lunes, 27 de febrero de 2012

No nos conviene un mártir

El juez Garzón, que de estrella global en su persecución a Pinochet pasó a perseguido local por la derecha de casa, ha sido absuelto ahora por el Tribunal Supremo de prevaricación en el caso del Franquismo, es decir, de investigación de los crímenes del Franquismo. Los jueces han dictaminado que sí, que se equivocó, que la Ley de Amnistía que el pueblo sapientísimo se dio a sí mismo en la Transición no hay juez que la toque, por mucho Garzón que se llame y por mucha Ley de la Memoria Histórica que hayan sacado los sociatas, tal vez porque aquella Ley de los setenta era una cosa sacrosanta y en blanco y negro y esta ley de hace dos días es un texto perverso que sólo busca la revancha de los rojos. No hay comparación, por mucho Parlamento español que aprobara ambas. Las cosas como son.

Sin embargo, en el procedimiento mediático por el que hemos conocido la agonía justiciera del juez del que tanto se ríe ahora la derecha de España -mientras la izquierda lo ignora- hay algunas paradojas que incluso cualquier españolito al que el Generalísimo le tire del corazón tendrá que reconocer. Me refiero al raro delito de la prevaricación, que consiste -en el caso de un magistrado- en emprender acciones o dictar sentencias injustas a sabiendas de que lo son. De eso han acusado a Garzón en el caso de las escuchas de la Gürtel, pues sus señorías han creído probado en el caso valenciano que este juez tocapelotas sabía perfectamente que actuaba contra la ley cuando mandó pinchar los teléfonos de los abogados de la trama, que podía traumatizarlos, y aún así puso el oído. No entran los magistrados en ese caso Correa en que tales escuchas quizás fueran el único procedimiento para que la red delictiva no fuera a más, tan campante, sino que se empeñan en focalizar la evidente prevaricación de Garzón, que no miró por el derecho a defensa que tenían los encarcelados, sino por colgarse otro galón contra la corrupción.

Ahora que ya se lo han cargado con 11 añitos de retiro bien medidos hasta la edad de retirada, mientras otros jueces internacionales no digan lo contrario, vienen con que en la causa del Franquismo -internacionalmente más mediático y delicado- no ha habido prevaricación. Sólo ha habido errores, con lo cual lo absuelven. Dejémoslo a medias, que ya le hemos dado hierro y bien con lo de Valencia, dan la sensación de haber pensado, dicho sea con todo el respeto a la independiente Justicia española. Sólo digo que es una sensación. Pero es extraño pensar -y creer- que alguien haya pensado que hay prevaricación por parte de un juez al perseguir una trama a la que le iba tan bien después de no haber tenido objeciones de la Fiscalía, por ejemplo, y que no la hay al intentar encargarse del peliaguado Franquismo cuando ningún compañero se ha atrevido y hay una Ley de Aministía al que todos temen -y ahora más- como a una vara verde. A mí, por lo menos, que no he estudiado Derecho, me da todo esto sensaciones. Sensaciones escalofriantes.

Y me evoca imágenes no sé si del Western, de los circos romanos o de la mafia napolitana, cuando a un torturado lo van a seguir aporreando o cortándole dedos y el mandamás de la cosa levanta la mano para interrumpir la sevicia de los cachorros: "Ya vale", me imagino que dice. "No nos conviene que muera" o "No nos conviene regalarle al enemigo un mártir". Son sólo imaginaciones.

Pero la imaginación es libre. Por ahora.

domingo, 19 de febrero de 2012

El proyecto de Infoagenda.es

Unos cuantos autodenominados imprudentes paisanos míos se han arriesgado a crear un medio de comunicación a la altura de las circunstancias actuales, es decir, comprometido con el reflejo de una actualidad turbulenta y con sus picas bien clavadas en Internet. Por lo visto, tienen vocación de convertirse en una plataforma comarcal o regional, pero empezarán por nuestro pueblo, Los Palacios y Villafranca. Me han fichado como columnista dominical, lo cual me enorgullece no sólo por la altura en que la vanidad me radiografíe, sino porque tengo el gusto de conocer casi bien a los tres empresarios y un puñado de recuerdos o anécdotas que me los retrata en su punto justo de finura, aventura e inteligencia.

A Antonio Luis García lo conocí hace muchísimos años, antes de que él me conociera a mí. Presentaba entonces el informativo de la tele municipal de mi pueblo. Creo que era subdirector. Y tenía una cara tan seria y una forma tan perfeccionista de hacer su trabajo que enseguida tuvo que abandonar aquella casa y buscarse la vida dándole vueltas al coco. Poco después montó la empresa de trabajos audiovisuales Digital3, con la cual colaboré a veces como locutor. Desde que lo conozco he pensado que tiene talento para emprender cualquier locura y la suficiente carga de sinceridad políticamente incorrecta como para que se la frenen los demás. Afortunadamente, en Infoagenda.es no está solo.

También anda con él Sergio Román, con el que trabajé un día entero hace ahora ocho años en un recorrido por la Carretera de Práctico, paralela al Guadalquivir, para hacer un documental al que luego no le terminamos de encontrar la salida. Salida mercantil, quiero decir. Porque salidas y entradas por los vericuetos de nuestra amistad generó muchas. De hecho, desde aquel día hemos avanzado sinuosamente en una profunda amistad para la que no necesitamos vernos a menudo ni emborracharnos de vez en cuando. Pero ambos sabemos que estamos aquí. Recuerdo de aquel día maratoniano los planos cinematográficos que Sergio consiguió arrancarle al gran río de Andalucía a la altura de La Señuela, con sólo una cámara y un derroche de imaginación. Después de entrevistar a unos cuantos personajes de aquel paraje fluvial, acabamos en Bonanza comiendo unos bocadillos enormes en un bar de marineros. Luego, él se inventó un festival de cortos que consiguió un seguimiento alucinante a nivel nacional. Yo le saqué un reportaje en El Correo de Andalucía, y nunca hemos terminado de encontrar oportunidades de colaboración mutua. Desde el primer día que lo conocí me alegré de encontrar un ejemplo de individuo emprendedor sin carrera universitaria. Porque así puedo argumentar empíricamente por qué nuestra educación, con los sistemas que la atosigan, da tantas veces pena penita pena.

A José Arahal, el tercer caballero andante de este proyecto periodístico en la red, también lo conocí mucho antes de que él me conociera a mí. Fue vestido de no sé qué personaje en no recuerdo qué obra de teatro. Era el protagonista, eso sí. Algunos años después me llamó para que le hiciera de locutor en un audiovisual institucional, y entonces supe que había estudiado en mi misma Facultad y que ya se buscaba la vida intentado innovar por donde otros ni siquiera habían pasado. Hace tan sólo unos meses, me interesé por su actividad de coach, una modalidad intrigante de entrenador o brujo para tantas mentes estresadas como propicia este mundo loco, y le hice un repor para mi periódico. Quedó contento. Y se animó a acompañarnos en las noches sin luna de nuestro Patio del Parnaso. En la última cita nos contó su oficio desde la perspectiva que más nos puede interesar a los seres humanos, la de ser felices o no ser.

Con este trío de ases tan capaces, tengo la certidumbre de que el proyecto saldrá adelante. Y el deseo íntimo de que así sea, porque la web tiene toda la pinta de afanarse en la responsabilidad, el buen gusto y la profesionalidad, ingredientes que uno echa de menos, escandalosamente, en otras apuestas periodísticas que, en rigor, no son sino una ventana chusca al morbo, a la polémica barata y a la falta de respeto por principio y sin escrúpulo. Todo eso cuando no nos encontramos con una plataforma ineficaz de contar viciadamente cosas que no le interesan a nadie, sino a los que salen viciadamente en la pantalla.

Brindo por Infoagenda.es. Y porque el entusiasmo que le ponen hoy diversifique las oportunidades de mañana.