Desde hace años, siempre que veo o leo a Antonio Muñoz Molina pienso que, de mayor, me gustaría ser como él. Enseguida imagino que como cualquiera, que apunto demasiado alto y que claro que es un personaje envidiable -envidia sana-, admirable e imitable. Pero al momento caigo en la cuenta de que en este mundo emborronado en el que nos movemos quizás no demasiada gente quiera ser como Muñoz Molina; es más, pienso, a mi pesar, que tal vez no sea demasiada la gente que conoce a ese señor que se dedica a pensar y a escribir acerca de las realidades, la real y la imaginaria, a partes iguales, y que tal vez peque yo mismo de ingenuo cuando confundo a un novelista con un crack del fútbol, por ejemplo. En cualquier caso, yo sigo en mis trece y me he alegrado enormemente de que al autor ubetense le hayan concedido el premio Príncipe de Asturias. Es de justicia y de sentido común. Además, mantengo una extraña relación indirecta con él.
Resulta que mis dos mejores amigos en dos etapas diferentes de mi juventud, primero en el instituto y luego en la facultad, le han dedicado sendas tesis doctorales a Muñoz Molina. El primero es José Manuel Begines Hormigo, centrada en el estilo y los personajes novelescos del autor de El jinete polaco. El segundo es Manuel Ruiz Rico, centrada en sus artículos de juventud cuando tenía aquella sección en el Diario de Granada que transformó en libro homónimo llamada 'El Robinsón urbano'. Por lo tanto, mi amigo del instituto -que a la vuelta de 15 años ha vuelto a ser compañero de profesión docente en otro instituto del mismo pueblo- le dedicó los mejores años de su investigación a Muñoz Molina desde el punto de vista literario. Y mi mejor amigo de facultad -que a la vuelta de una década ha vuelto a Bruselas después de haber pasado por Etiopía y Panamá- le dedicó los mejores años de su investigación a Muñoz Molina desde el punto de vista periodístico. Y yo, que soy amigo de ambos -que apenas se conocen-, me sitúo entre ellos con la misma pasión que me sitúo entre la Literatura y el Periodismo. Curioso por lo menos.
Pero es que allá por 1982, cuando Muñoz Molina era un funcionario del Ayuntamiento de Granada que se presentó en la redacción del Diario de Granada para ofrecer sus artículos y yo tenía la edad de mi hijo -3 añitos-, quien le abrió la puerta allá fue Antonio Ramos Espejo, director entonces de aquel periódico y muchos años después director de mi tesis doctoral, centrada en la faceta periodística del literato Joaquín Romero Murube.
Hoy decía en una entrevista que le hacían a Manuel Ruiz Rico en un periódico de Sevilla -aunque él estaba en Bruselas- que en Muñoz Molina la literatura y el periodismo y todas sus obsesiones sobre el hombre, el tiempo y la ciudad estaban en el mismo saco, que no se podían separar.
Desde mi sofá silencioso en medio de la noche quieta, me he acordado de mi identificación con Lorencito Quesada y con tantos otros personajes de Muñoz Molina en toda esa proyección suya de hombre de pueblo que se enfrenta a los enigmas de la posmodernidad con el único arma de ser un hombre, nada más, y me alegro de que todas estas cosas redimidas al fin y al cabo por el poder esclarecedor y alucinante de la palabra no se puedan separar. Ni las palabras ni las personas, en efecto.
5 comentarios:
Vaya, Guerrero y yo estábamos por detrás de Ruiz, ¿no? ¡Ay ese subconsciente!
Mis felicitaciones para Munoz Molina y como no para ti que tienes ese don de la palabra escrita. Gracias Alvaro.
Mi querido y cabroncete José Domingo, te aseguro que cuando estaba escribiendo la entrada subsconsciente y consciente me focalizaron tu persona sabiendo que ibas a hacer un comentario del tipo del que has hecho. Es decir, que lo preví. Pero como escritor que eres también deberías saber -seguro que lo sabes, aunque te gusta meter el dedo en el ojo, jajaja- que la propia estructura de un texto y su pretendida brillantez están en función muchas veces de alguna simpleza, de alguna exageración o del barrido de otras circunstancias que no vengan al caso. Si el autor al que le hubieran dado el Príncipe de Asturias hubiera sido uno ligado a ti, seguro que hubiera escrito lo mismo con tu nombre. Como tenía a mi disposición un trío de ases, esta vez le ha tocado a nuestro querido Manuel. No te enrabietes, radicalillo mío!
Querida Dori, muchas gracias. Ya se os va a acabar la Experiencia del Aula, pero después del verano, habrá maś. Un saludo!
jajaja, qué mamoncillo eres, cómo te gusta aprovechar los resortes de la comunicación. No escondo mis "celos" en nuestra cuádruple amistad (Los dos Manueles, tú y yo), pero también quería picarte un poco, a ver qué contestabas: y vuelvo a constatar que has sido, eres y seguirás siendo un puto genio. Un abrazo, de tu radicalillo.
Buen trabajo amigo Álvaro y la elección de Muñoz Molina en el principe de Asturias, fantástica, se lo merecía, saludos
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