Parecen los perfiles femeninos que contempla el Gobierno, a la luz de sus consejos para que las mujeres no terminen violadas, supongo que a excepción de sus ministras, que seguramente son muy vivas e independientes. La lista de recomendaciones evidencia que se ha asumido que, como el peatón frente al tráfico, no es sólo que la mujer tenga siempre las de perder, sino que es ella quien tiene la culpa, especialmente por ser mujer frente al desmadejado y comprensible instinto del hombre, desconsideradamente provocado. Recuerdo haber oído en casa de mi abuela, en el aire enrarecido y machista de la época, que los hombres no son de palo. "Es que un hombre es un hombre, no es un palo", decía alguna mujer, y a mí me quedaba, de niño, el desasosiego de no entender la perogrullada,; más tarde, la morbosa cosquilla de atisbar algo; y ahora, la alucinación de que, en esta guerra cóncava de géneros, no es que hombres y mujeres converjamos hacia el ser personas, sino que los hombres divergen de los palos y las mujeres, de ser apaleadas. Y mientras las mismas potencias gubernamentales se esfuerzan hipócritamente en promocionar eso que ahora llaman valores transversales, que incluye la Igualdad -así con mayúsculas, incluso para bautizar otro ministerio-, por otro lado, simultáneamente, asume la cuenta la vieja, con la boca pequeña, de una desigualdad presuntamente por naturaleza.
Con lo cual, lo más pragmático que encuentra es convocar a sabios de toda ralea para hacer un listín que quepa en el bolso, muy práctico -de usar y no tirar jamás-, al estilo del que la abuela confeccionaría para Caperucita. "Si vive sola, no ponga su nombre de pila en el buzón". No es del cuento del lobo, sino de las recomendaciones oficiales. "No haga auto-stop ni recoja en su coche a desconocidos". Tampoco es de la monserga de nuestros papás, sino oficial oficial. El decálogo añade que si es de noche, la mujer ha de evitar una parada solitaria de autobús, y si se sube y no está muy concurrido, debe sentarse cerquita del conductor. No me invento nada, aunque yo creería que sí si lo leyera de otro que no fuera el Gobierno. Lo de los silbatos tiene su gracia macabra, porque asegura que en países europeos -como una garantía de que lo que se está diciendo no es una españolada, o sea, una catetada, sino que lo hacen los modernos- se utilizan para espantar al previolador. Y se añade: "Considere la posibilidad de adquirir uno", como quien te dice: "Háztelo mirar" o "Yo que tú me lo pensaría"... o quien te anuncia un silbato en la teletienda y acto seguido te agobia con dos números telefónicos parpadeantes e incluso te promete en última instancia dos silbatos por el precio de uno si llama en los siguientes cinco minutos. La mujer, según estos consejos, ha de mirar a su alrededor antes de aparcar, e incluso observar el interior del vehículo antes de abrirlo. "Evite entrar en el ascensor si está ocupado por un extraño", añaden las recomendaciones en el colmo del humor negro, reduciendo la posibilidad femenina de usar el ascensor a su bloque de vecinos, y no siempre, pues a cada rato llega un cuñado del quinto o un amigo del hijo del segundo al que no conoce de nada y entonces, claro, a subir a patas, que el ejercicio siempre es sano.
Bromas aparte, el asunto es lo suficientemente serio como para considerar que si hay algo de depuración ciudadana en la élite política y por ende en las Administraciones, y el resultado es este catálogo de chistes machistas de mal gusto, en la calle el problema -quiero decir el machismo recalcitrante- campa a sus anchas, y quien dice en la calle dice en las tiendas, en los colegios y en los salones de cada casa desde los que se mira el mundo a través de los turbios visillos de otra época.