Morir en Gernika es morir doblemente, en una tragedia grisácea de crueles trazos. Sobre todo si se muere asesinado. O asesinada, como la última víctima de la inquietante violencia de género, ese género de terror que nos espanta una vez cada dos semanas. La mujer asesinada por su marido en el municipio vasco de Gernika, de un navajazo, es la novena víctima a manos de su pareja en lo que va de año, que es poquísimo aún. Tres meses entre nueve muertas dan como resultado tres muertas cada mes, o sea, una cada diez días.
Cada año se van de esta España por esa senda estrecha del asesinato en el hogar unas 70 mujeres, 70 hijas, 70 esposas, 70 hermanas, 70 madres, 70 amigas... a las que jamás se les pasó por la cabeza que acabarían así, ensangrentadas de odio en el suelo de cualquier arrebato.
Pero morir así en Gernika, símbolo picassiano de la guerra civil en que nos matamos tantos hermanos, es revivir ese cuento triste y gore de la inexplicable crueldad humana. En Gernika no tuvieron piedad aquellos aviones aliados de Franco. Ensayaron a fondo. Se emplearon sin miramientos. Y Pablo Ruiz convirtió aquella pesadilla representativa en arte permanente aunque viajero, de Francia a Nueva York, de Nueva York a Madrid cuando de las bombas no quedaba sino un recuerdo cenizoso.
Esta muerte doméstica y cutre, de posguerra navajera, de marido pringoso y gritos apagados nos recuerda que no estamos tan lejos del horror, que el miedo a nosotros mismos, lupus tremendo, es un bucle peligroso que pega coletazos en el instante más insospechado. ¿Quién nos defenderá de este azaroso demonio?
Cada año se van de esta España por esa senda estrecha del asesinato en el hogar unas 70 mujeres, 70 hijas, 70 esposas, 70 hermanas, 70 madres, 70 amigas... a las que jamás se les pasó por la cabeza que acabarían así, ensangrentadas de odio en el suelo de cualquier arrebato.
Pero morir así en Gernika, símbolo picassiano de la guerra civil en que nos matamos tantos hermanos, es revivir ese cuento triste y gore de la inexplicable crueldad humana. En Gernika no tuvieron piedad aquellos aviones aliados de Franco. Ensayaron a fondo. Se emplearon sin miramientos. Y Pablo Ruiz convirtió aquella pesadilla representativa en arte permanente aunque viajero, de Francia a Nueva York, de Nueva York a Madrid cuando de las bombas no quedaba sino un recuerdo cenizoso.
Esta muerte doméstica y cutre, de posguerra navajera, de marido pringoso y gritos apagados nos recuerda que no estamos tan lejos del horror, que el miedo a nosotros mismos, lupus tremendo, es un bucle peligroso que pega coletazos en el instante más insospechado. ¿Quién nos defenderá de este azaroso demonio?
5 comentarios:
¿quien nos librara? veamos...
1.- el poli que meta en la carcel de por vida a este interfecto
2.- el cabron que le vendio una navajita, si dejara de venderlas a estos machitos venidos a mas
3.- el pueblo en el que vive si apoyara mas, y antes a la pobre mujer (ya esto no sera posible). la deshumanizacion y la falta de implicacion del ser humano en ayudarse mutuamente nos matara
4.- las leyes, que cuando digamos y hagamos claramente, que si un hombre mata a su mujer, o lo intenta, si la maltrata, LE TENDREMOS VIGILADO, MEDICADO Y SI HACE FALTA ATADO antes de que lo vuelva a intentar
5.- y las mujeres, que cuando aprendamos a USAR NAVAJAS, PEGAR PUÑETAZOS, Y LLAMAR COSAS FEAS a esos que nos inspiran ternura, ganas de cuidarlos y que les pasamos todo una y otra vez CUANDO ELLOS PASAN DE NOSOTRAS Y NOS UTILIZAN TODO EL RATO.
¿crees que si juntamos todos estos ingredientes, podriamos librarnos de esta lacra social que encima (falsa sociedad) tampoco protestamos tanto contra ella?
Pues mucho de lo que dices me parece interesante y posible. Otras cosas están más cerca de la utopía, por desgracia. En cualquier caso, me parece constructivo y útil el debate. Si hubiera más, tal vez habría menos muertas.
De 8 a14 años, estuve en un colegio de monjas en Valdemoro, y nos pusieron varias veces la película " El otro árbol de Gernica", con esos años y la información que allí nos daban, la sensación de la película era que había muchas familias superbuenas que se hacían cargo de un montón de niños que se habían quedado sin padres.Ahora pienso que esas familias no eran tan superbuenas y que quizás se alegraban de que se hubieran quedado sin padres.
Al leer tu artículo , me he acordado de todo esto y de que quizás esos niños que se quedan sin sus madres ahora piensen una cosa y cuando sean mayores otra. Esperemos que cuando maduren en vez de sentir deseo de venganza, sientan deseos de ser padres y esposos perfectos.
Soy Reme Ramírez, tu compañera de Historia, enhorabuena por tu futura paternidad. Besos.
Hola, Reme. ¡Cuántas veces me acuerdo de ti! No sé por qué, pero me acuerdo mucho.
En efecto, la perspectiva de la realidad nos cambia con los años. Menos mal. Eso significa que evolucionamos.
Dale recuerdos a Juan Antonio, y a tu marido.
Ya nos veremos.
Álvaro.
Por cierto, Reme, se me ha olvidado recomendarte el artículo que tienes en este mismo blog titulado "Ciudadanía"; a lo mejor te interesa a ti y a los que dan la asignatura de "Educación para la Ciudadanía". Hay otro titulado "Citizenship", que creo que también os puede gustar...
Un beso.
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