jueves, 29 de marzo de 2012

Qué ganitas de trabajar

Respeto absolutamente que cualquiera decida mañana -o hoy, que ya son horas- hacer huelga o no hacerla. Pero en este ecosistema de políticos mediocres que generalmente nos está tocando soportar, y de pelotas que la hacen sin que nadie se lo pida, me cuesta aguantar afirmaciones sorpresivas como ese afán repentino de algunos de trabajar mañana, sobre todo porque generalmente se trata de gente que no ha trabajado en su vida, o que se ha pasado la vida trabajándose cómo pasarse la vida sin doblarla. Quienes sí han trabajado me entienden perfectamente.

De los 366 días de este año, que es bisiesto y regala uno como si nada, hay uno precisamente, el 29 de marzo, y no el 29 febrero -¿hubiera sido muy descarado o demasiado poético?-, en el que los sindicatos, que no están precisamente en sus mejores horas después de tanta condescendencia con el PSOE, han convocado una huelga general. Se puede secundar o no, y aunque a mí -a pesar de tantos pesares y tantas críticas que podría hacerles a los sindicatos- me parece justa, considero necesario asimismo que la haya, porque motivos haylos, y también que haya gente que no vaya. Pero de ahí a demonizar a los sindicatos, que son parte indispensable de la Democracia, me parece que va un mundo. El mismo mundo que se abre, peligrosamente, entre la izquierda y la derecha de este país, entre las dos Españas que nos siguen helando el corazón a cada rato, no una u otra como vaticinaba Machado, sino las dos.

Entre los que la derecha española llaman progres despectivamente, entre otras razones porque le asusta la progresía, hay un grupo de obsesionados por la laicidad que pretenden hacer una manifestación contra la subvenciones a la Iglesia precisamente el Jueves Santo. A una mayoría de la gente le parece la iniciativa faltar al sentido común. Pero es que una mayoría de esa mayoría, obviamente, es gente muy escorada a la derecha, la misma gente que habrá secundado la denuncia gubernamental por que la manifestación de mañana -o de hoy, que el día se acerca- no entorpeciera el tráfico del centro de Madrid. El Tribunal Superior de allí, con una lógica aplastante, les ha tenido que recordar a los denunciadores que el derecho a la manifestación está muy por encima del derecho a no sufrir atascos. El mismo tribunal podría recordarles a algunos de ellos que el derecho a trabajar existe todos los días del año, no solamente mañana (o hoy, que en un rato amanece y lo mismo hay que trabajar).

domingo, 25 de marzo de 2012

El pueblo y su sabiduría

El pueblo es sabio, todo el mundo lo dice y yo no lo dudo. Pero no deja de hacerme gracia que su sabiduría dependa del suelo donde viva, tal vez porque hay pueblos y pueblos. Después de tanto ERE y tanta coca espolvoreada por los periódicos, la derecha mediática, que todo lo analiza tan ecuánimemente, pone en duda la sabiduría de los andaluces porque el Niño Arenas no será presidente. O al menos eso parece, a la vista de que su mayoría absoluta se la ha llevado el pánico que se ha apoderado de miles de andaluces que iban a votarlo pero al final les dio cosa, un no sé qué en el momento de coger la papeleta. Sin embargo, el pueblo valenciano, que después de la Gürtel y otros escándalos apoyó masivamente a Camps, sí es un pueblo sapientísimo, seguramente porque allí todo el mundo sabe que tres trajes no llegan a ningún sitio. El PP andaluz tendrá que concluir ahora que su pueblo es sabio pero le ha faltado valentía para serlo del todo. En el PP del Norte, no obstante, pensarán otra cosa.

Al margen de la sabiduría popular, en política democrática siempre se dan paradojas dignas de estudio. Tras el escrutinio del 25-M resulta que el candidato ganador (Arenas) es el que tiene más motivos para estar triste; el candidato con menos votos -dentro de lo comentable, porque el andalucista y otros aventureros constituyen caso aparte- (Valderas) es el que tiene la llave del gobierno; y el candidato del batacazo (Griñán) es el que sonríe aliviado. Está claro que este último sí ha demostrado sabiduría desde que decidió que a pesar de la costumbre, no se sometería a unas elecciones coincidentes con España. Sabía que el barco de Zapatero -el de Rubalcaba- hacía aguas y se llevaría por delante al suyo. De hecho, si Griñán se llega a examinar el 20-N hoy no sería presidente. Ahora sí tiene muchas posibilidades de seguir siéndolo. Esta noche se irá a la cama pensando cómo convencer a Sánchez Gordillo de que Andalucía podría aprender de Marinaleda.

No queremos pensar en cómo se irá Arenas, pero ya que hablamos de sabiduría nos podemos acordar de su excompañero Álvarez Cascos, que después de echar pestes de su expartido en su Asturias querida, ahora ya sabe que la derecha no tiene más socios que a sí misma. Y que no importa reconocer que de ese agua sí beberé. La fuente de la sabiduría está ahí para todos.



viernes, 23 de marzo de 2012

Simientes

Cuando mi padre se subía a los tejados para pintar cualquier hastial, arrancaba malas hierbas y a veces incluso flores tiernas o plantas curiosas y aromáticas que habían nacido incomprensiblemente entre las uralitas o los pegotones de cemento contra los muros. Yo de pequeño le preguntaba cómo era posible la vida a esas alturas, y él me daba una clase acelerada de fecundación vegetal y airosa. "Cualquier pájaro come simiente en el campo y luego caga por aquí". Creo recordar que me lo dijo en el corral de mi abuela Modesta cuando yo apenas tenía cinco años, pero jamás se me ha olvidado su manera acelerada y sencilla a la vez de explicar el ciclo de la vida.

Esta mañana me he tenido que acordar de aquella lección gracias a un paralelismo mucho más burdo. Cuando me he acercado al coche, he visto propaganda electoral en el limpiaparabrisas. No me ha dado tiempo quitar el papel y he arrancado el motor. Por la carretera de la marisma, el viento me ha descubierto que no era un papelito, sino tres o cuatro, alboratados con la velocidad. A muchos kilómetros de casa, he leído al trasluz que el papelito anunciaba catástrofes si votabas al adversario. Pero conforme el coche avanzaba, no han resistido el agarre del limpiaparabrisas y se han ido escapando violentamente hasta las cunetas y los trigales. Entonces he pensado, acordándome de mi padre subido al tejado, que cualquier político caga en mi coche y sus heces acaban por el campo. Vaya simientes.