No me vale como respuesta Estados Unidos, ni Barack Hussein Obama, ni un comando de la Marina de Guerra estadounidense, ni el odio reconcentrado de Occidente u otras cursilerías semejantes. No. Me refiero a quién apretó el gatillo, quién le metió la bala por el ojo e hizo estallar su masa encefálica en una fracción de segundo. Sería un hombre (¿o una mujer?) que nació, creció y se hizo adulto para ingresar en el Ejército, sin pensar jamás que estaba llamado a aniquilar de un disparo fugaz al hombre más buscado de la Tierra en toda la Historia. Quien matara a Bin Laden tendrá realmente una historia de abuelo cebolleta que contarle a sus nietos, aunque no lo crean. Cuando pasen muchos años, el marine de tiro fácil que derrumbó a Bin Laden sobre el suelo como cayeron aquellas dos torres sobre New York insistirá chocheando en que fue él quien mató a Bin Laden, fui yo, fui yo quien apretó el gatillo, me lo encontré de frente, con las manos en el regazo y de repente se incorporó con reflejo de pájaro de tan mal agüero, y entonces le disparé, sin pensarlo, sin pensar yo siquiera qué excusa iba a poner luego, qué explicación tendríamos que hilvanar en la Casa Blanca... Fui yo, fui yo quien maté a Bin Laden. Sí, abuelo, sí, lo que tú digas; ahora le ha dado por ahí.
Esto ocurrirá un día no muy lejano, y es probable que entonces caigamos en la cuenta de que necesariamente alguien tuvo que matar a Bin Laden, descerrajarle un tiro o dos para que se desplomara para siempre, diez años después de aquellos telediarios que duraron días, aquella maratoniana crónica de los escombros y los sonámbulos y los 3.000 muertos en la zona cero.
Pero para entonces, como ahora, no tendrá importancia quién fuera el que apretó el gatillo, el que no se lo pensó dos veces ni mucho menos se acordó de las reglas, las normas, la civilización, la justicia, las garantías procesales, los careos, los derechos, las sentencias, los recursos, el amparo, la ley, la defensa, el humanismo, la condena o el fiscal. Al fin y al cabo, todo esto es sólo atrezzo de zafarrancho para ir salvando mojones en la desenfrenada carrera por la venganza tan lejos del saloon, donde alguien colgó un día el cartel con 'Se busca ' y no precisó aclarar "Mejor muerto que vivo". Al fin y al cabo, cuando les toca el perder a los amos del mundo, toda la teoría resulta ser un cuento chino, o un cuento árabe traducido a todas las lenguas, para que nos enteremos de una puñetera vez.
Esto ocurrirá un día no muy lejano, y es probable que entonces caigamos en la cuenta de que necesariamente alguien tuvo que matar a Bin Laden, descerrajarle un tiro o dos para que se desplomara para siempre, diez años después de aquellos telediarios que duraron días, aquella maratoniana crónica de los escombros y los sonámbulos y los 3.000 muertos en la zona cero.
Pero para entonces, como ahora, no tendrá importancia quién fuera el que apretó el gatillo, el que no se lo pensó dos veces ni mucho menos se acordó de las reglas, las normas, la civilización, la justicia, las garantías procesales, los careos, los derechos, las sentencias, los recursos, el amparo, la ley, la defensa, el humanismo, la condena o el fiscal. Al fin y al cabo, todo esto es sólo atrezzo de zafarrancho para ir salvando mojones en la desenfrenada carrera por la venganza tan lejos del saloon, donde alguien colgó un día el cartel con 'Se busca ' y no precisó aclarar "Mejor muerto que vivo". Al fin y al cabo, cuando les toca el perder a los amos del mundo, toda la teoría resulta ser un cuento chino, o un cuento árabe traducido a todas las lenguas, para que nos enteremos de una puñetera vez.
- Este artículo se publica asimismo en el nº 2.059 del semanario Cambio16.
1 comentario:
hola Alvaro, Bin Laden lleva ya mucho tiempo muerto, eso solo es propaganda. Saludos de un conocido.
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