Dicen que de 1534 -mientras el sevillano
Bartolomé de las Casas emprendía una lucha irreversible a favor de los indios
como seres humanos y el toledano Garcilaso de la Vega cantaba en églogas italianizantes
su amor imposible- datan las primeras referencias a ese espectáculo salvaje que
ayer mismo seguía llamándose Torneo del Toro de la Vega. Es muy probable que
tales referencias escritas fueran ya muy tardías, de cuando el Renacimiento
posibilitó incluso dejar constancia de las barbaridades que el Medioevo había
sostenido a lomos del mítico embrutecimiento del que no se libraba ni el campo
en el que tuvo lugar el mayor repartimiento del mundo, del globo mismo en
planeta entre los Estados más poderosos de entonces que cabían pese a sus ciegas
ambiciones en la misma Península de toda la vida. Pues ayer, cinco siglos
después y hasta con el mismísimo gobierno franquista suavizando la vergüenza
nacional –se prohibió la muerte del animal entre 1966 y 1970-, este torneo, que
no tiene nada de tal si se considera el medio millar de lanzas para acorralar
al bicho, volvió a metaforizarnos como país en medio mundo incluso ahora que ya
ni soñamos con repartirnos nada.
Un toro matado a
pinchazos; españoles llorando de rabia frente a españoles destilando odio en
sus malditas sonrisas; y las fuerzas de seguridad del Estado evitando
enfrentamientos, es decir, amparando la barbarie oficial. Ayer en Tordesillas
no se firmaba ningún tratado ni se repartía el Globo, pero Goya, ausente, ha
vuelto a retratarnos como indeseable oscuridad del mundo. Los telediarios
ofrecieron como otra noticia tópica de final de verano el aguafuerte de
muchedumbre, polvareda, lanzas, gritos, sangre y toro muerto. Y en esa silueta
negra de astado vencido se alzaba victorioso nuestro empecinamiento patriótico
contra el humanismo, la progresía y un futuro en el que avergonzarnos menos
frente a nuestros hijos; esta España inferior que seguimos siendo, en profecía
machadiana, orando y embistiendo cuando nos dignamos usar la cabeza. Desde
Tordesillas se disolvió la masa, hasta el año que viene. Ya pasó todo. Los
animalistas para un lado y los animales para otro.
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