No hay más que salir a la calle, asomarse a las instituciones, interesarse por ciertas tareas, decirle sí a quien te propone algo. Se va extendiendo como una peste el virus de lo voluntario, lo desprendido, el amor al arte, pero no porque lo propugnen artistas ni solidarios, sino porque lo inculcan, interesada y malévolamente, quienes tienen la responsabilidad de velar, sufragar, financiar... y no lo hacen, porque es muchísimo más barato contar con la entrega de las buenas personas, que siguen abundando.
Con el trote emprendido por esta estafa disfrazada de crisis, tardaremos relativamente poco en mantener un Estado con el mismo coste, unas instituciones con el mismo presupuesto, un aparato político y técnico con los mismos sueldazos y sin apenas gastos, con lo que lo mismo no estamos tan lejos de alcanzar ese déficit cero que les gusta tanto a los administradores de lo público o incluso superávit nunca pensados, no del 2 o el 3%, miseria pura, sino del 70 o el 80%, total, si todo lo harán las oenegés, las asociaciones, los voluntarios, los entregados, los solidarios, los generosos, los volcados con las mil causas que dejaron de lado los que tenían que tomarlas de frente...
Un programa titulado Entre todos emigró hace unos meses del gracioso Canal Sur a la institucional TVE. Se llevaba presentadora y la misma carga de falso sentimentalismo y buenismo que ahora, desde la capital del reino, ha molestado a muchos, por utilizar las desgracias ajenas para ganar audiencia y, encima, descargar a los responsables públicos de la responsabilidad que les compete. Es producto de una época, qué queremos.
Ahora se vuelven a poner de moda las cadenas de favores, los bancos de tiempo, los mercadillos de barrio, los trueques y esa engañosa impresión de que esto lo arreglamos entre todos. Es precisamente lo que los poderosos soñaron desde siempre, o sea, nosotros -dicen ellos- integramos las poderosas instituciones, esa olla grande soñada por tantos, presupuestamos lo que costamos nosotros y nuestras circunstancias, con vuestros impuestos -que suben y suben-, y luego los problemas, los afanes, las abominaciones es cosa vuestra, pueblo llano. No confiéis en el dinero, ni en el capitalismo, ni en las instituciones, no; gestionad vuestros propios recursos para no depender del sistema. Así seréis independientes, autosuficientes... Esa es la lección. El Estado, con toda su parentela de organismos reduplicados, ya tiene sus propios problemas; atiendan al telediario. A este paso, no querrán ni que los molestemos cada cuatro años con la inútil cantinela del voto, ya se encargarán ellos de eso también.
Lo peor de esta nueva moda es que a demasiada gente entusiasta nos está dejando sin ánimo y sin lucro. Normal. No hay alegrías ni billetes para todos.
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