viernes, 4 de enero de 2013

Inocentadas del paro

Tal vez no haya documento de trabajo que a los periodistas nos guste más para un descosido de fin de semana que eso que se llama estudio estadístico o sus derivados. Pero más aún les gusta a los políticos de esta España nuestra acostumbrada al descosido perpetuo. La Estadística, con todas sus virtudes, es una ciencia social que sólo unas cuantas empresas serias saben o quieren aplicar. Muchas otras, muchísimas, se han especializado en la aplicación al gusto del cliente. Y si quien hace el estudio estadístico es el cliente mismo, o sea, si yo soy como Juan Palomo, que me lo guiso y también me lo como, entonces no quiero ni contarles... Por eso, como no hablamos del caserío, cada día me fío menos de las estadísticas, las consultoras, las auditoras y toda esa parentela de milagreros o profesionales de la tostada al derecho o al revés. El truco del vaso medio lleno o medio vacío lo impulsó la Estadística, cuyo intríngulis no está en el ajuste sino en la lectura. En este sentido, ningún partido político pierde tras unas elecciones; con unos mismos datos se construye un titular demoledor en un periódico o agasajador en otro; y -a esto es a lo que iba- se puede anunciar en Año Nuevo que "el paro baja en España en 59.094 personas" y quedarse tan panchos. Hay dos factores de esta posmodernidad esterilizante que contribuyen a este nulo sentido crítico: primero, que las redacciones funcionan cada vez más con funcionarios explotados sin tiempo para cuestionarse nada; y segundo, que la clase política se ha acomodado al pimpampún del hoy por ti y mañana por mí, de modo que si el PP es el que anuncia la buena nueva, el PSOE ejerce su rol de no celebrarla y decir, como mucho, que puede ser "un espejismo", pero nada más.

No he parado de darle vueltas a ese sorprendente descenso del paro desde que lo anunciaron, hace un par de días, los Servicios Públicos de Empleo. Me chocó porque unos días antes nos enteramos de que más de 400 asesores de empleo, precisamente, se habían ido a la calle, es decir, al otro lado del mostrador del SAE, porque los nuevos Presupuestos del Estado no contemplaban la partida que les pagaba hasta ahora; y porque, en la misma jornada, la mitad de otros 400 empleados de las fábricas de Roca repetían encierro en la Catedral de Sevilla porque la empresa planea una deslocalización que les abaratará la mano de obra en la Conchinchina o más allá; y porque, hacía tan solo unos días, un amigo periodista que lleva más de un año entregando su curriculum a quien quiera recogérselo, me anunciaba que había encontrado trabajo en Antena3, pero con un contrato para 72 horas, otro colega se había marchado a Argentina, y otro amigo ingeniero que jura matar por ser mileurista me contaba que todos sus amigos sobrevivían en Alemania haciendo las camas de un hotel. Y, en fin, porque cada día se levanta uno con la noticia de un ERE o un ERTE... y sin ninguna luz al principio ni al final de este claustrofóbico túnel...

Con este panorama a mi alrededor, no podía sino extrañarme que el paro hubiera bajado, pero la concreción de las cifras siempre nos connota objetividad, de modo que no he vislumbrado dónde estaba el truco hasta que hoy, en la triste soledad de un bareto de mi barrio, el dueño me ha contado que tiene otro bar en el campo, estratégicamente situado entre los chalés diseminados que durante el boom eran recreo de nuevos ricos y ahora son refugio de éstos bajo el fiambrero amparo de las mamas o las suegras. El otro bar sí que se llena, me ha dicho el hombre. Y entonces no sólo he entendido mejor por qué mi pueblo se ensombrece durante el fin de semana, sino que, como sabemos todos, las apariencias engañan. Y entonces me he vuelto a acordar de las 59.094 personas que ya no están paradas. Que ya no estén paradas no significa que estén trabajando. ¿Entonces? Porque supongo que, cualquiera de mis conocidos desempleados, al enterarse del descenso del paro pensarán que son gilipollas...

Entonces significa que ya no engrosan las listas del paro. Nada más. O sea, que están en otro sitio, pero no en el paro oficial de España. Hace un rato anunciaba la web de El País que "50.000 españoles encontraron trabajo en Alemania durante 2012". Y he empezado, como usted ahora, a atar cabos, acordándome de la Laponia, del espíritu aventurero de los jóvenes españoles, de mis amigos emigrantes... de los políticos que no admiten preguntas y de los periodistas que perdieron las ganas de preguntar. 2013 ha echado a rodar...

-Este artículo se publica también en el nº 2.136 del semanario Cambio16.

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