jueves, 31 de enero de 2008

'Felicidad, nombre de mujer'




El profesor y periodista Manuel Bernal (Los Palacios y Villafranca, 1962) se ha estrenado en el subgénero de la novela con un relato empapado de modernidad clonada, el de la vida de una chica empeñada en hacer honor a su nombre que se reconoce, sin embargo, como el paradigma callejero de una mujer de su tiempo, a su pesar. La novela, exquisita y modestamente encuadernada por la editorial jerezana AE, cuenta en primera persona los avatares cotidianos de una niña de familia bien y española a la que no se le escapa detalle de la miseria humana en estos albores del siglo XXI. La chica mirará el mundo a través de los ojos descreídos de su padre, de la hipocresía burguesa de su madre y de las inclinaciones más primitivas de cuantos personajes, reales y revestidos de ácida ficción, asoman por el libro, lógica culminación de un autor que ya ha dado muestras de una virtuosa ironía no sólo en otros libros de cuentos como El diario de los mártires, sino incluso en su poemario Las canciones del paraíso.
Primero como niña ingenua pero no tonta, luego como descubridora de la primera cancha que supone el sistema educativo, más tarde en el escenario de infinita fauna que puede contemplar durante el verano playero y finalmente como profesional víctima de un capitalismo cansino y de un ridículo afán sexual, Felicidad Mercado (nombre cargado de sarcasmo) descubrirá que, contra la máxima machadiana, hoy no es siempre todavía, sino que siempre fue tarde para empezar en un mundo en el que la acelerada búsqueda de la felicidad termina por convertirse en rutina paradójica. Asustan los deseos prosaicos de la protagonista porque el lector descubre que, pese al tratamiento humorístico en el que vienen envueltos, son también los suyos. Publicidad, religión, educación, folclore, familia, trabajo, vecindario, urbanismo, nuevas tecnologías, política e inmigración se entretejen en la prosa fina de Bernal de modo que levanta en 170 páginas un testimonio tan vivísimo como distanciado de la vida misma.
Su estilo, despiadado y escéptico en la raíz, puede recordar al Umbral más nostálgico de su eterna novela de la infancia o al Fernando Quiñones de una vanguardia andaluza basada en el habla y el razonamiento coloquiales. La narradora peca tal vez de inverosimilitud, sobre todo en fragmentos del principio, cuando es todavía una niña y en sus disquisiciones se trasluce demasiado el propio autor. Estos detalles, sin embargo, terminan olvidándose bajo el divertido chorro dialéctico de un monólogo que se lee solo y por el que pasa gente familiar que no entra en casa sólo por no traspasar la pantalla del televisor: desde el Lute a los Testigos de Jehová, desde Aznar al Carrefour, pasando por los Picapiedra, J.F.K., Mónica Lewinsky, Papá Noel o Adolfo Domínguez, todos en el mismo torbellino de un mundo cada vez más globalizado y estéril. Vanidad de vanidades.

lunes, 28 de enero de 2008

Los 400 golpes

La precampaña electoral, iniciada en plena cuesta de enero y en el cenit de una crisis económica reflejada en los vaivenes de la bolsa a nivel mundial, se ha convertido en una sucesión de golpes de efecto entre el PSOE y el PP. Si tú dices un embuste, yo lo digo más gordo aún, que era un juego muy divertido y al que se han aficionado los políticos sin medir sus consecuencias. Como a todos nos pica el bolsillo, hablar de dinero fresco en precampaña nos enciende los ánimos. Pero la última oferta de Zapatero, presidente y candidato socialista, creo yo que roza ya el límite de la ficción mitinera. Regalar 400 euros por barba parece el colmo de la generosidad, pero habrá que estudiar fríamente de dónde salen los billetes. De nuestros propios bolsillos, seguro, pues, como decía mi abuela, nadie tiene en casa una maquinita de hacer dinero por la noche. Ni el gobierno. Así que la promesa me huele a truco de feria. El PP la ha calificado de "ocurrencia", pero es que al PP todo lo que dicen los socialistas les parece ocurrente, aunque a ellos no se les ocurriera nunca o se les ocurra al instante, por arte de magia y de gabinete sensacionalista y plagiador. En fin, hablemos en serio. Me parece injusto que el gobierno haga tabla rasa de lo que producen los ciudadanos, en su infinita diversidad; de lo que ganan o de lo que aportan a las arcas de Hacienda; de lo que declaran o de lo que disimulan,... y le dé a todo quisqui por igual. ¿Qué es esto? ¿La panacea del marxismo renovado? Habrá ciudadanos que merezcan recibir 400 euros en su devolución del IRPF y otros que deban recibir 700 ó 7, qué sé yo. Y a cada cual habrá que darle o quitarle lo suyo, según unos criterios mínimamente serios. Además, la medida supone que del reparto a mansalva de los 400 euros se beneficiarán quienes hacen la declaración de la renta, mientras que se quedarán fuera los que no la hacen, que son precisamente los que menos tienen... Por último, tampoco me parece consistente el razonamiento del presidente del gobierno: se lanzan estos 400 euros para ayudar a las familias en momentos de dificultades... y ello supondrá un gasto público de 5.000 millones de euros. El avío que puede suponerles a las familias este pellizco no creo yo que les solucione nada, francamente. El café está ya a 1,10 euros; todos los días... (¡Qué lejos quedan ya aquellos 80 céntimos que calculó el presidente hace sólo unos meses!) Y el aclamado superávit del gobierno, en cambio, puede verse dramáticamente mermado, con lo que peligraría el necesario gasto social gubernamental. ¿No es mejor disponer de los recursos para mejorar la calidad de vida en la sociedad española en su conjunto y no hacer de reyes magos como amenaza para que los votemos?

domingo, 27 de enero de 2008

Mujer. Contrasentidos y anorexia en pasarela


Llevo al menos un par de décadas, que es como decir casi toda mi vida, oyendo que el siglo XXI va a ser el de la mujer, que los movimientos feministas han contribuido decisivamente a la liberación de la mujer y que si el mundo estuviese dirigido por mujeres, nos iría de modo muy distinto. A veces, lo he creído. Pero últimamente lo voy creyendo menos. Entre otras razones, porque el siglo del futuro ya lo estamos viviendo y, como rezaba el título de un libro al alimón entre Felipe González y Cebrián (creo), el futuro no es lo que era: la mujer, al cabo, ha llegado a su futuro por la doble vía errónea de plegarse a los dictados del hombre o de masculinizarse para usurpar los puestos de éste. Y, sustancialmente, no ha habido cambio; no ha existido como tal un fenómeno de feminización de las perspectivas desde las que se contempla y se está en el mundo. A la altura de 2008, un diseñador, Valentino, abandona la pasarela y arroja esta imagen de mujer esclavizada a todas las fotos del orbe. Esto es lamentable, y no sólo por lo que supone en la cosmovisión de las niñas que empiezan a ser mujeres, con enfermedades incluidas como la anorexia, sino por lo que tiene de confirmación en nuestros tristes supuestos acerca del otro género. Esto hay que cambiarlo ya.

jueves, 24 de enero de 2008

Iglesia y política. Democracia integral

Anda la cosa caliente con la irrupción, dicen, de la Iglesia Católica en la arena política, y todo porque un grupo de obispos andaluces han publicado un comunicado en el que instan a los fieles a no votar a partidos que favorezcan el aborto o la eutanasia, dos conceptos que copan la agenda informativa de un tiempo a esta parte. Los críticos con la Iglesia, que son cada vez más (o más ruidosos, al menos) le achacan a los prelados que hagan campaña política a favor del PP. Los obispos no han dicho eso, pero como aquí nos conocemos todos tampoco hace falta; ya sabemos que a quien no hay que votar, según la Iglesia, es al PSOE, a IU y a algún que otro partido izquierdoso, como gustan de decir los que se sienten más cómodos en el vallado del fascismo. La Iglesia y el cardenal de Sevilla a su cabeza, entre otros, alegan que todo ciudadano, se vista con sotana o con vaqueros, tiene derecho a opinar y a expresar libremente lo que quiera. Y no les falta razón. Entonces, ¿a qué viene la bronca? Pues, como siempre, porque las mediaciones calientan motores cuando se aproximan las elecciones, es decir, la oportunidad de oro de poner en el sillón de mando a unos o a otros, que a la postre son los del PP o los de PSOE. Turnismo contemporáneo.
El PP cuenta con la Iglesia, que moviliza lo suyo, sobre todo gracias a los neocons de Kiko Argüello; con la COPE, que es propiedad de la casa, cuyo locutor Losantos, por lo visto (u oído), reparte hostias a diestro y siniestro cada mañana; con El Mundo de Pedro Jota, que machaca con verdades o con mentiras al enemigo eterno desde los tiempos de González; con ABC, que propaga diariamente sabor a Monarquía y luego se ocupa su gente decente, como el señorito Arenas and company; con La Razón, aunque no la lleve el señor Ansón; con Antena3 y sus derivados (incluido ese periodista de medio pelo que no es precisamente un señor por autocalificarse de tal, que empezó con bata de cola en Canal Sur y lo único que le quedó de por aquí fue la mujer), con los terranientes en peligro de extinción pero que influyen lo que pueden; y, en fin, con las asociones de víctimas del terrorismo que aspiran a barrenderas de votos populares, ya saben a qué (a quién) me refiero. Total, un ejército considerable de peperos. Y todos tiene derecho a hablar, cacarear e incluso insultar de vez en cuando con tal de defender su postura de conservadurismo galopante.
El PSOE cuenta con PRISA, fundamentalmente. Pero es que PRISA, ya lo saben, es todo: El País, la SER, Cuatro, Sogecable, 40Principales, AS y un salpicón generoso de periódicos provincianos repartidos por medio orbe. O sea, tres cuartas partes de lo que uno se traga a diario. Por si fuera poco, surge el diario Público, que es la versión periodística guay que a Zapatero le hacía falta, no considerado como desearía en los círculos de Polanco, demasiado felipistas. Además, una corte de artistas que va desde los chicos del "No a la Guerra" al Boris menos sofisticado pasando por el filósofo Marina y otros intelectuales con vocación de olla grande están dispuestos a lo que sea en cuanto les haga falta a Zerolo, De la Vega y Pepiño Blanco. Tampoco el ejército de sociatas está nada mal, como ven.
Turnismo contemporáneo, ya lo hemos dicho.
Entonces, ¿les parecen inteligentes las críticas contra la Iglesia que se han encargado de enjaretar la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar (IU), el consejero de presidencia de nuestra Junta, Gaspar Zarrías, y otros? A mí, desde luego, no.
Argumentan que si la Iglesia quiere hablar de política, que se presente a las elecciones. Hombre, por Dios. ¿Es que aquí para hablar, opinar o argumentar sobre política hay que formar un partido? ¿Eso dónde lo han oído estos artífices de la presunta democracia? Si política es todo, también ellos lo dicen. ¿Debo entender que lo que quieren decir es que les dejen la política a ellos, que son los profesionales (los comepanes, o sea) y que los curas se dediquen a sus rezos (y aquí paz y después gloria)? ¿Debo entender que les molesta que la Iglesia participe de la política porque les quita trabajo a ellos? No, seguramente entiendo mal, porque si, por un casual, a la Iglesia le diera por defender al PSOE otro gallo cantaría en el campanario.
Ya sabemos que la Iglesia ha aprovechado el caso de los abortos en las clínicas ilegales de Barcelona para enarbolar la bandera antiabortista y tirar piedras contra el PSOE. Bueno, lo sabemos los que lo sabemos o queremos saberlo, por supuesto. También sabemos que mientras Aznar gobernó este país se seguían haciendo los mismos abortos a diario en las mismas clínicas que ahora se focalizan. Y también sabemos que la actual ley de supuestos (violación, malformación del feto y peligro de muerte para la madre con determinados plazos) data de 1985, cuando precisamente hubo que convocar a la Iglesia para consensuar una postura que anunciar a todos. Por tanto, sabemos que el oportunismo eclesial no es demasiado ético ni moral.
Sabido esto, insitimos en que todo el mundo, la Iglesia también, tiene derecho no sólo a decir, sino a defender la ideología política que quiera. Que la Iglesia está con el PP y abomina del PSOE no es nada nuevo. Y que a cada oportunidad arremete contra éste y le echa flores a aquél, menos aún. Si no, vayan alguna vez a oír misa allá donde los párrocos tienen la conciencia política a flor de piel y de púlpito.
Para concluir, insisto en que no toleraré jamás esa falta de respeto democrático por las demás voces, diferentes a la mía. Entre otras razones, porque considero que quienes se empeñan en acallarlas piensan que esto de la democracia es el patio de un colegio en el que los ciudadanos somos tontos y no debemos oír determinadas cosas. El pueblo, a estas alturas, es inteligente. Y el que no lo sea, pues con su torpeza tendrá que votar. Pero libremente y después de haber oído todo lo que haya que oír.

lunes, 21 de enero de 2008

La señorita Julia


Este domingo asistí, desde las incómodas alturas del paraíso teatral del Lope de Vega, a la obra más conocida del sueco Strindberg: La señorita Julia, versión dirigida por Miguel Narros y protagonizada por María Adánez, la chica que algunos conocen por series televisivas tan recientes como Aquí no hay quien viva aunque yo la recuerda más y mejor por Pepa y Pepe. Su interpretación no estuvo mal, sobre todo teniendo en cuenta las exigencias del directo que pueden jugar una mala pasada con más facilidad sobre las tablas del escenario que frente a las repetitivas tomas de las cámaras para televisión.

La obra, algo tediosa porque es muy larga pese a transcurrir en la noche más corta del año, la de San Juan, es un ejercicio dialéctico que sirve de antesala a los verdaderos debates de género que tardarían décadas en vislumbrarse por el resto de Europa y no digamos en nuestro país, claro. Trata de una chica rica cuya vanidad la empuja a juguetear con los sentimientos de todos, incluido un criado de la casa llamado Juan, de muy buen ver y con un profundo resentimiento de clase. El criado mantiene ambiguas relaciones con la cocinera, en esas bambalinas de libertinaje moral que sólo la clase baja podía permitirse como contraprestación a su sacrificada vida. La señorita Julia no soporta esa retozada felicidad de sus criados y entra en acción. Coquetea con Juan y lo seduce ahora sí y luego no, con un ven aquí y un qué te has creído constante que termina por hartar al mayordomo y al público. Pero la carne es débil, de modo que el criado termina fornicando desesperadamente con la señorita, tan fresca ella. El tormento que comienza a partir de ahí constituye la verdadera esencia argumentativa de la obra. Para medirla justamente hay que trasladarse a 1888, pues un revolcón como ése no daría hoy ni para una tira cómica. Estamos hablando de una época en la que la mujer, por muy señorita que fuera, era una mujer. Además, la obra cuenta con el morbo de la mujer-poderosa y del hombre-sumiso.

Creo que los espectadores no terminaron muy satisfechos precisamente por no calibrar el fondo del argumento y la época. La obra habla de feminismo en pleno Modernismo, y traza una senda de disquisiciones morales que condena a sus personajes a la Modernidad sin haber salido del clasismo horripilante. Al no existir el contexto apropiado, no hay más remedio que terminar la cosa trágicamente. Pero la lección antimaniquea de unos personajes que piensan, hablan y actúan al margen de los valores y la moralina imperante se me queda en la retina mental. La vida de Johan August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912) fue un coherente ejemplo de su avanzadísima obra.

viernes, 18 de enero de 2008

Santa Iglesia, diversa y pecadora

Es lógico, aunque no tanto que se diga: no toda la Iglesia española está con Rouco y los suyos. Y no toda la Iglesia española encuentra en el PP un aliado de campaña (¿o habría que decirlo al revés? Qué más da). Éste es el comunicado de varios centenares de católicos sevillanos que no se sienten identificados con la manifestación política de algunos de sus arzobispos el pasado 30 de diciembre de 2007 en la plaza de Colón de Madrid. Aquí nos hacemos eco, y lo suscribimos.

El domingo 30 de diciembre de 2007 tuvo lugar en Madrid, en la Plaza de Colón, una gran manifestación promovida por la Diócesis de Madrid con el objetivo de defender la familia cristiana de los supuestos ataques del laicismo vigente.

A nuestro juicio, este acontecimiento tiene que ser analizado desde diversas perspectivas.
De las palabras de los Cardenales asistentes –Rouco, García Gasco y Cañizares– se deduce que, más que un acto de carácter religioso, se trató de una reivindicación ideológico-política del modelo socio-cultural de familia que ellos consideran “familia cristiana”. Ante esto, nosotros consideramos lo siguiente:

1. Nuestra Constitución garantiza a todos los ciudadanos, grupos, partidos, religiones, etc… el derecho a la libertad de expresión. Por tanto, desde el reconocimiento de ese derecho, no hay nada que objetar a los manifestantes.

2. No estamos de acuerdo con el contenido reivindicado ni con el tono en que se reivindicó. Ni los Obispos ni nadie puede erigirse en intérprete único de un pretendido “modelo de familia cristiana” que, aparte de su carácter conservador a ultranza, tratan de imponer tanto a los cristianos como incluso a los no cristianos con el viejo argumento de la Ley natural.

Para los cristianos, familia “cristiana” será aquella en la que se vivan las actitudes y los valores cristianos sea cual sea el modelo socio-cultural que esa familia adopte entre los muchos que han existido a lo largo de la historia y que existen en nuestro momento actual. Se exceden los Obispos en su función magisterial si pretenden imponer a todos los cristianos un único modelo “cristiano” de familia, que ellos llaman “familia tradicional”. Y se exceden mucho más si esa pretensión la trasladan, en nombre de su presunta capacidad exclusiva de interpretación de la “ley natural”, a todos los ciudadanos sean creyentes o no.

3. Dado el carácter políticamente agresivo de la reivindicación, con acusaciones muy graves contra los que piensan y actúan de otra manera, pensamos que los convocantes han dado un salto cualitativo en su relación con la sociedad y con los poderes públicos. Con la sociedad, porque esta merece que se respete su pluralismo ideológico y político en los límites establecidos por la Constitución de 1978. Con los poderes públicos, porque estos son emanación de esa sociedad democrática, cuya norma fundamental establece serios controles a cualquier expresión de poder de los órganos correspondientes. Se puede estar de acuerdo o se puede discrepar, pero desde el respeto y no desde la amenaza, la descalificación y la desconsideración.

Los firmantes de esta carta pública somos plenamente católicos en la comunión de nuestra fe cristiana, tal como ha sido transmitida por la mejor tradición de la Iglesia. Por ello no podemos aceptar y denunciamos las extralimitaciones de personas e instituciones eclesiásticas que han sobrepasado con creces los límites de su función ministerial en un intento más o menos consciente de aniquilar la libertad de conciencia tan valorada y respetada por esa misma tradición.

jueves, 17 de enero de 2008

Flamencos (V)


Con La Macanita se me ponen a mí los vellos de punta y, a veces, descubro momentáneamente lo que es el duende, eso que Lorca intentó explicar. Es una gitana guapa con un nombre insospechado entre nosotros los payos: Tomasa Guerrero Carrasco. El nombre artístico le viene de su padre, El Macano. De esta flamenca jerezana puede decirse que aprendió a cantar antes que a hablar. Si no se lo creen, vean el video de la colección Rito y geografía del cante en el que aparece echando unas bulerías de almíbar con sólo cuatro añitos. Para comérsela. La Macanita tiene una voz ronca que a veces se aterciopela y es heredera de un cante gitano, tradicional y salvaje. Destaca, además de en el decir festero, en las soleares y los villancicos. Precisamente es un villancico lo que canta en la película Flamenco de Carlos Saura. Su trampolín definitivo fue el disco Tauromagia del guitarrista Manolo Sanlúcar, uno de los mejores en su género por otra parte. Yo conocí a La Macanita cuando trabajaba en Radio-Unión y descubrí un disco suyo (Jerez-Xerez-Sherry) en el que mezclaba el flamenco con el blues. El primer corte, todavía lo recuerdo, era Adiós, tristeza. Disfrútenla unos días. Y no la olviden.

miércoles, 16 de enero de 2008

Alianza de Civilizaciones

El nombre puede pecar de solemne, cursi, pretencioso o cinematográfico, pero la idea, más o menos utópica, es por lo menos positiva. Se la sacó de su ingenua manga ancha el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, a la luz o a la sombra de su triunfo electoral en medio de tanto odio heredado desde el 11-S. Zapatero ha vendido en los últimos años este concepto que viene a significar un pacto más o menos tácito entre Occidente y Oriente o, lo que es lo mismo, entre el mundo capitalista liderado a partes desiguales por EEUU y Europa y el tan diverso mundo musulmán. Eso a grandes rasgos, claro. Haber conseguido una cita internacional en Madrid en la que intervengan tantos líderes mundiales de primer orden ya me parece un éxito rotundo, independientemente de que sirva para algo o no. Por lo menos se habla del asunto y ya sabemos que la semántica primeriza es la semilla de los grandes logros; es mejor hablar de alianzas entre formas de entender la vida que de conflictos, guerras o efectos colaterales, que es el campo semántico más habitual que les gusta a otros. En fin, que por algo se empieza para la imperiosa necesidad de entendernos en este globo cada vez más globalizado y, por tanto, cada vez más estrecho. Bien.
Lo que no puedo entender, y ahí coincido con la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, es cómo puede haber grupos, grupitos y grupúsculos que no sólo rechazan la idea de plano, sino que la ridiculizan y hasta se ríen de ella. Se ríen de la intención. Y eso no me parece admisible ni siquiera como estrategia política de oposición. No se puede estar en contra de una alianza de civilizaciones. El concepto es irrechazable e impecable. Otra cosa serán las estrategias para llevarlo a cabo, en las cuales deberían trabajar absolutamente todos. Cómo es entonces que unos -cómplices desenfocados y despistados de una guerra iraquí que no ha servido para nada- y otros -purpúreos aliados con báculo en campaña- se ríen de la Alianza de Civilizaciones. ¿Puede alguien explicármelo, por favor?

lunes, 14 de enero de 2008

Costaleras en el siglo XXI

Cuando empieza a oler por los barrios sevillanos a cera requemada e incienso antiguo, salta de nuevo la polémica de las costaleras. En Sevilla, eterna capillita de cuño viejo, el asunto es nuevo, pues las vanguardias semanasanteras no pueden surgir en el corazón de la cosa, sino en los extrarradios de la afición. Pero llega la hora en que la realidad asoma, claro. Y la nueva realidad, de Sevilla y de Pekín, es que la mujer va abriendo grietas de igualdad, incluso en las trabajaderas. Las mujeres también quieren ser costaleras. Puede parecer una anécdota, un capricho, una moda. Puede parecer, pero, por encima de todo, es un indicio más de la nueva época en que el otrora sexo débil se desmelena en todos los sentidos. Hasta para preferir el género femenino al sexo hembra.
Al margen de debates más o menos profundos sobre el hombre y la mujer en la sociedad actual, centrémonos. La polémica surge otra vez porque la hermandad de Monte-Sión ha expulsado al capataz de su palio. ¿La razón? Haber consentido que dos costaleras ensayasen el pasado sábado junto con los costaleros. El hermano mayor matiza: la razón es que no informara del ensayo de las muchachas. A lo que podríamos alegar: ¿Si hubiera informado oficialmente habría dado la junta de gobierno de la hermandad su consentimiento y aquí no pasaría nada? No, desde luego. El hermano mayor vuelve a matizar: se hubieran buscado 40 mujeres para una cuadrilla femenina. Pero nunca, ¡oh, por Dios!, una cuadrilla mixta. Dónde vamos a parar.
“Si hubieran sido dos chinos o un negro no habría mayor problema, pero que sean dos mujeres las que se metan debajo del paso entiendo que es una cosa extraordinaria”, ha dicho el hermano mayor a los medios de comunicación, como suena. O sea, asustan más las mujeres que "los chinos o los negros". Pero no crean que el hermano mayor y la junta de esta hermandad son racistas ni machistas. No, ellos dicen que no. Lo que pasa es que los hombres deben ocupar su sitio; los chinos y los negros, el suyo; y las mujeres, si quieren formar una cuadrilla, pues que busquen compañeras.
¿Qué les parece el asunto en estos albores de 2008?

sábado, 12 de enero de 2008

Ángel González, el poeta que pasa...


Coño. No desayuna uno un día tranquilo. El bocado de tostada se me atraganta cuando me entero de que se ha muerto otro. Otro de los mejores: el poeta Ángel González, asturiano de nacimiento y miembro, aunque él no dijera ni fu ni fa, de la llamada Generación de los 50. Las generaciones son organizadas en los despachos de las editoriales y los poetas mueren solos, como parece mostrar esta fotografía de Santos Cirilo. Cuando explico de pasada la poesía de postguerra en los Bachilleratos, siempre menciono a Ángel González y leo algo suyo. Los bachilleres de hoy no están para profundizar en nada, sino para recibir resúmenes facilitos de nombres y fechas antes del viaje de fin de curso, en marzo. Es lo que hay. Yo, aquí, recuerdo su palabra, su Tratado de urbanismo (1967) y el Áspero mundo (1955) que lo vio nacer, como niño de aquella guerra de la que los niños de hoy ni saben ni quieren saber nada. Su barba de nieve, más doméstica, me gustó siempre mucho más que la de Whitman. Hoy releo, para compartir con ustedes, este poema suyo:


"A veces, en octubre, es lo que pasa..."

Cuando nada sucede,

y el verano se ha ido,

y las hojas comienzan a caer de los árboles,

y el frío oxida el borde de los ríos

y hace más lento el curso de las aguas;


cuando el cielo parece un mar violento,

y los pájaros cambian de paisaje,

y las palabras se oyen cada vez más lejanas,

como susurros que dispersa el viento;


entonces,

ya se sabe,

es lo que pasa:


esas hojas, los pájaros, las nubes,

las palabras dispersas y los ríos,

nos llenan de inquietud súbitamente

y de desesperanza.


No busquéis el motivo en vuestros corazones.

Tan sólo es lo que dije:

lo que pasa.


La cuesta de enero, empinada como todas pero no tan fría, se está llevando a otro puñado de los mejores. A ver qué trae la bajada.

viernes, 11 de enero de 2008

Pepín Bello, el bartleby parlanchín


Mi admirado Enrique Vila-Matas, escritor catalán al que le tira bastante la metaliteratura y del que recomiendo París no se acaba nunca, tiene otra novela (lo del género es una discusión que podríamos discutir otro día) que se titula Bartleby y compañía. En la primera hoja del libro da una definición del término: "Todos conocemos a los bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que jamás ha sido visto leyendo, ni siquiera un periódico; que, durante prolongados lapsos, se queda de pie mirando hacia fuera por la pálida ventana que hay tras un biombo, en dirección a un muro de ladrillo de Wall Street; que nunca bebe cerveza, ni té, ni café (...) que, cuando se le pregunta dónde nació o se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo sobre él, responde siempre diciendo: 'Preferiría no hacerlo'. Hace tiempo ya que rastreo el amplio espectro del síndrome de Bartleby en la literatura, hace tiempo que estudio la enfermedad, el mal endémico de las letras contemporáneas, la pulsión negativa o la atracción por la nada que hace que ciertos creadores, aun teniendo una conciencia literaria muy exigente (o quizás precisamente por eso), no lleguen a escribir nunca".

La definición se ajusta bien a Pepín Bello, muerto hoy y calificado siempre y por los panegiristas de turno como el último testigo de la Generación del 27 o cosas así. Nunca escribió una línea. "Yo tengo de poeta lo mismo que de marciano", se atrevió a reconocer. Y aun así, es miembro de la Edad de Plata de la literatura española. O eso dicen. Es un bartleby.

En rigor, sus testimonios (orales) han sido muy clarificadores para entender aquella piña creadora que formaban en la Residencia de Estudiantes de Madrid algunos de los artistas más grandes de todos los tiempos como García Lorca, Luis Buñuel o Salvador Dalí. Pepín hablaba y nos reíamos de sus cosas, de cómo las contaba. Me acuerdo de aquella referencia a la asexualidad del pintor de Figueras y a las relaciones de su mujer, la libertina Gala, con medio mundo o por lo menos con media Generación del 27. Bello nació en Huesca en 1904. Ha muerto a los 103 años y pico. Me da vértigo pensar que nació el mismo año que mi también admirado Joaquín Romero Murube, un paisano mío y predecesor en el periodismo que murió de repente, a la justita edad de la jubilación, una noche de 1969. Ha llovido ya. Lo que se ha perdido.

jueves, 10 de enero de 2008

Macabra despedida de Bush

George W. Bush, el Bush hijo que hizo bueno al padre, está a punto de terminar su mandato, que en EEUU se limita a dos legislaturas. Menos mal. Empantanada buena parte de Oriente por su culpa directa o indirecta, el presidente pistolero que estuvo a punto de ahogarse con una galleta (¡¿se acuerdan?!) está dando los últimos coletazos, y bien. Mientras decía hoy en Israel que antes de dejar el cargo era posible un acuerdo de paz entre judíos y palestinos, su ejército ha lanzado sobre Irak el mayor ataque desde 2006. Ojo al dato: 18.000 kilos de bombas en 10 minutos. Han caído en el sur de Bagdad, la castigada ciudad que no tuvo bastante con sus miles de muertos y la caída de su milenaria biblioteca. Mientras el empate entre Obama y Clinton no da titulares acojonantes, Bush, que debería esconderse para no hacer más daño, campa a sus anchas por donde nunca debería haber aterrizado. En fin, sorprendido me hallo, pero no olvido que en su segunda legislatura revalidó el cargo con un amplio respaldo de los estadounidenses. Los antiguos trono y altar de la vieja Europa fueron sustituidos en el viejo Oeste por el rifle y La Biblia. Nada nuevo bajo el sol de California.

miércoles, 9 de enero de 2008

Un poema tuyo


Mario Benedetti, autor de algunos de los versos más vivos y certeros escritos allende los mares durante las últimas décadas, ha ingresado en un hospital de Montevideo por deshidratación. Pobre Mario, tan locuaz y fresco siempre. Desde aquí le recuerdo con un poema suyo y le deseo una recuperación fugaz.



sí me sirve la vida

que es vida hasta morirse

el corazón alerta

sí me sirve


me sirve cuando avanza

la confianza


me sirve tu mirada

que es generosa y firme

y tu silencio franco

sí me sirve


me sirve la medida

de tu vida

Pollos (en masculino, plural)


Ahora, a buena hora, parecen darse cuenta los chefs británicos de que, a pesar de sus platos de vanguardia vacía y de sus cursilerías sin migajón suficiente, la materia prima de nuestra alimentación no es demasiado buena. Han salido en defensa del pollo, que incluye a toda carne crecida bajo plumaje y cresta en condiciones perrunas. Los pollos que compramos en el súper son sacrificados con apenas 50 días de edad y durante su corta vida no ven nunca el sol. Ni los lunes. Crecen frenética y artificialmente para no faltar ni a la cita colectiva del matadero ni a la de la estantería, plastificados ya. La defensa de los cocineros parece inclinarse más por la defensa de los derechos de los animales, pero a uno se le ocurre que, más allá, está la defensa de los derechos de los consumidores, que consumimos lo que sea. No sólo el pollo, sino los tomates, la leche, los huevos y hasta el pan se producen ya tan vertiginosamente que hacerlo de manera natural cuesta un huevo de los gordos. Hacerlo ecológicamente era, hasta hace un rato, lo corriente. Pero hoy es ya un lujo; no hay sitio para corrales ni arriates en los minipisos de 30 metros cuadrados, ¿cómo vamos a cederle más espacio a la gallina enjaulada? ¿quién no anda enjaulado con la que está cayendo? No sólo el pez muere por la boca; también nosotros lo haremos antes de que el clima cambie tanto, como vaticinan los otros pollos.

lunes, 7 de enero de 2008

Una vieja en El Vacie


Por un día, y por interés de relleno informativo y colgantín político, fue "la abuela del Vacie". María Díaz Cortés, probablemente la mujer más longeva de España, cumplió el pasado 4 de enero 116 años. Vive en su chabala del barrio sevillano de El Vacie. Lo de barrio es un decir, ya saben. Aquel día del cumpleaños, los periodistas la retrataron bebiendo un poco de zumo, como testimonia aquí la foto de Javier Cuesta. Los políticos dijeron alguna chorrada y alguien hasta se atrevió a escribir algún editorial. El Ayuntamiento sevillano dijo que trabajaba para encontrarle una solución: un asilo. Pero los gitanos ponen en su sitio al anciano, y no lo abandonan jamás. Así que la solución municipal se diluye ya en la posnavidad de los sueños incumplidos. La abuela se transforma de nuevo en vieja y continúa en su chabola. Después de un siglo allí, ¿de qué se va a asustar? Deberían trabajar mejor para encontrarle una solución al Vacie. Pero ya se sabe que los políticos trabajan a golpe de calentón y titular. O sea, cada cosa en su sitio y yo, en el sillón de mando. Mañana será otro día.

viernes, 4 de enero de 2008

La longitud de enero

January es el mes más largo de todos, a pesar de empezar siempre sobre los días ocho o nueve. El mes comienza realmente cuando terminan los días engolosinados que va derramando la Navidad. Pasadas Nochebuena y Nochevieja, las fiestas se hacen algo mustias, crece la certidumbre de la vuelta a la normalidad y queda la esperanza tibia de la Cabalgata. Tal vez Papá Noel y el consumismo desenfrenado hayan contribuido a que el día de Reyes dejara hace mucho de ser el día de la Ilusión. El personal está mucho más ilusionado al principio que al final de este pelotón de fiestas. Pero en fin.
Decía que enero es el mes más largo, y no porque tenga 31 días, como otros siete meses más, sino porque el año trae nuevas perspectivas económicas que nunca son mejores que las que dejamos en el dígito anterior. Mi periódico titulaba inteligentemente hace unos días: "La cuesta de enero durará 12 meses". No sé, pero al menos la cuesta de enero será empinada. Al aburrimiento de volver a la normalidad se suma que sube todo. Hasta el tabaco rubio, que decían que no iba a subir. Y eso que yo no fumo. Sube la gasolina, suben los billetes de autobuses y del tren, de los aviones... Sube la bombona, sube la leche y el pan. Del café de por la mañana no me han dicho nada; ya me lo dirán. A mí me subirán el sueldo porque al gobierno no le pica el bolsillo; poco, pero algo es algo, pero a la mayoría de los españoles, no. Así que no me extraña la mala prensa que tiene el euro en los corrillos del bar y de la panadería. Llegar a la punta de enero cuesta lo suyo. Peor es pensar que se trata de una cuesta. Enero es largo y alto. Un fastidio de mes. Hay que atravesarlo casi conteniendo la respiración.
A continuación llegará el runrún de la campaña electoral. El PP, al que no le desagrada demasiado enero, parece haber contratado a los (algunos) obispos, mercenarios ya sin báculo. Qué frío.

jueves, 3 de enero de 2008

Flamencos (IV)


Esperanza Fernández es una gitana trianera que lo canta todo. Es cantaora verdadera y prueba de ello es que ha alcanzado justo renombre con sólo dos discos después de tantos años de carrera. Quiero decir que no le han hecho falta arreglos de estudio para relanzar al mercado y al público aficionado su voz de cobre y terciopelo. Todo el mundo la conoce. Hizo algo tímido en el Potro de rabia y miel de Camarón, colaboró con Morente y ha levantado al respetable en Nueva York, Lisboa y París. Su segundo disco, Recuerdos, es una delicia. Incluida la portada.

Peligroso periodismo

Los periodistas molestamos. No hace falta ser un lumbreras para darse uno cuenta. Me refiero a los profesionales del periodismo que trabajamos a diario para publicar verdades que interesan a la sociedad y que, en demasiadas ocasiones, a muchos no les conviene que sean descubiertas. Pues hay otros periodistas que solamente molestan con sus flashes a los famosos que viven de serlo. De los primeros, es decir, de los reporteros que se juegan más o menos para poder informar, han muerto asesinados durante el año que hemos terminado nada menos que 86. Asesinados por ser periodistas, como lo oyen. Molestan sobre todo en Irak, donde han muerto 47 de ellos. Desde 2003, han asesinado a 207. Otros países donde también es muy peligroso ejercer la profesión son Somalia, Pakistán y algunos de América Latina. En muchos conflictos armados del mundo andan compañeros nuestros con la pluma afilada y el objetivo atento, jugándose el pellejo, mientras en las televisiones burguesas de andar por casa pululan los comepanes que sustiyen a la razón y el intelecto. Me dicen que el programa de Ana Rosa va a fichar a una de las gemelas del Gran Hermano, una de las que no sabe quién es Sancho Panza ni leer sin marearse. Ni falta que le hace. Lamentada profesión.

miércoles, 2 de enero de 2008

La impaciencia en la modernidad

No es la primera vez que lo escribo ni que lo digo: la principal característica de la modernidad, a mi juicio, no es la tecnología ni la superpoblación ni el cambio climático, sino la impaciencia. Hemos perdido una de las virtudes más importantes de la antigua cosmovisión en todas las culturas. En Occidente, al menos, que es como decir el mundo que cuenta para nosotros, la gente ha acabado tan infantilizada que ha recuperado el vicio de la impaciencia. No podemos esperar porque nos enseñan a no hacerlo. El tiempo y sus medidas se nos han relativizado tanto que lo que antes podía ser esperado durante ciertas horas o días actualmente no soportamos hacerlo durante minutos. Y no me refiero sólo a la velocidad de la red (aunque también) o la comunicación veloz e insulsa de los sms (aunque también), sino prácticamente a todo: la comida basura, el tráfico inaguantable para conductores sin espera o la moda. Este último ejemplo creo que es el más interesante.
Cuando yo era chico, mi madre me hacía dos mudas por año: una para el domingo de Ramos y otra para la feria de mi pueblo, en agosto. Las cosía ella en su máquina Singer y yo estrenaba mis zapatos como un principito pueblerino. Luego la cosa se puso tan fina que ya ni mi madre me hacía la ropa ni mi padre me pelaba en el patio con el peine y las tijeras de coser. No recuerdo en qué día cambió todo, pero si tuviera una memoria más portentosa seguramente localizaría el instante en que la modernidad sembró su semilla en mi casa. Yo, que no soy un adalid de las modas ni un chico presumido, empecé a elegir mi ropa de vez en cuando en las tiendas de la capital. Luego, esta costumbre fue creciendo. Y repito que yo no soy el ejemplo óptimo precisamente. El caso es que las máquinas de coser dejaron de funcionar en los hogares.
Casi 20 años después, aunque 20 años no sean nada, como dice el tango, mi generación y las que vienen detrás no sólo no conciben la ropa casera, sino que un modelito de hace un mes les parece antiquísimo y cateto. No exagero: las firmas de la moda que dominan el espectro occidental lo saben como nadie y una empresa como Zara (de Inditex, propiedad del gallego Amancio Ortega) coloca novedades en sus tiendas dos veces por semana. La gente se empuja en los centros comerciales por adquirir a precios bajos las creaciones de diseñadores que prefieren abaratar sus descubrimientos con tal de vender más. Es la contrapartida de esta modernidad textil: más, aunque de peor calidad; así se vuelve a comprar antes. Y esta falta de calidad en la ropa se traduce, cómo no, en la falta de calidad en el tiempo, en nuestra duración (de la que hablaba en su poema el austríaco Peter Handke) y por ende en nuestra vida. Cada vez tenemos menos paciencia para esperar la siguiente partida de moda y las pasarelas ofrecen en diciembre los bañadores del verano siguiente mientras que en primavera enseñan los abrigos que habrán de comprar los sumisos con-sumidores seis meses después. Por otra parte, se cuidan mucho de que nos lo creamos, pues son especialistas en mí porque yo lo valgo. Por supuesto.