George W. Bush, el Bush hijo que hizo bueno al padre, está a punto de terminar su mandato, que en EEUU se limita a dos legislaturas. Menos mal. Empantanada buena parte de Oriente por su culpa directa o indirecta, el presidente pistolero que estuvo a punto de ahogarse con una galleta (¡¿se acuerdan?!) está dando los últimos coletazos, y bien. Mientras decía hoy en Israel que antes de dejar el cargo era posible un acuerdo de paz entre judíos y palestinos, su ejército ha lanzado sobre Irak el mayor ataque desde 2006. Ojo al dato: 18.000 kilos de bombas en 10 minutos. Han caído en el sur de Bagdad, la castigada ciudad que no tuvo bastante con sus miles de muertos y la caída de su milenaria biblioteca. Mientras el empate entre Obama y Clinton no da titulares acojonantes, Bush, que debería esconderse para no hacer más daño, campa a sus anchas por donde nunca debería haber aterrizado. En fin, sorprendido me hallo, pero no olvido que en su segunda legislatura revalidó el cargo con un amplio respaldo de los estadounidenses. Los antiguos trono y altar de la vieja Europa fueron sustituidos en el viejo Oeste por el rifle y La Biblia. Nada nuevo bajo el sol de California.
1 comentario:
Cuenta los días, amigo Álvaro, porque ya le queda poco. Lo que tampoco sabe la humanidad en el lugar que lo dejará su sucesor/a. POr cierto, diecen por aquí que el ínclito lloró en Jerusalén. Ya te digo.
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