Yo lo he escrito por aquí en alguna ocasión, pero es también de dominio público: la derecha siempre permanece unida. A partir de ahora, habrá que decir casi siempre. El numerito que han montado tras el nuevo fracaso electoral va a ser histórico o lo está siendo ya, mientras ocurren declaraciones que nadie controla desde Génova, como en los tiempos felices en que a Aznar le decían presi. Ya aquello pasó; ahora los peperos vascos van a lo suyo, Gallardón alimenta incombustiblemente su ambición aunque, paradójicamente, sea ya el único que apoya a Rajoy; Aguirre se ha quitado los últimos pelos que le quedaban en la lengua; y el viejo Fraga, ante tanto despropósito, pide un poquito de por favor. Lo cierto es que sorprende cómo el también gallego líder de la oposición -que no del PP, por lo que se ve- está tomando la misma medicina que trató de administrarle a los socialistas cuando la campaña. Y la está tomando a la fuerza. Él trata de resistir el temporal, pero está claro que cuando a la derecha no le gusta alguien, sopla con todas sus fuerzas -con todos sus odios- para quitárselo de en medio. A ver qué pasa de aquí a julio. Las batallitas de taifas están conformando ya la guerra total. Y todo porque Rajoy no es lo suficientemente agresivo para estos tiempos de vacas flacas en el PP. Lo peor es que Aznar sigue riendo, convertido ya en caricatura charlotiana.
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