Me ha espantado siempre y me sigue espantando la idea de que pueda donarse semen para que otras parejas se hagan la ilusión de que van a tener un hijito. Y me espanta no sólo porque, en rigor, no se trata de una idea, sino de una práctica habitual en nuestra sociedad desarrollada, y además, porque me chirrían los goznes éticos (y estéticos) que conservo aún. Se me podrá contravenir con el argumento de que algunas parejas no pueden concebir hijos y tienen, sin embargo, derecho a tenerlos. Al margen de que no concibo que tener un hijo sea un "derecho" (el vocablo y su significado llegarán a sustiuir a "hecho", simplemente), se me ocurren al menos dos argumentos (para las dos partes, donante y beneficiarios) para rechazar esta práctica que el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) ha especializado tanto que ya -como hacen, por cierto, otros estadounidenses- publica datos específicos de donantes en Internet, para los posibles compradores de esperma -qué asco. Si nos referimos a parejas heterosexuales, en primer lugar, no me imagino la cara que se le debe de quedar a un tío cuya mujer se queda embarazada con el polvo de otro, desconocido ademaś, como en los escándalos pueblerinos en los que surgía una Maripili calentona que, de la noche a la mañana (normalmente), se hacía con un bombo de origen desconocido -a veces, hasta para ella. No veo la razón de que alguien que quiera ser padre pueda preferir esta injerencia seminal en su mujer antes que adoptar al hijo de otro (de otro desconocido, al fin y al cabo) para criarlo como suyo. Máxime si se tienen en cuenta los escandalosos porcentajes de niños moribundos en este mundo nuestro. Si no se tienen en cuenta esos porcentajes, habrá que inferir que la búsqueda de un niño es más bien un acto de egoísmo para tapar un hueco que determinadas ideas de familia no admiten.
En cualquier caso, me espanta todavía más el asunto desde la perspectiva del donante, que tiene hijos sin enterarse y sin importarle más que la calderilla que le pagan por su rentable paja. Esta práctica -ciertamente habitual entre determinados universitarios con semen de envidiable calidad- me parece denigrante y animalizada. Se trata de la deshumanización del semen humano, que circula como el de los gatos nocturnos, pero diurna y prostitutamente. En ese caso, me parece hipócrita que se critique, desde la moralina que desprenden algunas familias bien que compran semen, a los donjuanes que deambulan haciendo barrigas. Al menos éstos no cobran nada y mantienen, aunque sea un rato, una relación carnal, de carne humana. La otra, me recuerda a la de los peces, que se fecundan a distancia. Y ya se sabe que los peces no tienen memoria. Será para olvidar a sus hijos. Que el ser humano también lo haga me parece el colmo de la deshumanización. Y no estamos hablando de arte.
En cualquier caso, me espanta todavía más el asunto desde la perspectiva del donante, que tiene hijos sin enterarse y sin importarle más que la calderilla que le pagan por su rentable paja. Esta práctica -ciertamente habitual entre determinados universitarios con semen de envidiable calidad- me parece denigrante y animalizada. Se trata de la deshumanización del semen humano, que circula como el de los gatos nocturnos, pero diurna y prostitutamente. En ese caso, me parece hipócrita que se critique, desde la moralina que desprenden algunas familias bien que compran semen, a los donjuanes que deambulan haciendo barrigas. Al menos éstos no cobran nada y mantienen, aunque sea un rato, una relación carnal, de carne humana. La otra, me recuerda a la de los peces, que se fecundan a distancia. Y ya se sabe que los peces no tienen memoria. Será para olvidar a sus hijos. Que el ser humano también lo haga me parece el colmo de la deshumanización. Y no estamos hablando de arte.
2 comentarios:
Entiendo tus razones, pero hay algo en lo que humildemente discrepo. El fin del matrimonio es, entre otras cosas, tener hijos. Es un hecho, pese a que en la sociedad actual se castigue la idea de la pareja tradicional(o persiga su idea) desde muchos ámbitos... Otra cosa es el método de la búsqueda de descendencia. En cuanto a la ética, creo que estaría por encima la adopción, sin dudas. Aún así, no lo defenderé yo,pero cualquier hijo de vecino defenderá la donación por la gratificación y reconocimiento a su onanismo. ¿No te parece? Ya en serio, es inaudito que en algunos países (como EEUU) se pueda elegir la calidad del semen incluso conociendo también el nivel intelectual del donante y por menores por el estilo.
¡Ah!, que pormenores es una palabra.
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