Después de que la Selección Española de Fútbol ganara la Eurocopa (creo que se llama así, pero no me hagan demasiado caso; me pierdo con estos nombres semivacíos) y millones de españoles actuaran como si les hubiera tocado la lotería, para mi asombro, parece que la rutina vuelve a imponerse, con sus lotes de parados y malas noticias al amanecer. No me considero ningún aguafiestas, pero por mucho que me paro a pensarlo no consigo comprender que tanta gente celebre que un puñado de chavales a los que se les da fenomenalmente jugar al fútbol hayan ganado un campeonato europeo después de jugar seis partidos y ahora se lleven calentitos 50 millones de las pesetas que todos echamos de menos. No es envidia, no es descaste, no es mal rollo. Es, simple y llanamente, que no lo comprendo. Todavía si alguno de los futbolistas fuera mi primo o mi hijo o mi hermano, todavía. Todavía si los que se desgañitan animando al equipo de sus pasiones se llevaran una módica cantidad, simbólica, de -digamos- diez euritos, todavía. Pero estando el patio como está y el futuro como está, comprendo cada día menos cosas. Me esfuerzo, no se crean. Y pienso que se trata de un fenómeno de masas por el que muchas personas se olvidan de sus propios problemas, de sus propias agonías y experimentan un halo de felicidad al saberse parte de una colectividad que hace suyos los triunfos de unos jugadores que nos representan a todos los que vivimos en España. Pero luego lo pienso todo fríamente y sigo sin comprenderlo de verdad. Debo de ser un tío muy frío, o un tío demasiado racional. Supongo. Porque, créanme, vi, por ejemplo, el partido de la final, el de la Italia humillada por el 4-0. Y sí, me entusiasmé con los goles y todo eso. Pero cuando terminó el partido y escuché los berridos y las trompetas de la masa, volví a darme de bruces con una realidad que cada día entiendo menos. Muchos paisanos se fueron, al parecer, a celebrarlo a la fuente principal de la avenida principal de mi pueblo. A celebrarlo. En fin.
Yo miré a mi hijo, al que Marina le había comprado una camiseta roja de esas, en los chinos. Disfruté mirándolo porque es muy guapo, con esa camiseta o con la que sea. Pero me lo imaginé veinte años después, y deseé no verlo celebrando nada tan ajeno como un partido de la tele con un entusiasmo tan fuera de lugar. Imaginé, sobre todo, que dentro de veinte años esta crisis que está arruinando el futuro de los jóvenes fuera ya pasado histórico, de esa clase de pasado que se mira por el rabillo del ojo y del que los viejos siempre hablan con suficiencia de sabiondos. Imaginé que los políticos que salen por la tele fueran otros, pero otros de verdad, no los herederos de estos papafritas que no tienen siquiera una porción de discurso mínimamente esperanzodora, sino una serie de clichés repetitivos que ya no convencen a nadie y tal vez por eso oigo gilipolleces tales como la proposición de que Vicente del Bosque, el seleccionador de los futbolistas estos, sea presidente del Gobierno. Qué vamos a esperar.
Hablando en serio, más allá de estas celebraciones tan periódicas que siempre acaban con borracheras, calles sucias y muchos tíos con camisetas iguales y bolsitos en banderolas, aborregados, hablando en serio, digo, me preocupa seriamente que mi país destaque solo porque nuestra selección de futbolistas haya ganado los partidos que se le han puesto por delante. Que no destaque en investigación ni en economía ni en resultados educativos ni en gestión de los propios recursos. Y, sobre todo, me preocupa que esa élite de pensadores que debería decir todo esto a las claras se pliegue, sin embargo, a agavillar una serie de mentiras políticamente correctas para seguir bailándole el agua a no sé quién: que esta selección es un ejemplo a seguir, que con el esfuerzo se llega a cualquier sitio, que si el compañerismo, que si el coraje, que si la raza española. El esfuerzo y la honestidad son otra cosa, que se mide en años de sacrificio y no en un juego con la pelota. Hablamos de la vida, idiotas, me gustaría decirles a los amigos que aprecio de verdad. Una cosa es el fútbol, ese fútbol aupado a símbolo de no sé qué, a cortina de sí sé qué, y otra cosa la vida, que es algo irrepetible y muchísimo más serio.
En los próximos años intentaré enseñárselo a mi hijo, que empieza la escuela en septiembre, y al que le queda tanto por vivir en serio, por fortuna.
10 comentarios:
Manolete76. Pues a mí me han ingresao 30 euros por haber ganao la Urocopa. :-)) . Muy buen artículo Alvaro.
Yo, a mi hijo no lo habría vestido de rojo, ni lo habría llevado a ver el partido delante de un televisor común, ni mucho menos acudir a esa celebración absurda en la fuente del pueblo. Le habría dicho:
–Hijo, sólo se celebra aquello que haya conseguido o trabajado papá, mamá o alguien de la familia, incluso si me apuras, tu mejor amigo. De modo que aquí no hay nada que celebrar. No conocemos a quienes han ganado, nunca hemos hablado con ellos, no sabemos dónde viven ni si son buenas o malas personas. Han ganado seis partidos y sólo ellos ganarán mucho dinero para sus famillias. Nosotros no hemos ganado nada.
Sería importante realizar una labor educativa que desprestigiara el fútbol, que destapara los males que desprende el fútbol (no como deporte, claro) como espectáculo y negocio.
Pero llevando a los niños al fútbol, vistiéndolos de rojo o fomentando esas celebraciones, seguiremos construyendo un mundo en el que lo importante (trabajo, estudio, esfuerzo, cultura...) será secundario, y lo fútil (el fútbol y sus repercusiones mediáticas) será lo principal. Nos pasamos la vida enseñando a diferenciar las ideas principales de las secundarias, la tesis de los argumentos, y ahora confundimos el sentido que tiene respetar el orden de prioridad.
Impecable artículo, Álvaro. Como siempre, con el dardo en la palabra.
Un abrazo, hermano.
Alvaro que pasa? Joder macho, me has leido el pensamiento y ademas lo has plasmado en tu artículo tal y como (o mejor dicho, muchísimo mejor) de como a mi me hubiera gustado expresarlo. Por fin encuentro alguien que piensa exactamente lo mismo que yo respecto a todo esto, pensaba que era el unico. Y lo peor es que ya uno no puede ni decirlo, porque si esto se lo dices a alguien quedas mal y te miran con cara de "menudo bicho raro estas hecho". Y mira que a mi me gusta el futbol, pero todo lo que sea no seguir a la masa borreguil parece delito.
Lo que también me molesta de todo esto es que digan que por haber ganado la eurocopa los españoles nos sentimos mas españoles, que somos mas patriotas por cosas como estas. No comprendo por que a la mínima oportunidad se mezcla la politica con un acontecimiento deportivo (que no debería pasar de ser lo que es), ni tampoco comprendo pq. una noticia deportiva puede eclipsar al resto de noticias, aun con la que esta cayendo.
Manolete76 a ti te han ingresado 30 euros pq. has apostado a España y ha ganado. Si hubieras apostado a Irlanda y hubiera ganado la eurocopa hubieras ganado mucho mas. No mezcles churras con merinas.
Esa es la típica respuesta que da la gente a la que le comento esto, siempre suelen saltar por "la via Tarifa" como dicen en mi pueblo. Aunque en tu caso entiendo que lo dices de coña por el muñeco que pones despues de "Urocopa".
José Domingo, me tranquiliza comprobar que sigues siendo un radical, jajaaj. No Cars Go, yo siempre quiero pensar que no estoy solo en el mundo pensando lo que pienso. En cuanto a que otros piensen lo contrario o que censuren lo que tú piensas, ¡viva la libertad! Fíjate en este Manolete76 al que no tengo el gusto de conocer -que yo sepa. Si el mote es el mismo, me suena de haber criticado algún artículo mío en El Correo, creo, en otra época, y ahora le gusta lo que escribo. Me alegro muchísimo, e insisto: ¡Viva la libertad!
Pues sin que sirva de precedente, hemos visto este asunto de forma radicalmente distinta. Dos días antes había escrito "Generación Esperanza", entre otras cosas porque en tipos como Iniesta, Xavi o Casillas veo los mismos valores que en ti, Josedo u otros muchos. Hombres de una misma generación educados para trabajar y sacrificarse con discreción.
Aunque pueda no parecerlo, llegar a futbolista de élite es una aventura durísima a la que muy pocos consiguen llegar. Requiere ciertas aptitudes, mucha actitud y decir no a lo que muchos jóvenes no pueden resistirse durante muchos años de su vida.
Otros, en cambio, llegan y pierden la cabeza. Estos no. Estos forman parte de la misma generación que tú y que yo: educados para trabajar y triunfar con naturalidad.
Alabar a una generación es reconocer que algo hemos hecho bien. Asunto aparte es el circo montado alrededor del éxito. Sabemos bien cómo funcionan la sociedad, los medios de comunicación y el negocio pero precisamente de eso no tienen responsabilidad alguna ni los jugadores ni el entrenador Del Bosque, un tipo admirable (supongo que en su día entenderías la ironía).
Sabes que no soy futbolero. He seguido esta Eurocopa como un mero observador. Y he disfrutado. En los últimos años habré conocido a unos 5.000 jóvenes. Muchos de ellos serán decisivos en sus campos de trabajo: la educación, la ciencia, el deporte, la empresa, la cultura. Con ellos sentía la misma sensación que observando la personalidad y el carácter de nuestra selección nacional.
A medio plazo, soy optimista.
¡Un abrazo!
Manuel
Querido Manuel:
Tu visión de lo positivo en el fútbol y particularmente en el crecimiento como personas de esos fubolistas me parece muy oportuna, y la comparto. Aquí cerca conocemos el caso de Jesús Navas, admirable. Pero en mi artículo me refería a esa porción hiperbólica de sociedad que hace, ingenuamente, del éxito futbolero un éxito nacional. Bien está que, como tú, focalices la metáfora de unos chavales representativos de una generación que se ha superado a sí misma, pero de ahí a celebrarlo todo literalmente, y que encima las mentes que no se consideran masa populachera también mantengan la misma tesis, engañosamente, dista un gran trecho. Y a este peligro me refería, como tú habrás entendido perfectamente. Las ironías las cojo yo también muy bien, como supondrás. Me alegro de dialogar contigo por aquí. Por cierto, las noches de Córdoba, preciosas y fresquitas en Las Tendillas. Una gozada para repetir.
¿Y eso no te parece una hipérbole, decir que en Córdoba las noches son fresquitas? jejeje
Jajajaja... No, de verdad, en Las Tendillas, a eso de las 11 de la noche, cenando, se estaba muy bien. Es una plaza muy amplia donde corre el airecito y crecen los surtidores de agua de varias fuentes... Hablo al menos de las dos noches que pasamos allí, hace un par de semanas.
Sí, es una plaza muy recomendable para las noches de verano. Se está muy a gusto allí. Nosotros solemos ir bastante porque en una de sus esquinas se ubica "La flor de Levante", la heladería favorita de Sara.
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