miércoles, 26 de septiembre de 2012

El mundo nos mira el culo

Por esta crisis sigilosa y aparentemente interminable han pasado ya casi cuatro millones de parados que se han ido sumando a los que había en 2007; alrededor de un millón de familias que, evidentemente, sobreviven sólo con lo que la economia sumergida está dispuesta a hacer con ellas; decenas de gurús económicos que no dieron una; y dos gobiernos de ideologías distintas que han venido a hacer lo mismo, a saber, lo que Bruselas les manda. A estas alturas del cuento, y después de ver cómo los ricos lloran mucho menos porque se les perdona mucho más, mientras sacan a raudales sus ahorros de una banca que hace un rato estaba radiante y hace mucho menos ha tenido que ser rescatada unas cuantas veces, sabemos que esta dirección no conduce a ningún buen fin. Lo debe de saber incluso el partido que nos gobierna, aunque parece que no está en condiciones de cambiar el rumbo, no se sabe muy bien  si porque ignora las alternativas, por malaleche o por estupidez. El caso es que se ensancha cada día más esa peligrosa brecha entre lo que significa España y lo que significa ser español. Una cosa es la teoría, la institución y el símbolo y otra muy distinta la carne, la calle y el desamparo. 

Rajoy va a ir a New York para representar a España ante las Naciones Unidas, pero me temo que no nos representará a los españoles, que, según publica The New York Times, que es todavía un periódico de los de antes -de los que se fía de lo que sus corresponsales viven en primera persona-, estamos asomados a los contenedores, en busca de comida. Aunque el reduccionismo del periódico americano nos puede escocer a quienes todavía no hemos llegado a tanto, tendremos que reconocer al menos que refleja mucho mejor la situación de España que esa preocupación de Rajoy y los suyos por Gibraltar y todas esas cortinas de humo que siempre utilizan los gobiernos cuando no les conviene hablar del asunto capital. El PP, cuando estaba en la oposición, era muy dado a censurar las pamplinas que Zapatero se sacaba de la manga cuando la crisis crecía y aquí nadie la reconocía oficialmente, pero ahora, ya digo, cuatro o cinco años después, a Rajoy empieza a interesarle mucho Gibraltar, las relaciones multilaterales y hasta la Alianza de Civilizaciones. Son los periódicos de fuera los que nos retratan en blanco y negro, con dientes podridos y el hambre pintada en la cara. Alguien tendría que ser, porque es cierto que hay miles de familias en la puta calle, millones de personas que quieren trabajar y no saben dónde y miles de niños pequeños que se van a la cama cada noche con ruido en las tripas. Y nada de eso ocurre en el África profunda, sino aquí: en Sevilla, en Cáceres, en Madrid o en Albacete. 



Al gobierno, que insiste en sus palos de ciego, parece no importarle que los repartan ahora su Policía, que en vez de estar para proteger al ciudadano, está para molerlo como cuando los grises, según puede comprobarse en las horrendas imágenes que nos han dejado las manifestaciones del 25-S. Habrá habido quien se pasó, quien se burló o quien provocó, pero nadie puede negar que la Policía no estuvo a la altura de las circunstancias. Nadie, salvo el gobierno, claro, que hoy la ha felicitado, como en una broma macabra frente a la ciudadanía, que padece ya de surrealismo crónico. 

La vicepresidenta, Soraya Sáez de Santamaría, decía ayer que junto a las medidas de recorte también hay que aplicar medidas de estímulo. Lo decía como quien descubre el Paraíso, después de que hasta el gato de la casa de mi vecina lo haya repetido simplemente porque todo el mundo lo dice. Lo decía como quien repite un mantra, pero ni ella misma se lo creía y ni ella misma sabía argumentarlo. La culpa la tendrá Rajoy, no digo que no, pero era ella quien hablaba. En realidad da igual quien hable porque todos repiten fórmulas vacías de verdad, mientras la prima de riesgo baila al son de nuestras incongruencias nacionales, al déficit no hay quien lo frene y las autonomías continúan pidiendo rescates como disimulando, cuatro o cinco mil millones de euros, como quien le deja caer a su abuela que se luzca con el aguinaldo y como si el bolsillo de la abuela fuera infinito... Qué país. Si Larra levantara la cabeza, la volvería a echar. Y tal vez nos encomendaría que volviéramos mañana. O pasado mañana. Al fin y al cabo, seguiremos oyendo las mismas chorradas.

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