa a confesarme que cuando leyó por primera a vez Lorca comprendió lo que la gente decía de Lorca, y Salvador Santiago Murube, que compartió conmigo pupitre en quinto de EGB, y desde entonces, aunque mal estudiante, le revolvía el alma el regusto de la palabra bien dicha. Esta noche nos ha demostrado sus ganas con algunas elegías inspiradas en su abuelo.

Mi amigo Julio Mayo, historiador hasta la médula, nos ilustró con las primeras semillas flamencas, de juerga hasta violenta, de que se tiene constancia en el pueblo allá por 1742. Cuando Julio habla, hay que tomar nota. Menos mal que la toma él por tanta gente. Algún día se lo tendremos que agradecer. Pero espero que pasen siglos, porque ya se sabe cómo somos por aquí para los agradecimientos, y cuándo nos entra la prisa.

Casi al final, Francisco Amador, periodista que todavía estudia en la Facultad, nos enseñó a todos el arte de la instantánea con fotografías flamencas de un puñado de artistas de primera que han pasado por la Bienal, la Mistela y nuestra querida peña de El Pozo de las Penas. Nos dio unos cuantos fogonazos de maestro auténtico, para que aprendamos a mirar y no solamente a ver.

Terminó Claudio Maestre, exconcejal de Cultura, con dos poemas de Felipe Cortines Murube, y con una referencia a los demonios dentro del cuerpo de nuestro admiradísimo Joaquín Romero Murube, según relata él mismo en El discurso de la mentira, ese relato entrañable de juegos con las hermanas Luna en el sevillano compás de Santa Inés para decirnos veladamente cómo despertó a la sensibilidad erótica.

Cuando la noche seguía empapada del agua de la fuente, Juan Manuel Begines, el de los libros de los manchoneros, presentó su página web www.manchonerías.es, a la que ya estamos todos invitados.

Nos hemos echado fotos, hemos bebido más y nos hemos abrazado en la alta confianza -como diría Pedro Salinas- de que esto no ha hecho más que empezar.

Ahora que estoy harto de escribir ya esta crónica improvisada del Parnaso, me acuerdo de Victoriano, porque seguro que no duerme mientras la luna se hace más y más grande.






sábado, 25 de junio de 2011

Se nos ha muerto Colombo

Hubo una época de mi zarandeada preadolescencia, cuando uno pensaba demasiado mientras caminaba por la calle y el mundo giraba como una bola informe frente a los problemas cósmicos de un chaval de 11 ó 12 años, en que los viernes regresaba de eso que llamábamos salir con la ilusión un tanto pudorosa de ver a Colombo en la tele, a horas intempestivas. Por aquellos años mi padre trabajaba hasta muy tarde de cocinero en un bar de la calle Charco, y mi madre se quedaba en el sofá, esperando que él regresara con aquel cubo en el que nos traía helados y que yo volviera también sin que la noche pagajosa de desconocidos vicios me tocara un solo pelo. Así son las madres, y uno lo empieza a comprender ahora, que es padre y siente igualmente su semilla de carne repartida, extendida en otro cuerpecito que revoletea por doquier.

El detective Colombo era algo así como un líder a la inversa, exquisito y simpático personaje que en sus constantes despistes conseguía atraernos a su mundo entre profesional y miserable, con su coche deslavazado, su puro semiapagado, su gabardina raída y las referencias a su esposa o a su padre, que nunca salían. Uno no sabía aún que el antihéroe era tan atrayente porque constituía la esencia del ser humano frente al espejo de su potencialidad, como tan bien supo el autor anónimo de Lázaro de Tormes o el sabio Cervantes al construir al delicioso Loco de la Mancha en aquellos siglos que hemos de seguir llamando dorados.

Uno no sabía nada de esto aún, pero intuía cosas, y disfrutaba con aquellas tramas siempre iguales, en las que el espectador conocía desde el primer momento quién era el asesino, alguien muy cercano a la víctima y su entorno, y la gracia estaba en contemplar cómo el detective Colombo reunía suficientes pesquisas para terminar diciéndole al asesino a la cara que lo era. Para llegar a ese final, se volvía mil veces cuando se iba a marchar, preguntaba por detalles a veces surrealistas, comentaba cosas sin aparente importancia, se rascaba la cabeza y sonreía como una bestia fea pero con un gran corazón. Uno soñaba con, en el fondo -y tal vez no demasiado en la forma-, parecerse a él de mayor, porque uno se percataba de que no no tenía un pelo de tonto, de que aparentaba todo aquel despiste y de que al final triunfaba con la verdad en la mano.

Mi madre y yo hacíamos breves comentarios entretanto, y ella a veces me recordaba que aquella serie la había visto antes de que yo naciera. Yo tenía la certidumbre de que aquella segunda vez la disfrutaba mucho más por verla conmigo. Y eso me hacía muy feliz. Fui yo, que me fijaba mucho en los títulos de crédito y sabía ya algo de inglés, quien le dije que el actor se llamaba Peter Falk.

Muchos años después supe que Peter Falk había nacido en Nueva York en 1927, el 16 de septiembre, el mismo día que mi amigo de la Facultad José Domingo Mora, por cuya coincidencia al ser los tres Virgos (Colombo, José Domingo y yo) ya no se me ha olvidado jamás. Aunque se llamara Peter, o sea, Pedro, para mí siempre será Teniente Colombo. La persona de veras, y no el actor, había nacido de madre rusa y padre polaco, pero se convirtió en una estrella estadounidense con dos nominaciones a los Oscar, no por el papel de detective que lo catapultó a una fama imperecedera, sino por películas en las que hacía un ejemplar papel de actor de reparto como Un gangster para un milagro o El sindicato del crimen. Otras películas célebres de este Peter Falk que para siempre se llamará Colombo fueron El cielo sobre Berlín o Un actor en apuros (ésta última del director John Cassavetes). El caso es que en nuestro país se hizo famoso con la famosa serie detectivesca, que empezaron a poner en la tele, como mi madre me recordaba, en los años 70. Al parecer, según me entero ahora, en 1975 cobraba 125.000 dólares por episodio, una pasta gansa.

Cuando yo veía la serie con mi madre, corrían los años 1989 o 1990, aproximadamente, y entonces era ya un serial refrito que a TVE le salía probablemente gratis. Peter Falk era ya un viejo que pronto padecería alzheimer y sería apartado de mala manera de su familia primera, como denunció su hija Catherine en los últimos años. Con casi toda seguridad, Peter Falk no se acordaba ya de Colombo ahora cuando ha muerto a los 83 años, pero un servidor se acordará siempre de él, porque me gustaba verlo volverse infinitamente cuando parecía que se iba y porque me servía para charlar con mi madre en la quietud de la noche. Descanse en paz.

domingo, 12 de junio de 2011

Cambio de aires en el Ayuntamiento palaciego


El pleno de investidura del nuevo alcalde palaciego, Juan Manuel Valle Chacón (Izquierda y Progreso-Izquierda Unida), estaba llamado a ser una cita histórica en este pueblo que llevaba un cuarto de siglo ininterrumpido gobernado por tres regidores del PSOE. Por eso no se cabía en el salón de plenos ni en la Plaza de Andalucía, donde habían dispuesto megafonía y pantallas. Los comunistas, ahora integrados en esta coalición de izquierdas, veían en el joven alcalde (34 años) el cierre de un círculo que iniciaron en Los Palacios y Villafranca al comienzo de la Democracia, pues el padre del flamante regidor fue también alcalde hasta 1987. Valle gobernará en minoría, con siete de los 21 concejales que forman una Corporación ahora muy igualada, tras el batacazo socialista (de 13 a 6) y el subidón del PP (de 2 a 6). Precisamente ambos grupos votaron en blanco para garantizar que gobernara la lista más votada, mientras que los dos ediles del PA votaron a su propio candidato, Pedro Amalio Moguer.

En cualquier caso, llegan aires nuevos al Consistorio palaciego, como se encargó de explicar el propio Valle al aspirar a "una manera diferente de gobernar basada en el respeto, la participación, la cercanía a los vecinos y la humildad". El ya alcalde ha advertido de que "en los inicios de la legislatura, tendremos que enderezar la gestión para garantizar los servicios que recibe el ciudadano". Asimismo, avanzó la puesta en marcha de un plan de saneamiento de las arcas municipales que permita abordar el pago de las nóminas y las facturas de los proveedores "con mayor garantía de las que existen hoy".

El alcalde saliente, Antonio Maestre, tuvo que oír críticas muy duras del PA y el PP. El portavoz del primero, Pedro Amalio Moguer, aseguró que "ahora tendremos la democracia que ha faltado en este Ayuntamiento durante 20 años", mientras que el del segundo, Antonio Romero, dio por zanjado un "régimen socialista" para que ya no se escuchen más comentarios del tipo: "Si quieres un trabajo, sácate el carné del PSOE" o "Si en tu casa nadie me vota, para qué me pides nada". Maestre, por su parte, aseguró sentirse "orgulloso" de la labor realizada y ofreció su colaboración al nuevo regidor "porque las ideologías, ahora más que nunca, sí importan".

lunes, 6 de junio de 2011

El barco de Chanquete debe ser un símbolo

Que no nos moverán debió ser entendido desde un primer momento como un símbolo de la firmeza ideológica contra el oleaje de la sinvergonzonería, la falta de escrúpulos, la irresponsabilidad irritante de tantas instituciones que en rigor son las que mueven los hilos del mundo, como los bancos decisores y los gobiernos de pacotilla, pero nunca como un inmovilismo imitador de ese conservadurismo estéril que desde la plaza del Sol y desde tantas otras plazas y lugares se ha criticado precisamente desde el principio. No nos moverán de nuestro baluarte de ilusión para arreglar el mundo, aunque nosotros, los que pensamos que el mundo es mejorable, sí debemos movernos, y mucho, para que todo cambie al menos un poquito. Lo digo porque tras el impacto de las acampadas del movimiento 15-M, también llamado 'Democracia Real Ya' o de los indignados, queda un fortín como de resistencia falsa compuesto por grupos a los que parece gustarle bastante esa vida de nómada pero sedentario, esa costumbre del vivir de prestado, bajo plástico y al amparo caritativo de quien pasa y se compadece de los muchachos. No son muchachitos novatos los que lideraban tales protestas, sino hombres y mujeres apaleados por el sistema, escarmentados por esta realidad que subordina a tanta gente a la dictadura de un mercado inmisericorde que no considera su valía real y que devora currículos y experiencias precarias al insolente ritmo de los graciosos bonos de quienes más y más ganan.

Si ha llegado el momento de levantar las tiendas para continuar la lucha desde otro flanco, pues se levantan. Por todo el mundo hay carreteras y caminos por los que circular. La intransigencia de los indignados contra lo que nunca debió ser no debe representarse por estos campamentos urbanos, indefinidamente, sino por la acción y la reacción contra tantas situaciones concretas de injusticia a las que no puede hacerse frente desde el saco de dormir.

La fuerza del barco de Chanquete no radica en su conversión en monumento material en un pueblo costero de Málaga, donde permanece varado, sino en la conquista de tantos corazones de aquella generación que reímos, lloramos y cambiamos durante aquellos maravillosos años de Verano Azul tras los que nos hicimos mayores. Por eso nadie nos quita lo bailao.

viernes, 3 de junio de 2011

Nuestro Patio del Parnaso

La primera vez que nos reunimos en ese patio de la recién estrenada Casa de la Cultura de mi pueblo, en la calle Real, yo ni sabía lo que era el Parnaso. Lo tuve que buscar, y entonces sentí el regusto que deben de sentir los poetas cuando se sienten poetas, con musas o sin ellas. Corría el verano de 1999, y éramos demasiado jóvenes, al menos yo, para estar seguros de que aquella primera cita con aficionados a la poesía que nos creíamos Baudelaire iba a tener continuación no al mes o al año siguiente, sino casi 12 años después, cuando la inmensa mayoría de quienes nos reunimos aquella vez bajo la batuta de Manuel María Rosal Núñez, director de la revista del Postismo 'Vesilda', estamos ya en otras mil cosas. Los que hemos aparecido de nuevo tenemos la certidumbre de que esta vez el entusiasmo va a durar más, porque conocemos a más gente, porque hemos sufrido un período desproporcionadamente largo de sequía cultural y porque nuestra voluntad es reunirnos con toda la gente que, culturalmente hablando o escribiendo o cantando, tiene algo que decir en este rincón de la marisma tangencial.

Esta vez no ha sido Manuel María, quien en aquella época de 'Vesilda' sólo tenía veintipocos años pero fumaba Ducados y se creía un poeta maldito, y la verdad es que escribía muy bien, sino su padre, militar jubilado de la Marina bregado en el exilio pequeño de San Fernando, Victoriano Rosal, quien ha prendido la mecha de la ilusión humanista. A mí me ha enrolado en tal empresa poética y heme aquí que organizo con él también la próxima cita: para el 29 de junio. A las nueve de la noche. Por supuesto que está usted invitado, o invitada.
Creo que lo dejé meridianamente claro en la noche de la segunda velada que era como la primera porque fue como una vuelta a empezar, otro Patio del Parnaso pero más viejos y con más ganas de que no fuéramos sólo poetas, sino cineastas, pintores, narradores, cantaores, fotógrafos y lectores porque sí, entre otros perfiles varios que irán aumentando en las próximas quedadas, como por ejemplo esta del 29 de junio a la que insisto en invitarles. Quiero decir que dejé suficientemente claro que no estábamos allí porque hubieran ganado unos o perdido otros en las elecciones municipales de tres días antes, ni porque nos consideráramos una secta, o un club, o una religión exquisita, sino simple y llanamente porque nos daba la gana, porque Victoriano me lo propuso a mí y yo se lo propuse a no sé quién y la cosa fue cobrando fuerza hasta que el Patio de la Casa de la Cultura se llenó con medio centenar de entusiastas de la Cultura de verdad. Si la cosa no sigue funcionando, pues no nos reunimos más y punto. A otra cosa mariposa. Nadie cobra un duro ni va por compromiso alguno, sino porque alegra reunirse con amigos a la luz de la Palabra y el sabor arrastrado y cálido de la manzanilla. Sólo por eso.

Ahora que mucha gente ha visto el primer resultado por la televisión local, crecen los entusiastas para sumarse. Qué bien. El tema del próximo Parnaso tendrá que ver con los demonios como fuerzas creadoras, particularmente en nuestra ancha Andalucía. De la cita del pasado 25 de mayo hemos aprendido que la manzanilla hay que repartirla antes.

Todas las noches se aprende algo.