Ha cumplido 81 años durante su visita a EEUU, mantiene una salud de hierro mohoso que no todos los que lo señalaban como papa de transición esperaban y le ha zampado al mundo un discurso que ningún otro líder político podría haber hilvanado mejor. Josep Ratzinger, al que no se le quita la cara de sí mismo para transformarse en Benedicto XVI -por muchos ropajes pontificales que le pongan-, es un profesor universitario de teología que ha pensado y repensado mucho, ha escrito docenas de libros y mantiene un discurso contra lo que él ha llamado "dictadura del relativismo" que molesta mucho en los tiempos que corren. Pero ningún otro discurso adversario es capaz de batirlo en condiciones. Tal vez porque, en buena parte, Ratzinger lleva mucha razón.
En el atril de la sede de la ONU, en Nueva York, ha dicho unas cuantas verdades incómodas, a saber y resumiendo, que ningún país tiene derecho a ejercer de papaíto de los demás sin el consentimiento de las Naciones Unidas, que están para garantizar la seguridad y la dignidad de todo ser humano cuando su propio estado no pueda o no quiera hacerlo.
En su impecable discurso, llama la atención principalmente que lo haya tenido que hacer un papa de la Iglesia Católica, que en principio llegaba a tierra yanqui con la sombra cenagosa de los curas pederastas. Pero también impresiona porque no ha utilizado ni una sola vez la palabra "Dios". Ni una. Un papa que se representa a sí mismo, como intelectual, como animal político superior a todos, pues ningún líder político del mundo es capaz de comer amistosamente con Bush y su familia por la mañana y darle donde más le duele por la tarde, delante de todo el mundo, sin que pase nada. Hay líderes que no lo harían nunca porque nunca tendrían la posibilidad de pisar tierra estadounidense en visita oficial de estado. También los hay que sí la pisan y se hartan de criticar a Bush -acuérdense de Hugo Chávez, por ejemplo- pero no comen con él, por supuesto. Otros, por su parte, comen con toda su family pero luego se rajan a la hora de hablar como es debido. Se convierten en pelotas rastreros en Camp David. Así podríamos clasificar a los líderes mundiales sucesivamente, sin encontrar uno que fuera capaz de la hazaña de Ratzinger.
El papa al que le basta con su nombre de pila llega y clava. No necesita ni a Dios para azotar al mundo con el sentido común que sigue siendo el menos común de los sentidos.
Es inconcebible que un terrorista de estado como es George W. Bush haga y deshaga sin consecuencias penales -¡ni siquiera electorales!- de ningún tipo. Al menos ha tenido que oír al mejor diplomático del mundo diciéndole lo que no le ha dicho nadie.
Un papa con dos cojones (con perdón).
1 comentario:
Sólo decirte, Älvaro,que me parece genial cómo describes la visita del Papa a E.U.A., el discurso en la O.N.U.y los discursos pronunciados con su intencionalidad ética atrevida y persistente.Comparto plenamente tu valoración del Cardenal Ratzinger y/o S.S. el Papa Benedicto XVI.
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