Ahora que está peatonalizada y antes que no lo estaba, la Esquina de Valiño de mi pueblo ha sido siempre una institución seria. Incluso desde antes de conocerla yo, sé por lo que cuentan o escriben otros viejos paisanos que fue un lugar de tertulia o conspiración, según el rato y la época. Pero sobre todo la Esquina de Valiño constituye el otro Cuatro Vientos interior, no como el de la general, mucho más abierto y despersonalizado, sino concentrado, cercano y plural al mismo tiempo, por donde uno puede pasar dos veces y enterarse sin hablar con nadie si el mundo ha amanecido bien o amenaza con derrumbarse. Hace un rato, antes de almorzar, le he comprado allí a un hombre una bolsita con diez higos higiénicamente pelados con unos guantes de látex como los de las clínicas. Alguien le habrá dicho al hombre que la gente es ya muy escrupulosa y que como no sea con guantes no se parará ni Dios. Así que allí está el viejo, porque ya tiene una edad, con su vespino y las angarillas, su gorra calada, su navaja y su sonrisa cálida pregonando como antiguamente: "¡10 higos, un euro! ¡Venga, que se va el tío!".
No me he equivocado al reproducir el pregón: 10 higos, un euro. Yo he comprado una bolsita y le he entregado al hombre un euro. Al decirle gracias, he sentido vergüenza y se me han acumulado las ideas. En medio de la calle me he reencontrado con Marina, que venía de comprar un bikini: 50 euros. Y conforme caminábamos en busca del coche, me he acordado de Montoro, de Rajoy, de De Guindos, de la Merkel, de Draghi... y de todas sus primas, que no tienen más riesgo que este vendedor de higos al que no van a retener en su casa con la paguita de viejo o la ayudita del yernazo.
¡Este señor de los higos sí que sabe de Economía!, he pensado apesadumbradamente. Porque lo he imaginado con su caña y su vespino con cerón, dejando atrás una polvareda mañanera por cualquier cañada de los alrededores, en busca de unas pencas que no fueran de nadie. Coger higos tiene guasa. Hay que capturarlos uno a uno, con una caña de casi tres metros, bajo unos pencales que te llenan de puyas quieras o no. Cuando tienes diez o doce, te parecen muy pocos y no tienes más remedio que seguir cogiendo, con parsimonia prudente entre los ariscos pencales. Una vez que tienes un montón como para llenar un cubo, es conveniente sacudirlos sobre una manta, en la arena, para que suelten puyas. Luego pelarlos es otra historia.
Yo siempre recordaré cómo lo hacía mi abuelo Eloy. Los tenía en un cubo de aluminio en el brocal del pozo, que es donde verdaderamente alcanzaba el frescor adecuado. "En el frigorífico ese se ponen relamíos", hubiera dicho el pobre. Mi abuelo andaba lentamente, como un obispo en el altar mayor. Se acercaba al brocal, cogía el cubo lleno de higos, se iba al corral, dejaba el cubo en el suelo, volvía a por su sillita baja, la colocaba en el lugar justo donde estuviera la corriente de la marea vespertina, se sentaba con cuidado, abría las piernas y apoyaba los codos en las rodillas huesudas, y comenzaba la operación con la navaja en la derecha y el higo en la izquierda, sostenido con mucho tino entre el dedo corazón y el pulgar, colocados sabiamente y sin mirar en los huecos donde no había puyas. Hacía un giro extraño con la mano izquierda para facilitar los tres cortes con la derecha, uno abajo, otro arriba y un tercero tranversal. Entonces soltaba la navaja en el filito del cubo y abría la cáscara, dejando el fruto, fresquito e irrestible, al alcance de mi mano, para que yo lo cogiera. Mientras me lo comía en tres o cuatro refrescantes y chorreantes bocados, yo pensaba en lo valiente que era mi abuelo para pelar tantos higos sin llenarse de puyas. "De esto sólo se puede comer uno o dos, que después ya sabes lo que pasa", decía él con retranca. Lo que pasaba es que uno se estreñía, por las pepitas, según se decía en aquella época.
Luego recuerdo que mi padre le quitaba hierro a esa prudencia excesiva en comer higos. "Te puedes comer cuatro o cinco y no pasa nada", decía él. Y aquella otra valentía a la hora de comer también la admiraba yo en mi asombro de niño. Algunas veces acompañé a mi padre a coger higos en verano. Llevaba un cubo enorme, para que el viaje mereciera la pena. Cuando volvíamos a casa y los había pelado para ponerlos en el frigorífico, se llevaba un rato chupándose los dedos y los bordes de las manos, para quitarse las puyas.
Muchos años después, cuando yo ya hacía reportajes para El Correo de Andalucía, al filo de esta crisis que entonces parecía que iba a durar un año, me enteré de que El Gamboo, uno de mi pueblo, había sembrado un campo de higos chumbos para sorpresa de los vecinos. Lo visité y me interesó tanto su historia de campesino emprendedor que escribí un reportaje para el periódico que tuvo cierto éxito. Todavía anda colgado en la web. Al final de aquel mismo verano, pasamos Marina y yo por la casa del Gamboo. Nos paró, nos dio un vaso de zumo de higos y nos regaló una garrafa entera, exagerada y generosamente. Tenía entonces El Gamboo la intención de aventurarse en el zumo y el helado de higos. Pero ya no supe más.
Cuando hoy compré la bolsita con diez higos, me dio vergüenza pagar solamente un euro, porque un solo higo, con todo lo que conlleva hasta que lo saboreas, no puede costar 10 céntimos, que es una moneda inútil. El hombre, sin embargo, me entregó la bolsita muy agradecido. Entonces me acordé de Montoro y de toda esa gente que no tiene ni idea de cómo coger higos chumbos y, por fuerza, tampoco de la economía verdadera, por la que, a pesar de ellos y sus tropelías, la gente no se muere de hambre. Ahora me he comido tres después de almorzar, para no ser tan prudente como mi abuelo ni tan valiente como mi padre, y para hacerle un homenaje íntimo a Aristóteles, aquel filósofo que insitía tanto en que en medio está la virtud y que en los últimos años ha sido completamente ignorado. Por eso estamos como estamos.
-Este artículo se publica también en el número de Septiembre de la revista Vía Marciala, de Utrera (Sevilla).
-Este artículo se publica también en el número de Septiembre de la revista Vía Marciala, de Utrera (Sevilla).