Nuestro Gobierno lleva dos años dando palos de ciego. Decir esto no es una crítica, sino una objetiva descripción de la situación institucional del Ejecutivo de Zapatero a la luz de sus actuaciones estériles en este campo de minas creciente que es la lista del paro, a la sazón la lista que más interesa en la España de hoy, más que la de los 40 principales o la de la Liga del Fútbol, que ya es decir. Cuando escasean los bocados que echarse a la boca, después de agotadas las ayudas y las limosnas, no hay gol ni canción que cantar, porque la boca se agria y el corazón enmudece.
Ahora mismo andarán despidiéndose Zapatero y Rajoy en una reunión que debió producirse mucho antes y que, a estas alturas, resultará inservible. Ojalá me equivoque. La cita es un intento a la desesperada no de sacarnos a todos de la crisis sino de aparentar cierta preocupación institucional por el pozo profundo en que España se está metiendo conforme se acerca a esa barrera psicológica que son los cinco millones de gente sin nada que traer a casa, salvo su tristeza por no poder dar un palo al agua. No hay palos ni agua.
Como la crisis aprieta y la opinión pública se forma su propia opinión, que es siempre un poco secreta aunque las encuestas la adivinen y los políticos la intuyan, el Gobierno tomó la pasada semana la determinación de cargarse 32 órganos oficiales que en primera instancia eran imprescindibles. Los cargos, junto a 29 empresas públicas que también han desaparecido, costaban 16 millones de euros. Pero había que tenerlos. Desde hace una semana, sobran. Y todo por la crisis.
Este episodio del recorte de cargos cuando la olla económica está a puntito de reventar ejemplifica muy bien la falta de rigor de unas instituciones públicas (y no me refiero sólo a este Gobierno nuestro) que no piensan en su estructura y funcionamiento con criterios inteligentes, sino con el criterio chulesco de quien tira con pólvora ajena. De 14 ministerios y de la Presidencia gubernamental se han suprimido direcciones generales, secretarías y departamentos que uno hubiera considerado en tiempos de vacas gordas fundamentales para garantizar no sé qué en el Estado de Derecho. Ya me entienden. Menos mal que el recorte ha sido masivo y así cada institución suprimida no ha acaparado un titular escandaloso por sí sola. Imaginen el siguiente titular, a secas: "El Gobierno destruye de un plumazo la Dirección General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información". El titular es cierto, o sea, que no hay que imaginarlo, pero adquiere dimensiones más escandalosas por sí solo que acompañado de 31 titulares similares.
La pregunta trascendente es: ¿eran tan importantes estas direcciones como para pagar 16 millones de euros por ellas o es que realmente son perfectamente suprimibles para ahorrar 16 millones de euros? Cuando uno anda mal de dinero, suprime las comidas en los restaurantes, los caprichos en el supermercado y las salidas de casa en general. Cuando nuestro Gobierno anda mal, es decir, fatal, suprime la Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional, del Ministerio de Justicia; la Dirección General del Instituto para la Vivienda de las Fuerzas Armadas, del Ministerio de Defensa; o la Dirección General de la Biblioteca Nacional, del Ministerio de Cultura, por poner sólo tres ejemplos. Precisamente este último ha hecho que su directora, Milagros del Corral, haya amenazado con irse a su casa por vergüenza torera, es decir, por avergonzarse de ocupar una de las decenas de cargos que el Gobierno considera hoy inútiles.
Tal vez ninguno de los órganos era inútil, y más bien los inútiles hayan sido los gestores incapaces de rentabilizarlos cuando la cosa iba bien, empezando por aplicar una colocación lógica por ministerios y terminando por agrupar con sapiencia sinérgica los que mejor hubieran funcionado juntos. Ejemplifico lo que digo. ¿Qué hacían en Presidencia del Gobierno direcciones generales como la de Política Económica, que hubiera quedado mejor en el Ministerio de Economía y Hacienda, o la de Educación y Cultura, que huelga decir donde hubiera encajado perfectamente? ¿Cómo es posible que ahora exista una Dirección General por la Igualdad y el Empleo y contra la Discriminación y hasta hace una semana existiera una Dirección General para la Igualdad en el Empleo y, por otro lado, una Dirección General contra la Discriminación?
¿Quiénes son los inútiles: los órganos suprimidos o los gestores que los organizaron? Ahora pagan la irresponsabilidad supina quienes seguramente han trabajado algo en el lugar que les encomendaron.
Ahora mismo andarán despidiéndose Zapatero y Rajoy en una reunión que debió producirse mucho antes y que, a estas alturas, resultará inservible. Ojalá me equivoque. La cita es un intento a la desesperada no de sacarnos a todos de la crisis sino de aparentar cierta preocupación institucional por el pozo profundo en que España se está metiendo conforme se acerca a esa barrera psicológica que son los cinco millones de gente sin nada que traer a casa, salvo su tristeza por no poder dar un palo al agua. No hay palos ni agua.
Como la crisis aprieta y la opinión pública se forma su propia opinión, que es siempre un poco secreta aunque las encuestas la adivinen y los políticos la intuyan, el Gobierno tomó la pasada semana la determinación de cargarse 32 órganos oficiales que en primera instancia eran imprescindibles. Los cargos, junto a 29 empresas públicas que también han desaparecido, costaban 16 millones de euros. Pero había que tenerlos. Desde hace una semana, sobran. Y todo por la crisis.
Este episodio del recorte de cargos cuando la olla económica está a puntito de reventar ejemplifica muy bien la falta de rigor de unas instituciones públicas (y no me refiero sólo a este Gobierno nuestro) que no piensan en su estructura y funcionamiento con criterios inteligentes, sino con el criterio chulesco de quien tira con pólvora ajena. De 14 ministerios y de la Presidencia gubernamental se han suprimido direcciones generales, secretarías y departamentos que uno hubiera considerado en tiempos de vacas gordas fundamentales para garantizar no sé qué en el Estado de Derecho. Ya me entienden. Menos mal que el recorte ha sido masivo y así cada institución suprimida no ha acaparado un titular escandaloso por sí sola. Imaginen el siguiente titular, a secas: "El Gobierno destruye de un plumazo la Dirección General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información". El titular es cierto, o sea, que no hay que imaginarlo, pero adquiere dimensiones más escandalosas por sí solo que acompañado de 31 titulares similares.
La pregunta trascendente es: ¿eran tan importantes estas direcciones como para pagar 16 millones de euros por ellas o es que realmente son perfectamente suprimibles para ahorrar 16 millones de euros? Cuando uno anda mal de dinero, suprime las comidas en los restaurantes, los caprichos en el supermercado y las salidas de casa en general. Cuando nuestro Gobierno anda mal, es decir, fatal, suprime la Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional, del Ministerio de Justicia; la Dirección General del Instituto para la Vivienda de las Fuerzas Armadas, del Ministerio de Defensa; o la Dirección General de la Biblioteca Nacional, del Ministerio de Cultura, por poner sólo tres ejemplos. Precisamente este último ha hecho que su directora, Milagros del Corral, haya amenazado con irse a su casa por vergüenza torera, es decir, por avergonzarse de ocupar una de las decenas de cargos que el Gobierno considera hoy inútiles.
Tal vez ninguno de los órganos era inútil, y más bien los inútiles hayan sido los gestores incapaces de rentabilizarlos cuando la cosa iba bien, empezando por aplicar una colocación lógica por ministerios y terminando por agrupar con sapiencia sinérgica los que mejor hubieran funcionado juntos. Ejemplifico lo que digo. ¿Qué hacían en Presidencia del Gobierno direcciones generales como la de Política Económica, que hubiera quedado mejor en el Ministerio de Economía y Hacienda, o la de Educación y Cultura, que huelga decir donde hubiera encajado perfectamente? ¿Cómo es posible que ahora exista una Dirección General por la Igualdad y el Empleo y contra la Discriminación y hasta hace una semana existiera una Dirección General para la Igualdad en el Empleo y, por otro lado, una Dirección General contra la Discriminación?
¿Quiénes son los inútiles: los órganos suprimidos o los gestores que los organizaron? Ahora pagan la irresponsabilidad supina quienes seguramente han trabajado algo en el lugar que les encomendaron.
- Este artículo aparece asimismo en el nº 2.007 del semanario Cambio16
2 comentarios:
la Dirección General de la Biblioteca Nacional, del Ministerio de Cultura, por poner sólo tres ejemplos. Precisamente este último ha hecho que su directora, Milagros del Corral, haya amenazado con irse a su casa por vergüenza torera, es decir,
-------------
por avergonzarse de ocupar una de las decenas de cargos que el Gobierno considera hoy inútiles.
-------------
Sobre este último parrafo es mi comentario.
Dudo mucho de que Doña Milagros del Corral se avergüence en absoluto de ocupar el cargo, sino de que algun tarado considere que es un cargo "inutil".
Claro, claro. Creí que quedaba clarísimo en mi artículo.
Publicar un comentario