sábado, 15 de diciembre de 2007

Lectores

La lectura o la escasez de lecturas se viene convirtiendo desde hace años en un problema creciente, sobre todo en una sociedad que considera el hecho en sí un capricho de culturetas y no una merma para la competencia integral de las personas. Se piensa, en general, que leer poco no es tan grave en una sociedad que llaman del conocimiento y que está superpoblada de pantallas. Se piensa, grosso modo, que no es tan traumático que un chaval no lea porque, a fin de cuentas, tiene fuentes alternativas de información, verbigracia la red Internet o la televisión. Pero esto no es así. Leer es imprescindible para que germine en el joven su capacidad de abstracción, de selección y, en última instancia, de inteligencia en grado sumo. La cultura de la imprenta, al fin y al cabo, no está tan reñida con la de los ordenadores como podría pensarse, pues la mayor parte de la información que se ofrece en la red de redes es textual. El lector (entiéndase ahora a grandes rasgos) que no sea competente ante las páginas de una novela o de un periódico impreso tampoco lo será en el maremagnum de las ventanas digitales. Leer nos proporciona capacidad de síntesis, de crítica y de aperturismo hacia el conocimiento total, pues una causa transversal del desconocimiento y la incultura generalizados radica también en la pereza que les produce la lectura a la juventud. Habrá que entusiasmar en las escuelas y en los institutos, pero los profesores necesitamos imperiosamente una complicidad por parte de los padres, y que sus castigos no consistan en no ver la tele para mandar a sus hijos a leer en el cuarto. Leer no puede ni debe ser nunca un castigo, sino un placer y una ventana a infinitos mundos posibles. Esto último que digo puede servir para que los lectores asientan con la cabeza, pero es necesario que se lo hagamos creíble a los lectores alfabetizados pero no competentes.
José Antonio Millán, que fue el creador del Centro Virtual Cervantes, insiste en que la lectura es la llave de la sociedad de la información. Sobre todo porque "la herramienta estrella de ésta, la Red, es básicamente textual. Y anárquica. La discriminación de los contenidos corre por cuenta del usuario, que difícilmente sabrá distinguir lo superfluo de lo imprescindible si no entiende lo que tiene delante. La lectura detenida, la que se hace en los libros, es la que más forma la capacidad de extraer información de manera eficiente", sostiene Millán. "Los que no tengan esa capacidad quedarán fuera de la sociedad. Según un estudio del National Endowment for the Arts de Estados Unidos, los estudiantes menos familiarizados con la lectura son también los que peores notas sacan en matemáticas.
Otro debate para el entusiasmo de la lectura es, en el sistema educativo, el de las obras canónicas y las no canónicas. ¿Es adecuado que un adolescente se enfrente a El Quijote o El Lazarillo o sería mejor que devorase novelas juveniles de Sierra i Fabra? Tal vez, como dejó dicho Aristóteles, en el medio está la virtud, y la función de los educadores esté en calibrar lo justo en cada momento, en saber entusiasmar a los chavales con las clásicos y con los modernos, con la vieja Celestina y con algún personaje de Cortázar por igual. Difícil tarea en una sociedad con tanto fluorescente bobalicón.

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