viernes, 9 de noviembre de 2012

Colonizados por nuestro Parnaso

Anoche acabamos a las tantas la VII edición de nuestro Patio del Parnaso, ese movimiento cultural independiente que hemos iniciado en mi pueblo, Los Palacios y Villafranca, no sólo con vocación de continuidad sino de aperturismo y aglutinación de todas las manifestaciones culturales que se tercien y quieran ser compartidas. Por eso nos reunimos: porque nos da la gana poner en común los hallazgos, las investigaciones, las preocupaciones o las inquietudes culturales de muchos amigos o conocidos que se convierten en amigos y que, más allá de la parálisis local que afecta a muchos rincones de esta España nuestra, y más ahora con la bicha que mejor no mentar pero que está en la boca de todos, tenemos la voluntad de pensarnos y repensarnos a través del prisma multidisciplinar que ofrece el humanismo, con la esperanza de conocernos mejor y mejorar. Nos reunimos bajo el lema "Colonizadores y colonizados. Luces y sombras", y una vez más el personal apareció por la Casa de la Cultura con sus deberes y devociones muy bien hechos, con el firme propósito de contribuir desde su parcela de conocimiento y entusiasmo a arrojar un rayito de luz sobre tan general temática. Lo de las luces y las sombras se entendió muy bien, e incluso se expresó más bien aún, como demostró Juan José, el carpintero y belenista amigo de todos que no perdona una cita, y eso que anoche hicimos del Patio una metáfora pura y nos reunimos, para protegernos de la luvia que caía sobre la fuente, en el salón de actos. Juan José insistió en que la colonización hay que entenderla siempre como invasión, sin disimular este término, porque es el indispensable en todas las conquistas que terminan masacrando al colonizado. Lo matizó el historiador Carlos Font, que intervino con una brillante ponencia sobre nuestra última colonia en pleno siglo XX, la Guinea Ecuatorial, recordándole que hubo colonizaciones más o menos por las buenas y que incluso el vocablo "colonización" no se empieza a utilizar hasta el siglo XIX. Cuento esto porque, además de intervenciones interesantísimas desde el atril, también hubo debate entre el respetable, que al menos durante la primera mitad era muy numeroso. Otra cosa fue ya cuatro horas después, porque el Patio de anoche nos arrastró a los que quedábamos, desde las ocho de la tarde, hasta la madrugada. Mi querido Victoriano Rosal relativiza la exageración de la quedada en que son dos veces al año. Tiene razón. Aunque es cierto que estamos barajando otras fórmulas para que las próximas citas no duren cuatro horas, sobre todo porque el personal municipal no está para que le den allí las uvas por culpa de unos locos a los que nos apasiona tanto el Parnaso y las musas que parió. No es que quieran cobrar horas extras, es que quieren cobrar su nómina, sin más, y todos sabemos cómo está el patio. 


Tras el saludo que se ha convertido en institucional de Victoriano, que glosó y leyó a Bartolomé de las Casas, el defensor de los indios, nuestro pianista de cabecera, Paco Benítez Acosta, le sacó a su piano toda la emoción y la solemnidad de la banda sonora "1492. La conquista del Paraíso", de Vangelis; y un servidor hizo una introducción de las que le gusta hilvanar al hilo de lo que sea. Los presentes dijeron que les gustó. A mí me gustaron mucho más las intervenciones que vinieron después, como por ejemplo la de Antonio Romero Agüero, basada en el hechizo que los bosques desempeñaron sobre el hombre primitivo y el hombre romano en su ansia expansionista e incluso en las lecturas ecológicas que se desprenden de ahí. A continuación tomó la palabra Cristina Gámez, que nos ilustró sabiamente sobre los espartanos y sus diferencias con otras culturas paralelas, como la griega. Cristina entendió muy bien lo del binomio luces y sombras y, aunque mostró su admiración por una cultura que no arrinconaba a la mujer, que era lo habitual en la época, tampoco dejó de reconocer que eran unos asesinos, entrenados para matar.
Carlos Fierro -hermano de la flamante Joven del Año nombrada por el Ayuntamiento palaciego, Inma Fierro-, que ya otras veces nos ha deleitado con versos de su propia cosecha, se subió ayer al atril para hablarnos de la visión que determinados cronistas de las Indias, como el Inca Garcilaso, tenían del proceso conquistador y del relato que otros cronistas, como Álvar Núñez Cabeza de Vaca, habían construido. Carlos es un enamorado de la literatura y sus relaciones con otros ámbitos de la cultura, como yo. Y como mi compañero y amigo José Manuel Begines, que nos dio una lección magistral de los estudios de literaturas coloniales a nive internacional, con nombres como el de Edward Said, el crítico literario nacido en Jerusalén y fallecido en New York en 2003 que no sólo nos legó gestos admirables de integración como la fundación, junto al músico judío Daniel Baremboim, de la West-East Divan Orchestra, sino que, según nos contó Begines, ha sido una de las voces que nos ha llamado a situarnos "en medio" en esos extremos del colonizador y el colonizado.
Mi amigo Marco Amuedo Valderas reflexionó sobre un antiguo artículo de Fernando Savater, El puñal del gurka, de 1983, que leyó, sobre la visión políticamente incorrecta hacia los hermanos menores de la colonización española o yanki. A continuación, el cantautor Manuel Núñez Amador nos habló de México, de algunas escritoras de allá e hizo una excelente introducción a una canción que llevaba por estribillo "Yo soy revolucionaria". Con el soniquete de su guitarra nos quedamos todos encantados, y algunos pensando que revolucionaria era también una noche como aquella, porque, tarde o temprano, terminaremos pensando en que qué noche la de aquel día, un 8 de noviembre de 2012 en el que atravesamos la frontera del día siguiente no porque hubiera fútbol o toros o borracheras sino porque hablábamos de cómo las colonizaciones eran el germen de nosotros mismos, para bien y para mal. 

El archivero municipal Julio Mayo nos habló de las expediciones al Nuevo Mundo y su paso por nuestro pueblo y Utrera. Es uno de sus temas preferidos, y lo domina y le apasiona, y así lo demostró en una exposición larga en que nos sacó grabados, mapas, datos y vírgenes a partes iguales, para desmotrarnos la importancia del Bajo Guadalquivir y de los pueblos de la margen izquiera del río en aquella época de los siglos XVI y XVII en que la América de nuestro Imperio era una provincia más regida desde Sevilla. Antes de intervenir él, presentó a nuestro amigo común Antonio Cabrera, una bellísima persona y un utrerano que se interesa absolutamente por todo, incluso por nuestro Patio del Parnaso, adonde no dudó en acudir, a pesar de la carretera, la noche y la lluvia, para regalarnos una de las ponencias más originales de la noche, sobre la preeminencia que tienen las cofradías y el arte suntuario sevillano no sólo en España, sino en toda América. Fue curioso ver tantas Macarenas y tantos Nazarenos y tanta pasión lo mismo en Miami que en Quito.

Federico Ponce, al que se le nota su mente de arquitecto, nos enseñó muchas cosas sobre la manera de edificar en Lationamérica y otros rincones del mundo y de la historia, y Fran Amador, otro joven palaciego con mente de periodista, demostró que este oficio que tanto amamos lo que amamos escribir y contar el mundo también tiene sus buenos o malos negocios, sus buenas o malas artes en eso que llamamos globalmente la colonización, incluso informativa, con ejemplos cercanos u orientales. 

El concejal del PA Pedro Amalio Moguer fue quien atravesó ya la madrugada exponiendo la tesis del catedrático González Ferrín sobre las dudas en torno a que los árabes trajeran el Islam a España en el año 711. González Ferrín y otros estudiosos del tema niegan la fecha tan temprana y que fueran musulmanes quienes llegaran tan raudamente a una península que, según ellos, siguió en manos visigodas algún siglo más. Con las doce en el reloj, nos volvimos a emocionar con el piano de Paco Benítez con su último mohicano.

Cuando salí a la llovizna agradable de la calle Real, me acordé de esa bronca absurda a propósito de cierto programa de la tele, de esos de usar y tirar. Y entonces pensé: "Este es mi pueblo. También".

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por partes: 1.- Felicidades por el magnífico Parnaso de anoche, de lo más completito, y puro ejemplo de la cultura real y plural palaciega. 2.- Hombre, no puedes descvalificar como bronca absurda lo del programa de la tele. La bronca fue legítima, absolutamente legitima, y a algunos nos gustaria conocer tu opinión, aunque agua pasada no mueve molino. La bronca fue tan legitima como que el grado de implicación del gobierno de IP-IU ha sido proporcional al monumental cabreo de sus militantes defendiendo lo indefendible. Ells sabrán los intereses habrían. Esta claro que un pueblo como este es muy diverso y muy grande y que cabe de todo, aunque ese programa fue dar una imagen del pueblo que no se correspondia de ninguna de las maneras. Y tu lo sabes bien. La vez siguiente que traigan las camaras que sea para gravar parnasos y cosas por el estilo, que hay muchas y muy buenas en el pueblo, y no semejante vulgaridad que no nos representa nada de nada. Lo dicho, gran disfrute en la noche del parnaso.

J10 dijo...

Aunque seas anónimo en la firma, supongo que nos conoceremos de algo, así que gracias por la felicitación. Lo hicimos con la mejor de la voluntades y la verdad es que fue una noche fructífera. Ojalá haya muchas más así. En cuanto al tema del dichoso programa, no sé si en la insistencia de tantos por remover la basurilla televisiva hay cierta obsesión sin sentido o cierta incompresión del fenómeno televisivo. El caso es que desde que Canal Sur puso el programa con nuestro pueblo, más de uno y de dos me preguntó mi opinión al respecto, y se la dije de viva voz, pero en todo momento me dio pereza tener que ponerme a escribir sobre un asunto tan de perogrullo, a mi entender. Ya que se me insiste por escrito, respondo: (continúo)

J10 dijo...

El programa me pareció una caca. Supongo que como a todo el mundo con dos dedos de frente y algo de sensibilidad. No hace falta ni decirlo. Pero a mí, que conozco bien el mundo del periodismo, de las productoras y del devenir diario en un programa de este calado, no me sorprendió en absoluto. Se trataba de un programa al estilo de Canal Sur, hecho para la gran audiencia que tiene, a la que la televisión autonómica trata como paleta, folklórica en el peor sentido de la palabra y necesitada de alimentarse del tópico más estéril de cuantos se hayan visto. Pero esto, por desgracia, no es nuevo. A Canal Sur lleva décadas funcionándole el invento, y no lo va a cambiar. Debería, sí, si se moviera por otros intereses más elevados, pero no es así. De modo que me parece iluso protestar tanto al respecto. En el mundo globalizado en el que nos movemos hoy, donde enciendes la tele y te salen cien canales del tirón, me parece más paleto aún -más que el programa, digo- tener que rasgarse las vestiduras porque uno de esos canales, que tiene el estilo, el formato y la filosofía que tiene hace un programa conforme a esos paradigmas. Lo que tenemos que hacer es no verlo. Yo, de hecho, ni tengo Canal Sur en la tele de casa. No es que lo haya borrado, es que no sale y tampoco me he preocupado por que salga ni llamar al antenista. Vi el programa, avanzando ligeramente y en diez minutos, por internet. (continúo)

J10 dijo...

La bronca es todo lo legítima que se quiera, faltaría más, pero eso no quita para que fuera absurda y estuviera sonando y dándosele un protagonismo y una importancia que, a mi entender, no tenía un programa de usar y tirar. El pueblo es mucho más; claro que sí, quién lo duda. Yo, desde luego, no, que me intereso y me muevo en otros ámbitos, incluso locales, que nada tienen que ver con las payasadas que salieron en aquel programa. Pero es que un programa de la tele es un producto creado a la medida del productor y el guionista del programa. Nada más. Canal Sur o la productora que lo hiciese -que no lo sé ni me he interesado mucho por saberlo- hace un programa de un pueblo hoy y otro mañana y otro pasado. Cuando va a Utrera, quiero que salgan mostachones y gitanos y no sé cuántos tópicos más. Cuando va a Lebrija, buscará flamencos de tres al cuarto e incluso le preguntará a la gente sobre el vulgarcete refrán de los padres y las hijas y todo eso, imagínate. Quiere hacer un programa divertido para la clase de audiencia que tiene. No va a venir aquí a Los Palacios, por ejemplo, para grabar el Parnaso, como usted dice. Eso, para la audiencia de Canal Sur, sería lo más aburrido del mundo y le chafaría el negocio. En cambio, en pantalla aguantan mucho mejor esas niñatas que salieron y aquellas mujeres hablando de lo grande que son los frutos aquí y aquellos otros ilustrando sobre la manera de saludar o el Orta cantando su fandanguito. Claro. A mí me puede parecer vomitivo todo eso, pero a Canal Sur no le importa lo más mínimo lo que me parezca a mí o a usted. El mundo es así. De modo que patalear por que un programa no ofrece la imagen que creemos que tiene el pueblo no me parece que tenga demasiado sentido; el programa no viene a dar la imagen que el pueblo merecería, sino a hacer "su" programa. Viene con el guion hecho, con la idea del pueblo ya en mente. Y simplemente busca ejemplos para rellenar la horita que dura. Nada más. Aquí y cuando va a Constantina o a Arahal. Y en cada pueblo se formará, más o menos, cierto revuelo porque no ha dado la imagen justa del pueblo. En cuanto a las referencias que usted hace al gobierno local de IP, no entiendo muy bien qué tendría que haber hecho ese partido. ¿Tal vez influir sobre el programa? ¿Organizar ellos el guion? Ni me parece democrático ni me parece posible. Si ha participado de alguna manera, que no lo sé, me parece contraproducente para todos, y si ha protestado luego -como hizo el alcalde y el Ayuntamiento en una noticia en la tele municipal- me parece no sólo contraproducente sino cateto, conducente a darle más realce a un programa y a un canal que no lo merecen. Esto último, de hecho, se lo dije al alcalde en persona, al que vi casualmente en un bar del pueblo algunos días después de la bronca, que me pareció y me sigue pareciendo, por los motivos expuestos, absurda. Pero tampoco me sorprendo. Hay de todo en la viña del señor. Afortunadamente.