En nuestro país, este al que yo ayer -al hilo de tanta sinvergonzonería para reír por no llorar- calificaba de chiste, se había convertido ya en tópico eso de que aquí no dimite ni Dios. Todo menos dimitir. Antes muerto que dimitido, porque aquí quien agarra el sillón no se va ni con agua caliente. O se va de un sillón porque le espera otro. Como la oca, tiro porque me toca. Y siempre me toca a mí. A mí y a los míos. Es el lema de esta partitocracia que aquí llamamos democracia, porque se le parece, aunque no sea igual.
Pues bien: hete aquí que nuestro presidente andaluz, que fue colocado en el sitio porque su predecesor se marchó a mejor vida, es decir, a Madrid de vice-vice-vicepresidente del Gobierno, anuncia de la noche a la mañana que se va. Que se marcha, que pica billete, o sea, que parece que dimite. Parece, insisto, porque sigue siendo verdad el tópico de que aquí ni Dios dimite. Porque en esta España nuestra donde la costumbre es ley, las dimisiones verdaderas son siempre sucedáneos de espantás. Lo de Griñán es una espantá digan los suyos lo que digan. El todavía presidente ha manejado los tiempos con la urgencia fina de ir un paso por delante de la jueza Alaya que investiga tan intempestivamente el caso de los ERE, pero se ha pasado de finura al faltarle meses de disimulo. Es probable que no los tenga, después de que hoy mismo haya declarado el exinterventor que dice que avisó hasta 15 veces de la peste que olía lo de las ayudas a empresas en quiebra. No se concibe que Griñán diga una semana que no se presenta, a la siguiente convoque primarias de paripé con una candidata in pectore y que en cuanto la candidata se convierte en heredera predilecta se le coloque el carguito de nada menos que presidenta del Gobierno andaluz, no mañana, que también podría ser, sino cuando acabe agosto, que es vacaciones como todo el mundo sabe. Este mesecito de vacaciones es el único disimulo que se ha podido permitir Griñán, al que la prisa lo come.
Particularmente en Andalucía, donde la espontaneidad se toma como arte, las espantás no se recriminan con demasiada dureza. Recuerden las de Curro Romero. O las de Camarón de la Isla. Iban con el nombre y el caché. Estos políticos del Sur han debido de contagiarse inconscientemente, pensando que les vamos a aplaudir, como si lo suyo fuera de veras lo que parece, un espectáculo, y no una responsabilidad tan seria y colectiva.
Griñán se va a toda prisa 18 meses después de no ganar las elecciones pero sí de investirse presidente por obra y gracia de IU, que tenía más prisa -o más mono- aún por mandar. La apuesta del momento también es urgente: ¿quién llegará antes al objetivo final: Mercedes Alaya imputándolo como víctima propiciatoria en esa redada de altos cargos o José Antonio Griñán consiguiendo su pasaporte a la salvación haciéndose senador, por ejemplo? Todo dependerá de quién trabaje más en agosto, que para nosotros los currantes puede ser un mes de vacaciones pero para los mandamases que se precian es otro buen mes para disimular reptiles. Como cualquier otro.
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