De pequeño, en mi casa, oía mucho aquella expresión quejumbrosa de ser un cero a la izquierda para expresar alguien el descontento por la poca consideración que le tenían los demás. Antes no se utilizaban sinónimos como irrelevante o sin importancia, sino que casi todo el mundo prefería la metáfora más gráfica del cero a la izquierda. Un cero a la izquierda no vale nada, se remarcaba en clase, donde sonaban rimadas otras cantinelas matemáticas como cero al cociente y bajo la cifra siguiente o certezas cojonudas como aquella de que cualquier número elevado a cero era uno, así sin más. Ahora me resuenan muchas veces todas estas afirmaciones crónicas, de las que me ha quedado más el soniquete que la función verdadera, no sé si porque, para las matemáticas, soy yo el cero a la izquierda.
Las matemáticas no pasan de moda, pero es curioso cómo los ceros, que no valen nada en teoría, sí cuestan más o menos en función de quien los ostente, quien los utilice, quien los coloque, incluso a la izquierda. No es lo mismo tener en la cuenta 0012 euros que 00120.000 euros. Un matemático es capaz de decirme que los dos primeros ceros no valen nada en una u otra cantidad, pero nosotros, que no somos matemáticos, contestaremos que nos parecen muchos más bellos y valiosos los ceros de la segunda cifra. Son ceros como más chic, más elegantes y bien colocados. Tienen ahí una función más estética que contable.
Lo mismo podría decirse, volviendo a la metáfora personal, de la diferencia entre que usted o yo seamos sendos ceros a la izquierda en nuestras casas porque no nos enteramos de nada o que lo sean, en cambio, la infanta Cristina o la mujer de Pujol, por poner ejemplos conocidos. Usted puede ser un cero a la izquierda porque no se ha enterado de si su marido ha pagado los 0256 euros de la factura de la luz. Y en cambio la hermana del Rey -¡ay, cómo cambian los parentescos para que no cambie nada, gatopardos!- puede ser también un cero a la izquierda porque no sepa nada de los 05.000.000 euros que costó tal o cual propiedad, ni le interese, ya que ella todo lo desconoce por amor. Lo mismo podríamos decir de los ceros a la izquierda o a la derecha -no entremos en miserias- que desconocía Marta Fergusola. La gente grande no repara en la posición de los ceros ni le achaca a nadie -ni a sí mismos- ser ceros a la izquierda. Para esta gente, los ceros son como perlas elegantes se coloquen donde se coloquen, porque las cifras importantes siempre se rodean de ellas, de las perlas quiero decir, o de los ceros, para que nos entendamos.
En cambio para la gente corriente, como nosotros, un cero siempre es un problema, porque o se trata de un cero a la izquierda, que ya sabemos lo que significa, o es un cero patatero de esos que nos ponían en clase cuando habíamos sido ceros a la izquierda durante las explicaciones. Para nosotros, gente corrientucha y limitada, no caben más tipos de ceros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario