El tablero político se convierte demasiadas veces en viñeta chistosa, pero el episodio deja de tener gracia cuando los chascarrillos salpican a los ciudadanos que no entran a (re)partir en el botín del astracán público. Está más o menos bien que los profesionales de la res pública se maltraten dialécticamente, pero no que arrojen sus desperdicios intelectuales sobre el respetable; entre otras razones, porque el respetable viene definido por su propia denominación y porque ha sido él quien ha colocado a los políticos en el escenario. Para que trabajen bien su papel, se supone. Así que los ciudadanos, continuando la alegre alegoría, somos algo así como los productores del teatro democrático. Y con los productores no se mete nadie. Si ello ocurre, a la calle con el infractor.
Viene la reflexión al hilo surrealista de las declaraciones de la diputada catalana del PP Montserrat Nebrera en su desmedido ataque a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, tras el conflicto de la nieve sobre Madrid. En lo que toca a la persona de la ministra gaditana criada en Málaga, experta en sobrevivir a todas las crisis habidas y por haber -como la mimbre, aunque ella dijera de sí misma que "antes partía que doblá"- la parlamentaria catalana le ha faltado el respeto al llamarla "cosa". Ha cosificado a una persona, y eso es atentar contra su dignidad. Pero todos queremos suponer que la declaración forma parte del ámbito (y del conflicto) político, por lo que, verba volant, y a otra cosa mariposa. Sin embargo, Nebrera se ha descalificado a sí misma cuando ha hecho mención a su acento y a sus conversaciones con los cordobeses. Según la catalana, el acento de la ministra "es de chiste" y apenas entiende cuando llama a un hotel de la ciudad de la Mezquita y le hablan "en andaluz". Da la casualidad de que el acento de Magdalena Álvarez no es un acento político, sino el de todo un pueblo histórico (Andalucía Occidental) y que el andaluz de los cordobeses es el que practican a diario (para hablar y pensar) miles de andaluces. Por lo tanto, si Nebrera piensa que nuestro acento o nuestra modalidad lingüística del castellano es "de chiste" está atentando gravemente no sólo contra nuestra dignidad lingüística, sino contra la dignidad histórica de una modalidad del castellano que atravesó el océano para dar sustancia al logos en el Nuevo Mundo y abrir un diálogo intercultural sin precedentes allende los mares.
Está claro que la catalana no sabe ni papa de esto. Y tampoco debe de conocer la nómina de literatos andaluces que a lo largo de la historia del castellano han mejorado esta lengua de categoría global con su conocimiento y su praxis absolutamente geniales. No doy nombres, para que ella investigue un poco ahora que, supongo, su partido se encargará de liberarla de tanta responsabilidad. Una política que humilla lo más íntimo de un pueblo no puede ser representante de otro, pues la modalidad lingüística de cada pueblo y de cada persona es lo más intransferible y preciado; con ella pensamos, nos expresamos y nos desenvolvemos, de modo que atentar contra ella es violar el tuétano de nuestro ser.
Probablemente Nebrera no estudiaba demasiado cuando otro andaluz de acento tocado por la gracia (de "gratia", no de chiste), Felipe González, presidió este país para embarcarlo en la modernidad en que ella, sin merecerlo, está ya instalada. Y probablemente le gustó más aquel acento tejano que adquirió Aznar cuando puso los pies sobre la mesa en EEUU (estos conservadores sólo conservan lo que les conviene). Ahora debería encerrarse e hincar los codos. Así aprenderá etimología y una casuística aprovechable. Por ejemplo, un adjetivo muy usado por los andaluces: "malage", vocablo surgido de la verdad desgraciada de que haya tanto "mal ángel" suelto por el mundo, es decir, sin gracia, sin chiste ninguno.
Viene la reflexión al hilo surrealista de las declaraciones de la diputada catalana del PP Montserrat Nebrera en su desmedido ataque a la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, tras el conflicto de la nieve sobre Madrid. En lo que toca a la persona de la ministra gaditana criada en Málaga, experta en sobrevivir a todas las crisis habidas y por haber -como la mimbre, aunque ella dijera de sí misma que "antes partía que doblá"- la parlamentaria catalana le ha faltado el respeto al llamarla "cosa". Ha cosificado a una persona, y eso es atentar contra su dignidad. Pero todos queremos suponer que la declaración forma parte del ámbito (y del conflicto) político, por lo que, verba volant, y a otra cosa mariposa. Sin embargo, Nebrera se ha descalificado a sí misma cuando ha hecho mención a su acento y a sus conversaciones con los cordobeses. Según la catalana, el acento de la ministra "es de chiste" y apenas entiende cuando llama a un hotel de la ciudad de la Mezquita y le hablan "en andaluz". Da la casualidad de que el acento de Magdalena Álvarez no es un acento político, sino el de todo un pueblo histórico (Andalucía Occidental) y que el andaluz de los cordobeses es el que practican a diario (para hablar y pensar) miles de andaluces. Por lo tanto, si Nebrera piensa que nuestro acento o nuestra modalidad lingüística del castellano es "de chiste" está atentando gravemente no sólo contra nuestra dignidad lingüística, sino contra la dignidad histórica de una modalidad del castellano que atravesó el océano para dar sustancia al logos en el Nuevo Mundo y abrir un diálogo intercultural sin precedentes allende los mares.
Está claro que la catalana no sabe ni papa de esto. Y tampoco debe de conocer la nómina de literatos andaluces que a lo largo de la historia del castellano han mejorado esta lengua de categoría global con su conocimiento y su praxis absolutamente geniales. No doy nombres, para que ella investigue un poco ahora que, supongo, su partido se encargará de liberarla de tanta responsabilidad. Una política que humilla lo más íntimo de un pueblo no puede ser representante de otro, pues la modalidad lingüística de cada pueblo y de cada persona es lo más intransferible y preciado; con ella pensamos, nos expresamos y nos desenvolvemos, de modo que atentar contra ella es violar el tuétano de nuestro ser.
Probablemente Nebrera no estudiaba demasiado cuando otro andaluz de acento tocado por la gracia (de "gratia", no de chiste), Felipe González, presidió este país para embarcarlo en la modernidad en que ella, sin merecerlo, está ya instalada. Y probablemente le gustó más aquel acento tejano que adquirió Aznar cuando puso los pies sobre la mesa en EEUU (estos conservadores sólo conservan lo que les conviene). Ahora debería encerrarse e hincar los codos. Así aprenderá etimología y una casuística aprovechable. Por ejemplo, un adjetivo muy usado por los andaluces: "malage", vocablo surgido de la verdad desgraciada de que haya tanto "mal ángel" suelto por el mundo, es decir, sin gracia, sin chiste ninguno.
- Este artículo aparece asimismo en el número 1.938 del semanario Cambio16.
7 comentarios:
Amigo Álvaro, te remito al audio íntegro de la Nebrera en la Ser y a la reflexión posterior de la interfecta en su blo g personal (www.montsenebrera.cat
Soy Rafa, con su nuevo nick por el blog del instituto: www.iesjoaquinromeromurube.blogspot.com
Yo ya escuché íntegramente la declaración de la ínclita en la Ser, en el programa "A vivir que son dos días"... Lo del blog no lo he visto aún.
Estaría muy bien que Montserrat leyera el número 1.938 (qué número más jodido) de la revista Tribuna. ¡Menudo (merecido) rapapolvo!
Un abrazo
Además de malage podría calificarse como dicen en tu pueblo "mamaostia"
Jajaja, mama-hostias, que se reduce inteligente y económicamente a "mamaostias" me recuerda a come-tarbinas... que decía mi tío de alguna gente...
Por cierto, Manuel, la revista en la que sale el lunes es Cambio16, no Tribuna.
Un abrazo, chaval.
Publicar un comentario