Hay noticias que uno asume de refilón, sin querer leer a fondo para no cabrearse más. Y una de ellas, entrevista en la baraja hiriente de esta actualidad sangrante que nos atosiga cada día, es que el Rey, mientras millones de españolitos a los que una de las dos Españas siempre tienen que helarles el corazón no se dan de baja por miedo a perder el curro, se da de baja no sé exactamente por qué; qué más da, por alguna avería de su real cuerpazo al que ya le hemos pagado tantas operaciones... Se habrá caído cazando o se le habrá corrido la cadera hacia acá o hacia allá. Realmente, el trabajo es el trabajo. Y a los 75 tacos se jubilan ya hasta los obispos. En el Vaticano todo se andará, como se está viendo. Pero nuestro monarca, como se ve, tiene bien puesta su corina, quiero decir su corona... que a estas horas puede uno permitirse un traspiés, como él allá donde lo pongan. Desde que vino de Botswana, sus asesores le pidieron la agenda y se sentaron frente a él, carraspeando, sopesando lo difícil que sería recolocarlo en ese limbo lindo por el que todos, incluso los republicanos convencidos, éramos juancarlistas sin ser monárquicos, que es en este país como nadar y guardar la ropa, como ser progre y hacer la pelota, o mejor, la corte al establishment que nunca falla. No fallaba, hasta que llegó el yernazo, demasiado confiado. La confianza ya se sabe. Los asesores, como iba diciendo, lo tenían difícil. Y encima se complicó lo de Urdangarín, se supo el enfado crónico de la Reina, lo de la amante y el alba del alhelí... en fin. Pero como los asesores son pertinaces, insisto, no desesperaron, y lo pusieron a trabajar como nunca: y pidió perdón por la tele, y viajó con los empresarios, y le echó locuacidad a la cosa, y ni se sentó para soltar su emblemático discurso de Nochebuena a tres cámaras lentas... que los herederos aumentan, le diría Felipe, un suponer. Pero nada ha sido suficiente. Los asesores, que no son tontos -ellos, no-, se lo han jugado todo a la última carta. A este tío hay que retirarlo una temporadita. Y se lo han dicho. Entre dos y seis meses, miarma, a ver si así... Hoy, por lo que se ve, había orden de anunciarlo en los telediarios. Los asesores piensan que no ha sido el mejor día, con el aumento del paro en febrero. Menos mal que nuestro gobierno siempre tiene la explicación: febrero es siempre un mal mes. Lo es.
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