Dicen que los mítines son instrumentos políticos del siglo XIX. Puede ser, pero todavía funcionan. Y se llenan, o medio llenan, depende del partido y del lugar. En cualquier caso, tienen una dosis fortísima de surrealismo que a mí me sigue sorprendiendo. Por ejemplo, qué pasaría si absolutamente todo lo que se promete en ellos se cumpliera. Evidentemente, los primeros que confían ciegamente en que no todo lo que prometen se cumpla son los propios mitineros. Sería insostenible. Pero los escuchantes tienen que sostener sus esperanzas aunque sea por debajo de lo real, es decir, en lo surreal, tan emparentado con el humor más fino. Por eso oír mítines es también una forma de pasar el rato con media sonrisa prometedora.
2 comentarios:
Llevo yo también dándole vueltas al asunto varios días. Es que los mítines no sirven absolutamente para nada. Se llenan de afiliados, amiguetes y pidefavores. Pero lo que se dice es previsible o incumplible. Es decir, que entonces, ¿para qué? Por otro lado, cada vez tengo más claro que un país o un sociedad no pueden funcionar a golpes electorales cada 4 años. Hay que tomar decisiones y estrategias que son favorables a medio y largo plazo, pero que pueden no ser rentables electoralmente. Es decir, que espero que pronto se replantee el sistema democrático y sea más ágil y más continuo, y no se limite a este desfile lamentable de candidatos y promesas que se olvidan un día después de los comicios.
Tienes mucha razón, Manuel, en lo del carácter tan poco ágil de nuestro sistema democrático. Estilísticamente, es decimonónico. Me temo que mucho que tendría que agudizarse la crisis para que el planteamiento político que aguantamos hoy por hoy llegue a cambiar.
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