lunes, 6 de junio de 2011

El barco de Chanquete debe ser un símbolo

Que no nos moverán debió ser entendido desde un primer momento como un símbolo de la firmeza ideológica contra el oleaje de la sinvergonzonería, la falta de escrúpulos, la irresponsabilidad irritante de tantas instituciones que en rigor son las que mueven los hilos del mundo, como los bancos decisores y los gobiernos de pacotilla, pero nunca como un inmovilismo imitador de ese conservadurismo estéril que desde la plaza del Sol y desde tantas otras plazas y lugares se ha criticado precisamente desde el principio. No nos moverán de nuestro baluarte de ilusión para arreglar el mundo, aunque nosotros, los que pensamos que el mundo es mejorable, sí debemos movernos, y mucho, para que todo cambie al menos un poquito. Lo digo porque tras el impacto de las acampadas del movimiento 15-M, también llamado 'Democracia Real Ya' o de los indignados, queda un fortín como de resistencia falsa compuesto por grupos a los que parece gustarle bastante esa vida de nómada pero sedentario, esa costumbre del vivir de prestado, bajo plástico y al amparo caritativo de quien pasa y se compadece de los muchachos. No son muchachitos novatos los que lideraban tales protestas, sino hombres y mujeres apaleados por el sistema, escarmentados por esta realidad que subordina a tanta gente a la dictadura de un mercado inmisericorde que no considera su valía real y que devora currículos y experiencias precarias al insolente ritmo de los graciosos bonos de quienes más y más ganan.

Si ha llegado el momento de levantar las tiendas para continuar la lucha desde otro flanco, pues se levantan. Por todo el mundo hay carreteras y caminos por los que circular. La intransigencia de los indignados contra lo que nunca debió ser no debe representarse por estos campamentos urbanos, indefinidamente, sino por la acción y la reacción contra tantas situaciones concretas de injusticia a las que no puede hacerse frente desde el saco de dormir.

La fuerza del barco de Chanquete no radica en su conversión en monumento material en un pueblo costero de Málaga, donde permanece varado, sino en la conquista de tantos corazones de aquella generación que reímos, lloramos y cambiamos durante aquellos maravillosos años de Verano Azul tras los que nos hicimos mayores. Por eso nadie nos quita lo bailao.

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