La misma epidural que necesitan las preñadas para dar a luz sin dolor es la que necesitan las administraciones y la ciudadanía en su conjunto para parir de una puñetera vez los estragos de esta crisis inacabable y descansar. El déficit es tan inabarcable, y los intereses tan intrépidos e insaciables, que por mucho que se paga más hay que pagar, y las deudas se van comiendo el hoy y el mañana, el futuro de lo que se va a ingresar, porque siempre crece más la deuda que cualquier beneficio supuesto. De modo que haría falta una lotería estratosférica, una catástrofe capital, una colosal lluvia de billetes, un parto de acreedores que inundan el vientre infinito de la sociedad para poner fin a un problemón que por muchos fraccionamientos y condonaciones parciales no terminará jamás.
Sin embargo, el personal, desgastadísimo, no está para creer en los milagros. El milagro está pasado de moda, es como un solucionario de otra época que no va con esta. Ahora se lleva más la broma, hacer frente a la realidad insoportable con el cachondeo increíble de la paradoja; que quienes más tienen porque el sistema generoso de lo público o el sistema tramposo de lo privado le inundó de millones sus arcas nos den lecciones ajustadas de cómo hemos de salir de la crisis, y los demás reímos a carcajadas. Que cualquier comisario europeo de asuntos económicos -mi madre, mi hijo, mi vecino... me preguntan qué es eso y no sé qué decirles-, incapaz de contabilizar los sueldazos, dietas, complementos y gratificaciones en espléndido plural que le entran en sus cuentas corrientes, sugiera, con esa candidez sugerente que envuelve los decretazos de esta gente, por ejemplo, que nos rebajen el 10% el sueldo una vez más. Las carcajadas se concatenan cuando argumentan sin argumentario, con esa lógica surrealista de las declaraciones bromistas que tanto se llevan, que así bajará el paro. Es decir, que si a usted le rebajan a partir del mes que viene 100 euritos o más, su vecino -sí, ese en el que está pensando que va para tres años sin curro y sin ayudas- incrementará exponencialmente sus posibilidades de encontrar trabajo. Como dirían por aquí, eso es así, y yo me harto de reír, aunque no lo entienda.
Pero ya más serios, me llama profundamente la atención la forma sibilina que tienen los recortadores, empezando por el gobierno -pero no está solo-, de irnos adaptando a la idea de que es hasta mejor lo que siempre fue peor. Me imagino a José Mota diciéndonoslo: "pero si es hasta mejor...". Que le rebajan otro 10% el sueldo: "pero si es hasta mejor para usted..., aunque usted no se dé cuenta".
Ahora, cuatro años después, que vamos a tener otro hijo (una niña) al otro lado de la crisis, recuerdo cómo cuando nació Jaime todo el sistema sanitario se empicinaba, sin que nosotros lo pidiéramos, en todo lo que ahora se empecina en negar: 2.500 euros por la cara, varios días en el hospital, mucho personal de apoyo y, por supuesto, epidural. Pues conforme se va acercando el día del parto, por lo que sabemos y lo que nos cuentan amigas que acaban de dar a luz, por los hospitales andan recortando hasta en las predicadoras de la liga de la leche, que ya es decir. Nos dicen que nos invitarán a abandonar el hospital en menos de 24 horas, que han recortado en personal, en camas y hasta en pijamas. Y eso en la tierra de la segunda modernización. No quiero pensar en lo que estará ocurriendo al norte de Despeñaperros. Desde ayer, sospecho que la noticia de la niña nacida en Alicante con más de seis kilos es todo un montaje para convencernos de un detalle que se nos vende como un mérito añadido. Cada vez que ponen la noticia en cualquier televisión, fíjense cuánta insistencia en que la madre, británica de 40 años blablabla blablabla, tuvo a la niña "sin epidural". Habré oído la noticia como cinco veces en cinco cadenas distintas, y siempre se me queda esa cantinela de "sin epidural"... Y entonces me sale José Mota hablándome en esta conciencia de broma superviviente que se nos está generando: "Pero si es hasta mejor...".
Hace un rato, mi mujer parecía asustada, haciendo cuentas de los recortes: sin ayuda, con mucha prisa, en menos de 24 horas en tu casa, probablemente con menos personal... Y entonces han repetido la noticia en otra cadena: "la mujer, de nacionalidad británica y de 40 años, blablabla blablabla, sin epidural". Mi mujer me ha mirado. "Qué pesados con eso, ¿no?". Y yo, sopesando lo que ha de costar la epidural, no me he podido resistir: "Pero si es hasta mejor...", le he soltado, adoctrinado ya por los sutiles recortadores empeñados en que nos desembarecemos de esta crisis sin epidural. O sea, por cojones.
2 comentarios:
Me ha encantado este artículo de la crisis y la epidural.
divertidísimo lo de ¡¡pero si es hasta mejor...¡¡¡, a Marina no le habrá gustado mucho.JA¡¡JA¡¡.
Ya hacia tiempo que no entraba a leer tus artículos en "viéndolas venir", seguro que lo veré más a menudo.
Un saludo de tu amiga Verónica.
Muchas gracias, Verónica. Me alegra que te asomes por aquí. Siempre serás bienvenida!
Un beso.
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