Fue ministra de Educación, sobrina del gran poeta Jaime Gil de Biedma y presidenta de la Comunidad madrileña, pero sobre todo es una showoman de esas que convierten en trending topic cualquier gesto rutinario de su divertida ocupación política. Lo ha dicho ella, como un chiste. Se le nota que se lo pasa pipa ejerciendo de política, especialmente en la célebre acepción española del término que tan poca relación precisa con la responsabilidad ejemplar de representar a la polis y a la res o cosa pública. La res pública suena a república, y eso, tanto para los nobles como para los neoliberales, suena y huele fatal. Aquí se promociona mucho al político con personalidad, que es lo mismo que decir político por libre o verso suelto, pero no tanto porque vislumbre medidas mucho más esperanzadoras para todos que el resto del aparato, sino porque salga más, a solas y con sus gracietas, en las ediciones del telediario.
La Aguirre, que vive fundamentalmente de su condición de ex, en plural, protagoniza ahora telediarios y muchas tertulias porque, multada por un agente de Madrid, después de que ella se metiera en un carril bus, se dio a la fuga porque, según su criterio soberano, el policía había terminado con ella aunque le dijera que se esperara a que le diera una copia. Tonterías, debió pensar al meter la primera. Luego, tras haber recapacitado sobre su acción en caliente, ha explicado en frío que este tipo de agentes son más bien de la inmovilidad, que le tienen ganas, que son machistas y que sobre todo buscan, con la multita, hacerse famosos a su costa. Si los conocerá ella...
Todo ello lo dice la misma estrella del PP a la que no le hubiera importado presidir nuestro país y a la que la autoridad de los agentes, en otros fregados, le parece incuestionable. La hipocresía nunca fue un impedimento para la arena pública; más bien al contrario.
Lo peor es la escasez de consecuencias, más allá de los chascarrillos, los whatsapps creativos y el pataleo de sobremesa. En un país como el nuestro, estas salidas de tono hasta se premian. Por eso lo peor de la crisis, no de esta crisis última del paro y la cosa financiera, sino de la crisis secular que soportamos con resignación, es que con líderes de este tipo nos falte tanta esperanza.
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