jueves, 22 de noviembre de 2007

Los más grandes y la basura

Nada maś levantarme, me perseguía la voz rotunda de Fernando Fernán Gómez, fallecido a unas alturas intolerables para su caballerosidad antigua. Estas alturas en las que andamos son intolerables para cualquiera con dos dedos de frente y tres de corazón. Mientras se nos van los más grandes (Francisco Umbral o Carlos Llamas eran otras voces rotundas), crece la mierda maquillada como la mala yerba. Uno enciende la tele con las tripas encogidas y termina siempre apagándola con un regusto agrio en las sienes. El poder de la palabra precisa, inteligente, crítica se aleja por la cercanía impuesta del mal gusto, la vulgaridad y el cacareo asesino que nos arroja el electrodoméstico estrella. Lo último, un episodio que nos hubiera parecido de ciencia ficción hace sólo un par de lustros: un procedimiento de matanza en directo o, lo que es lo mismo, el poder del directo como procedimiento para matar. La ficción entre la espada y la pared de la realidad. La mentira televisiva como instrumento para el maltratador. La sonrisa amarga de Svetlana es la agonía lenta de todas las maltratadas en un mundo que no las ve. El mundo prefiere el espectáculo. Asesino y maltratada son dos personajes de la tragedia moderna. La tragedia en directo. La tragedia tolerable. Ahora la cadena de televisión y el maquiavélico programa ganarán más audiencia. Todo sea por la tolerada libertad de expresión, el mandamiento manipulado de la actualidad. Intolerable mundo de las pantallas.

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