Lo de Radio Televisión Española (RTVE) me parece mucho más importante que lo de Cataluña -o Canarias, o próximamente el País Vasco-, porque no sólo afecta al país -y no a una comunidad autónoma- sino a la proyección audiovisual más importante que tiene esta España nuestra en el mundo entero, este país tan nuestro que hasta hace un rato llamaba Nacional a la fiesta de matar el toro, acuchillándolo ante el irrespetable público que acude, estúpido de sangre y ascenso social en un tipo de sociedad ya anacrónico, y que ahora da la espalda al sangriento espectáculo de manera incluso institucional. La cadena pública de nuestro país, además de la líder de audiencia, ha decidido retirar de su parrilla las corridas de toros porque pueden dañar la sensibilidad de la infancia, cuyo horario se extiende (por fortuna) desde las 6.00 hasta las 24.00 horas, es decir, todo el santo día, como sabemos los que tenemos niños en edad de configurar una sensibilidad distinta para el futuro de nuestro país y nuestro mundo. Los taurófilos dirán que es una maldita excusa; yo sostengo que es una excusa bendita. A veces conviene que todos nos hagamos niños para gritar de una puñetera vez que el rey está desnudo.
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