Hay cosas que no tienen gracia, aunque haya quien se ría y quien aplauda. Colocar a un niño en un plató televisivo, que es la cocina fundamental de tanto despropósito social, es un acto malvado que requeriría una justa reprimenda no sólo por parte de las instituciones pertinentes, sino de la sociedad civilizada en su conjunto. Lo que ocurre es que la saturación de tanto mal gusto y la relativización absoluta de la vida en torno a la caja tonta, que todo lo bendice y sacraliza, acaba narcotizándonos hasta límites nunca sospechados. Hay familias que hacen negocio con el chiquillo porque toca el tambor, canta como la Jurado o se tira pedos, y quiero pensar que no las empuja un afán puramente lucrativo, sino una confusa nube de vanidad, irresponsabilidad e inconsciencia. Hay niños que salen en televisiones públicas (insisto en que no son privadas) haciendo los payasos, muchos de ellos sin maldita la gracia y todos sin voluntad para decidir nada, ante las estúpidas carcajadas de la audiencia, incluidos sus progenitores. Qué grande y qué paradójico se hace este sustantivo en tal circunstancia: progenitor. Hace tiempo que todo el mundo sabe que la crisis que sufrimos no es sólo económica. Y no quiero con esto hacer moralina barata, sino denunciar una afrenta contra nuestra sociedad adulta en ciernes, contra lo más valioso, indefenso y tierno que tenemos.
"Me duele este niño hambriento / como una grandiosa espina", dijo Miguel Hernández de aquel chiquillo yuntero que le valió como metáfora universal de la explotación infantil. Hoy podríamos quitar o metaforizar el adjetivo hambriento para seguir actualizando el poema como sentimiento denunciador. En el Tercer Mundo, los niños no conducen yuntas sobre el indomable terrón, sino que apuntan con armas o arman zapatillas para críos pijos de las antípodas. En nuestro Primer Mundo, a nadie parece empacharle que rellenen morbosamente la parrilla de manera insufriblemente rentable. La tele, ese gran invento maquiavélicamente utilizado por los poderosos que consiguen manipularlo a su antojo, se convierte a ratos, cada vez más a menudo, más casi siempre, en un mundo virtual de los adultos desconsolados, frustrados, que cambian lo que podrían hacer en sus vidas por lo que hacen los personajes de la pantalla, sobre todo los esperpénticos prototipos que viven de serlo. Y nadie les enseña a los niños y niñas que el esperpento es el tope al que el ser humano no debería llegar jamás, aunque ello sirva para ganar dinero. Nadie les enseña a los niños que el vil metal, como se llama hipócritamente al dinero, no sirve para doblegar la alta esencia y alta estima en que debe tenerse al género humano. Esto parecen cursilerías, y así nos va.
La Fiscalía Superior de Andalucía, al hilo del caso Marta del Castillo que tantos menores ha llevado y traído, entre chicas de 14 años que se quedan embarazadas o no de asesinos y chavales que cuentan cómo violar lo que haga falta, incluida la ley, ha dicho alto y claro que es "ilegal" la difusión de imágenes en que aparecen menores, voluntariamente o apoyados por sus padres, hablando de hechos delictivos en los que han participado o aportando información suplementaria sobre los mismos. La intervención de la Fiscalía se debe a las apariciones en televisión, y en horario protegido, de dos niñas de 14 años hablando de Marta y motivadas para alimentar el morbo que producen estos hechos. Las menores tuvieron que contestar a preguntas como “si estaba embarazada como consecuencia de las relaciones sentimentales que mantenía con el asesino confeso”, “si le constaba que su ex novio 'le fue infiel' con otras menores”, “si se sentía avergonzada por haber mantenido relaciones con un presunto asesino” y un largo etcétera propio de un cuestionario con alguna zarrapastrosa habitual de los indeseables programas que giran como periodismo sin que entren en la rueda o noria de lo que mínimamente se entiende, académica, creativa y responsablemente, por ello.
La Fiscalía andaluza da un severo toque de atención a los medios de comunicación cuando se llega a los extremos, pero no ataca la semilla, y la regañina me parece infructuosa a la luz de tanta contaminación social, educativa, cultural y por supuesto económica en ese vector indestructible que parece existir entre la televisión y la realidad. Mientras se siga idolantrando absurdamente a personajes por el mero hecho de salir a ese otro lado de la pantalla, sin más, será difícil que la sociedad recrimine estos comportamientos y ampare convenientemente a los niños, incluidos éstos en su transición a la madurez. ¿Qué demonios significará madurez?
La Fiscalía Superior de Andalucía, al hilo del caso Marta del Castillo que tantos menores ha llevado y traído, entre chicas de 14 años que se quedan embarazadas o no de asesinos y chavales que cuentan cómo violar lo que haga falta, incluida la ley, ha dicho alto y claro que es "ilegal" la difusión de imágenes en que aparecen menores, voluntariamente o apoyados por sus padres, hablando de hechos delictivos en los que han participado o aportando información suplementaria sobre los mismos. La intervención de la Fiscalía se debe a las apariciones en televisión, y en horario protegido, de dos niñas de 14 años hablando de Marta y motivadas para alimentar el morbo que producen estos hechos. Las menores tuvieron que contestar a preguntas como “si estaba embarazada como consecuencia de las relaciones sentimentales que mantenía con el asesino confeso”, “si le constaba que su ex novio 'le fue infiel' con otras menores”, “si se sentía avergonzada por haber mantenido relaciones con un presunto asesino” y un largo etcétera propio de un cuestionario con alguna zarrapastrosa habitual de los indeseables programas que giran como periodismo sin que entren en la rueda o noria de lo que mínimamente se entiende, académica, creativa y responsablemente, por ello.
La Fiscalía andaluza da un severo toque de atención a los medios de comunicación cuando se llega a los extremos, pero no ataca la semilla, y la regañina me parece infructuosa a la luz de tanta contaminación social, educativa, cultural y por supuesto económica en ese vector indestructible que parece existir entre la televisión y la realidad. Mientras se siga idolantrando absurdamente a personajes por el mero hecho de salir a ese otro lado de la pantalla, sin más, será difícil que la sociedad recrimine estos comportamientos y ampare convenientemente a los niños, incluidos éstos en su transición a la madurez. ¿Qué demonios significará madurez?
- Este artículo, con el título de "El circo de la tele pide niños", aparece también como apertura de la sección de Sociedad del nº 2.013 del semanario Cambio16.
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