Hay quienes tienen una desgraciada fijación en empezar la casa por el tejado y en creer que las lujosas mansiones que ven a su alrededor han conseguido su halo mágico con un par de cortinas y una baranda en la puerta. Y esto es porque la frivolidad y la cultura del no esfuerzo imperantes han hecho trizas la antigua percepción que teníamos de la progresión y la voluntad diaria. Los adolescentes de hoy en día, cuya edad se alarga inexplicable e inquietatamente hasta más allá de los treintaytantos, ven sólo los productos finales del capitalista mercado del espectáculo pero no las estrategias, medios, casualidades y trabajos sin fin que hubieron de pasar para convertirse en tales. Un ejemplo que ilustra esto que digo es el galáctico futbolista Cristiano Ronaldo y la pasión que levanta en las masas, hasta el punto de costar en el mercado 94 millones de euros. Lo ha pagado el Real Madrid, y mientras para unos hipócritas moralizantes supone el colmo de la desvergüenza en los tiempos que corren, para otros ha contribuido a engrandecer el mito del chulo con pendiente que es este niño salido de una chabola de la portuguesa isla de Madeira. El club con más necesidad de restablecer su imagen vapuleada por el eterno rival catalán ha pagado tal cantidad de euros porque espera firmemente recuperarla con creces, de modo que en un sistema capitalista como en el que nos seguimos moviendo no hay cantidad desproporcionada si genera una cantidad mayor. El riesgo de perderlo todo es el clásico riesgo de este clásico sistema. Por otro lado, el mito se engrandece para los boquiabiertos admiradores de Cristiano porque no se paran en estas consideraciones, sino que piensan que la capacidad futbolística del muchacho es pura magia irrepetible.
Ni una cosa ni la otra. El futbolista puede lesionarse o echarse a perder en un Madrid posmoderno que le tiente con sus frescos racimos. De hecho son dos posibilidades probables. Y el club blanco puede maldecir su apuesta, que intentará salvar en todo caso por medio de los milagros de la publicidad y otros juguetes de la imagen, como ya hizo con Beckam, que por poco que jugaba ingresaba mucho. El hecho de que cueste muchos euros su traspaso no es directamente proporcional con su duradera proyección futbolística.
En cualquier caso, más allá de estas fórmulas que los directivos del fútbol se saben bien para no perder en ningún caso, me llama la atención la falaz fórmula del éxito que la chiquillería anónima vislumbra en el jugador. No saben hasta qué punto un jugador de este tipo hoy en día es un producto fugaz, que se entiende por las conveniencias de la política futbolística -un mercado que genera más dinero que cualquier otro- y también por el continuo afán de superación del muchacho que viene de abajo y atisba la posibilidad cierta de convertirse en el mejor porque sus facultades físicas y su coraje lo acompañan. Lo hemos visto en el Ronaldihno que se dejaba acompañar por su mamá, en el Ronaldo que vino de lo más profundo de las favelas brasileñas y en aquel Maradona que se hechizó a sí mismo con su capacidad de regate fulgurante. Y no sólo en fútbol. Manolete también subió con su madre, Angustias, hasta tocar el cielo de la tauromaquia en aquellos años de la miseria superada en los ruedos; Rocío Jurado iba con su madre a las interviús de las radios españolas en los cincuenta; Carmen Amaya hizo una candela en la suite del mejor hotel neoyorquino; y los creadores de Google empezaron con un ensayo entre amigotes. La fórmula del éxito es también la fórmula de la suerte, y por eso no está escrita. Pero esta fórmula, aunque se resuelva en casos como los citados, no supone tampoco la felicidad de un ser humano, que se basta con la salud, algunos caprichitos y un corazón que viva también por ti, como adivinó Pedro Salinas. Ahí está Villa, diciendo que lo está pasando mal porque no se resuelve la fórmula de su fichaje. Yo he visto a muchos pasándolo bien con una birra y viendo sus golazos.
- Este artículo aparece también en el nº 1.963 del semanario Cambio16.
1 comentario:
Villa (futbolista) está viendo cómo Ronaldo (futbolista también) gana mucho más que él jugando peor al fútbol. Parece una tontería...
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