miércoles, 28 de noviembre de 2007
Flamencos
Una de nuestras pasiones es el flamenco. Nos arrastró a ella José Monje Cruz hace ya tanto... A través de su magia y de su duende intentamos ver más allá. Y con su pálpito acompasado de tierra nos acercamos al ser humano con una mirada diferente. Ahí abajo del blog construiré también una galería de cositas flamencas, para los cabales y para los neófitos en el quejío. Y ole.
Modelos
Modelo es lo digno de imitación. Ser modelo, a secas y a bote pronto, debería significar la gran responsabilidad de que los otros pretendan imitarte. Algo modélico viene a ser sin tacha, impecable. La clave de por qué este concepto es tan polémico está, como siempre, en los criterios que se utilizan para considerar que algo es digno de imitación. Y aquí entra, una vez más, el relativismo al que desde posiciones neoconservadoras se ataca ahora tanto pero que, de alguna forma, es inevitable por venir marcado por los signos de los tiempos. Esta mañana me han preguntado algunas alumnas, boquiabiertas y extasiadas, si yo soy del pueblo de las gemelas del Gran Hermano. Les he contestado que sí. Me han preguntado, asimismo, que si yo las conozco a ellas y a sus familias. Les he contestado que sí. Y se han puesto a chillar como endemoniadas o como fans incontroladas de no sé qué, la verdad. Yo me quedé tal cual, con cara de pócker. "Pero, ¿viven allí? ¿son de allí de toda la vida? No me lo puedo creer...", ha dicho una. Tremendo.
Esas gemelas son, parece ser, modelos. Modelos para la juventud. Dos chicas pueblerinas, sin formación, peluqueras y limpiadoras para ganarse la vida, sin cultura notable, sin otra cosmovisión que la que programe el equipo de Mercedes Milá. Dos cualquieras aupadas a la fama volátil de la tele. Y son modelos para algunas de mis alumnas. O sea, que éstas y otras muchas que no lo dicen no aspiran a convertirse en mujeres independientes, activas, cultas, viajeras, decentes. No. La aspiración se topa, chata y ruda, con el Gran Hermano, adonde no hace falta ni el graduado de la ESO para llegar, sino cierto desparpajo o cierta particularidad sinvergonzona o cateta. En el caso de mis paisanas parece haber actuado más bien esta última. Su ceceo, televisivo desde que ellas lo promocionan en Tele5 y gubernamental desde que Zapatero lo utiliza para su campaña, es uno de los atractivos para otros muchos catetos que alucinan con cualquier pollada que les ofrezca esta neotelevisión de la cámara (des)oculta, el objetivo que ya no es secreto porque todos los grabados son conscientes de serlo.
En el pueblo de al lado, Lebrija, de donde fue Elio Antonio y su primera Gramática castellana, ahora la monda es Noelia, la supermodelo. El superlativo, tan pijo y tan recurrente en una sociedad juvenil sin riqueza léxica, me hace reír, inevitablemente. El pueblo se ha volcado, dicen. Todos los pueblos y sus ayuntamientos se vuelcan con cualquier personaje si viene de parte de la tele. La dictadura televisiva, que nos impone modelos porque sí. Una chica guapa, sacudida en la coctelera de los estudios de audiencia, es supermodelo porque lo dice no sé qué programa. Y la gente se vuelca. Y las niñas querrán ser como ella. Mañana los guionistas se inventarán otra película. Y la gente se volcará. Y la juventud, locamente... Y a la postre esta juventud se hace juventud madurita, de 35, vamos, y se desorienta... Es lo que hay. Y todo por manipular el significado digno de la palabra "modelo". Pero es que hoy ya no sabemos lo que es digno, o no se quiere saber...
martes, 27 de noviembre de 2007
El victimismo eclesial
Andan los curas, algunos curas, haciendo lo que mejor saben en los altares: lloriquear cual hermandad de San Vicente. Ahora lo hacen como propaganda de pobreza frente al nuevo sistema de financiación que les ha procurado el gobierno socialista y que les mejorará las cantidades prestadas siempre que la feligresía responda, como mínimo, igual que hasta ahora. El gobierno socialista actual, el mismo del que algunos presbíteros dicen que está rompiendo España y tremebundas cosas parecidas, es también el único de cuantos han pasado por nuestra todavía joven democracia que ha descartado una revisión de los acuerdos con la Santa Sede de 1979. Todos los anteriores no prometieron nada, simplemente dejaron pasar. El de Zapatero ha descartado revisar estos acuerdos. Y esto no lo dice la Iglesia porque no quiere, porque le interesa ese papel de victimismo que tantos réditos le ha dado en la historia. El sistema de financiación que existía hasta ahora consistía en una cantidad fija de los Presupuestos Generales del Estado más la cantidad que acumulasen las cruces que los católicos pusieran en su declaración de la Renta, y que suponía un 0,52%. Ahora, la cantidad fija de los presupuestos ha desaparecido, pero la cantidad que supone la equis del IRPF ha ascendido a 0,70%, lo que supone un incremento del 34%. En cifras redondas, los curas salen ganando siempre que el número de equis de los católicos permanezca. Otra cosa es que los católicos que marcan la crucecita empiecen a disminuir, claro. Y otra cosa es que en Andalucía, concretamente, el número de católicos que marca esa equis haya caído a la mitad; si en 1992 un 49,8% de los andaluces colaboraba, a través de su declaración de la renta, con el sostenimiento de la Iglesia Católica, la cifra ha descendido en el último año a un 26,9%. Ambos porcentajes, el de antes y el de ahora, no dejan de constrastar rudamente con el del 92% de los andaluces que se declaran católicos.
Si tenemos en cuenta, además, que el 0,52% de antes o el 0,70% de ahora no son sino cesiones del gobierno democrático a una religión privada en un estado laico, convendremos en que el gobierno socialista de Zapatero es solidario con la Iglesia. Los curas no le pagan con la misma moneda, sino que muchos de ellos recomiendan abiertamente en sus homilías que se vote al PP e incluso dicen cosas horrendas del gabinete socialista.
En definitiva, la tarea de los curas debería concentrarse no en atacar a un gobierno que, pese a no ser de su color preferido está actuando mejor que esperaba, sino en animar a sus ovejas a tomar conciencia de que si quieren Iglesia deberán ser ellas las que la sostengan, y no todos, quiero decir, no también las ovejas descarriadas. Los obispos deberían conseguir en Andalucía que el 92% de los andaluces que se confiesa católico ponga la equis en su declaración de la renta. Entonces le iría a la Iglesia muchísimo mejor. Y eso no es tarea ni culpa de ningún gobierno, sino tal vez cuestión de cercanía de los prelados con la calle, con el pan nuestro de cada día.
Si tenemos en cuenta, además, que el 0,52% de antes o el 0,70% de ahora no son sino cesiones del gobierno democrático a una religión privada en un estado laico, convendremos en que el gobierno socialista de Zapatero es solidario con la Iglesia. Los curas no le pagan con la misma moneda, sino que muchos de ellos recomiendan abiertamente en sus homilías que se vote al PP e incluso dicen cosas horrendas del gabinete socialista.
En definitiva, la tarea de los curas debería concentrarse no en atacar a un gobierno que, pese a no ser de su color preferido está actuando mejor que esperaba, sino en animar a sus ovejas a tomar conciencia de que si quieren Iglesia deberán ser ellas las que la sostengan, y no todos, quiero decir, no también las ovejas descarriadas. Los obispos deberían conseguir en Andalucía que el 92% de los andaluces que se confiesa católico ponga la equis en su declaración de la renta. Entonces le iría a la Iglesia muchísimo mejor. Y eso no es tarea ni culpa de ningún gobierno, sino tal vez cuestión de cercanía de los prelados con la calle, con el pan nuestro de cada día.
domingo, 25 de noviembre de 2007
Libertinaje digital
Se me quedó grabado en mis tiempos de instituto el título de uno de los libros más famosos de Erich Fromm, El miedo a la libertad. Cuando yo tenía 16 años difícilmente iba a comprender el sentido completo de aquel eslogan que a mí entonces me sonaba a una paradoja sin demasiada trascendencia. Figúrense que por la adolescencia se pasa justamente para no tener miedo a nada, y menos a la libertad. El tiempo se encargó de enseñarme qué significaba aquello. La libertad es un bien tan preciado como peligroso, una espada de doble filo que siempre corta por el peor. Con el advenimiento de las pantallas de las que hemos reflexionado en este mismo blog en más de una ocasión, la libertad de captar trozos de realidad y relanzarlos por todo el globo está a la última. Pero esos trozos de realidad que se graban y se difunden son siempre los más perniciosos, los más crueles, los más asquerosos. Sexo, violencia y cosas peores. La libertad convertida en libertinaje. Lo decían los moralistas y gentes retrógradas a las que ahora habría que darles parte de razón. Ese trozo de razón se lo están dando los malnacidos que vejan a los disminuídos, los faltos de escrúpulo que convencen a niñas para que se desnuden en internet, los perversos que dan palizas a mendigos o a compañeros de clase para reírse frente a la pantalla. Decían mis mayores que no hay cosa más mala que un pobre harto de pan; o que era peor un pobre harto de pan que un rico de toda la vida. Yo añado que no hay cosa más cateta que un cateto con un móvil; o que un cateto con un móvil es insoportable. Los casos de vejaciones grabadas con las cámaras de los teléfonos crecen como la espuma; es la nueva lacra social y va a acabar sustituyendo a la violencia doméstica; en cualquier caso, esta violencia acabará redefiniéndose en tanto que es grabada con cámara morbosa. Mi última preocupación, ¿por qué la mayoría de estos casos se dan en Andalucía y concretamente en Sevilla? ¿Será porque por aquí somos más malos o más catetos?
viernes, 23 de noviembre de 2007
La hipocresía yanqui
Envejecer no es sino sorprenderse cada día más. Las sociedades supuestamente más desarrolladas del mundo son las más especialistas también en aportarnos a diario las máximas sorpresas, en demasiadas ocasiones hipócritas sorpresas que van más allá del ridículo. Barrio Sésamo es sólo para adultos. Tal como lo leen. Aquel universo de ingenuidad aplastante que veíamos quienes nos criamos todavía con dos cadenas de televisión resulta ser peligroso para niños. Lo dice la advertencia de esta serie que data de 1969 en su edición en DVD. Y no es por los dos últimos dígitos de la fecha, sino por el contenido: Epi y Blas, Coco, el Monstruo de las galletas, Espinete, ya saben... Peligrosísimos. El caso nos demuestra como pocas veces que la maldad no está sino en quien mira con maldad. Interpretan que Epi y Blas, que convivían en un cuarto algo cutre eran gays. Interpretan que comer galletas de esa forma es contraproducente para los pequeños. E interpretan que la niña que se hace amiga de no sé quién en el primer capítulo y va a su casa a disfrutar de un vaso de leche con galletas inicia una relación que podría acabar en un episodio de pederastia. Toma ya. Los guionistas de entonces no pensarían nada de eso porque en aquel entonces no abundaban las mentes calenturientas que hoy son moneda común. Por debajo de tal hipocresía germina otro peligro peor: ¿qué pasa si Epi y Blas son pareja? ¿Es peor comer galletas que esnifar coca? ¿Toda relación entre personas de distintas edades acaba conduciendo a la pederastia? Es lo que sospechan los hipócritas yanquis, que no soportan estas realidades pero sí el horror lejano que crean en lugares que luego no saben ni señalar en el mapa. Lugares lejanos, de gente rara y mala. Lo que a mí me preocupa es que esa mentalidad de neoconservadurismo inaguantable llegue a nuestro país. Ya hay resquicios por donde puede hacerlo. Y no me gustaría que nos llevásemos las manos a la cabeza con Espinete y Don Pipón mientras los estudiantes distribuyen grabaciones de felaciones mutuas o se ponen a la cabeza en el consumo de cannabis. No me gustaría, pero otra cosa es la realidad.
jueves, 22 de noviembre de 2007
Los más grandes y la basura
Nada maś levantarme, me perseguía la voz rotunda de Fernando Fernán Gómez, fallecido a unas alturas intolerables para su caballerosidad antigua. Estas alturas en las que andamos son intolerables para cualquiera con dos dedos de frente y tres de corazón. Mientras se nos van los más grandes (Francisco Umbral o Carlos Llamas eran otras voces rotundas), crece la mierda maquillada como la mala yerba. Uno enciende la tele con las tripas encogidas y termina siempre apagándola con un regusto agrio en las sienes. El poder de la palabra precisa, inteligente, crítica se aleja por la cercanía impuesta del mal gusto, la vulgaridad y el cacareo asesino que nos arroja el electrodoméstico estrella. Lo último, un episodio que nos hubiera parecido de ciencia ficción hace sólo un par de lustros: un procedimiento de matanza en directo o, lo que es lo mismo, el poder del directo como procedimiento para matar. La ficción entre la espada y la pared de la realidad. La mentira televisiva como instrumento para el maltratador. La sonrisa amarga de Svetlana es la agonía lenta de todas las maltratadas en un mundo que no las ve. El mundo prefiere el espectáculo. Asesino y maltratada son dos personajes de la tragedia moderna. La tragedia en directo. La tragedia tolerable. Ahora la cadena de televisión y el maquiavélico programa ganarán más audiencia. Todo sea por la tolerada libertad de expresión, el mandamiento manipulado de la actualidad. Intolerable mundo de las pantallas.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Fernando Fernán Gómez
Ha muerto este actor que era un sabio duro de roer en la pantalla. Viéndolo, parecía un ser demasiado ajeno a la modernidad, pero trabajó inapelablemente unido a los guiones, las interpretaciones, las sillas de dirección, los libros, la ficción y otros ingredientes del mundo que no existía antes, mucho antes. Nunca olvidaré su papel en La lengua de las mariposas, de José Luis Cuerda (un director exquisito como pocos -les recomiendo al respecto El bosque animado-). En esa película boscosa, donde la música nos conduce por los vericuetos escondidos del alma, su personaje, un maestro republicano, contiene todos los caracteres de un antihéroe condenado a convertirse en héroe muchos años después. El heroísmo, esa condición tan controvertida por estar sujeta a los valores de los tiempos, ancla en este personaje un cúmulo de valores atemporales: curiosidad, ternura, inteligencia y piedad. El maestro enseña a sus alumnos mundos posibles más allá del terrón en el que viven. Les abre otras ventanas que jamás hubiesen imaginado. Y al final, al comienzo de la guerra que ganaron los fascistas, los alumnos y sus padres y su mundo entero lo apedrean y lo salpican de insultos mientras se lo llevan para fusilarlo. La rabia le aflora en otra película grandiosa, El abuelo, de José Luis Garci (basada en el libro de Pérez Galdós): "Quedaos con ese mundo vuestro, que os aproveche; o mejor dicho: que se os indigeste", apuntilla el personaje de barbas blancas que no es precisamente un Papá Noel. Su pronto antipático no superará nunca su borrosa grandeza. Fue un pícaro, un burlón, un cascarrabias, pero nunca un pelota de ningún sistema. Me entristece su muerte sobre todo porque dudo que venga algún sustituto en camino. Comprendo que traerá otra pinta. Ojalá.
martes, 20 de noviembre de 2007
Para empezar
Escribo sobre la escritura misma o hago camino al andar, pero ni veo el trazo de mi pluma ni el sendero virtual que piso. Hago prueba de esta espacio de la red que se me ofrece de balde. Si funciona, intentaré alimentarlo en lo sucesivo. E invitaré a la gente a que comparta mis inquietudes. Tengo algunas para compartir.
Hasta otra.
Hasta otra.
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