sábado, 31 de mayo de 2008

Identidad y fantasía


Siempre me asustó la posibilidad de haber nacido gemelo o mellizo. La repetición de mi cara, espéculo del alma hacia el mundo, me ha puesto siempre de los nervios. Y eso que en séptimo de EGB vi en el libro de Inglés la ilustración de un niño turco que era clavadito a mí. No he vuelto a abrir aquel libro, porque me da escalofríos.


El otro día escuché (y luego leí) una historia que muy bien podría haber sido un argumento novelesco. Pero era (es) real. Seguramente la habrán oído también: dos hermanas gemelas en Las Palmas de Gran Canaria que, mediante el (re)encuentro que organiza una amiga común, descubren que son sospechosamente parecidas. Cuando se hicieron la prueba del ADN, resultó que sí, que eran hermanas de sangre y que en el hospital que nacieron las habían cambiado, al ingresar en las incubadoras, con una tercera niña, con la que una de las gemelas había convivido durante 28 años como si fuese su hermana. La historia estremece, pero también anima a pensar en el valor de la sangre. La tercera niña y la primera gemela habían vivido durante toda la vida como hermanas y nada habría impedido que lo hubieran seguido haciendo hasta la muerte si no tercia la casualidad de que alguien las hubiera reunido para repensar sus identidades. A partir de ahí, surge el escándalo y el disgusto.


Pero se me hace inevitable la pregunta de qué significa la sangre realmente. Qué se nos pasa por la mente cuando sabemos que alguien es familiar nuestro. ¿No será la consanguineidad otra forma más de afectividad simbólica? Uno puede tratar a algún conocido durante años hasta que descubre que es primo segundo o tercero. Entonces uno lo mira ya de otra forma, tal vez porque recrea la novela de la vida por los laberintos genealógicos hasta los bisabuelos que jugaban, como hermanos que eran, en el mismo patio. Y esa novela genealógica emociona, es verdad. Pero no es más que ficción, porque uno imagina lo que le da la gana. Ahora bien, ¿quién dijo que la ficción no es verdadera vida?


A veces nos enteramos a golpe de sangre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una de ellas dice que conocer a su hermana verdadera es lo peor que le ha pasado en la vida. Por lo visto le ha creado un gran trauma y no quiere ni salir a la calle.

Un abrazo