viernes, 15 de octubre de 2010

Cultura cornuda

Ahora que el toreo está tan en entredicho –con el auge del movimiento ecologista y proteccionista de los animales y la prohibición de las corridas en Cataluña– que incluso los taurinos han sustituido su Fiesta Nacional por el término Fiesta de los toros, ahora, digo, ahora que el Senado ha tenido la vergüenza torera de no calificar a este espectáculo sangriento como Bien Cultural, dejando aislado a un PP que quiere ver poesía en cada lance y que nos fuerza la vista para identificar la mantanza en el coso con el ser de los españoles, ahora, insisto, va el Gobierno –con Rubalcaba dando la cara– y accede a incluir en el Ministerio de Cultura a esta panda de matadores, como si fueran artistas, creadores o intelectuales del montón siquiera. Por vez primera en nuestra Historia, un Gobierno que se dice progresista da el brazo a torcer para que le retuerzan el sentido común de que una cosa es la creación pura y otra la destrucción impura, o sea, mezclada con ínfulas baratas de artesanía carnicera.

¡Esto sí que es grave! ¡Esto sí que es para recoger firmas y armar la marimorena! ¡Esto sí que es una vergüenza nacional!

En el cajón de la Cultura Nacional se mezclarán ahora los pintores, los escritores, los músicos, los cantaores y cantantes, los escultores, los arquitectos, los científicos, los cineastas y los académicos de condición varia con estos especialistas en pasarse el toro por el forro y los hierros para darle muerte entre aplausos de la caverna del mustio albero... ¡Los toreros podrán decir que se codean con los poetas, con los bioquímicos, con los guionistas de cine! Como si tirarse al campo para torear a una becerra, encerrarse en esas oscuras corralas de la vieja España para entrenarse en el ejercicio de matador fuese comparable a encerrarse durante años en una biblioteca o en un laboratorio. ¡Comenzamos el tercer milenio con la razón por los suelos, con nuestro mundo al revés, tirando la Ilustración y sus postulados a la basura!

No quiero imaginar lo que dirían no ya Unamuno, Pío Baroja o Ángel Ganivet, sino el mismísimo Lorca si levantara la cabeza en un siglo, se supone, mucho más depurado artística y humanamente que el que terminó dándole un tiro.

Y todo porque estos torerillos, simplemente, no caben ya en ningún sitio. Porque el Ministerio del Interior está ya para otras cosas, porque el de Folklore no existe y porque el de Cultura rebaja tanto su nivel o tiene una titular con tan poco mando que no se atreve a contradecir, con la Cultura en la mano, a quien tiene la vara del poder verdadero en el Gobierno para mandar a quién le envía el marrón de los toreros. Ahora que se va Corbacho, el ministro del marrón, como él mismo se ha autocalificado, el marrón de estos matadores que peregrinan con corbatas de seda por los madriles en busca de algún amparo se pone negro negrísimo, color de negro toro de pena. ¿Y nos vamos a tragar semejante puyazo?

  • Este artículo lo publico también, bajo el título 'Los cuernos de la cultura', en el nº 2.030 del semanario Cambio16

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como referencia a este y otros artículos publicados en el blog

"Tauroética" de Fernando Savater
editorial:turpial