martes, 16 de septiembre de 2014

Embestida hacia el pasado

Dicen que de 1534 -mientras el sevillano Bartolomé de las Casas emprendía una lucha irreversible a favor de los indios como seres humanos y el toledano Garcilaso de la Vega cantaba en églogas italianizantes su amor imposible- datan las primeras referencias a ese espectáculo salvaje que ayer mismo seguía llamándose Torneo del Toro de la Vega. Es muy probable que tales referencias escritas fueran ya muy tardías, de cuando el Renacimiento posibilitó incluso dejar constancia de las barbaridades que el Medioevo había sostenido a lomos del mítico embrutecimiento del que no se libraba ni el campo en el que tuvo lugar el mayor repartimiento del mundo, del globo mismo en planeta entre los Estados más poderosos de entonces que cabían pese a sus ciegas ambiciones en la misma Península de toda la vida. Pues ayer, cinco siglos después y hasta con el mismísimo gobierno franquista suavizando la vergüenza nacional –se prohibió la muerte del animal entre 1966 y 1970-, este torneo, que no tiene nada de tal si se considera el medio millar de lanzas para acorralar al bicho, volvió a metaforizarnos como país en medio mundo incluso ahora que ya ni soñamos con repartirnos nada. 




Un toro matado a pinchazos; españoles llorando de rabia frente a españoles destilando odio en sus malditas sonrisas; y las fuerzas de seguridad del Estado evitando enfrentamientos, es decir, amparando la barbarie oficial. Ayer en Tordesillas no se firmaba ningún tratado ni se repartía el Globo, pero Goya, ausente, ha vuelto a retratarnos como indeseable oscuridad del mundo. Los telediarios ofrecieron como otra noticia tópica de final de verano el aguafuerte de muchedumbre, polvareda, lanzas, gritos, sangre y toro muerto. Y en esa silueta negra de astado vencido se alzaba victorioso nuestro empecinamiento patriótico contra el humanismo, la progresía y un futuro en el que avergonzarnos menos frente a nuestros hijos; esta España inferior que seguimos siendo, en profecía machadiana, orando y embistiendo cuando nos dignamos usar la cabeza. Desde Tordesillas se disolvió la masa, hasta el año que viene. Ya pasó todo. Los animalistas para un lado y los animales para otro.

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