viernes, 23 de noviembre de 2007
La hipocresía yanqui
Envejecer no es sino sorprenderse cada día más. Las sociedades supuestamente más desarrolladas del mundo son las más especialistas también en aportarnos a diario las máximas sorpresas, en demasiadas ocasiones hipócritas sorpresas que van más allá del ridículo. Barrio Sésamo es sólo para adultos. Tal como lo leen. Aquel universo de ingenuidad aplastante que veíamos quienes nos criamos todavía con dos cadenas de televisión resulta ser peligroso para niños. Lo dice la advertencia de esta serie que data de 1969 en su edición en DVD. Y no es por los dos últimos dígitos de la fecha, sino por el contenido: Epi y Blas, Coco, el Monstruo de las galletas, Espinete, ya saben... Peligrosísimos. El caso nos demuestra como pocas veces que la maldad no está sino en quien mira con maldad. Interpretan que Epi y Blas, que convivían en un cuarto algo cutre eran gays. Interpretan que comer galletas de esa forma es contraproducente para los pequeños. E interpretan que la niña que se hace amiga de no sé quién en el primer capítulo y va a su casa a disfrutar de un vaso de leche con galletas inicia una relación que podría acabar en un episodio de pederastia. Toma ya. Los guionistas de entonces no pensarían nada de eso porque en aquel entonces no abundaban las mentes calenturientas que hoy son moneda común. Por debajo de tal hipocresía germina otro peligro peor: ¿qué pasa si Epi y Blas son pareja? ¿Es peor comer galletas que esnifar coca? ¿Toda relación entre personas de distintas edades acaba conduciendo a la pederastia? Es lo que sospechan los hipócritas yanquis, que no soportan estas realidades pero sí el horror lejano que crean en lugares que luego no saben ni señalar en el mapa. Lugares lejanos, de gente rara y mala. Lo que a mí me preocupa es que esa mentalidad de neoconservadurismo inaguantable llegue a nuestro país. Ya hay resquicios por donde puede hacerlo. Y no me gustaría que nos llevásemos las manos a la cabeza con Espinete y Don Pipón mientras los estudiantes distribuyen grabaciones de felaciones mutuas o se ponen a la cabeza en el consumo de cannabis. No me gustaría, pero otra cosa es la realidad.
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