January es el mes más largo de todos, a pesar de empezar siempre sobre los días ocho o nueve. El mes comienza realmente cuando terminan los días engolosinados que va derramando la Navidad. Pasadas Nochebuena y Nochevieja, las fiestas se hacen algo mustias, crece la certidumbre de la vuelta a la normalidad y queda la esperanza tibia de la Cabalgata. Tal vez Papá Noel y el consumismo desenfrenado hayan contribuido a que el día de Reyes dejara hace mucho de ser el día de la Ilusión. El personal está mucho más ilusionado al principio que al final de este pelotón de fiestas. Pero en fin.
Decía que enero es el mes más largo, y no porque tenga 31 días, como otros siete meses más, sino porque el año trae nuevas perspectivas económicas que nunca son mejores que las que dejamos en el dígito anterior. Mi periódico titulaba inteligentemente hace unos días: "La cuesta de enero durará 12 meses". No sé, pero al menos la cuesta de enero será empinada. Al aburrimiento de volver a la normalidad se suma que sube todo. Hasta el tabaco rubio, que decían que no iba a subir. Y eso que yo no fumo. Sube la gasolina, suben los billetes de autobuses y del tren, de los aviones... Sube la bombona, sube la leche y el pan. Del café de por la mañana no me han dicho nada; ya me lo dirán. A mí me subirán el sueldo porque al gobierno no le pica el bolsillo; poco, pero algo es algo, pero a la mayoría de los españoles, no. Así que no me extraña la mala prensa que tiene el euro en los corrillos del bar y de la panadería. Llegar a la punta de enero cuesta lo suyo. Peor es pensar que se trata de una cuesta. Enero es largo y alto. Un fastidio de mes. Hay que atravesarlo casi conteniendo la respiración.
A continuación llegará el runrún de la campaña electoral. El PP, al que no le desagrada demasiado enero, parece haber contratado a los (algunos) obispos, mercenarios ya sin báculo. Qué frío.
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