Mi admirado Enrique Vila-Matas, escritor catalán al que le tira bastante la metaliteratura y del que recomiendo París no se acaba nunca, tiene otra novela (lo del género es una discusión que podríamos discutir otro día) que se titula Bartleby y compañía. En la primera hoja del libro da una definición del término: "Todos conocemos a los bartlebys, son esos seres en los que habita una profunda negación del mundo. Toman su nombre del escribiente Bartleby, ese oficinista de un relato de Herman Melville que jamás ha sido visto leyendo, ni siquiera un periódico; que, durante prolongados lapsos, se queda de pie mirando hacia fuera por la pálida ventana que hay tras un biombo, en dirección a un muro de ladrillo de Wall Street; que nunca bebe cerveza, ni té, ni café (...) que, cuando se le pregunta dónde nació o se le encarga un trabajo o se le pide que cuente algo sobre él, responde siempre diciendo: 'Preferiría no hacerlo'. Hace tiempo ya que rastreo el amplio espectro del síndrome de Bartleby en la literatura, hace tiempo que estudio la enfermedad, el mal endémico de las letras contemporáneas, la pulsión negativa o la atracción por la nada que hace que ciertos creadores, aun teniendo una conciencia literaria muy exigente (o quizás precisamente por eso), no lleguen a escribir nunca".
La definición se ajusta bien a Pepín Bello, muerto hoy y calificado siempre y por los panegiristas de turno como el último testigo de la Generación del 27 o cosas así. Nunca escribió una línea. "Yo tengo de poeta lo mismo que de marciano", se atrevió a reconocer. Y aun así, es miembro de la Edad de Plata de la literatura española. O eso dicen. Es un bartleby.
En rigor, sus testimonios (orales) han sido muy clarificadores para entender aquella piña creadora que formaban en la Residencia de Estudiantes de Madrid algunos de los artistas más grandes de todos los tiempos como García Lorca, Luis Buñuel o Salvador Dalí. Pepín hablaba y nos reíamos de sus cosas, de cómo las contaba. Me acuerdo de aquella referencia a la asexualidad del pintor de Figueras y a las relaciones de su mujer, la libertina Gala, con medio mundo o por lo menos con media Generación del 27. Bello nació en Huesca en 1904. Ha muerto a los 103 años y pico. Me da vértigo pensar que nació el mismo año que mi también admirado Joaquín Romero Murube, un paisano mío y predecesor en el periodismo que murió de repente, a la justita edad de la jubilación, una noche de 1969. Ha llovido ya. Lo que se ha perdido.
1 comentario:
Si te interesa el asunto, te recomiendo el disco "La nada" de Carlos Ann. Si te interesa, te lo regalo.
Saludos
Manuel
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