Aparte de para dar mítines, las iglesias son todavía escenarios de determinados milagros que pasan inadvertidos. En la parroquia de Santa Teresa y San José, cerca de la madrileña Plaza de España, un indigente pedía limosna esta mañana en la puerta cuando ha escuchado el llanto de un bebé. El mendigo entró en el templo y se encontró con un niño de pocos días dentro del confesionario. Estaba limpio, con un pijama. Cuando el pobre ha dado la voz de alarma, la Policía ha ingresado al pequeño en el hospital Niño Jesús. Ahora se investiga para encontrar a la madre. O al padre, supongo, aunque de éste no se habla nada en los periódicos digitales. La era de la cooeducación, claro.
El suceso tiene su pátina de guión de cine. Un mendigo, un bebé, ambos abandonados en una iglesia, sin conocerse, con edades remotamente distintas, con historias totalmente diferentes, ambos demasiado humanos. El indigente que se asoma al fondo sin límite de los ojitos del niño. El bebé que no advierte sino borrosidades en su brevísima vida. El pobre desconcertado al que acaso le resuena la copla: "¡Que no daría yo por empezar de nuevo...!"
Y el confesionario inservible, en el que ya nadie tiene nada que confesar.
1 comentario:
No está nada mal, que, al menos una vez en la vida, nos den una merecida segunda oportunidad. Al bebé, recién nacido, le llegará muy pronto. Quizás aún no sea tarde para el mendigo, aunque acaso venga de vuelta. ¿Guión de cine o realidad?
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